“Por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla. [...] No creo en la inmortalidad del individuo, y considero que la ética es de interés exclusivamente humano, sin ninguna autoridad sobrehumana sobre él.” Albert Einstein.
"¿Cómo es posible que casi ninguna religión importante haya analizado la ciencia y concluido: <<¡Esto es mucho mejor de lo que habíamos pensado! El Universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más grandioso, más sutil, más elegante>>? En lugar de eso, exclaman <<¡No, no y no! Mi dios es un dios pequeño y deseo que siga siéndolo!>>. Una religión, antigua o nueva, que subrayara la magnificencia del Universo tal como la ha revelado la ciencia moderna, debería ser capaz de generar enormes provisiones de reverencia y sobrecogimiento que los credos convencionales apenas han explotado." Carl Sagan.
Un día como hoy pero de 1879 nacía el hombre que todo mundo recuerda cuando hablamos de un genio, aunque casi nadie sepa exactamente el por qué:
Albert Einstein. Aunque sus aportes revolucionaron la física, las contribuciones de Einstein, como la de aquellos grandes que le precedieron, no se limitan al campo de la ciencia. Einstein fue el creador de las teorías general y especial de la relatividad, teorías que no solo contribuyeron a una mayor comprensión del cosmos, sino también a una re-evaluación de los supuestos mismos que se daban dentro de la ciencia. También se le considera uno de los padres de la física cuántica, con valiosas teorías que ayudaron a crear el camino de la investigación en este campo. Sus contribuciones a la crítica política, el humanismo y la filosofía de la ciencia son también dignos de destacar, manteniendo siempre el cosmopolitanismo, criticando ferozmente el nacionalismo y los males que se engendraban de éste, firme crítico de las armas nucleares y un valioso filósofo de la ciencia que haría que términos como causa, espacio, tiempo, verdad y realidad fueran reexaminados. Sería difícil (por no decir imposible) resumir en un párrafo pequeño las contribuciones de Einstein a la civilización, y más difícil aún dejar en claro en el mismo espacio por qué es una de las figuras más importantes de la historia.
Pero, al menos en esta ocasión, el punto de esta entrada no es la de profundizar en la teoría de la relatividad y otras revoluciones en ciencia, ni tampoco sobre filosofía y fundamentos de la física. Tampoco será lugar para discutir sobre causalidad y realismo en física cuántica, y sin duda algún día tendremos que abordar las ideas de un gobierno mundial (cosmopolita) que afrontaría los problemas mundiales, tal como Einstein pensaba. Por el momento, recordaremos al célebre genio no por aquello que ha dicho o hecho, sino por aquello que jamás dijo, pero que se ha repetido hasta el cansancio como si de verdad fueran las palabras de Einstein. Al ser una de las figuras fundamentales de nuestra civilización, Einstein se encuentra rodeado de
mitos, rumores y chismes sobre sus puntos de vista y su vida personal. Para darnos una idea, puede consultar las múltiples entradas del sitio
Quote Investigator sobre frases de Einstein, una página especializada en validar o descartar las frases atribuidas a personajes famosos; o podría consultar
The Ultimate Quotable Einstein, de Alice Calaprise publicado por Princeton University Press, libro donde muestra las frases más importantes de este científico sobre más de una decena de temas, con un capítulo exclusivo a las frases falsas o probablemente no afirmadas por Einstein. Pero tal vez no haya frases más escandalosamente falsas que aquellas que se supone dijo Einstein en favor de la existencia de Dios o la necesidad de la religión para la sociedad.
De nada sirvió que Einstein aclarara una y otra vez en cartas, conferencias y libros que él no creía en dios personal alguno y que lo sobrenatural sencillamente era un conjunto de creencias infantiles. Grupos y sitios web de misioneros y fundamentalistas religiosos siguen repitiendo viejas leyendas, como que Einstein era un cristiano devoto, aprovechando de pasada una buena apelación a la autoridad: si Einstein, que era un genio, creía en nuestro dios, tú que eres un simple mortal, deberías hacernos caso y creer en nuestro dios. Pero la realidad es muy distinta, tal como el propio Einstein lo mostró incontables veces.