domingo, 6 de enero de 2013

¿Por qué critico la religión?



Hace unas cuantas semanas, mientras paseaba con una buena amiga mía y platicando sobre las creencias religiosas suyas y de su novio, se le ocurrió preguntarme, lo que creo, es una de las preguntas más directas que me han hecho. Ella me dijo (y la cito textualmente): “oye… ¿por qué eres así?... ¿Por qué criticas la religión?” mi respuesta en el momento fue simple, pero para hacer un artículo interesante, profundicemos mas en el asunto.

Antes que nada, no está de más advertir que siempre he defendido la libertad de creencias. Nunca he tratado de burlarme de nadie, ni mucho menos discriminarlos por sus creencias.; el que me burle de las creencias religiosas por considerarlas un montón de pamplinas es otra cosa muy distinta, que mas adelante explicaré. Pienso que cada quien es libre de creer en lo que quiera. Así, mientras unos creen en un dios de triple personalidad, otros pueden creer en el conejo de pascua sin que eso me afecte en lo más mínimo.
Ahora volviendo a mi anécdota con mí amiga, entre bromas y algunos albures, mientras recitábamos jugando el credo católico, me miró sorprendida porque me recité dicha oración sin equivocarme. Me preguntó que, si yo no era creyente, cómo es posible que me supiera el credo. Esta idea, la de que un no creyente es no creyente porque no conoce la creencia, se encuentra ampliamente difundida, y es justamente la razón (creo yo) del por qué no es posible ponerse de acuerdo en cuanto a la cuestión de dios se refiere.

Mientras cientos de ateos piensan que los religiosos se equivocan, cientos de religiosos piensan que los ateos se equivocan. Ambos lados suelen (solemos) creer que el bando contrario es un ignorante de nuestra postura. La pregunta clave para disolver este problema (muy bien expresado por mi amiga en una pregunta inocente) es, cuál es el bando que se equivoca y cómo saberlo. Si lo personalizamos y lo volvemos más un asunto entre mi amiga y yo, podríamos preguntarme quién de los dos tiene la razón al creer o no creer. Resulta que en mi pequeña charla le dije a mi amiga que, criticar solo por criticar y sin fundamento, no tiene ningún sentido; para criticar algo hay que conocer (aunque sea de forma básica) ese algo.

Resulta que tenemos tres vertientes por las cuales responder quién tiene la razón. Existe una técnica con la cual podemos analizar los enunciados y afirmaciones de ambos bandos, inventada hace unos milenios y perfeccionada con el pasar del tiempo: el análisis lógico del lenguaje, el cual nos daría como heredero actual a lo que acá en la licenciatura se conoce como filosofía analítica.

Utilizando igualmente la lógica, pero para analizar nuestra forma de interpretar el conocimiento y las costumbres que adquirimos, podemos encontrar con aquello que se conoce como pensamiento crítico, en el cual se mira con escepticismo toda afirmación que pase por nuestros oídos (o que pase por nuestros ojos al leer, en fin, que sea percibida); si la afirmación que se analiza no pasa este escrutinio escéptico, simplemente se rechaza.

Por último, pero no menos importante, contamos con el conocimiento que nos otorga la cultura científica. La ciencia se construye, básicamente, de la observación cuidadosa de ciertos fenómenos específicos, la creación, crítica y análisis de hipótesis, la formulación de un marco teórico que explique de forma coherente y elegante el fenómeno, y de la evidencia que respalda dicho marco teórico. En pocas palabras pues, la base es la teoría y la evidencia.

Si me pusiera a platicarles sobre los fundamentos, de lo que me gusta llamar, las tres grandes herramientas de análisis, nos olvidaríamos por completo del tema que da nombre a este artículo. De hecho sería imposible  hablar sobre filosofía analítica, pensamiento crítico y cultura científica en un pequeño artículo. Por eso es que creo que es aquí donde les daré un pequeño consejo: ¡ESTUDIEN! Quedarse con lo que dice un humilde artículo, o con lo que dicen sus enlaces de referencia sería muy tonto. No hay nada mejor que profundizar de forma personal, por la pura curiosidad, por puro gusto, por puro interés. Este mismo consejo es el que siempre trato de darme a mí mismo.

Ahora sí, dejando de lado las reflexiones sobre las herramientas para un pensamiento lógico y basado en la evidencia, volvamos a nuestro asunto: ¿cómo saber si los ateos se equivocan sobre los creyentes o si los creyentes se equivocan sobre los ateos? La pregunta desde el inicio no presupone que un bando sea más inteligente o más tonto que el otro. Si acaso, se presupone que un lado podría estar más informado que el otro. Con esta sencilla aclaración, los ataques ad hominem, sobre que si los ateos piensan (o pensamos) que los creyentes son idiotas o que si los creyentes piensan que los ateos son unos mente cerradas quedan fuera de lugar.

Ahora, si se afirma que un pensamiento lógico y claro es uno que tiene como base la argumentación razonada, el pensamiento crítico y la evidencia públicamente verificable, debemos preguntarnos entonces ¿cuál de las dos posturas busca basarse en esta forma de pensamiento?

La religión, y más específicamente la fe, nunca han necesitado de analizar si la estructura lógica de sus enunciados es o no correcta o lógicamente posible. Tampoco  ha necesitado de analizar las afirmaciones principales que sustentan la fe en algún dios en específico, y ni se preocupan en verificar la autenticidad de afirmaciones y acontecimientos, tales como los milagros. Un pensamiento religioso, entonces, no puede ser considerado un pensamiento lógico y claro. Si acaso, es una manifestación de lo que se conoce como pensamiento mágico. Ojo, decir que la religión no es lógica, no es lo mismo que decir que la religión no puede defenderse con lógica. Lo último es perfectamente posible, la fe religiosa puede ser defendida con argumentos inteligibles, y así ha sido defendida por pensadores de la talla de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, y más recientemente en nuestros tiempos por personalidades como William Lane Craig o Dinesh D’Souza; el objetivo de esta forma de defensa religiosa es el de reforzar la fe del individuo, haciendo creer que su fe se basa en algo que mas la autoridad eclesiástica y libros viejos. A esta práctica se le llama apologética o apología religiosa.

Sin embargo, el problema con la apologética es creer que solo con argumentos lógicos se puede demostrar que algo como la existencia de Dios es verdad. Creer que con un silogismo hipotético, una reducción al absurdo o con un modus tollens demuestras que lo que crees es real, no es más que una incoherencia en sí misma. El análisis lógico sirve para demostrar que tus enunciados en realidad concuerdan entre sí, sin contradecirse. Eso es todo. La lógica por sí sola no puede decirnos si algo es verdadero o no, solo puede decirnos si algo es válido o no; esta es una diferencia abismal. Las contradicciones y la falta de evidencia en las afirmaciones de los apologistas (desde san Agustín hasta nuestros días) hacen que argumentos que parecen ser  sólidos, como los del Dr. Craig, terminen siendo la burla de todo mundo.

Para que la apología tenga un poco mas de aceptación y pudiera ser vista como una auténtica defensa racional, necesitaría de evidencia pública y verificable de sus afirmaciones, algo que jamás ha tenido (y que es poco probable que en el futuro tenga). No se puede demostrar de manera empírica la existencia de dioses, vírgenes, apariciones, milagros o dones.

Entonces, la religión no es lógica, pero se puede hacer el intento de defenderla de forma lógica. De este modo, parece razonable criticar a la religión por su falta de sustento lógico y verificación empírica de sus principales dogmas, digo, afirmaciones y argumentos, ¿o no?
En esencia sí, pero decir que critico la religión porque no es lógica o carece de fundamento científico es solo una parte de mi respuesta.

Resulta que podemos juzgar a la religión no solo como una fuente de argumentos o afirmaciones extraordinarias carente de evidencias extraordinarias, sino que también podemos mirar a esta como un fenómeno histórico.

A comienzos de la civilización, la religión fue un autentico consuelo ante grandes enigmas que el ser humano no podía descifrar. Decir “los dioses lo hicieron” fue en algún momento una respuesta satisfactoria ante preguntas como qué es la vida, por qué existe todo en lugar de nada, para qué sirve la vida, etc. También sirvió como una buena falda a la cual agarrarse en momentos difíciles como crisis, hambrunas o epidemias. Ayudaba a encontrar un sentido a la muerte, creyendo que tras esta existía otra vida.

Sin embargo, y también desde los albores de la humanidad, la religión sirvió como una gran excusa para hacer invasiones, saquear, esclavizar o destruir. Decir “nuestros dioses nos apoyan” era suficiente para motivar ejércitos a que invadieran y destruyeran todo a su paso. Ambas caras de la moneda de la religión (la falda a la que agarrarse en la ignorancia y la excusa para cometer crímenes contra la humanidad) han continuado hasta nuestros días. El problema es que en la actualidad, y conforme progresó el conocimiento científico en la historia, esas faldas se hicieron innecesarias. Los humanos se dieron cuenta que responder “Dios lo hizo” o “Dios así lo quiso” era igual que no responder nada en absoluto.

Con cada avance en astronomía, antropología, biología o cosmología, se hizo más y más evidente que la respuesta “Dios” era obsoleta, innecesaria e insuficiente. Sin embargo, el miedo y la ignorancia continuaron siendo las principales faldas de la humanidad por siglos, y los poderosos, aquellos que se ocupaban de mantener este miedo e ignorancia, aprovecharon esto para hacer y deshacer lo que se quisiera. La religión entonces, se convirtió en el opio del pueblo.

Si pudiéramos hacer un juicio histórico a la religión entendida como una sola institución, la fiscalía la acusaría de atroces crímenes contra la humanidad entre los que se contarían: masacres, genocidios, guerras, dictaduras, monarquías, imposición, discriminación, machismo, dogmatismo, lavado de cerebro, tortura, separatismo, terrorismo, fanatismo, fundamentalismo, adoctrinamiento de menores, esclavitud, irracionalidad e ignorancia. ¿Las evidencias? La historia de la humanidad.  Un jurado imparcial y objetivo encontraría a la religión como culpable y un juez sabio dictaría como sentencia el mayor castigo que se puede dar ante tan atroces injusticias: el olvido y la mirada de desprecio por parte de historia.

No existe duda alguna que la religión ha sido, a lo largo del tiempo, una de las manifestaciones culturales con más carga negativa y más consecuencias atroces contra nosotros mismos.

De modo que podría decir que critico a la religión por haber sido la culpable, directa o indirectamente, de las peores decisiones de la humanidad. Pero aquí no acaba mi respuesta.

 Como ya he mencionado, una de las razones por las que critico a la religión es por su falta de rigor a la hora de demostrar sus afirmaciones. Vamos, porque carece de sustento científico. Pero mi crítica va un poco más allá. No es solo que carece de sustento científico, sino que en muchas ocasiones las religiones son vistas como una disciplina a nivel de la ciencia, o incluso se mira como algo superior al propio conocimiento científico.

Algunas personas llegan asegurar que la cosmovisión de algún credo religioso resulta sobrecogedora, hermosa y elegante. Me gustaría que ustedes vieran la cara de nostalgia que pongo cada vez que oigo semejante cosa.

La cosmovisión religiosa que sea siempre mirará al ser humano como la cumbre de la creación. Para la religión, el universo es como un patio de juegos en el que los humanos son los consentidos; ellos hacen lo que quieren de este patio que les construyó para ellos solos su papá diosito.

Esto es más o menos lo que plantea ese dogma teológico del derecho natural. Un dogma cuyos orígenes se puede rastrear en la filosofía aristotélica con la noción de teleología. Según Aristóteles, todo en este universo tiene una razón de ser, un objetivo, un fin. El fin de los animales y plantas, decía, es el de servir al hombre ya sea como comida, compañía, transporte o como mercancía. El hombre por ser el animal racional y por contar con alma (Aristóteles entendía alma como sinónimo de mente, no como la concepto espiritual que hoy día se la da) debe dominar por sobre todas las bestias, y así tomar su lugar privilegiado en la creación.
Esta idea fue retomada por teólogos medievales como Tomás de Aquino combinándola con algunas enseñanzas bíblicas, y después pulida por filósofos como René Descartes dando una concepción mecanicista del universo en la que solo el hombre tiene sentimientos porque es el único ser que tiene alma, para así dar forma a un plan divino en el que Dios nos concedía el derecho natural de ser privilegiados por encima de cualquier otra cosa.

Así pues, la cosmovisión religiosa (por lo menos la occidental) mira al ser humano como el centro del universo, la máxima expresión de creación y perfección, lo mas cercano a un Dios. Esta visión del universo, para mí es una visión pobre de la vida. Una visión en la que el ser humano es el centro de todo no solo es una visión falsa, sino que además es egoísta y arrogante.

Basados en estas ideas, durante siglos se toleró matanzas crueles de animales, extinguiendo especies, comerciando con ellas, y arrasando con ecosistemas enteros. Después de todo, teníamos el derecho divino. Imaginarse que miles de millones de años de evolución cósmica eran solamente para llegar al ser humano, millones de explosiones de supernova, millones de especies que evolucionaron y se extinguieron… me parece que es simplemente un desperdicio de universo.

Sin embargo, la religión hasta nuestros días sigue afirmando exactamente lo mismo. El ser humano sigue siendo ese niño chiqueado que puede hacer con todo lo que le rodea lo que se le antoje porque así lo quiere su papá diosito. Todo lo que tiene que hacer es rezar. La Tierra es toda suya. Visión más pobre y arrogante de un universo tan pequeño y vacío no puedo imaginar.

Entonces, recapitulando todo lo ya dicho: critico la religión porque esta carece de sustento lógico y de evidencia verificable; porque ha sido la causante directa o indirecta de grandes calamidades para la humanidad; porque ha sido la mayor difusora de ignorancia e irracionalidad en todo el mundo en todos los tiempos; porque ofrece una visión del universo tan arrogante y pequeña que me es imposible el que no me suene como un insulto personal. Pero sobre todas las cosas, critico la religión porque esta es un sistema doctrinario, cerrado, dogmático, que no admite la duda.

El escepticismo es el enemigo acérrimo de la religión, la búsqueda de respuestas es una aberración y el pensar de forma independiente y de manera crítica es una blasfemia. Por todo esto es que critico la religión.

Para sintetizarlo todo, y volviendo a mi anécdota con mi amiga, le respondí que mejores palabras no pude encontrar que una frase célebre de Richard Dawkins: “critico la religión porque esta nos enseña a conformarnos con no entender.”

¿Alguna duda? 

SI TE INTERESA ESTE TEMA


*Tratado de Ateología, de Michel Onfray, Editorial Anagrama.

*Manual del Perfecto Ateo, de Rius, Editorial Grijalbo.

2 comentarios:

  1. Me parece muy bueno este post,solamente que no creo que Dinesh D'Souza pueda ser considerado un pensador de "alta talla". No puedo escucharlo hablar ni un segundo por la cantidad de estupideces que dice.
    Un mejor ejemplo hubiera sido Alvin Plantinga o Richard Swinburne.

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  2. Creo que los argumentos de los católicos no practicantes y demás fauna, quienes sólo se acuerdan de su dios cuando necesitan algo, no pueden ser usados.

    Es difícil razonar con alguien entregados a la fe, puesto que la propia definición de la fe, es la supresión del acto de pensar, y sólo acatar los escritos de sus libracos de la edad de bronce.

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