En México, además de hablar de los mismos argumentos anti-trasngénicos de siempre, los tecnófobos invocan también la tradición, el milenarismo y la biodiversidad de ciertas plantas como el maíz (una riqueza biocultural y patrimonio cultural) para asegurar que los transgénicos no son necesarios, y por tanto el gobierno de la nación debería prescindir de ellos y/o prohibir su consumo (cuando eres activista anti-transgénicos la lógica sale sobrando). Quizás no haya mayor vocera de la tecnofobia alarmista en nuestro país que la doctora Elena Álvarez-Buylla (de quien ya habíamos comentado por aquí), quien ha sido denunciada por atacar ideológicamente a la ciencia por J. M. Mulet, Martín Bonfil Olivera y (de manera indirecta) por los miembros del Instituto de Biotecnología de la UNAM, los doctores Francisco G. Bolívar Zapata, Luis Herrera Estrella y Agustín López Munguía Canales.
En diciembre pasado se le otorgó a Álvarez-Buylla el Premio Nacional de Ciencias 2017 en la categoría de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales "por su aportación a la comprensión de la dispersión de los transgenes de las variedades nativas del maíz, y su contribución al entendimiento de la progresión del cáncer epitelial." La doctora no tardó mucho en aprovechar el momento en que cámaras y micrófonos estaban a su disposición para volver a despotricar contra la biotecnología, alegando que sus ataques son científicos y no ideológicos. Esta afirmación, basado en los argumentos falsos que esgrime la premiada bióloga y miembro fundador de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (que de compromiso científico tiene poco), no tiene sustento.
Ataque ideológico a la ciencia
La entrevista a la también profesora e investigadora del Departamento de Ecología Funcional, del Instituto de Ecología de la UNAM, está repleta de afirmaciones más que extraordinarias acerca del papel de la ciencia en la sociedad, la innovación y, claro, los transgénicos. Quizás lo más extraordinario sea que tales afirmaciones (como veremos, carentes de pruebas extraordinarias) provienen de una investigadora con años de carrera en genética molecular, ecología y biología evolutiva, volviendo el caso de Álvarez-Buylla verdaderamente digno de estudio para sociólogos y psicólogos de la ciencia.
La carrera y los aportes de Álvarez-Buylla por los que fue reconocida no se ponen en tela de juicio. Como el divulgador de la ciencia Martín Bonfil Olivera lo explicó en algún momento por redes sociales: "[Álvarez-Buylla] Es una excelente científica con una larga y respetable carrera y muchos valiosos aportes. Los premios sin duda los merece. Lo qué pasa es que ha hecho del activismo antitransgénicos una especie de cruzada ideológica que raya en el fanatismo, incluso con mentiras y deshonestidad intelectual. Pero eso no demerita el resto de su labor como científica. Si no somos capaces de distinguir y separar una cosa de otra nos vamos a convertir también nosotros en fanáticos." Es por esto que uno se pregunta cómo un científico puede ser tan ambivalente, con excelentes aportes científicos por un lado, y una cruzada deshonesta contra la biotecnología por el otro. No especularé más sobre los motivos de esta investigadora. Mejor podemos analizar sus afirmaciones para ver si tienen algún sustento.
El entrevistador del diario El Universal (al parecer) no pudo contener su curiosidad por saber el por qué esta doctora en botánica y maestra en ecología vegetal está en contra de los transgénicos. Su respuesta es asombrosa, pero no por las razones que tal vez un seguidor de Álvarez-Buylla pueda pensar:
"Hay evidencia acumulada desde hace 20 años que afirma que la liberación de cultivos transgénicos en el ambiente va a tener impactos destructivos en la biodiversidad.
Desde el punto de vista muy fundamental de la ciencia, los principios con los cuales se hicieron los transgénicos son incorrectos, la ingeniería genética asume que tú puedes modificar una parte de los organismos sin alterar el resto y, además, puedes predecir cómo esa alteración va a impactar en las características visibles o el fenotipo de los organismos, no solamente en condiciones de laboratorio, sino también en cualquier ambiente en el que lo liberes. Eso es falso."
Estas afirmaciones parecerían poner en entredicho líneas de investigación completa tanto de ciencia aplicada, agroingeniería y biotecnología. La primera es una afirmación fáctica, en la que se refiere a datos encontrados y acumulados desde hace 20 años, mientras que la segunda es una curiosa filosofía de la ciencia. Pero, ¿realmente hay evidencia del impacto destructivo de los transgénicos en la biodiversidad? "Me gustaría que actuara como uan científica y mostrara esa evidencia, o que señalara algún caso donde el uso de OGM ha sido peor para la biodiversidad que la agricultura convencional o que la agricultura orgánica. Al contrario, tenemos ejemplos donde el uso de transgénicos ha sido beneficioso para la biodiversidad. Por ejemplo, al aumentar la producción no ha hecho falta deforestar más espacios naturales. Otro ejemplo son las variedades tolerantes a insectos, que han permitido ahorrar toneladas de insecticidas y respetar a los insectos que no son una diana específica del cultivo", comenta el profesor de biotecnología de la Universidad de Valencia, España, y autor de Transgénicos sin miedo (2017) y el blog Tomates con genes, José Miguel Mulet.
Para Mulet la situcación es más simple y menos alarmante, al preguntarle cuál es la verdad detrás de la supuesta controversia sobre los transgénicos:
"Realmente esa controversia no existe. Existe controversia a nivel social en determinados países, pero si ves la cifra global de siembra de transgénicos, no parece que esté afectando demasiado. De hecho ninguna de las previsiones que han hecho los grupos antitransgénicos en los últimos 20 años se ha cumplido y han tenido que ir variando el discurso. Hace 20 años decían que podían causar problemas de salud o de medio ambiente. Ahora prefieren centrarse en los aspecto económicos y sociales, pero vendiendo un discurso catastrofista que es en esencia falso."El catastrofismo es evidente en el discurso de Álvarez-Buylla, para quien la denuncia social de los transgénicos es parte de la labor de científicos como ella, sin importar, según parece, si haces afirmaciones descuidadas y sin sustento. Pero lo que hay que cuidar en agricultura no es tanto si se siembra transgénicos o no, sino el mal uso de las técnicas de agricultura. Después de todo, los transgénicos son, como nos recuerda el agrobiólogo, doctorando en agricultura sostenible y cambio climático de la Universidad Pública de Navarra, y autor del blog El ecologista transgénico, David Soba:
"Lo que tiene impactos destructivos sobre la biodiversidad es el mal uso de una herramienta. Te pongo un ejemplo, si para cultivar soja transgénica se arrasan miles de hectáreas de bosque, esto va a tener unas consecuencias fatales sobre la biodiversidad. Pero no menos que si se arrasan las mismas hectáreas para cultivar soja no transgénica de una variedad local. Es decir, lo que causa impacto es el mal uso de una herramienta, no la herramienta en sí. Otro ejemplo, aquí en España se siembra maíz transgénico resistente al taladro, por lo tanto no es necesario hacer este tratamiento durante el ciclo de cultivo sin embargo con el maíz convencional si, lo que implica la aplicación de un insecticida, gasto de carburantes y mano de obra. Luego, bajo las mismas condiciones los cultivos transgénicos tienen los mismos, y en muchos casos menores, impactos ambientales, como demuestran numerosos estudios."Pero Álvarez-Buylla continúa:
Los organismos transgénicos son organismos y no hay un solo organismo que pueda ser tratado como una máquina. Los principios de la ingeniería no se pueden aplicar a los organismos porque son sistemas complejos, la ingeniería genética es un absurdo porque no se puede hacer ingeniería con un sistema complejo.
Una vez que entendemos esto, tenemos que tener claro que ahí es donde se originan todas las insuficiencias y todos los riesgos de los transgénicos, las insuficiencias están demostradas porque ahora ya no son hipótesis, no son promesas que a lo mejor se cumplen. No, son demostraciones.Como bien dice Soba, "llevamos desde el inicio del neolítico modificando las plantas que nos interesan a nuestra conveniencia, esto es haciendo ingeniería genética. Primero de una forma más rudimentaria, mediante selección, luego mediante cruzamiento, en el siglo XX se añadió la técnica de la muta génesis y a finales de este mismo siglo la transgénesis. Es decir es solo un paso más en la mejora vegetal." Esta curiosa "filosofía" de la ciencia pareciera ser un ataque al reduccionismo o lo que antes se llamaba mecanicismo. Pero la ingeniería genética y la biotecnología no son ni uno ni lo otro.
Se sabe que los organismos vivos son sistemas complejos imposible de reducir a química o física puras, pero de aquí no se sigue que la ingeniería genética sea un absurdo ni que el mecanicismo sea su fundamento. El que los organismo vivos no sean solamente "costales de genes", como asegura la investigadora, no significa que los cambios (o transferencias) genéticas no impacten en el organismo. Y eso es justo lo que hemos visto desde que el ser humano comenzó a modificar organismos para su beneficio, desde hace más de 10,000 años. A Mulet le produce "gran extrañeza" palabras como las de Álvarez-Buylla, pues si seguimos la lógica (o "filosofía") de la doctora, "la utilización de técnicas tradicionales de mejora genética como la selección artificial, las hibridaciones, los injertos o la mutagénensis inducida deberían prohibirse, y por lo tanto el maíz criollo no existiría, seguiría siendo teosinte. No sé si lo que propone es volver a ser cazadores recolectores."
¿Necesitamos a los transgénicos?
Álvarez-Buylla también cuestiona sobre los beneficios de los transgénicos. Según hace notar, los transgénicos son una clase de "promesa de mercadotecnia", similar a lo que son los anuncios de autos nuevos con todo y modelos rubias, donde uno gasta su dinero en el auto, pero no tiene la rubia. Tan risible como pueda sonar, esta investigadora habla en serio. Asegura que el "ímpetu" de la innovación que tienen muchos de sus colegas no es más que "promesas falsas que llegan al mercado porque hay campañas mercadotécnicas que las promueven." La ingeniería genética (y los transgénicos) sería parte de esta estrategia de márketing, ya que esta disciplina "es la posibilidad de transformar genéticamente un organismo sin que realmente entendamos bien lo que estamos haciendo, por lo tanto lo que yo digo es que el que podamos hacerlo como investigación para probar cuán complejo es el mecanismo sistémico de regulación del desarrollo, no quiere decir ni que debamos hacerlo para producir alimentos y mucho menos que debamos liberar y usar estos organismos." (Las cursivas son mías).
Preste especial atención al anterior enunciado de Álvarez-Buylla. Lo que parece decirnos es que está bien investigar la transgenesis en el laboratorio como un proyecto de investigación para entender los sistemas (o yo diría, mecanismos) de regulación del desarrollo (algo que la doctora hace en sus estudios científicos, de hecho), pero no debemos permitir que se produzcan alimentos ni usarlos. "Un poco hipócrita ¿no? Si yo lo utilizo es bueno, si no, es malo. Es el mismo argumento por lo que se les prohibe a los agricultores el acceso a esta tecnología, pero no dicen nada de la utilización por parte de la farma industria para producir, por ejemplo, insulina. ¿Alguien cree que si Alvarez-Buylla fuera diabética y necesitara este fármaco no lo utilizaría por ser transgénico? Yo tampoco y más si tenemos en cuenta que no tiene reparo en utilizar plantas transgénicas para el beneficio de su carrera científica." Y es que, ¿en base a qué podemos asegurar de forma categórica que no debemos usar ni producir productos que pueden beneficiar a una parte de la población? ¿Por los supuestos intereses corporativos detrás de estas aplicaciones?
Si la respuesta a esta última pregunta fuera "sí", como parece asumirlo Álvarez-Buylla, no habría que olvidar un pequeño pero importante detalle: la investigación, producción y consumo de los transgénicos (como cualquier otra técnica de agricultura, ciencias de los alimentos, etc.) no es un monopolio restringido de las empresas. "Los transgénicos tienen mucho marketing y reportan grandes beneficios a las grandes empresas dedicadas al sector. Pero tampoco hay que olvidar que estas empresas invierten mucho dinero en investigación y que por mucho dinero que tengan para marketing si el servicio que ofrecen, en este caso las semillas transgénicas, no reportan un beneficio para el agricultor o el consumidor este dejará de utilizarlas inmediatamente. Por otro lado no hay que olvidar que la mayor parte de la investigación con plantas GM se realiza en universidades y centros públicos, produciendo en muchos casos semillas libres de patentes y gratis para el agricultor (el ejemplo más famoso es el arroz dorado)", explica Soba.
Pero sigamos prestando atención a esa creencia categórica del "no debemos" con respecto a los transgénicos. Como Álvarez-Buylla, muchos otros activistas de la tecnofobia en México aseguran que en este país "no necesitamos transgénicos". Primero, porque son productos de multinacionales que nos venden con la mercadotecnia de la innovación (un argumento que, hemos visto, es falso), y segundo, porque México cuenta con gran biodiversidad en plantas de cultivo, especialmente el maíz. También se tienen una variedad de técnicas de cultivo, algunas de ellas milenarias, por lo que la riqueza cultural detrás del maíz debería ser prioritario antes que permitir la utilización de transgénicos en suelo mexicano. Este aparente dilema bioético lleva como supuesto implícito que la utilización de transgénicos supone una amenaza a la biodiversidad agrícola y al patrimonio cultural del país. Pero tal supuesto no se sostiene, como nos recuerda David Soba, que reconoce que la biodiversidad de cultivos "es un hecho que hay que proteger, valorar y utilizar. Pero esto no está reñido con usar nuevas variedades más productivas o que incorporan alguna mejora tanto para el agricultor como para el consumidor o el medio ambiente. Los transgénicos son una herramienta más para el problema global de la desnutrición y es nuestro deber usar todas las herramientas a nuestro alcance para garantizar una correcta seguridad alimentaria al mínimo coste ambiental. Y estas herramientas van desde la agroecología hasta la transgénesis, todas tienen cabida y ninguna por si sola es la solución a un problema de tamaña envergadura."
La biodiversidad de cultivo es importante para el país, y sin duda puede verse como un complejo fenómeno cultural. Pero creer que proteger este patrimonio es sinónimo de evitar técnicas y organismos que producen mejores resultados al agricultor, al proveedor, al consumidor, y en suma, a la sociedad, estancando los métodos de cultivo como si los campos del país fueran una clase de museo al aire libre para apreciar la agricultura milenaria, es desde todos los puntos de vista, un sinsentido. Lo que es más, si las técnicas modernas de cultivo (no solo con transgénicos) amenazan formas más rudimentarias no es algo que el agricultor vaya a lamentar. Es como creer que las computadoras y laptops representan una amenaza a la "tradicional" máquina de escribir o a la milenaria técnica de escritura con papel y lápiz. Es cierto que algunas técnicas, métodos o productos desaparecen con el tiempo por ser menos eficientes para los propósitos humanos (como la máquina de escribir), pero las técnicas de cultivo no se inventaron para preservarse, sino para ser eficientes y obtener beneficios de ellas. Todo esto es parte de ese complejo fenómeno que llamamos evolución cultural. Pero volvamos a los transgénicos.
Si el complot corporativista del ficticio monopolio de los transgénicos y la biodiversidad de cultivos no son buenos argumentos para afirmar que "México no necesita transgénicos", ¿qué nos queda? Recuerde que los supuestos daños a la salud y al medio ambiente tampoco son argumentos válidos. Para Álvarez-Buylla queda decir que "en México tenemos suficiente maíz de la más alta calidad para alimentar a los mexicanos y para exportar al mundo y podríamos hacerlo con una verdadera ciencia agrícola, pública, y sobre todo apoyando a los agricultores que producen las mejores variedades." La primer parte de esta afirmación puede ser cierta. En México se cultiva maíz de la más alta calidad, pero de este hecho no se deriva que no se deba sembrar o producir transgénicos en México, pues aún cuando se hiciera, seguiría siendo maíz hecho en México con altos estándares de calidad. No es necesario pensar que todo el maíz transgénicos que se pudiera llegar a sembrar en el país sería importado; sería importante una reforma en agricultura para incentivar también tanto a empresas como a instituciones públicas a crear sus propios productos y así poder competir con el extranjero, que es justo lo que hacen los países donde se desarrollan transgénicos. Apoyar a los agricultores que optaran por esta opción no implicaría no apoyar a aquellos que recurran a otros métodos y que también producen las mejores variedades.
Pero esto es solo hablando en un futuro idealizado, ya que la actual legislación en México es restrictiva en lo que al maíz transgénico se trata. Lo que es más, la producción de maíz en el país no alcanza para consumo interno y exportación a la vez. En este sentido, Mulet se cuestiona:
"Pues no sé en que datos se basa, pero México está importando cada año miles de toneladas de maíz OGM de Estados Unidos, maíz que a los agricultores mexicanos no les dejan sembrar."
Este punto también fue uno de los más importantes que los investigadores Bolívar Zapata, Herrera Estrella y López Munguía planteaban en su informe sobre supuesta contaminación de transgénicos estudiada por Álvarez-Buylla et.al. Para Mulet, la postura de Álvarez-Buylla en conjunto es sospechosa, sobretodo por su actitud tan prohibitiva de querer evitar que los agricultores puedan elegir si sembrar o no maíz transgénico:
"¿Investiga en Estados Unidos la profesora Álvarez Buylla? ¿Quién financia sus experimentos? Me parece que su postura favorece sospechosamente a los agricultores gringos y perjudica a los mexicanos."Dada su postura ideológica de izquierda, dudo que Álvarez-Buylla intente beneficiar explícitamente a gobiernos extranjeros. Pero el hecho es que su postura, junto con la de los anti-transgénicos en México, lo hace. En su lucha evidentemente ideológica contra la biotecnología solo ayuda a que países como EEUU se beneficien de la situación de México (como si de por sí les hiciera falta ayuda para beneficiarse del país). La prohibición de los transgénicos solo contribuye al atraso en materia de desarrollo nacional, impide o entorpece la posibilidad de competir con las multinacionales extranjeras y estanca a los agricultores. Nada de esto parece preocuparle a Álvarez-Buylla y sus seguidores que insisten, cada que alguien les presta un micrófono, en esgrimir falsedades y concluir que la restricción y el estancamiento son la mejor opción para todos.
El si se necesitan o no a los transgénicos no es siquiera una pregunta relevante. La verdadera pregunta es si es necesaria esta restricción y estancamiento en el país. Basados en las pruebas, la respuesta sería no. Hay colectivos, como la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (al que pertenece Álvarez-Buylla), que afirman que es necesario hacer debates públicos sobre las supuestas controversias sobre los transgénicos y su relación con la salud, el medio ambiente y la economía. Pero como ya el citado Mulet aclaró, este debate no existe. Lo que hay es una serie de grupos que alimentan la desinformación y la desconfianza en conocimientos y técnicas que han sido cuidadosamente investigadas, respaldadas por cientos de estudios alrededor del mundo (muchos de ellos hechos con financiación pública) por más de 20 años.
Para personas como Álvarez-Buylla, para quien parece aún son válidos estudios defectuosos como los de Seralini, con tal de seguir en su lucha ideológica no importa seguir sosteniendo la pseudosimetría. Para que quede aún más claro, el "debate" que los anti-transgénicos proponen sobre la seguridad, utilidad y eficacia de este tipo de organismos, es equivalente al "debate" que sostienen los creacionistas sobre si la evolución es o no una "alternativa" a la creación. Uno puede especular que, si Darwin siguiera vivo y viera cómo se sigue cuestionando desde trincheras ideológicas (sean políticas o religiosas) con argumentos tan decadentes, seguro se volvía a morir, pero de risa. Y es que, como el creacionismo, el movimiento anti-transgénico sería algo cómico si tan solo no causara tanto daño.
Habiendo explicado las falencias de Álvarez-Buylla, solo queda decir:
¡¡¡FELIZ DÍA DE DARWIN!!!
Y
¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS MAMÁ!!!
*Agradezco al biotecnólogo J.M. Mulet y al agrobiólogo David Soba por perder parte de su tiempo aclarando mis dudas. Sin sus valiosas respuestas este artículo habría sido muy distinto.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* El blog Tomates con genes, del biotecnólogo y divulgador J.M. Mulet con abundante información sobre los mitos anti-transgénicos.
*El blog El ecologista transgénico, del agrobiólogo David Soba con información sobre el papel de los transgénicos en la lucha contra el cambio climático y otros problemas ambientales.
*El sitio web Sí quiero transgénicos, con ensayos y traducciones de escritos fundamentales para entender la biotecnología y la importancia de los transgénicos en la agricultura del siglo XXI.
Vaya, otro muy buen artículo. Me has puesto a reconsiderar mi opinión sobre esto de los transgénicos, pero además ayudas a recordar que nuestra querida Ciencia es un producto humano, y como tal vulnerable a nuestras debilidades.
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