Como también se explicó ya en la primera parte, para decir que alguien es un verdadero filósofo de x campo, hace falta una preparación multidisciplinar. Para ser un filósofo de la ciencia competente hacen falta años de estudio de historia de la epistemología, estudios en lógica-matemática, en matemáticas propiamente dicho, conocimientos superiores a los básicos en sociología, psicología e historia de la ciencia, así como (de preferencia) tener también una carrera (y por tanto, experiencia) en alguna ciencia, para así poder hablar de primera mano cómo se hace una investigación científica y cuáles son los problemas a los que se enfrentan los científicos al hacerlo. Filósofos de la ciencia con todas esas características hay pocos, creo yo. Los conocedores de la filosofía de la ciencia, aunque saben que la disciplina tiene poco más de un siglo de existencia, saben reconocer también a los gigantes del pasado que también ayudaron a moldear las bases de esta bella profesión; la mayoría, hombres de ciencia y a la vez rigurosos analistas de los problemas generales de esta disciplina como práctica humana.
Por todo esto, no creo ser un (aún) un filósofo de la ciencia, si es que con tal etiqueta quiero decir que soy algo académicamente relevante. Pero eso no implica que en mis estudios hasta ahora no haya podido desarrollar ciertos análisis, cuestionamientos, críticas y conclusiones sobre la naturaleza de la ciencia y la pseudociencia. Desde luego, tales ideas que sostengo, critico o que estoy armando no son absolutas ni en modo alguno finales. El tiempo me dirá qué ideas continuarán sobreviviendo al avance de la autocrítica. Por el momento, aquí expongo algunas ideas sobre el tema esperando que al menos para alguien les sirva de introducción ultra-básica sobre los complejos problemas de la epistemología actual.
El método científico
Si el objetivo de las ciencias es el estudio de todos estos sistemas concretos, y la ciencia, al ser un campo de investigación (o sea, un tipo especial de actividad humana), significa entonces que la ciencia misma es un tipo desistema social, y por tanto, susceptible de investigación. Es por eso que también existen "ciencias de las ciencias", o metaciencias, las cuales investigan y producen conocimiento sobre cómo y por qué funciona la ciencia. Las más famosas son la psicología, la politología, la sociología, la historia y la historiografía de la ciencia, las cuales investigan el contexto cultural en el que se desarrolla la ciencia como actividad; la relación de la ciencia con otras áreas, sean la tecnología y la ingeniería o la política y la religión; se investiga el tipo de conducta individual y colectiva que genera el ser parte de la comunidad científica, qué clase de valores se sostienen para que la comunidad se mantenga unida y pueda existir en una sociedad dada, y cómo los conocimientos, principios, valores y métodos practicados dentro de la ciencia influyen también a los miembros de la sociedad que no forman parte de la comunidad científica. La filosofía de la ciencia, aunque a menudo se coloca dentro de las metaciencias, no es propiamente una ciencia, sino un campo de investigación independiente que se nutre también del conocimiento obtenido de las metaciencias.
La ciencia es una actividad humana especial. La humanidad es un componente más del universo. Y por tanto, así como la humanidad es objeto de estudio de ciertas ciencias (las llamadas ciencias sociales), la ciencia misma es objeto de estudio científico también, tratando de comprender su propia naturaleza. Entonces, ¿qué distingue a la ciencia de otras actividades humanas? O dicho de otro modo, ¿qué es la ciencia?
Cuando recién ingresé a la carrera, tenía una visión un tanto ingenua de la ciencia, visión que por cierto, he visto continúa presente en más de un divulgador actual. Entre mis primeras aproximaciones al problema de definir la ciencia me encontraba con dos alternativas: la metodologista y la falsacionista. La primera asegura que ciencia es aquella actividad que emplea el método científico, más o menos en la forma en que es definido por Francis Bacon: “Observación y experimento para reunir material, inducción y deducción para desarrollarlo: éstas son las únicas buenas herramientas intelectuales.” La otra, que suena más intelectual, asegura que no es tanto la confirmación de conocimientos por medio del método científico, sino la capacidad de refutación de una hipótesis gracias a su contenido empírico, el cual permite que la hipótesis sea contrastable, tesis derivada del clásico de Karl Popper, La lógica de la investigación científica (1934).
Los divulgadores metodologicistas (algunos de ellos ni siquiera consciente que defienden un tipo de filosofía de la ciencia) defienden que para hacer ciencia basta con aplicar el método (así en general), y que bajo esta premisa todos somos científicos de forma inconsciente. A menudo se cita al propio Bacon o a Galileo Galilei como los grandes maestros del método experimental, a pesar que la historia de la ciencia demuestra que estos grandes intelectuales no solo se basaron en la experimentación para deducir teorías. Como se puede ver, parece haber una confusión entre esa generalidad llamada método científico con el método experimental como si fueran sinónimos. Por mucho tiempo creía que lo eran. Lo cierto es que el método es sin duda una razón necesaria para establecer que una actividad es científica, pero no es razón suficiente para definirla como tal. Tampoco es verdad que el método científico pueda reducirse al método experimental, el cual es aplicado también en otras áreas, desde la tecnología y la ingeniería, hasta pseudociencias experimentales como la parapsicología.
Con el falsacionismo ocurre algo un poco distinto. Algo que me ha parecido curioso de mis lecturas e interacciones con algunos científicos y divulgadores es que algunos de ellos recién se van enterando que el falsacionismo es incapaz de establecer lo que es la ciencia y diferenciarla de la no ciencia. Es curioso que algunos científicos traten de descartar recién el falsacionismo proponiendo otros criterios de demarcación, cuando ya desde los mediados del siglo pasado varios filósofos de la ciencia se habían dado cuenta de las falencias de este enfoque. Incluso se llegaron a formular enfoques más elegantes y precisos después de Popper, como el de los "programas de investigación" de Imre Lakatos. El falsacionismo supone (y permite) la existencia de los experimentos cruciales, que vendrían siendo la corroboración de una conjetura dada al ponerse a prueba. Si éste no termina refutada por el experimento, suponemos (provisionalmente) que ha pasado el examen de cientificidad. Si por el contrario el experimento refuta dicha conjetura, si bien aseguramos era una conjetura científica al ser refutable, debemos descartarla y seguir con otra conjetura.
El problema con este método es que no es garantía ni de cientificidad, ni tampoco es consistente con la actividad científica desde el punto de vista histórico. Que una hipótesis o conjetura sea empíricamente refutable no la hace una conjetura científica. Existen hipótesis manejadas en varias pseudociencias que sabemos son falsables (y lo sabemos porque son falsas), mientras que en ciencia uno de sus más valorados y grandes distintivos es la formulación de hipótesis especiales generales (llamadas leyes) que por naturaleza no pueden ser refutadas por medio de un experimento crucial. Seguramente por no tener en cuenta esto es que Popper consideraba que la física newtoniana había sido refutada por las anomalías de la órbita de Mercurio que no encajaban con los cálculos de la física clásica, así como su creencia que la evolución en realidad era un programa metafísico y no una teoría científica (porque ésta no puede ser refutada a partir de un experimento crucial), o que la teoría del Big Bang ya había sido refutada.
Aunque la actitud de conjeturas y refutaciones no se aplica a la naturaleza de la ciencia, es innegable que ésta es una actitud crítica necesaria para las investigaciones científicas innovadoras, así como una importante herramienta para los escépticos que desenmascaran afirmaciones pseudocientíficas, las cuales carecen de sistematicidad, como en ciencia. Ciertamente existe un alto grado de escepticismo en la comunidad filosófica acerca de la existencia del método científico como tal. Casi podríamos decir que, en filosofía de la ciencia, el consenso es que el método científico no existe como tal, sino que existe una pluralidad de métodos en cada ciencia. Hay incluso quienes llegan asegurar que no tiene sentido hablar de ciencia y no-ciencia (y menos aún de pseudociencia), o que los métodos no determinan ni distinguen una ciencia de cualquier otra actividad, incluyendo la ideología, la religión o la magia.
Los anarquistas y relativistas culturales en filosofía de la ciencia, por lo menos hasta donde yo he logrado ver, suelen ser la excepción y no la norma. Pero sí que hay bastantes que niegan la existencia del método científico. Este escepticismo tal vez puede explicarse por dos razones: la primera, es la decepción con los enfoques tradicionales que hoy son vistos como ingenuos o incompletos. El verificacionismo del positivismo, el falsacionismo del racionalismo crítico o el metodologicismo, aunque a veces elogiados por ciertas tesis, se les mira como "superados", pero no se tiene claro qué fue lo que lo superó. Una segunda razón es el relativismo promovido en la disciplina desde las críticas historicistas de autores como Thomas Kuhn, malinterpretadas más de una vez.
Suele asegurarse desde estas posturas que el método científico es una clase de receta que los profesores de secundaria y los divulgadores ingenuos creen sirve para crear conocimientos absolutos o certeros. Siendo así, en efecto, el método científico no existe. Cada disciplina científica hace uso de distintos métodos, dependiendo de lo que busque hacer, sea medir, traducir, sintetizar, calcular, observar, realizar muestreos, etc. Estos métodos particulares o específicos son usalmente conocidos como técnicas (algunas especiales son técnicas científicas). Existen además métodos cuyo uso es extensivo, es decir, los utilizan también áreas no científicas, tal como el método experimental o el método estadístico. Pero los métodos especiales en las distintas ciencias son de "corto alcance", mientras que la generalidad conocida como método científico, se supone, es de largo alcance.
Los principales promotores del método científico (dentro de la epistemología) suelen ser aquellos filósofos simpatizantes o practicantes de la filosofía científica. Se entiende que el método no es una receta para producir conocimientos absolutos ni tampoco puede ser garantía de producción de conocimientos por sí solo. Se trata de una secuencia ordenada de operaciones cognitivas como sigue:
1. Identificación de un problema en un cuerpo de conocimiento.
2. Enunciación precisa del problema, de ser posible en términos matemáticos.
3. Búsqueda de información en el fondo de conocimiento antecedente. Esto es, la investigación de métodos e instrumentos que serán relevantes para el problema y su solución.
4. Tratar de resolver el problema a partir del punto 3, esto es con los medios colectados en aquel paso. En caso de obtener una solución, pasar al punto 6; si no, al punto 5.
5. Inventar nuevas ideas (hipótesis, teorías, técnicas o métodos), producir nuevos datos y/o diseñar nuevos experimentos o artefactos que sirvan para solucionar el problema, o al menos sean prometedores para eso objetivo.
6. Obtener una solución del problema con los medios conceptuales y/o materiales disponibles, sea esta solución exacta o aproximada.
7. Deducir las consecuencias de la solución tentativa de 6 (sea que se obtuviera una hipótesis o teoría, nuevos datos o nuevos experimentos o artefactos).
8. Comprobar la solución propuesta. Si la solución resulta ser una hipótesis o teoría, comprobar que se dan las predicciones formuladas por ésta; si son nuevos datos, tratar de replicarlos usando medios alternativos; si se trató de nuevas técnicas o artefactos, puede verse cómo funcionan en la práctica. Cuando el resultado resulta insatisfactorio se recurre al siguiente paso; si son satisfactorios, se pasa al punto 10.
9. Corrección de la solución que ahora sabemos es defectuosa, sea repasando todo el procedimiento o tratando con presupuestos y métodos alternativos.
10. Examinar el impacto de la solución sobre el fondo de conocimientos, enunciando también algunos de los nuevos problemas que se derivan de este progreso.
Como se puede notar, el método científico no es una receta mágica infalible, sino más bien es la enunciación de un proceso de investigación que puede durar años, que podría abarcar más de un equipo de investigadores en un tiempo dado, que presenta una serie de presupuestos para poder realizarse (por ejemplo, se presupone que la sociedad anfitriona no solo tolera la investigación libre y sistemática como se le describe, sino que además la promueve y sustenta. De otro modo, será imposible realizar una buena investigación), y que ofrece rigurosidad y sistematización a toda línea de investigación científica, sea esta formal, física, química, biológica o social.
Otro punto importante que hace notar esta descripción es la estructura misma de un problema científico, el cual suele componerse por una parte conceptual (que necesita precisión) y una empírica. Los problemas científicos más generales (¿cómo inició el universo? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la mente?...) son aquellos que no solo requieren de precisión conceptual, sino también son aquellos donde es más notable la adopción de concepciones o hipótesis filosóficas específicas para poder crear una línea de investigación. Estos son conocidos como problemas científico-filosóficos, el tipo de problemas que demuestran la necesidad del trabajo multidisciplinario.
El cientificismo en ciencia
De aquí mismo se deduce una implicación que no siempre agrada a muchos filósofos: el método científico, entendido tal como se le describió, puede y debe aplicarse a toda indagación o línea de investigación, sea matemática o empírica, científica, tecnológica o humanística. Esta es la tesis del cientificismo, tan odiada por ciertos humanistas.
Los detractores del cientificismo suelen asegurar que existen campos en los que la ciencia no puede o no tiene nada útil qué aportar. Pero resulta curioso el ver cuán ambigua es esta afirmación. Dependiendo del anti-cientificista con el que se hable, nos dirán que la ciencia no puede investigar la espiritualidad, la economía, la sociedad, la mente, la subjetividad, la ética, la historia, la religión, el origen de la vida, del hombre, del universo... suele ser extraño que aquello que afirman que la ciencia siempre ignorará sobre cierto campo es en el que estas personas suelen pontificar métodos y doctrinas anquilosadas y dogmáticas. Otras personas confunden el cientificismo como una clase de extremismo dogmático, asegurando que si uno es cientificista entonces rechaza la filosofía, el arte, la poesía o las humanidades en general. Este reclamo es un sinsentido para cualquier cientificista medianamente cuerdo.
Áreas de la cultura como las humanidades, las artes o la filosofía poseen objetivos distintos a los de la investigación científica. Está claro que la ciencia no determina los valores y decisiones morales, la inspiración artística o el estilo literario de un escritor. Quienes suelen afirmar lo contrario podemos llamarlos cientificistas extremos (o como yo prefiero decirles: cientificistas de los chafas), pues si bien, la ciencia sí puede informarnos sobre los procesos neuronales o sociales que hacen que una sociedad adopte ciertos valores, puede ayudarnos a tomar una decisión en un debate moral al brindar conocimientos útiles (como en los debates sobre la legalización del aborto y la eutanasia), así como brinda conocimientos invaluables sobre los procesos psicológicos de la inspiración, la creatividad y la innovación artística, la ciencia no determina ninguna de estas actividades. Es por esto que el conflicto entre ciencia vs humanidades o ciencia vs letras son pseudodebates. Es perfectamente compatible una actitud cientificista a la vez que se valora el resto de la cultura.
Si adoptar el cientificismo significa adoptar la filosofía inherente de la ciencia, esto implicará a su vez que el cientificista es realista (supone que el mundo existe más allá de su mente), naturalista (el universo se maneja por regularidades o leyes naturales, que por tanto son cognoscibles), materialista (no existe lo inmaterial o sobrenatural, sino que toda entidad y proceso que ocurre en el universo es material), sistemista (las entidades que conforman el universo son complejas, y la complejidad aumente en cada nivel, lo que dota de ciertas propiedades emergentes a cada sistema, sea físico, químico, biológico, mental o social), y humanista (la producción y aplicación del conocimiento científico debe ser en beneficio del desarrollo sustentable de la especie y nuestro hogar). El compromismo filosófico aquí descrito no siempre se ve reflejado en ciertas partes de la comunidad filosófica o científica, y aun existen importantes debates epistemológicos sobre los compromisos semánticos, gnoseológicos, ontológicos, axiológicos, éticos y estéticos dentro de la ciencia.
Por lo menos dentro de sus respectivas áreas, cada científico es cientificista. Así, los astrónomos están convencidos que la mejor manera para estudiar las estrellas o las galaxias es a través de los métodos de la astronomía y el auxilio de conocimientos de otras áreas como la química, la física y la cosmología. Los biólogos saben que la mejor manera de investigar bacterias, hongos o animales, es a través de métodos científicos, auxiliándose de teorías científicas generales como la teoría evolutiva. Los médicos reconocen que la mejor manera de poner a prueba un nuevo médicamente es a través de rigurosos estudios de doble o triple ciego, así como también se auxilian de ciencias como la microbiología, virología o genética para ayudarse en sus diagnósticos, los cuales no invocan más que entidades o procesos biológicos (naturales o materiales).
Si un astrónomo recurriera a la especulación desenfrenada en vez de la observación, si un biólogo recurriera a la Biblia en vez de estudiar taxonomía, o si un médico decidiera exorcizar a sus pacientes, ya no estaríamos hablando de una labor verdaderamente científica. Lo que es más, cuando se presentan personas que venden este tipo de "métodos alternativos" al científico para resolver problemas científicamente investigables, los científicos denuncian este intrusismo como pseudociencia, porque los científicos están convencidos que la mejor manera de investigar lo que investigan es por medio de la ciencia y sus métodos. Las pseudociencias merecen una entrada a parte, tanto por la importancia (y peligro) que representan para la sociedad, como por ser uno de los temas que más me interesan.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* La investigación científica, de Mario Bunge, Siglo XXI, 2000.
* La lógica de la investigación científica, de Karl Popper, Tecnos, 1980.
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