El filósofo de la ciencia, Maarten Boudry, cuenta que durante un curso de pensamiento crítico impartido por él, a modo de actividad, mostraba primero la lista común de falacias lógicas y acto seguido, dejaba a sus alumnos algunas notas del periódico para que identificaran las falacias en las que caían tales escritos.
El problema, según dice, es que todos empezaron a ver falacias por todas partes... incluso donde no había alguna. Entonces, recurrió a un "viejo confiable" del escepticismo: El mundo y sus demonios, por Carl Sagan (1996), "quizás el trabajo más celebrado en la biblioteca escéptica, tiene una sección especial sobre falacias de razonamiento, como muchos otros libros en el género. Pero aunque Sagan enumera debidamente a todos los sospechosos habituales, nunca los pone a trabajar en el resto del libro. Su tratamiento se presenta como superficial, y apenas da ejemplos de la pseudociencia de la vida real. Al igual que muchos otros escépticos, Sagan inventa algunos ejemplos de juguetes, que son fáciles de derribar pero que en realidad no corresponden a argumentos de la vida real. Parece que Sagan está prestando atención a la teoría de la falacia, pero no le sirve en su trabajo de desacreditación."
¿Qué fue entonces lo que descubrió Boudry sobre la teoría de las falacias? "Ahora he llegado a creer que toda esta idea debería arrojarse por la borda", escribe. Antes de decirme las falacias en las que incurre Boudry, según tu sofisticado kit para detectar tonterías, lo más justo es dejar que Boudry se explique mejor:
Aquí está el meollo del problema: los argumentos que se consideran "falaces" según el enfoque estándar siempre están estrechamente relacionados con los argumentos que, en muchos contextos, son perfectamente razonables. Formalmente, los buenos y los malos son indistinguibles. Ningún esquema de argumentación puede lograr capturar la diferencia, separando el trigo de la paja.
Boudry, de hecho es coautor (junto a Fabio Paglieri y Massimo Pigliucci) del artículo "The Fake, the Flimsy, and the Fallacious: Demarcating Arguments in Real Life", publicado en la revista Argumentation en 2015. Boudry et.al. elaboran un dilema destructivo llamado Fallacy fork, en el que
los teóricos de la falacia se ven obligados a elegir entre dos opciones, ninguna de las cuales es atractiva. Tome cualquier falacia de la lista. Ahora tenemos dos opciones:
(1) Caracterizamos nuestra falacia mediante un esquema de argumentación deductiva. Por ejemplo, en el caso del post hoc ergo propter hoc , utilizamos la siguiente definición: "Si B sigue a A, entonces A es la causa de B". Para que un argumento deductivo sea válido, la conclusión debe seguirse inexorablemente de las premisas. En este caso, eso claramente no es cierto. Según los estándares de la lógica deductiva, cualquier argumento que crea una instancia de ese esquema es falaz. Ahora, lo bueno de este enfoque es que tiene fuerza normativa. No hay negociación con la lógica deductiva. El problema, sin embargo, es que casi nunca encontramos errores tan claros, presentados en forma deductiva, en la vida real (ver más adelante). Esta es la primera punta del Fallacy Fork.
(2) Caracterizamos nuestra falacia de una manera que captura argumentos de la vida real. Para hacerlo, debemos abandonar nuestro estricto enfoque deductivo. Necesitamos relajar nuestras definiciones y agregar algunos calificadores y matices. Para post hoc ergo propter hoc , esto podría ser como sigue: "Si B sigue poco después de A, y podemos pensar en un mecanismo causal plausible que vincule A y B, entonces A es probablemente la causa de B". Esta definición es un poco más engorrosa, pero está mucho más cerca del tipo de argumentos que las personas hacen en la vida real. Al ensanchar nuestra red, capturamos muchos más peces. Pero ahora tenemos otro problema en nuestras manos: ¿nuestro argumento sigue siendo falaz? En otras palabras, ¿está mal cada instanciación del esquema?
La sorpresa: el dilema se aplica a la falacia de su gusto. Lo que Boudry señala, es que etiquetar tal o cual reclamo al grito de "¡falacia!" resultará en un ejercicio inútil, lo veamos por donde lo veamos. Y esto puede tener consecuencias prácticas a la hora de divulgar la ciencia y el escepticismo:
"Las etiquetas de diagnóstico de la teoría de la falacia son mucho menos útiles para combatir la irracionalidad de lo que a menudo se supone. La lista estándar, transmitida a través de los tiempos desde los días de Aristóteles, es un instrumento contundente en las discusiones de la vida real. Prácticamente todas las definiciones de una falacia se encuentran con la fallacy fork: o bien distingue argumentos inválidos que rara vez ocurren en la vida real, o se aplica a la vida real, pero resulta ser inútil.
Al tirar descuidadamente las etiquetas y llorando a cada paso, los defensores de la ciencia y la razón pueden dañar su propia causa. La gente puede comenzar a albergar simpatía por los objetivos de tal despido injusto -en otras palabras, por la magufería*-. Y de hecho, la complacencia de los escépticos es comprensible. Precisamente porque las doctrinas como la homeopatía y la astrología han sido desacreditadas tantas veces de muchas maneras, y porque es muy poco probable que sus defensores puedan rehabilitar su causa, es tentador que los escépticos se vuelvan perezosos y presumidos. Si de todos modos tienes la verdad de tu lado, ¿por qué no?
Pero eso sería una pena de verdad. Incluso las malas ideas no merecen malas críticas. Es hora de que los escépticos y otros fanáticos de la falacia se deshagan de las falacias."
Entonces, ¿estamos listos para abandonar la teoría de las falacias realmente?
ENLACE RECOMENDADO
The Fallacy Fork: Why It’s Time to Get Rid of Fallacy Theory
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Comentarios escépticos
Los siguientes son algunos de los comentarios más relevantes que surgieron después de compartir el enlace de Boudry en el grupo de Historia y Filosofía de la Pseudociencia.
- Comentario por Miguel Ángel Civeira:
Yo no iría tan lejos como "tirarlas por la borda", creo que todos hemos encontrado su utilidad al hacer análisis del discurso, pero también he aprendido que quedarse con el manual de falacias es algo muuuuuuy básico, y que no te lleva muy lejos, pero muchos ateoscépticos se lo han tomado como si fuera un disolvente universal.
En mi serie de entradas sobre las falacias, empiezo con la falacia del falacista, y trato de advertir que con maña cualquier argumento puede ser acusado de falaz. Verbi gratia: el consenso científico puede pasar por ad populum; un cuestionamiento legítimo sobre la fuente de una información puede desestimarse como ad verecundiam; una observación relevante puede ser tomada por red herring.
En ese entonces, señalé dos cosas que hay que tener en cuenta al analizar un argumento, no sólo si formalmente parece una falacia, sino tomar en cuenta la relevancia y la congruencia de lo que se argumemta. No sé qué te parezca.Miguel es profesor de filosofía, autor del blog Ego Sum Qui Sum. Se autodescribe como un "friki de izquierda".
- Comentario por Carlos Romero:
Opino que es una exageración muy poco seria.
Su ejercicio con los alumnos es evidencia anecdótica, pero si vamos a evidencia anecdótica, yo puedo decirte anecdóticamente que cualquier alumno que esté subiendo en la curva de aprendizaje de cualquier tema va a encontrar ese tema por todas partes.
Pero bueno. Una falacia es simplemente un mal argumento que parece bueno. Deshacerte de la clasificación de los argumentos en malos y buenos pues es tirar una herramienta a la basura solamente porque hay algunos comentarios en foros que no la utilizan bien.
Lo del "fallacy fork" también está todo mal. En primera, no hay razón para caracterizar a todas las falacias de forma deductiva. Muchísimas falacias no son deductivas, sino probabilísticas o pragmáticas (y algunos hablan de "circularidad epistemica", que seria un tipo de falacia no logica). Cualquiera que hubiera leído un manual de falacias antes de escribir esto se hubiera dado cuenta que comenzar caracterizando toda falacia de forma deductiva es un "non-starter".
Ya con un poco más de detalle:
"El problema, sin embargo, es que casi nunca encontramos errores tan claros, presentados en forma deductiva, en la vida real (ver más adelante)." No sé en qué ámbitos se mueve esta persona, pero si nos ponemos picky es fácil ver cientos de falacias diarias. Ve la argumentación de este tipo, por un ejemplo inmediato. Cae en un falso dilema: "O bien es deductivamente inválida, pero nadie argumenta así, o bien tiene una forma no deductiva, que se parece a lo que la gente argumenta más seguido, pero entonces no es inválida". Pues no son las dos únicas dos opciones.
"Para post hoc ergo propter hoc , esto podría ser como sigue: "Si B sigue poco después de A, y podemos pensar en un mecanismo causal plausible que vincule A y B, entonces A es probablemente la causa de B". Esta definición es un poco más engorrosa, pero está mucho más cerca del tipo de argumentos que las personas hacen en la vida real. Al ensanchar nuestra red, capturamos muchos más peces. Pero ahora tenemos otro problema en nuestras manos: ¿nuestro argumento sigue siendo falaz?"
-- Pues entonces simplemente no es post hoc, porque precisamente una de las teorías más populares de la causación es que A causa B solo si hay un mecanismo que conecta (causalmente, por supuesto) a A con B, por lo que simplemente no hay post hoc aquí y la pregunta "¿nuestro argumento sigue siendo falaz?" tiene una respuesta obvia: "No". Pero eso es como decir: "Si reconstruimos el argumento de nuestro contrincante de forma que ya no sea falaz, sigue siendo falaz?" Pues no. Pero si el argumento de tu contrincante tenía esa forma "to begin with", pues de entrada no tenía sentido suponer que ahí había una falacia post hoc.
"Es hora de que los escépticos y otros fanáticos de la falacia se deshagan de las falacias."
-- Su "fallacy fork" es un falso dilema, lo de sus alumnos que ven falacias en todos lados es falacia de evidencia anecdótica, y que los escépticos tiren descuidadamente etiquetas en una discusión no implica que la herramienta no sea útil o no esté bien fundamentada, precisamente de la misma forma en que el que los niños que empiezan a aprender karate y se quieren pelear con todo mundo para usar ese karate, no implica que debamos de abandonar el karate. Es un non sequitur, pues.
Así que todo eso está basado en falacias.Carlos es profesor de lógica y filosofía en la UNAM.
- Comentario por Mario Lozano:
Al leerlo vinieron a mi mente varios temas en los que llevo años pensando pero que la vida me ha obligado a posponerlos. Así que soltaré apenas unos comentarios al vuelo:Se sabe que cualquier curso mínimamente decente sobre falacias debe enfatizar tanto la importancia de los aspectos contextuales en la determinación de una falacia como los defectos de la teoría estándar introductoria a estas (por ejemplo: hay tipos de “falacias” que ni siquiera son argumentales, como la de pregunta compleja o la de acento, hay falacias deductivamente válidas pero pragmáticamente inadmisibles por ser irrelevantes, como la petición de principio, o supuestas falacias que son deductivamente inválidas pero inductiva o abductivamente justificables como casos de la afirmación del consecuente, etcétera). Con esto se evita tener alumnos falacistas ingenuos, de esos que ven falacias hasta en el café del desayuno.
Confieso que me gusta el desafío que nos lanza el criterio del fallacy fork: dada una clasificación ordinaria de falacias, las de esquemas deductivos sencillos CASI no se presentan en la vida real, y las de esquemas complejos pierden su carácter de falacia. Yo respondería, por un lado, que tales esquemas de falacias son simples recursos pedagógicos, guías heurísticas, y no hay razón para tomarlos como reglas decisorias: no les pidamos más de lo que puedan dar. Por otro lado, preguntaría si de las consecuencias del fallacy fork se sigue que debamos abandonar la noción de falacia. Me parece que no, pues acabamos de ver que sí hay falacias de las tipificadas en nuestras clasificaciones ordinarias en la vida real (pocas, pero las hay).
¿Y si abandonamos la noción de falacia? En cualquier caso, habría que seguir estudiando las características de los buenos y de los malos argumentos (buenos y malos en términos deductivos, inductivos, pragmáticos, etc.) y elaborando teorías que nos explicaran tal cosa. ¿Y cómo llamaríamos a los malos argumentos más comúnmente empleados por la gente? Volveríamos, desde luego, al principio.
Creo entonces que no se trata de tirar a la basura la noción de falacia, sino de modificar radicalmente la teoría. Una buena forma de hacerlo sería explicitando y clarificando principios pragmáticos de relevancia, de pertinencia, de razonabilidad. Argumentólogos como Douglas Walton o Frans Van Eemeren llevan varios años trabajando en este sentido y han conseguido teorías interesantísimas.
Otro problema es el de si deben los tipos de falacias de cualquier taxonomía aparecer a menudo en la vida real. Uno se inclina a pensar que sí. Pero los lingüistas tenemos mucho tiempo batallando con estos problemas metodológicos y epistemológicos de si debemos limitar nuestros análisis a objetos de un corpus (casos reales) o ampliarlos a las construcciones e idealizaciones que elaboramos nosotros (los ejemplos “de juguete”), pero basados en las intuiciones de cualquier hablante nativo de una lengua (lo cual es de suyo muy valioso por el tipo de reglas lingüísticas y lógicas que posibilitan esas intuiciones: yo sospecho que los dos niveles de estudio son relevantes y que nos hablan de distintas cosas). La cuestión está lejos de ser zanjada.Mario es profesor de lógica y filosofía de la ciencia en U de G, ITESO y el Instituto de Filosofía.
Me pareció muy interesante, y tiendo a estar de acuerdo. La lógica formal, aplicada a rajatabla en el discurso cotidiano, tiene muchas limitaciones. Como bien dice el autor, en la realidad el contexto y las convenciones y limitaciones pesan mucho. Interesante. Gracias por señalarlo.
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