No me lo puedo creer. Lilienfeld "el psicólogo escéptico" (como se llamaba su columna en Psychology Today), uno de mis héroes del movimiento escéptico moderno por su moderación, erudición y enorme rigurosidad, ha muerto. Para quienes no conozcan su obra (o mejor dicho, su legado) Scott fue uno de los principales investigadores y escépticos en denunciar las pseudopsicologías y pseudopsicoterapias, y un promotor de la psicología científica. Lilienfeld es el autor de referencia cuando se busca estudiar científicamente el por qué las personas creen en la grafología, las memorias reprimidas, los falsos recuerdos, el test de Rorschach (y otras pruebas proyectivas), la comunicación facilitada, el polígrafo o detector de mentiras, la psicología positiva, las neurotonterías, la EMDR, las teorías de conspiración, la parapsicología, y en general, casi cualquier tema de importancia que relacione psicología y pseudociencia.
Autor (y coautor), entre otros libros, de Science and Pseudoscience in Clinical Psychology (2002), 50 grandes mitos de la psicología popular (2009), Brainwashed (2013), y Facts and Fictions in Mental Health (2017); Fundador de la revista Scientific Review of Mental Health Practice (junto a otros grandes investigadores, como el también difunto Barry Beyerstein), fue además editor consultor en las revistas Skeptical Inquirer, Skeptic, y consejero editorial en Journal of Annormal Psychology, Perspectives on Psychological Science, y la extinta Scientific Review of Alternative Medicine, entre otras; Lilienfeld fue un reconocido investigador con interesantes aportes en el estudio psicológico de las creencias paranormales, religiosas, pseudocientíficas y conspiracionistas.
Aunque menos conocido que los rockstars de la divulgación, Lilienfeld es sin duda alguna un autor de referencia para el pensamiento crítico. |
Lo primero que recuerdo haber leído de Lilienfeld fue el artículo (escrito junto a Rachel Ammirati) titulado "Would The World Be Better Off Without Religion? A Skeptic’s Guide To The Debate" en Skeptical Inquirer. Debo admitir que el escrito fue como un baldazo de agua fría sobre mi ateísmo militante (más) juvenil que se tragaba todo tipo de mantras antirreligiosos, como que el mundo hubiera sido sin dudas mejor si la religión jamás hubiera existido No me había tocado ver que alguien "de mi equipo" planteara el asunto a modo de pregunta, e incluso se cuestionara si tal pregunta se podía responder racionalmente. Creo que no me equivoco en decir que ese fue uno de los primeros artículos que leí, sobre planteamientos escépticos de lo que algunos escépticos (y ateos) creen. Y eso que después conocí escritores más "regañones" con sus colegas escépticos, mientras que Lilienfeld y Ammirati apenas si daban un jalón leve de orejas:
"Nuestra conclusión final es sencilla: cualquier individuo que atribuya un nivel extremadamente alto de probabilidad a la respuesta a la pregunta que hemos planteado está colocando opiniones sobre la evidencia. Las afirmaciones generales de los defensores de cualquiera de las dos posiciones pueden describirse caritativamente como científicamente prematuras. Como en todos los debates científicos, la humildad ante datos equívocos debería ser la consigna."
Lilienfeld se mostraba como un duro crítico de la pseudociencia y la conspiranoia, a la vez que escribía con una facilidad de comprensión y empatía, que dudo que incluso los promotores de la pseudociencia puedan alegar que les desagradará este autor como persona. También se ocupó de ofrecer importantes lecciones al movimiento escéptico, al siempre defender tesis una vez contaba con datos en la mano para respaldarlas. Regresando al último número de Skeptical Inquirer, Lilienfeld y colaboradores hacían el siguiente llamado a los escépticos:
"En nuestra opinión, todos los escépticos deberían intentar ser más conscientes de sus limitaciones cognitivas, incluidos sus prejuicios, y reconocer que las bases probatorias de sus creencias suelen ser falibles. Además, aunque los escépticos no deben tener miedo de adoptar posturas enérgicas en relación con los reclamos flagrantemente infundados, deben ser reacios a descartar las afirmaciones fuertes antes de una investigación cuidadosa. Como nos advirtió Carl Sagan (1996), los escépticos deben tener cuidado de asumir que poseen el monopolio de la verdad.
Si nuestro análisis tiene mérito, todos los escépticos deben esforzarse por inculcar un profundo sentido de humildad intelectual en sí mismos y en los demás y evitar el atractivo tentador de la arrogancia intelectual. Pero, por supuesto, podríamos estar equivocados."Me es imposible no ver en Scott Lilienfeld a ese maestro buena onda, pero serio, que todo lo explica claro y se asegura que otros lo entiendan, a la vez que asoma cierta ironía en sus palabras para que quede aún más clara la lección. Esa clase de maestro que a todos cae bien, y que siempre se lamenta su pérdida. Es por eso que no tengo dudas que el mundo de la psicología, el movimiento escéptico y los estudios de lo irracional han perdido a un grande.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* Artículos de Scott Lilienfeld publicados en la revista Skeptical Inquirer.
* The Skeptical Psychologist, sección de Scott Lilienfeld en la revista Psychology Today.
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