domingo, 28 de abril de 2024

Medicina indígena y la mediocridad de Muy Interesante

Ya lo he contado en varias ocasiones: mis hábitos de lectura, a diferencia de varios amigos míos, no se desarrollaron en la infancia, sino en mi adolescencia, y no gracias a literatura juvenil, sino a la revista de divulgación científica Muy Interesante y mi fascinación por lo paranormal. En 2007, recuerdo que iba con mi papá y mi abuela por el mercado cuando, al pasar al lado de un puesto de revistas, vi el número de abril con la portada "Contacto extraterrestre: ¿Qué opina la ciencia sobre las abducciones?". Le supliqué a mi abuela que me comprara esa revista, y ella accedió con la condición de leerla en realidad (yo nunca había sentido curiosidad por lecturas, fuera de las que me imponían en la escuela).

El artículo, escrito por el periodista Rafael Muñoz Saldaña, era un extenso artículo (de la pág. 28 a la 39) que explicaba de maravilla la historia de la ufología (desde cosas no identificadas en el cielo en la antigüedad hasta los célebres avistamientos de Kenneth Arnold en 1947), su contexto histórico con la influencia de fraudes decimonónicos y grandes obras de la ciencia-ficción, hasta los orígenes del fenómeno de las abducciones alienígenas con los "relatos fundacionales" de Antonio Villas Boas y del matrimonio de Betty y Barney Hill en 1957 y 1961, respectivamente. Era un artículo que explicaba igualmente la investigación psicológica sobre los falsos recuerdos, la personalidad esquizotípica y el negocio redondo que representaba el mercado de las abducciones para magufos, como John MackBudd Hopkins. También fue la primera vez que leí nombres escépticos, como Carl Sagan (teniendo entre sus páginas la primer mención que conocí de El mundo y sus demonios), Philip Klass, Susan Clancy, Richard McNally y Robert Todd Carroll (siendo aquí donde también me enteraría de la existencia del fabuloso Skeptic's Dictionary). 

En ese entonces, con casi 15 años de edad y siendo un verdadero creyente de misterios perdurables, pensaba que el artículo era poco convincente, pero fascinante. Al fin tenía una primer respuesta a una duda que siempre tuve como buen magufo: ¿por qué había personas que parecían ser inteligentes que no creían en lo paranormal cuando era "evidente" que existía "algo inexplicable" por la ciencia? Ese año en especial lo recuerdo porque Muy Interesante siguió sacando temas sobrenaturales, como el fin del mundo, los orígenes del diablo o la historia de los evangelios apócrifos. Me volví un lector y comprador compulsivo de Muy Interesante, al punto que llegué a tener todos los números de la revista desde el 2003 hasta el 2012 (¿o 2013?), junto con ediciones de años anteriores (la más antigua que tengo, si no recuerdo mal, es de 1984); después del 2012, iniciando como estudiante universitario y proletario, dejé pasar varios números, hasta que con el paso del tiempo (y pasando mi poca inversión ahora a los libros) solo compraba Muy de vez en cuando, cada que aparecía algún tema de portada interesante. 

Creo que no compré ninguna en los últimos tres o cuatro años, hasta que este mes, mientras hacía algunas compras del hogar, me conseguí el número de Marzo pasado (costando casi tres veces lo que costaba en 2007) con la esperanza de leer un buen artículo contra una locura que ha sido promovida desde el gobierno mexicano, como por algunas universidades de presunto prestigio (miro feo al IPN): la medicina tradicional indígena. Imaginen mi decepción al encontrar un artículo que, más que divulgativo, parece un panfleto de nuestra impresentable Secretaría de Salud, sin una sola mención a alguna voz que explique por qué los tratamientos precientíficos no son medicina, y pretender que lo sean, es una clara señal de que nos encontramos ante un discurso pseudocientífico.

La mediocridad hasta para defender la medicina indígena

Sabes que todo irá de mal a peor, cuando la Carta editorial de la revista comienza a decir que 

Con un profundo enfoque holístico, en el que no sólo se busca tratar los síntomas de una enfermedad, sino también las raíces del desequilibrio físico, emocional y espiritual, la medicina tradicional mexicana es un tesoro cultural y biológico que ha sido heredado de generación en generación y ha enriquecido la diversidad de las prácticas curativas alrededor del mundo. Arraigada en la sabiduría indígena y mestiza, se basa en el profundo conocimiento de las propiedades de la flora y fauna locales, así como en técnicas milenarias de diagnóstico y tratamiento que han demostrado su eficacia a lo largo de los siglos. Tanto, que la ciencia médica más vanguardista lo reconoce.

Si yo pegara este párrafo en cualquier pomada naturista, nadie pensaría que se trata de un fragmento escrito por la directora y el coordinador de la que, probablemente, ha sido la revista de divulgación científica de mayor circulación en México. Pero lo es, con todos los mitos típicos de las pseudoterapias escritos en un solo párrafo, como el mito de que la medicina que no es "tradicional" ni tiene un "profundo enfoque holístico" solo trata síntomas; o el mito de que las "raices" de la enfermedad son por el "desequilibrio físico, emocional y espiritual" en lugar de agentes patógenos (virus, hongos, bacterias y parásitos, principalmente) o de causas genéticas y/o ambientales; o el mito de que la "sabiduría antigua y mestiza" tiene "profundos conocimientos" sobre propiedades de la flora y la fauna locales, por ejemplo: ¿sabían los indígenas y mestizos algo que no fuera por puro ensayo y error? ¿Conocían de patógenos, alérgenos, células inmunitarias o  mecanismos neuroendocrinoinmunológicos de curación, o mecanismos bioquímicos por los que ciertas sustancias que usaban llegaban a servir de algo? ¿O de la evolución y resistencia biológica de virus y bacterias? ¿Sabían que existen los virus y bacterias? Si la respuesta es no a todo lo anterior, ¿cuáles "conocimientos profundos" tenemos entonces? Y, cómo no, apelar a la antigüedad, porque si algo se lleva practicando siglos o milenios, es porque de seguro sirve... ¿o no? Tal vez estos cabecillas de Muy Interesante nunca leyeron en su propia revista prácticas igual de milenarias como la sangría, la astrología o, mejor aún, el exorcismo. Ah, pero esos casos no cuentan porque la "ciencia médica más vanguardista" no los reconoce. ¿Qué dirán, entonces, cuando lean en sus números anteriores que existen instituciones "de vanguardia" que también promueven la homeopatía, la acupuntura o el ayur-veda alrededor del mundo, lo que se reconoce como ejemplos de mediocridad institucional al promover pseudoterapias

Comparativa entre el número de febrero del 2019 y la de marzo del 2024. No solo las portadas (y su mensaje) son completamente diferentes, sino la calidad y el enfoque (de ser crítico a una abierta invitación a la "medicina integrativa") hacen que uno piense que no estamos ante la misma revista.

Pero uno podría ser amable, considerar que estos administrativos tal vez no leyeron o no entendieron el artículo de su portada. Después de todo, el artículo "La medicina tradicional indígena en la era moderna", está escrito por la periodista científica Beatriz Lombana y, al ser sucesora de autores tan escépticos y rigurosos como el citado Rafa Muñoz Saldaña o el astrofísico Miguel Ángel Sabadell, quienes cuentan con decenas de artículos de portada en Muy, lo más seguro es que nos encontremos con un escrito de calidad análoga a aquel artículo sobre las abducciones del 2007. 

Pues no, nada de eso, lo primero que se puede notar al leer el artículo es cuán poco documentado se encuentra. Sus principales fuentes, expuestas en el contenido del escrito, son una licenciada en Turismo que se certificó como "médico tradicional" de temazcal en la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI). Esta "terapeuta tradicional", llamada Celina Martínez Vidal, asegura que "atendió las señales" para emprender un "viaje" hacia su "centro y regreso a mis raíces". También asegura que se quería reencontrar con "la energía de los montes" para dar un "vuelco radical" a su existencia. Muy científica la primer fuente utilizada por Lombana, ¿verdad? 

Su segunda fuente, bastante más decente que la primera, es el doctor Juan José Mazón Ramírez, médico cirujano por la UNAM, un viejo conocido entre las asociaciones de Medicina familiar del país, así como el actual cronista de la Facultad de Medicina de la UNAM. Mazón Ramírez tiene experiencia tanto en medicina familiar como en cargos administrativos relacionados con salud pública tanto de su casa de estudios como del gobierno de México, por lo que salta a la vista cómo sus comentarios más de tipo descriptivos que otra cosa, se intercalan con los de Martínez Vidal a lo largo del artículo, como si ambos tuvieran igual autoridad epistémica (o sea, conocimientos equivalentes) en ciencias de la salud. No es así en realidad, aunque Lombana parece creer que sí. Mazón Ramírez cuenta con un enorme trayectoria en salud pública y familiar, mientras que Martínez Vidal, tal como relata el artículo, trata con su "amplia trayectoria en terapias alternativas" en el área de maternidad todo tipo de problemas, desde los reales (como ovarios poliquísticos) e imaginarios (como el empacho de bebés o la "cerrada de caderas" que sirve para cerrar "física y emocionalmente la experiencia de traer al mundo a un ser vivo"), y todo sin haberse acercado a realizar ningún estudio o práctica de medicina fuera de su certificación de terapias tradicionales del SEPI. 

Debe notarse que esta comparativa, contrario a lo que el chairo-pachamamista promedio pueda venirme a decir, no la hago en un sentido elitista ni clasista. No se juzga la situación ni los valores en los que cree Martínez Vidal, sino que sus prácticas no pueden ser consideradas como auténticas prácticas de salud, ya que se encuentran desconectadas de los mínimos conocimientos bien corroborados que tenemos sobre salud. O sea, Martínez Vidal puede ser completamente feliz con "la energía de los montes" que la "llamaron", y nadie le dirá que no lo sea, pero una periodista científica como Lombana no puede presentar, de modo responsable, a este tipo de practicantes como algo que complementa a la medicina moderna, ni compararla con quienes sí tienen experiencia en medicina y salud pública. 

¿Cuando la medicina tradicional y la medicina moderna se encuentran?

Que Martínez Vidal y el chamán de cada pueblo crean que sus prácticas son equivalentes a las de la medicina moderna es una creencia inocua. Que las personas de esos poblados, así como servidores públicos, instituciones universitarias, antropólogos culturales, filósofos indigenistas decolonialistas, activistas y periodistas científicos, como Beatriz Lombana, lo crean, es una creencia potencialmente peligrosa en varios niveles. Por ejemplo, condena a las poblaciones indígenas al analfabetismo científico y poner en riesgo su salud, ya que seguirán tratándose afecciones (reales o imaginarias) con prácticas que no curan nada y de los que no se tiene ningún mecanismo comprobable para curar. Si el Estado (que ya de por sí no es como que haya sido el mayor protector de los derechos de las comunidades indígenas, históricamente hablando), decide que lo mejor es promover las "prácticas ancestrales" en lugar de ofrecer servicios de salud pública de calidad en estas comunidades en nombre de su identidad cultural, condena a esta minoría de la población a no poder defenderse adecuadamente contra padecimientos serios, además que termina traduciéndose en programas de ayuda que no ayudan a nadie y que solo hacen de coladera por donde se van millones de pesos cada año, justo como ha pasado sexenio tras sexenio en este país. Esto riesgos son verdaderos en tanto se hable de "alternativas" a la medicina moderna, es decir, sistemas o prácticas que, a diferencia de la medicina actual, prescinden de los conocimientos bien establecidos por la anatomía, la fisiología, la microbiología, la patología, la genética, la biología evolutiva, la inmunología, la epidemiología y, en general, que prescinde del conocimiento científico de nuestra época, justo como la medicina tradicional indígena, sin importar su simbolismo, relevancia étnica e identitaria. 

 Lombana cita las palabras de Martínez Vidal como apoyo a la "integración" de la medicina indígena con la medicina moderna a partir de un par de ejemplos de plantas, tales como la calea zacatechichi, la corteza de sauce (de donde se extrajo el ácido acetilsalicílico) y la hoja de aguacate. También nos informa sobre investigaciones con la hoja de guayabo en el tratamiento de colón inflamado por parte de la Secretaría de Salud. Lombana asegura que los caminos de los tratamientos tradicionales y la medicina moderna "se entrecruzan para retroalimentarse la una a la otra", pero ninguno de estos ejemplos sustenta tan extraordinaria tesis. Es verdad que las afirmaciones sobre plantas y minerales con efectos positivos en la salud por parte de comunidades indígenas abre varias líneas de la investigación científica, en busca de nuevos ingredientes activos que ayuden en la lucha contra distintas enfermedades, pero, ¿en qué sentido la investigación biomédica "retroalimenta" a las terapias tradicionales? En ninguno, ya que los curanderos seguirán usando indiscriminadamente su repertorio herbario, con todo y rituales mágicos de los que podemos decir que no tienen sentido desde una visión científica del mundo. Los curanderos, como Martínez Vidal, solo citan aquellas investigaciones que no han arrojado resultados o que muestran algún resultado positivo, ignorando aquellos que demuestran la inefectividad de demás tratamientos de su repertorio "alternativo" y, más aún, ignorando los mecanismos biológicos y físico-químicos por los que ciertas plantas tendrían efectos positivos, los cuales, distan mucho de llamados de la energía de los montes y fantasías similares. Mientras tanto, personas como Martínez Vidal seguirán invocando las energías del monte cuando lo necesite, y a la ciencia solo si alguien duda que lo suyo suena a superstición desenfrenada. Yo no sé qué entenderá Lombana sobre "retroalimentación", pero esas actitudes propias del curanderismo definitivamente no entran en ese concepto, como tampoco el que la investigación biomédica certifique que algunas sustancias de plantas, minerales o animales muestren tener auténticos efectos fisiológicos en el ser humano, pero niegue el transfondo sobrenaturalista y trascendental de la práctica tradicional, que se supone es la parte más importante de éstas. 

Una obra con mucha información de los inicios de la medicina en nuestro país que fue ignorada por la autora de Muy Interesante.

En cuanto a la explicación del contexto histórico en el que se desarrolla la medicina indígena, Lombana también parece quedarse corta. Desconozco si en la actualidad, Muy Interesante limita a sus autores mucho más que en años pasados, pero el apartado del artículo que va de los documentos de la Conquista hasta la fundación del Instituto de Plantas Medicinales (IMEPLAN) en la presidencia de Luis Echeverría, es realmente pobre, basándose solo en lo poco que el Dr. Mazón Ramírez le comenta a la autora. Mazón Ramírez menciona documentos, como una carta de Hernán Cortés al rey Carlos V, la Historia general de las cosas de la Nueva España (1540-1585) de Fray Bernardino de Sahagún, el Códice de la Cruz-Badiano (1522) y La historia natural de Nueva España (1517-1587) de Francisco Hernández, todos ellos referencias claras de la influencia de los tratamientos indígenas entre los conquistadores y colonos. 

Ciertamente, la historia de la medicina precientífica en América es sumamente fascinante, y un ejemplo más del sincretismo cultural que se vivió en la región, al adoptarse y adaptarse prácticas indígenas en la Nueva España. Por ejemplo, en Historia de la ciencia en México (1994) del legendario historiador de la ciencia Elías Trabulse, es posible encontrar más referencias de interés sobre el mismo tema. Una de mis favoritas es el Tractado breve de chirugía (1579) del sevillano Pedro García Farfán, quien además escribió el Tractado breve de medicina y de todas las enfermedades (1592), donde incluyó varios remedios inspirados en las prácticas indígenas. Anterior a la obra de Farfán, es posible contar a la Opera medicinalia (1570), de Francisco Bravo, como el primer libro de medicina escrito en parte o totalmente en la Nueva España.

La lamentable situación actual de la medicina tradicional en México

Estos trabajos demuestran la influencia de la terapia tradicional indígena, como también es posible encontrar influencias similares en los comienzos de la medicina en India, China, Medio Oriente, etc. Esencialmente, las terapias tradicionales y los tratamientos de la medicina hasta antes de finales del siglo XIX, se basaban igualmente en el ensayo y error, con prácticas que se consideraba ayudaban contra ciertas enfermedades o malestares, pero que no sabía ni había un modo de saber si esos tratamientos eran efectivos, ni si unos eran mejores que otros. La influencia de la medicina tradicional indígena en la época de la medicina precientífica tampoco ayudó a resolver estas preguntas, por lo que Lombana se equivoca (otra vez) al asegurar que  "el impacto que tienen los conocimientos ancestrales medicinales indígenas entre los investigadores occidentales y cómo se ha llegado a un intercambio de saberes y prácticas médicas desde hace más de que 500 años, y que, a la fecha, siguen generando más y más investigaciones." Sencillamente, cuando la medicina comenzó a usar estándares de evaluación científica, descartó todos aquellos tratamientos, pósimas, rituales y demás, que no funcionaban, sin importar si habían tenido o no influencias de "conocimientos ancestrales medicinales indígenas". Este fue un proceso bastante lento y mucho más complejo de lo que podría describirlo aquí, uno que en la actualidad parecen estar estropeando en veces los partidarios de la mal llamada "medicina integrativa", cuyas consecuencias en enfermedades graves, como el cáncer, ya hemos comentado antes

Y es que el problema con la medicina indígena no es que sea indígena, ancestral o que sea parte de la identidad de los pueblos que la practican (identidad que tienen todo el derecho a preservar), sino que no se trata de medicina realmente: los curanderos no saben por qué ciertas plantas ayudan con ciertas enfermedades, ni tienen cómo demostrarlo más allá de la evidencia anecdótica y la tradición. Los curanderos no realizan investigación, ni son una comunidad uniforme que se actualiza al compartir conocimientos nuevos o técnicas novedosas, sino que se trata de un conjunto de practicantes que lo aprenden de alguien más (el médico-brujo) que suponen es alguien que "sabe", que transmite sus "conocimientos", pero que nunca ponen a prueba ni se cuestionan en si hay modos objetivos de demostrar que sus supuestos son verdaderos o que sus tratamientos en verdad ayudan en algo, en qué y por qué. Todo lo que no hacen estos curanderos, sí lo hacen los investigadores biomédicos que continúan engrosando el conocimiento científico en varios campos de investigación, creando redes internacionales de investigadores, sistemas completos (modelos y teorías científicas) sostenidos por pruebas públicamente contrastables. Puede que dichos sistemas no sean perfectos, que aún existan muchos huecos en nuestro conocimiento, así como en la efectividad deseada de tratamientos o en la calidad de la atención en salud pública (y que incluso podamos tener serios problemas con industrias corruptas, fraudes científicos y pseudociencias modernas incrustadas en facultades de medicina), pero es un hecho histórico que hay avances en todos estos puntos. ¿Cuáles fueron los avances de la medicina tradicional indígena conseguidos por sus practicantes desde los 1600 hasta ahora? Ninguno. 

Lombana comenta que nuestra Ley Federal de Salud define como uno de sus objetivos promover el conocimiento y desarrollo de la medicina tradicional indígena y su práctica en condiciones adecuadas, un punto que parece mencionar con cierta actitud aprobatoria. También refiere, casi para concluir, que en distintos estados de la república se ha implementado un servicio mixto en hospitales, donde "brindan atención alópata y tradicional, con el objetivo de que la comunidad indígena se acerque a los servicios de salud, sin dejar de lado sus costumbres y tradiciones." Dicho de otra manera, el sistema de salud mexicano ha adoptado la "medicina integrativa" desde su propia ley, en nombre del pragmatismo simplista y la preservación de costumbres y tradiciones, y en detrimento de una mayor calidad de la salud pública, desviando recursos en tratamientos ineficaces y sin fundamento que bien podrían servir para que aquellos programas de salud eficaces tengan mayor calidad o puedan llegar a más regiones donde se necesita. Que esta sea la situación actual es, creo yo, lamentable y encuentro inexplicable el cómo una periodista científica, como Beatriz Lombana, no le preocupe. Es prácticamente la aceptación explícita del fracaso de un sistema de salud pública nacional, de su incapacidad para garantizar la salud de su población con los tratamientos mejor sustentados en el conocimiento más actual y robusto de las ciencias de la salud.

Una pequeña muestra de los números de Muy que más me han gustado: aquellos que tienen que ver con el misterio y lo paranormal, por su abordaje crítico... hasta ahora.

Estoy consciente que, a diferencia de mí (un citadino), la salud no es un tema que me preocupe todos los días, ni los tratamientos que he llegado a usar (fármacos, vacunas, etc.) son parte de mi identidad. Sé muy bien que mi situación no es la misma que la de los pueblos indígenas que, durante siglos, han sufrido actos criminales tras actos criminales perpetrados por aquellos que aseguran ser sus gobernantes, desde virreyes a presidentes; también soy consciente de que, para muchas personas en estas poblaciones, la salud es un tema recurrente que les preocupa y que no solo por motivos materialistas como a mí (sentirse sano el día de hoy), sino también espirituales y culturales, pues sus ritos y tratamientos no solo pretenden procurarles salud, sino que también los conecta entre ellos y sus antepasados, e incluso con la propia naturaleza. Creo que esas poblaciones tienen todo el derecho a preservar sus costumbres, y que el Estado debería garantizar su protección, pero no creo que ese objetivo sea opuesto al de garantizar también una salud digna en aquellas poblaciones, para que no solo el médico-brujo llegue a viejo, sino que la mayor parte del pueblo lo haga también. 

Este tipo de lecciones de pensamiento crítico las aprendí, en parte, con Muy Interesante. Por eso es que me encuentro profundamente decepcionado con el actual enfoque, tan descriptivo y favorable, que la revista le ha dado a este tema que, como se puede ver, es mucho más complejo y posee importantes implicaciones bioéticas y políticas. En el pasado, llegué a defender a la revista de la crítica de algunos divulgadores científicos más de estilo académico (como aquellos que escriben en la siempre recomendable revista ¿Cómo ves?, de la UNAM), y sigo creyendo que Muy Interesante es una de las mejores fuentes para que el público general, tan alejado del mundo académico de aquellos divulgadores críticos, acceda a noticias y artículos científicos y culturales en general. Creo que nombres como los de Miguel Ángel Sabadell y Rafael Muñoz Saldaña demuestran la calidad de divulgación que puede tener, y como ellos, también otros grandes como Pepe Gordon, Gerardo Sifuentes, Ángela Posada-Swafford, Sarai Rangel, Luis Alfonso Gámez, entre otros. No podemos olvidar el valor histórico de esta revista, una que también compartía artículos y acercaba a la persona de a pie extractos de capítulos de los libros de Carl Sagan, Isaac Asimov o Stephen Hawking

En fin, que aunque sí me parece que la calidad de Muy, hoy por hoy, es más baja que los años en los que la coleccionaba de manera compulsiva, tampoco creo que debamos dejarla de lado. Habrá que esperar a que corrija su camino y nos comparta información más confiable de manera impresa (porque su página de internet y redes sociales hace bastante que dejan mucho qué desear), y recordar que la revista ha tenido tiempos más "oscuros", como finales de los 80's, cuando el delirante Enrique de Vicente publicaba con seriedad que los hombres lobo seguían siendo un misterio y cosas aún peores. 

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "La medicina tradicional indígena en la era moderna", por Beatriz Lombana, en la revista Muy Interesante México, Marzo, 2024. 

* "Pseudoterapias: el peligro de los remedios milagro", por Guillermo Cárdenas Guzmán, en la revista Muy Interesante México, Febrero, 2019.

* Historia de la ciencia en México (Versión abreviada), por Elías Trabulse, FCE, 1994.

1 comentario:

  1. Yo hace años compraba la revista acá en Argentina. Me empezó a decepcionar cuando en sus páginas promocionaba a un famoso astrólogo. Si bien no había notas pro-astrología me parecía que tener esa clase de sponsors era contraproducente.

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