martes, 16 de enero de 2024

La cultura de los monstruos

 Reseña de Así creamos monstruos, de Ignacio Cabria.


"Mientras se le siga buscando, el monstruo existirá."

Un problema persistente del mundo hispanoparlante es que buena parte de las grandes obras de investigación (incluso varias de divulgación) se encuentran en otra lengua (la mayoría en inglés), dejándonos en segundo plano en muchos campos. Entre los estudios sobre la pseudociencia (ese conjunto de campos multidisciplinarios que buscan ayudarnos a entender qué son y por qué las sociedades acaban fuertemente influenciadas por creencias falsas que se venden como parte de una cultura científica auténtica) el problema es aún más notable. Podríamos pasar lista por autores y libros que comparten investigaciones originales de los años 80's (pero que siguen siendo vigentes) hasta el año pasado, sin haber tenido alguna traducción decente. Quizás, en parte por el presunto prestigio de publicar en inglés, es que muchos investigadores de habla hispana prefieren escribir obras en ese antes que en su lengua madre, dejando un enorme hueco de investigación original en español.

Tal vez los temas sobre pseudoterapias, dietas milagro y religión han sido una humilde excepción a esta tendencia (y gracias, en años recientes, a Ediciones Coliseo Sentosa, también es algo que ha cambiado en el estudio crítico de la ufología), mientras que las obras originales dedicadas a la crítica y estudio de la criptozoología son extrañas. Por fortuna, podemos presumir que en nuestra lengua se ha publicado Así creamos monstruos (2023), del antropólogo español Ignacio Cabria, antes que en cualquier otro idioma. La obra de Cabria en calidad documental, argumentativa y expositiva no le envidia nada a ninguno de los tratados de antropólogos, folcloristas y escépticos anglosajones. 

En el movimiento escéptico el tema de los monstruos, igual que cualquier otra creencia pseudocientífica o paranormal, suele ser tratada desde una perspectiva que podemos llamar como "cientificismo ingenuo". Suele hablarse en "el mismo terreno" en el que los simpatizantes de la criptozoología hablan de monstruos, el terreno de las presuntas pruebas empíricas y lo que éstas aportan para establecer si tal o cual criatura existe realmente, oculta en bosques, selvas, lagos o mares. La postura escéptica se caracteriza por una conclusión desfavorable, asegurando (con razón) que las presuntas pruebas son insuficientes, pueden interpretarse a la luz del conocimiento científico actual o, usualmente, que se trata en realidad de burdos fraudes. Lo mismo cuando hablamos de ovnis, fantasmas, métodos de adivinación o pseudoterapias. 

Este enfoque ha sido considerado por los científicos sociales como extremadamente estrecho y corto de miras, pues se suele dejar de lado el contexto y la historia detrás de la creación, aceptación, transformación y adaptación de mitos y creencias que terminan permeando la cultura entera de una sociedad, aún cuando estas creencias sean consideradas "marginales" o "extraordinarias". Esta crítica al enfoque escéptico no es nueva, pero debo admitir que no la había visto tan bien desarrollada como en Así creamos monstruos. Cabria, antropólogo cultural de formación y un erudito la evolución cultural de mitos modernos, como lo demuestra en sus libros sobre ovnis, no deja monstruo célebre sin revisar: krakens, sirenas y serpientes marinas; monstruos de lagos (como Nessie, Champ y Nahuelito) y dinosaurios redivivos (como Mokèle-mbèmbé); hombres-mono que van del ancestral mito del hombre salvaje al Yeti y el Bigfoot, hasta los presuntos homínidos orientales Almasty, Yeren, Yowie y Orang pendek; animales "fuera de sitio", como los felinos fantasma o los avistamientos de tilacinos en la actualidad; o mitos propios de películas de terror espacial de bajo presupuesto, como el demonio de Jersey, el hombre polilla o el chupacabras. Cada críptido analizado por Cabria no solo es una creencia a descartar con "hechos y lógica", sino que refleja una parte importante de la naturaleza (cultural) humana: la capacidad de contarnos historias y maravillarnos por todo lo que éstas son capaces de reflejar, anhelos, conexiones espirituales, ideales y fascinación por el misterio.

Quizás para el creyente en pie grande, el chupacabras o las aves gigantes, el caso no quede del todo claro (puede que para muchos escépticos tampoco), pues la criptozoología suele tratarse más de expediciones dramáticas que, aunque motivadoras para sus promotores, nunca consiguen encontrar nada. La criptozoología, vista así, no es tan distinta de la "investigación" psíquica, como bien escribía Robert Todd Carroll, buscando legitimarse como un auténtico campo científico, enfrentándose al desprestigio y la desconfianza de los científicos, desprestigiando y desconfiando de "la ciencia oficial", aunque tampoco exista. Cabria nos muestra que lo que hoy se cree (y defiende) acerca de ciertos monstruos, no era lo mismo que se defendía hace medio siglo (y en algunos casos, hablamos de cambios en las leyendas por siglos enteros), aunque algunas veces los promotores de la criptozoología busquen legitimar su campo a partir de las creencias y tradiciones ancestrales de aquellos pueblos antiguos que suelen ser vistos como "en mayor contacto con la naturaleza". Pero este falaz recurso a lo ancestral solo termina tergiversando el mito y su significado de origen, como comenta el autor:

Los aspectos mágicos y mitológicos de los relatos antiguos han sido minimizados por los modernos escritores cuando recuperan casos del pasado, ignorándolos para no levantar dudas sobre la realidad física de lo que consideran críptidos. De esta manera, uno de los significados de aquellos antiguos relatos, que era su aspecto de portento, queda desvalorizado al convertirlo en un fenómeno criptozoológico, es decir, naturalista y paranormal. En este reduccionismo han caído también algunos escépticos, que al intentar explicar las narraciones del folklore como hechos con una explicación en términos de fenómenos naturales han privado a los textos de su capacidad alegórica. En los estudios sobre los monstruos, al evitar sus elementos culturales se ha renunciado a conocer en su totalidad los significados que están en el origen de las creencias populares y de las visiones modernas.

Bien podríamos disculpar a los escépticos al caer en este error, porque lo que ellos han criticado (y en ocasiones estudiado) no son los mitos y las culturas donde originalmente se han creado. Tampoco están enfocados en temas que necesitan cierta formación, como la evolución cultural, sino que se han concentrado en atacar la figura del monstruo como esa entidad neomitológica de los tiempos modernos, donde algunos pueden considerar que es "probable" que existan ocultos, mientras que otros pueden usar esa creencia como un arma más en su arsenal para crear desconfianza en la cultura científica, como históricamente lo han hecho aquellos que tienen un enfoque conspiranoico o creacionista. Después de todo, la desconfianza motivada contra la ciencia puede incrementarse una vez se entra en las creencias "alternativas", aún cuando se considere a tales creencias como marginales e inocuas en un principio.  Otro punto en su defensa puede ser que el enfoque antropológico cada vez es más frecuente en las obras de estudios críticos de la criptozoología, como las realizadas por Joe Nickell, Benjamin Radford, Daniel Loxton y Donald Prothero (aunque ninguno de los citados sea antropólogo, mitólogo o folclorista, claro). Pero esta disculpa a "mi tribu" es insuficiente.

Desde siempre, se ha dicho que una forma de combatir la pseudociencia y la desinformación es comprendiendo por qué la gente cree en pseudociencias e información sesgada. Pues bien, el conocimiento de la cultura que rodea la creencia en monstruos es un elemento importante para comprender, no solo por qué la gente cree en ellos, sino por qué, a pesar de la abrumadora y desconsoladora falta de pruebas (y de la abundancia de pruebas en contra, como el descubrimiento de fraudes descarados, o los datos biogeográficos, ecológicos y paleontológicos contrarios a poblaciones de especies gigantes en lugares como el lago Ness o los bosques norteamericanos), los monstruos se vuelven parte de la cultura popular, más famosos entre las personas que cualquiera de las más bellas y sorprendentes teorías científicas actuales.

Pero esta crítica tampoco es para descartar el enfoque escéptico. Cabria no lo hace ciertamente, sino que pone en evidencia que las críticas escépticas son un elemento a considerar a la hora de observar cómo las creencias en monstruos terminan asentadas en las sociedades. No es que el antropólogo deje fuera aquella clásica pregunta del "¿será verdad que existen los monstruos?", para después respondernos que no, la evidencia no lo respalda y la creencia contraria conocimientos bien establecidos; pero no es esta la cuestión central en el estudio de Cabria. Este es el punto que más me ha fascinado de esta obra, por su impacto en las posturas antagonistas.

Para los escépticos, estudios como los hechos por Cabria amplian su formación, derrumbando mitos propios de "nuestra tribu", como que detrás de la creencias solo hay tonterías sostenidas por tontos e ignorantes (un dogma que ningún autor escéptico célebre que conozca sostiene, pero que sigue siendo parte del estereotipo del "escéptico de redes sociales"), demostrando que la irracionalidad es parte fundamental de la creencia humana, quizás al mismo nivel o incluso más característica de nuestra especie de lo que es la racionalidad, condición que debería ser estudiada con mayor detenimiento si queremos controlarla en un mundo que, presuntamente, busca manerjarse por los principios de la razón.

Y para los defensores de la criptozoología, obras como la de Cabria aportan lo que he reflexionado desde hace un tiempo: que campos como la criptozoología sí pueden llegar a ser parte de la ciencia, pero de la ciencia social. El estudio de los monstruos que Cabria repasa, la formación de la creencia en sí y en la manera en la que se ha llegado a creer en ellos, nos dice más sobre nosotros mismos que sobre la fauna desconocida aún por descubrir. Tal vez mi único gran reclamo al autor, es ese uso tan ambiguo de los conceptos de "pseudociencia" y "paraciencia", negándose a usar el primero para calificar al campo criptozoológico "practicado" hasta ahora. La criptozoología, en este sentido, podría llegar a ser una línea de investigación o, quizás, un subcampo completo de la antropología cultural compuesto por investigaciones como las de Cabria, que enriquecen y deleitan por igual a su lector, sin importar si éste cree o no en la realidad de los monstruos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se permiten ataques personales, ofensas, enlaces a páginas inseguras o no deseadas, ni ningún tipo de trolleo en general. Si planeabas publicar alguna de las anteriores, ahórrame el tiempo de rechazar tu comentario y vete a otro lado.