domingo, 22 de enero de 2023

Contra los anti-escépticos

No es como que haya pensado en que éste sería mi primer artículo del año (ya sé, tengo varios prometidos aún en borrador), pero tengo un tiempo pensando en este tema y me gustaría descargarme un poco. A diferencia de otros artículos, me concentraré en ofrecer algunas reflexiones mías a partir de mi experiencia entre los grupos y comunidades escépticas virtuales (que ya va para los 15 años), por lo que estoy consciente que varias de mis conclusiones podrían ser realmente poco representativas o menos preocupantes de lo que a mí me ha parecido.

No es ningún secreto que, en los últimos tiempos, he usado este espacio y otros más para hacer "fuego amigo" (que me ha enemistado con algunos, por desgracia), críticas a ideas, tendencias y rostros del movimiento escéptico. Tengo una etiqueta poco amable en este blog sobre "Burradas escépticas" donde colecciono este tipo de críticas cada que he pensado en que algún escéptico famoso mete la pata. Y no soy el único (para mi consuelo). Célebres autores escépticos, desde Carl Sagan, Mario Bunge y Paul Kurtz, hasta Steven Novella y Massimo Pigliucci, han hecho críticas muy duras, en ocasiones, lo que incluso les ha llegado a costar la enemistad con algunos. También he llegado a comentar sobre cómo el movimiento escéptico llegó a fusionarse con el ateísmo militante, movimiento con el que muchos escépticos "de la vieja escuela" nunca han coincidido. Algunos se han molestado con la actitud arrogante y agresiva heredada del nuevo ateísmo y la apatía de las redes sociales, además de una tendencia hacia el cientificismo ingenuo que, por ignorancia o por deshonestidad, produce productos igualmente nocivos para la promoción de la ciencia y la razón, como la pseudohistoria de la religión o la antifilosofía.  Por último, está la intrusión de algunos escépticos en campos que parecen ignorar por completo, pero que no tienen ninguna duda de su desprecio de cualquier modo, como es el caso de algunas de las nuevas "guerras" culturales que se libran en diferentes espacios de internet.

Pongamos un ejemplo muy reciente: el bloguero colombiano David Osorio, dedica un artículo corto a la memoria de la recientemente fallecida Dra. Harriet Hall, conocida como la "SkepDoc". Esta popular autora contribuyó con cientos de artículos divulgativos en contra de una enorme variedad de pseudoterapias, así como varios más sobre escepticismo científico, pensamiento crítico y reseñas. Pero David, siguiendo su actual lucha contra "lo woke", dedica el homenaje para describir la que fue, en realidad, una de las últimas grandes metidas de pata de la SkepDoc, acerca de la medicina trans. Aunque la Dra. Hall llegó a admitir que no conocía lo suficiente sobre disforia de género y similares, también insistió en la defensa de un artículo duramente cuestionado por mal diseño y en defender uno de los principales libros estandartes de la transfobia, reduciendo las críticas a éstos (por acá hay más) como reacciones viscerales de activistas, reconociendo en ambos casos de pasada que igual y éstas no son buenas fuentes para abordar un asunto tan delicado y políticamente polarizante. ¿Realmente este episodio en su carrera como "escéptica profesional" merece el mismo lugar que todo lo demás que nos ofreció? (Solo para contrastar: su página oficial ofrece únicamente tres artículos relacionados a este tema etiquetados en "disforia de género", mientras aquellos etiquetados en "homeopatía" son 40). No me sorprende que Osorio aprovechara su homenaje para continuar con su guerra personal. Después de todo, este periodista colombiano está convencido que el movimiento escéptico-ateo "ha caído presa del posmodernismo" desde hace un tiempo. En un enorme artículo de dos partes (acá la segunda parte) que me dedicó (y me corrigió acertadamente en algunos puntos), David, quien además confiesa en el mismo que no hablaría más conmigo sobre el tema, nos dice que: 

Cuando la derecha notó la predilección que tienen los justicieros sociales por callar a los demás, empezaron a denunciar estas prácticas rutinarias de censura —y con justa razón—; y en vez de admitir que estaban mal, los justicieros sociales decidieron redoblar la apuesta, decir que los únicos que se preocupan por la libertad de expresión son los simpatizantes de los nazis (!), y que no hay cultura de la cancelación. Así que ahora oponerse a la censura sistemática o expresar preocupación por la libertad de expresión es graduarse de ser de extrema derecha
Este es el tipo de ideas que yo y otros hemos denunciado dentro del movimiento escéptico, las cuales han servido para que muchas personas sí terminen adoptando posturas socialmente nocivas y científicamente incorrectas (aunque crean que son políticamente incorrectos), como han sido defensas del racismo, el neoliberalismo, el negacionismo climático y justificaciones para diversas ideologías de derecha que presuponen discursos de la transfobia, el machismo, el bullying y el supremacismo.

Creo que personas como David están profundamente equivocadas en su valoración del secuestro del movimiento escéptico por parte del posmodernismo. Incluso me pregunto en veces si realmente sabrá a qué rayos se refiere con esta palabra, puesto que él y otros autores más parecen usarla como muletilla para todo aquello que no les gusta, junto a otras íntimamente relacionadas, como woke o SJW (recuerdo a cierto edutuber mexicano-español que, en una reseña sobre el documental sobre The Beatles en Disney+, asegura que fue imposible librarse de la censura woke porque se evita mencionar y se silencian diálogos relacionados con fumar tabaco... ¡es Disney, por Dios! ¿Qué diablos esperaba de una empresa ideológicamente conservadora?). Sospecho que tiene poco qué ver con el significado de estos términos en filosofía y ciencias sociales.

Quienes critican a escépticos como David, suelen tacharlos de cientificistas ingenuos. Sin embargo, hay otro grupo que hace el mismo tipo de sobregeneralizaciones: los anti-escépticos. No debemos confundirlos con los pseudoescépticos ni con los zetéticos (que antes era un sinónimo de escéptico a secas, y  hoy en día solo es un nombre más bonito para referirnos a los pseudoescépticos). Los pseudoescépticos generalmente atacan al movimiento escéptico de forma motivada, porque los escépticos atacan alguna de sus creencias, sea en los poderes psíquicos, los dioses, las pseudoterapias, etc., o en realidad apoyan alguna forma de negacionismo, como el creacionismo, la antivacunación o el negacionismo climático. Los anti-escépticos, en cambio, no apoyan pseudociencias ni menosprecian los objetivos del movimiento escéptico de promover el pensamiento crítico y la cultura científica, sino que piensan que se trata de un movimiento fracasado.

Los anti-escépticos no piensan que casos, como el de David, sean solo algo que llega ocurrir de forma natural en un movimiento que no presenta dogmas ni una cabeza, como lo hace una ideología política o una religión. Creen que el movimiento escéptico, por lo menos en redes sociales, ha degenerado a tal grado que solo se volvió en un espacio donde la misoginia, la discriminación, el anti-intelectualismo y la defensa ideológica del libre mercado son la norma en lugar de la excepción. Varios de los anti-escépticos con los que me topo por redes suelen ser más mesurados en sus publicaciones, limitándose a burlarse de alguna afirmación nueva de Richard Dawkins por twitter o de Mauricio Schwarz por YouTube. Pero otros ya han concluido que el movimiento escéptico, como ha sido una importación del liberalista EEUU (aunque, para ser exactos, el escepticismo también se presentó en Europa casi al mismo tiempo), comparte los mismos sesgos ideológicos que el promedio de comentaristas de aquel país.

Los anti-escépticos también reprochan que los escépticos se volvieron opinólogos que hacen de todólogos, cuando realmente tienen poco qué aportar fuera de sus áreas de especialización (si es que tienen alguna). Hay que admitir que este es un punto acertado en buena medida, como se puede mirar en las múltiples "burradas escépticas" cometidas en su mayoría (quiero creer) por una mala preparación sobre algún tema en el momento en que están hablando o escribiendo. También están las críticas acertadas sobre cómo ciertas formas de defender la ciencia y la razón por parte de escépticos pueden ser manipuladas por otros grupos, como los lobbys que defienden a la industria farmacéutica, la industria de los alimentos o la de los combustibles fósiles. Puede notarse que hablar de fantasmas o del chupacabras pasa a segundo plano en este tipo de discusiones, y entramos a temas complejos de ontología, teoría política, economía o historia, que no suelen ser de conocimiento común, incluso en la comunidad escéptica. Por ejemplo: aunque defender la seguridad de los alimentos transgénicos es un tema apasionante que un doctor en Biotecnología puede manejar con maestría, no significa que su defensa pueda extrapolarse para defender a aquellas multinacionales conocidas por su explotación laboral, corrupción y prácticas que perjudican a los campesinos y las comunidades indígenas, y puede ser que haga falta no solo consultar a un doctor en Biotecnología, sino también a sociólogos, agrónomos, incluso antropólogos y activistas que viven día a día con estas comunidades y son capaces de dar a conocer sus preocupaciones.

Que estemos de acuerdo en estos puntos con los anti-escépticos no significa que sus tesis principales son correctas. El error de estas personas, igual que de aquellos escépticos que temen que el movimiento ha muerto por el posmodernismo o la justicia social, es que generalizan su experiencia personal a todo. Podría extender mis críticas a David Osorio, pero no creo que llegaría a concluir, como él lo hace, que el movimiento escéptico quedó secuestrado por alguna clase de virus mental. Y podría insistir en que los anti-escépticos se equivocan en creer que no hay nada de mayor calidad en el movimiento escéptico que el twitter de Dawkins, pero tampoco podría decir que el movimiento escéptico está bien y de buenas.

Lo cierto es que el movimiento escéptico es un movimiento social y, como todo movimiento social, es dinámico. Aunque podemos reconocer personalidades y temas comunes en el movimiento escéptico, lo cierto es que no es homogéneo, y nunca lo ha sido. De hecho, es posible encontrar críticas internas al movimiento escéptico desde sus inicios, algunas de las cuales siguen siendo válidas. Tampoco podemos negar la individualidad de las personas que componen el movimiento que, históricamente hablando, también han sido liberales, conservadoras, cristianas, deístas, fideístas, marxistas, randnianos, humanistas seculares, anarquistas, feministas, masculinistas y un largo etc. Buena parte de los conflictos se deben a esto, a que el movimiento escéptico no puede abarcar todo y, sin duda, un individuo no puede ser bueno en todos los temas. Sin conocimiento básico que nos guíe, incluso se pueden plantear malas preguntas que solo reflejan el estado de ignorancia de quien hace el cuestionamiento. Por ejemplo: ¿Por qué sigue existiendo la filosofía si la ciencia ya nos ayuda a comprender el cosmos? (Respuesta rápida: porque la filosofía no compite con la ciencia en su objetivo); ¿Cómo vamos a creer que un sector de la industria quiere matar a sus clientes? (Respuesta rápida: la industria del tabaco, del azucar, de los pesticidas, de las bebidas azucaradas, de los combustibles fósiles y demás, no les importa si matan a sus clientes o al planeta, solo si lo hacen muy rápido); ¿Cómo puedes afirmar que mi repudio a una película pop nueva refleja racismo si yo no soy racista? (Respuesta rápida: el racismo habría sido enseñado como supuesto a lo largo de toda la educación, no como una ideología explícita por la cual militar) ¿Por qué debería creer que la ciencia no resolverá los problemas éticos igual de bien que ha resuelto diversas incógnitas sobre el universo? (Respuesta rápída: porque la ciencia no se ocupa de resolver ese tipo de problemas y hay una diferencia categórica entre el "deber ser" y el "ser").

Los problemas internos entre escépticos tampoco deberían debilitar al movimiento. No es una iglesia ni un partido político para compartir una militancia, sino un espacio para compartir información sobre aquellos campos marginales que suelen hacerse pasar por ciencia o que alegan ser una alternativa a la cultura científica. Es cierto que en esos terrenos pueden entrar temas polémicos, como el género, la raza o la desigualdad, y es ahí donde debemos poner más atención a los argumentos esgrimidos y no verlos tanto como algo propio del movimiento escéptico o que "defienden" los escépticos. Después de todo, un movimiento no es lo mismo que una comunidad de investigadores, y los escépticos científicos no son científicos siempre (la mayoría de las veces, sospecho), por lo que las controversias escépticas no necesariamente son un reflejo de las controversias académicas (piense, por ejemplo, en todas las discusiones sobre la existencia de Jesús en foros escéptico-ateos, mientras que tal discusión apenas y suele ser vista por la comunidad de historiadores profesionales).

Las críticas internas, aunque no siempre sean bien recibidas, siempre se hacen con el objetivo de construir o mejorar aquello que no parece estar bien. O por lo menos, así es como he intentado hacer, y es la impresión que me da que muchos críticos han buscado. En cambio, los anti-escépticos buscan el lugar fácil de la burla y el trolleo de un movimiento que ya consideran muerto, y que parecen reducir a un puñado de rostros populares. 

Personalmente, y aunque muchos no me consideran así porque los he cuestionado o porque mis cuestionamientos no gustan, me considero un escéptico, pero antes de ser escéptico, soy consciente que soy humano. Puedo equivocarme. Tal vez, por ejemplo, me equivoco en la valoración de los anti-escépticos. Quién sabe, y aquellas personas en las que estoy pensando realmente creen que sigue habiendo algo qué salvar del movimiento escéptico.

Hasta el día de hoy, por suerte, debo decir que no he encontrado evidencia convincente de la muerte del movimiento escéptico ni a manos de posmodernos ni a manos de radicales de derecha. Me he topado, eso sí, con posmodernos y rancios derechistas dentro de grupos y publicaciones escépticas, y criticarlos nunca estará de más. Pero de ahí a considerarlos la gran epidemia del movimiento, hay un abismo entero. 

Creo que hay mucho en lo que el movimiento escéptico puede aportar, pero tampoco creo que sea la cúspide de los movimientos sociales, ni tendría por qué serlo. El escepticismo puede aplicarse a todo, pero eso no significa que los escépticos sepan, siempre, aplicarlo a todo.

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "La carga del escepticismo", por Carl Sagan.   

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