Estas últimas semanas he estado leyendo el bello librito El cerebro y la conducta. Neuroanatomía para psicólogos (2019), de David L. Clark, Nash N. Boutros y Mario F. Mendez. Como se puede deducir por el título, se trata de un manual académico, un libro que seguramente los estudiantes y graduados de psicología recordarán de sus clases de neuropsicología o neuroanatomía. Debo admitir que cuesta trabajo leerlo, tanto porque no soy psicólogo (y no estoy habituado a su terminología) como porque es un manual, y cada cierto tiempo tengo sensaciones estilo "vaya, necesitaría profundizar en este con una clase donde proyecten imágenes del cerebro a todo color, explicándolas junto al libro".
A pesar de las dificultades de leerte un manual de corrido, El cerebro y la conducta es una bella obra que trata de sintetizar una enorme cantidad de conocimiento sobre la estructura y funciones del cerebro, así como sus respectivas consideraciones clínicas y conductuales, con ejemplos en los que los estudiantes de psicología pueden practicar.
Pero algo interesante fue encontrarme con que el libro no solo explica neuroanatomía y su relación con lesiones y psicopatologías. En el capítulo dedicado al lóbulo temporal, dentro de sus consideraciones conductuales, nos explica que relación tendría un funcionamiento anormal por lesiones de la corteza insular posterior (CIP), una parte asociada, entre otras facultades, con la autoconciencia y la agencia, con las experiencias extracorporales y otros fenómenos autoscópicos, que muchos podrían considerar como experiencias paranormales: