Hace unas cuantas semanas, mientras paseaba
con una buena amiga mía y platicando sobre las creencias religiosas suyas y de
su novio, se le ocurrió preguntarme, lo que creo, es una de las preguntas más
directas que me han hecho. Ella me dijo (y la cito textualmente): “oye… ¿por qué eres así?... ¿Por qué
criticas la religión?” mi respuesta en el momento fue simple, pero para
hacer un artículo interesante, profundicemos mas en el asunto.
Antes que nada, no está de más advertir que
siempre he defendido la libertad de creencias. Nunca he tratado de burlarme de
nadie, ni mucho menos discriminarlos por sus creencias.; el que me burle de las
creencias religiosas por considerarlas un montón de pamplinas es otra cosa muy
distinta, que mas adelante explicaré. Pienso que cada quien es libre de creer
en lo que quiera. Así, mientras unos creen en un dios de triple personalidad,
otros pueden creer en el conejo de pascua sin que eso me afecte en lo más
mínimo.
Ahora volviendo a mi anécdota con mí amiga,
entre bromas y algunos albures, mientras recitábamos jugando el credo católico, me miró sorprendida porque me
recité dicha oración sin equivocarme. Me preguntó que, si yo no era creyente,
cómo es posible que me supiera el credo. Esta idea, la de que un no creyente es
no creyente porque no conoce la creencia, se encuentra ampliamente difundida, y
es justamente la razón (creo yo) del por qué no es posible ponerse de acuerdo
en cuanto a la cuestión de dios se refiere.
Mientras cientos de ateos piensan que los
religiosos se equivocan, cientos de religiosos piensan que los ateos se
equivocan. Ambos lados suelen (solemos) creer que el bando contrario es un
ignorante de nuestra postura. La pregunta clave para disolver este problema
(muy bien expresado por mi amiga en una pregunta inocente) es, cuál es el bando
que se equivoca y cómo saberlo. Si lo personalizamos y lo volvemos más un
asunto entre mi amiga y yo, podríamos preguntarme quién de los dos tiene la
razón al creer o no creer. Resulta que en mi pequeña charla le dije a mi amiga
que, criticar solo por criticar y sin fundamento, no tiene ningún sentido; para
criticar algo hay que conocer (aunque sea de forma básica) ese algo.
Resulta que tenemos tres vertientes por las
cuales responder quién tiene la razón. Existe una técnica con la cual podemos
analizar los enunciados y afirmaciones de ambos bandos, inventada hace unos
milenios y perfeccionada con el pasar del tiempo: el análisis lógico del lenguaje, el cual nos daría como heredero actual a
lo que acá en la licenciatura se conoce como filosofía analítica.
Utilizando igualmente la lógica, pero para
analizar nuestra forma de interpretar el conocimiento y las costumbres que
adquirimos, podemos encontrar con aquello que se conoce como pensamiento crítico, en el cual se mira con
escepticismo toda afirmación que pase por nuestros oídos (o que pase por
nuestros ojos al leer, en fin, que sea percibida); si la afirmación que se
analiza no pasa este escrutinio escéptico, simplemente se rechaza.
Por último, pero no menos importante, contamos
con el conocimiento que nos otorga la cultura científica. La ciencia se construye,
básicamente, de la observación cuidadosa de ciertos fenómenos específicos, la
creación, crítica y análisis de hipótesis, la formulación de un marco teórico
que explique de forma coherente y elegante el fenómeno, y de la evidencia que
respalda dicho marco teórico. En pocas palabras pues, la base es la teoría y la
evidencia.
Si me pusiera a platicarles sobre los
fundamentos, de lo que me gusta llamar, las
tres grandes herramientas de análisis, nos olvidaríamos por completo del
tema que da nombre a este artículo. De hecho sería imposible hablar sobre filosofía analítica, pensamiento
crítico y cultura científica en un pequeño artículo. Por eso es que creo que es
aquí donde les daré un pequeño consejo: ¡ESTUDIEN!
Quedarse con lo que dice un humilde artículo, o con lo que dicen sus enlaces de
referencia sería muy tonto. No hay nada mejor que profundizar de forma
personal, por la pura curiosidad, por puro gusto, por puro interés. Este mismo
consejo es el que siempre trato de darme a mí mismo.
Ahora sí, dejando de lado las reflexiones
sobre las herramientas para un pensamiento lógico y basado en la evidencia,
volvamos a nuestro asunto: ¿cómo saber si los ateos se equivocan sobre los
creyentes o si los creyentes se equivocan sobre los ateos? La pregunta desde el
inicio no presupone que un bando sea más inteligente o más tonto que el otro.
Si acaso, se presupone que un lado podría estar más informado que el otro. Con
esta sencilla aclaración, los ataques ad hominem, sobre que si los ateos piensan (o
pensamos) que los creyentes son idiotas o que si los creyentes piensan que los
ateos son unos mente cerradas quedan
fuera de lugar.
Ahora, si se afirma que un pensamiento lógico
y claro es uno que tiene como base la argumentación razonada, el pensamiento
crítico y la evidencia públicamente verificable, debemos preguntarnos entonces
¿cuál de las dos posturas busca basarse en esta forma de pensamiento?
La religión, y más específicamente la fe, nunca han necesitado de analizar si la
estructura lógica de sus enunciados es o no correcta o lógicamente posible.
Tampoco ha necesitado de analizar las
afirmaciones principales que sustentan la fe en algún dios en específico, y ni
se preocupan en verificar la autenticidad de afirmaciones y acontecimientos,
tales como los milagros. Un pensamiento religioso, entonces, no puede ser
considerado un pensamiento lógico y claro. Si acaso, es una manifestación de lo
que se conoce como pensamiento mágico. Ojo,
decir que la religión no es lógica, no es lo mismo que decir que la religión no
puede defenderse con lógica. Lo último es perfectamente posible, la fe
religiosa puede ser defendida con argumentos inteligibles, y así ha sido
defendida por pensadores de la talla de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, y más
recientemente en nuestros tiempos por personalidades
como William Lane Craig o Dinesh D’Souza; el objetivo de esta forma de
defensa religiosa es el de reforzar la fe del individuo, haciendo creer que su
fe se basa en algo que mas la autoridad eclesiástica y libros viejos. A esta
práctica se le llama apologética o apología religiosa.
Sin embargo, el problema con la apologética es
creer que solo con argumentos lógicos se puede demostrar que algo como la
existencia de Dios es verdad. Creer que con un silogismo hipotético, una reducción al absurdo
o con un modus tollens demuestras que lo que
crees es real, no es más que una incoherencia en sí misma. El análisis lógico
sirve para demostrar que tus enunciados en realidad concuerdan entre sí, sin
contradecirse. Eso es todo. La lógica por sí sola no puede decirnos si algo es
verdadero o no, solo puede decirnos si algo es válido o no; esta es una
diferencia abismal. Las contradicciones y la falta de evidencia en las afirmaciones de los
apologistas (desde san Agustín hasta nuestros días) hacen que argumentos que parecen ser sólidos, como los del Dr. Craig, terminen siendo la burla de todo mundo.
Para que la apología tenga un poco mas de
aceptación y pudiera ser vista como una auténtica defensa racional, necesitaría
de evidencia pública y verificable de sus afirmaciones, algo que jamás ha
tenido (y que es poco probable que en el futuro tenga). No se puede demostrar
de manera empírica la existencia de dioses, vírgenes, apariciones, milagros o
dones.
Entonces, la religión no es lógica, pero se
puede hacer el intento de defenderla de forma lógica. De este modo, parece
razonable criticar a la religión por su falta de sustento lógico y verificación
empírica de sus principales dogmas, digo, afirmaciones y argumentos, ¿o no?
En esencia sí, pero decir que critico la
religión porque no es lógica o carece de fundamento científico es solo una
parte de mi respuesta.
Resulta que podemos juzgar a la religión no
solo como una fuente de argumentos o afirmaciones extraordinarias carente de
evidencias extraordinarias, sino que también podemos mirar a esta como un
fenómeno histórico.
A comienzos de la civilización, la religión
fue un autentico consuelo ante grandes enigmas que el ser humano no podía
descifrar. Decir “los dioses lo hicieron” fue en algún momento una respuesta
satisfactoria ante preguntas como qué es la vida, por qué existe todo en lugar
de nada, para qué sirve la vida, etc. También sirvió como una buena falda a la
cual agarrarse en momentos difíciles como crisis, hambrunas o epidemias.
Ayudaba a encontrar un sentido a la muerte, creyendo que tras esta existía otra
vida.
Sin embargo, y también desde los albores de la
humanidad, la religión sirvió como una gran excusa para hacer invasiones,
saquear, esclavizar o destruir. Decir “nuestros dioses nos apoyan” era
suficiente para motivar ejércitos a que invadieran y destruyeran todo a su
paso. Ambas caras de la moneda de la religión (la falda a la que agarrarse en
la ignorancia y la excusa para cometer crímenes contra la humanidad) han
continuado hasta nuestros días. El problema es que en la actualidad, y conforme
progresó el conocimiento científico en la historia, esas faldas se hicieron
innecesarias. Los humanos se dieron cuenta que responder “Dios lo hizo” o “Dios
así lo quiso” era igual que no responder nada en absoluto.
Con cada avance en astronomía, antropología,
biología o cosmología, se hizo más y más evidente que la respuesta “Dios” era obsoleta, innecesaria e insuficiente. Sin
embargo, el miedo y la ignorancia continuaron siendo las principales faldas de
la humanidad por siglos, y los poderosos, aquellos que se ocupaban de mantener
este miedo e ignorancia, aprovecharon esto para hacer y deshacer lo que se
quisiera. La religión entonces, se convirtió en el opio del pueblo.
Si pudiéramos hacer un juicio histórico a la
religión entendida como una sola institución, la fiscalía la acusaría de
atroces crímenes contra la humanidad entre los que se contarían: masacres,
genocidios, guerras, dictaduras, monarquías, imposición, discriminación,
machismo, dogmatismo, lavado de cerebro, tortura, separatismo, terrorismo,
fanatismo, fundamentalismo, adoctrinamiento de menores, esclavitud,
irracionalidad e ignorancia. ¿Las evidencias? La historia de la humanidad. Un jurado imparcial y objetivo encontraría a
la religión como culpable y un juez sabio dictaría como sentencia el mayor
castigo que se puede dar ante tan atroces injusticias: el olvido y la mirada de
desprecio por parte de historia.
No existe duda alguna que la religión ha sido,
a lo largo del tiempo, una de las manifestaciones culturales con más carga
negativa y más consecuencias atroces contra nosotros mismos.
De modo que podría decir que critico a la
religión por haber sido la culpable, directa o indirectamente, de las peores
decisiones de la humanidad. Pero aquí no acaba mi respuesta.
Como ya
he mencionado, una de las razones por las que critico a la religión es por su
falta de rigor a la hora de demostrar sus afirmaciones. Vamos, porque carece de
sustento científico. Pero mi crítica va un poco más allá. No es solo que carece
de sustento científico, sino que en muchas ocasiones las religiones son vistas como
una disciplina a nivel de la ciencia, o incluso se mira como algo superior al
propio conocimiento científico.
Algunas personas llegan asegurar que la
cosmovisión de algún credo religioso resulta sobrecogedora, hermosa y elegante.
Me gustaría que ustedes vieran la cara de nostalgia que pongo cada vez que oigo
semejante cosa.
La cosmovisión religiosa que sea siempre
mirará al ser humano como la cumbre de la creación. Para la religión, el
universo es como un patio de juegos en el que los humanos son los consentidos;
ellos hacen lo que quieren de este patio que les construyó para ellos solos su
papá diosito.
Esto es más o menos lo que plantea ese dogma
teológico del derecho natural. Un dogma
cuyos orígenes se puede rastrear en la filosofía aristotélica con la noción de teleología. Según Aristóteles, todo en este
universo tiene una razón de ser, un objetivo, un fin. El fin de los animales y
plantas, decía, es el de servir al hombre ya sea como comida, compañía,
transporte o como mercancía. El hombre por ser el animal racional y por contar
con alma (Aristóteles entendía alma
como sinónimo de mente, no como la
concepto espiritual que hoy día se la da) debe dominar por sobre todas las
bestias, y así tomar su lugar privilegiado en la creación.
Esta idea fue retomada por teólogos medievales
como Tomás de Aquino combinándola con algunas enseñanzas bíblicas, y después
pulida por filósofos como René Descartes dando una concepción mecanicista del
universo en la que solo el hombre tiene sentimientos porque es el único ser que
tiene alma, para así dar forma a un plan divino
en el que Dios nos concedía el derecho natural de ser privilegiados por encima
de cualquier otra cosa.
Así pues, la cosmovisión religiosa (por lo
menos la occidental) mira al ser humano como el centro del universo, la máxima
expresión de creación y perfección, lo mas cercano a un Dios. Esta visión del
universo, para mí es una visión pobre de la vida. Una visión en la que el ser
humano es el centro de todo no solo es una visión falsa, sino que además es egoísta
y arrogante.
Basados en estas ideas, durante siglos se
toleró matanzas crueles de animales, extinguiendo especies, comerciando con
ellas, y arrasando con ecosistemas enteros. Después de todo, teníamos el derecho divino. Imaginarse
que miles de millones de años de evolución cósmica eran solamente para llegar
al ser humano, millones de explosiones de supernova, millones de especies que
evolucionaron y se extinguieron… me parece que es simplemente un desperdicio de
universo.
Sin embargo, la religión hasta nuestros días
sigue afirmando exactamente lo mismo. El ser humano sigue siendo ese niño
chiqueado que puede hacer con todo lo que le rodea lo que se le antoje porque
así lo quiere su papá diosito. Todo lo que tiene que hacer es rezar. La Tierra
es toda suya. Visión más pobre y arrogante de un universo tan pequeño y vacío no puedo imaginar.
Entonces, recapitulando todo lo ya dicho:
critico la religión porque esta carece de sustento lógico y de evidencia
verificable; porque ha sido la causante directa o indirecta de grandes
calamidades para la humanidad; porque ha sido la mayor difusora de ignorancia e
irracionalidad en todo el mundo en todos los tiempos; porque ofrece una visión
del universo tan arrogante y pequeña que me es imposible el que no me suene como
un insulto personal. Pero sobre todas las cosas, critico la religión porque
esta es un sistema doctrinario, cerrado, dogmático, que no admite la duda.
El escepticismo es el enemigo acérrimo de la
religión, la búsqueda de respuestas es una aberración y el pensar de forma
independiente y de manera crítica es una blasfemia. Por todo esto es que
critico la religión.
Para sintetizarlo todo, y volviendo a mi
anécdota con mi amiga, le respondí que mejores palabras no pude encontrar que
una frase célebre de Richard Dawkins: “critico la religión porque esta nos
enseña a conformarnos con no entender.”
¿Alguna duda?
SI TE INTERESA ESTE TEMA
*El ensayo ¿Por qué niego la religión, cuán tonta y fantástica es, y por qué soy un “bright” entregado y ruidoso?, de James Randi.
*Tratado
de Ateología, de Michel Onfray, Editorial Anagrama.
*Manual
del Perfecto Ateo, de Rius, Editorial Grijalbo.
Me parece muy bueno este post,solamente que no creo que Dinesh D'Souza pueda ser considerado un pensador de "alta talla". No puedo escucharlo hablar ni un segundo por la cantidad de estupideces que dice.
ResponderEliminarUn mejor ejemplo hubiera sido Alvin Plantinga o Richard Swinburne.
Creo que los argumentos de los católicos no practicantes y demás fauna, quienes sólo se acuerdan de su dios cuando necesitan algo, no pueden ser usados.
ResponderEliminarEs difícil razonar con alguien entregados a la fe, puesto que la propia definición de la fe, es la supresión del acto de pensar, y sólo acatar los escritos de sus libracos de la edad de bronce.