domingo, 27 de marzo de 2022

Filosofía, cientificismo y chismes

El fin de semana pasado me invitaron al canal de Armandosky Trosky, en donde tuvimos una charla amena y divertida. Por desgracia, parece que mi señal de internet fue pésima esa noche, así que toda mi intervención (mas de dos horas) se escucha entrecortada. Además, no están para saberlo ni yo para contarlo, pero aquella noche tuve algunas interrupciones: primero, a media transmisión, me dio un tremendo calambre en la pierna que no se me quitó por buen rato, así que durante esos momentos la verdad es que no estaba prestando mucha atención a lo que decía mi anfitrión; luego, hacia el final del programa, recibí una llamada de un amigo mío (yo usé mi celular para la transmisión) que colgué de inmediato, pero al hacerlo, dejé de escuchar lo que decía Armando. Si me miro con cara de "sí, estoy de acuerdo" hacia los últimos minutos, fue por eso, más que por otra cosa, así que me disculpo con Armando, pero lo cierto es que casi no le escuché nada, más allá del compromiso de volver a grabar otro video, pero estando los dos en persona.

El objetivo del programa era charlar sobre conceptos de filosofía de la ciencia, pero acabó siendo una mezcla de filosofía, escepticismo y chismecito (sí, hablamos también del querido periodista científico-edutuber antifilosofía que no me traga). Espero lo disfruten.

lunes, 7 de marzo de 2022

¿Qué pueden ofrecer los escépticos sobre el conflicto Rusia-Ucrania?

Tradicionalmente, el movimiento escéptico suele relacionarse con aquellos temas extraños que quedan fuera de la opinión pública "oficial" (por decirle de alguna manera) o que generan debates en la frontera de lo controvertido. La existencia de los fantasmas, las casas embrujadas, los poderes psíquicos, los milagros, los ovnis, los duendes o el chupacabras; la efectividad de la homeopatía, la acupuntura, la oración o el exorcismo; los "misterios sin resolver" resueltos varias veces, como la Atlántida, el triángulo de las Bermudas, los círculos de cultivo, el sudario de Turín, las profecías apocalípticas o los antiguos astronautas; pseudociencias como la parapsicología, el creacionismo, la fusión fría, el psicoanálisis o la grafología; o las conspiranoias mundiales, como las de los reptilianos, los Iluminati o el Nuevo Orden Mundial. (Habría que añadir que, en el mundo hispanoparlante al menos, el escepticismo se ha mezclado con el ateísmo militante, casi desde sus inicios, siendo populares los nombres del nuevo ateísmo como una bandera más del escepticismo). Es solo de un tiempo para acá (un par de décadas, más o menos), que el escepticismo científico parece abordar, de manera prioritaria, problemáticas más cercanas a los problemas sociales, económicos y políticos que cualquier universidad, programa de televisión o libro de ciencias sociales aborda: la salud pública, la desigualdad económica, las instituciones, la industria, el progreso tecnológico... y la guerra.

Aunque ha habido llamados de atención a los escépticos por continuar en problemas que merecen poca investigación y no significan un reto intelectual, como las creencias paranormales y pseudocientíficas, o que causan daños menores en comparación con las decisiones cuestionables en política y economía, lo cierto es que el movimiento escéptico tiene el potencial de aportar mucha claridad sobre problemas importantes, como el que representa el actual conflicto por la invasión de Rusia a Ucrania

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