domingo, 29 de noviembre de 2020

Qué responder cuando te piden "demostrar que Dios no existe"

"Si la ciencia vale, no existen dioses y, por contraposición, si existen dioses, entonces la ciencia fracasa." Mario Bunge.


Si eres de esas pocas personas en el mundo que se declara ateas o si, por el contrario, eres un evangelista que gusta de hacerla de troll en páginas dedicadas al ateismo, lo más seguro es que sabes de lo que hablo. Al menos una vez en tu vida has tenido la experiencia (o se la has aplicado a un pobre administrador ateo) de algún sujeto que te exige que demuestres la inexistencia de Dios. Después de todo, eres ateo y si eres ateo, es porque "tienes fe" en que Dios no existe.

Llevo poco más de una década escuchando este tipo de alegatos, y francamente admiro a esas personas que llevan dos, tres o más décadas contestando lo mismo, porque yo estoy bastante cansado. Ya hacía un rato que no tenía un intercambio con algún fanático, hasta hace unos días, cuando llegó un mensaje por el inbox de la página oficial de este blog en facebook. Y vaya que en serio no recordaba cuánta imprecisión podía encontrarse en un solo párrafo, y ya ni hablar de la frustración de darte cuenta que puedes pasar horas respondiendo, sin llegar a ninguna parte.

martes, 3 de noviembre de 2020

Filosofar cientificistamente y encarar el cientificismo filosóficamente

 Reseña de Elogio del Cientificismo, compilado por Gabriel Andrade

Como cualquiera metido al mundillo escéptico lo sabe, las etiquetas que la gente usa para describir a otros usualmente sirven para confundir más que para precisar el pensamiento o la postura individual. Dependiendo de la persona que lo usa, adjetivos como "escéptico", "racionalista", "ateo", "hereje", "socialista" o "evolucionista", pueden significar actitudes negativas y rechazadas por el común de la sociedad, como ser cuadrado, de mente cerrada, o contrario a todos. Pocas veces se entenderá que una persona con tales etiquetas tal vez quiere decir que se trata de alguien que se guía por la razón, la ciencia o el pensamiento crítico. Así es como también pasó con otras palabras, que hoy ya no son tan mal vistas, como "homosexual" o "lesbiana", que en otro tiempo (y hoy en día, entre grupos minoritarios de fundamentalistas religiosos... por lo menos "de este lado del charco") eran sinónimos de pervertido, inmoral, o persona condenada a morir por su naturaleza pecaminosa y despreciable.

Sin embargo, muchos de estos adjetivos evolucionaron (culturalmente hablando) para volverse descripciones más o menos claras de la identidad de ciertos grupos, siendo adoptados por éstos. Aunque aún existen personas que no tienen ni idea qué es ser escéptico, ateo u homosexual, es fácil observar que los colectivos que se identifican con tales palabras hoy las portan con orgullo, divulgado definiciones precisas que demuestra que, lo que a ellos los identifica en ciertas circunstancias, está lejos de ser algo malo, incorrecto o falso. Existe abundante bibliografía sobre el estudio detrás de estas palabras, sus distintos significados, la construcción de la identidad individual y colectiva, así como los logros en materia social y educativa de los colectivos que se identifican con éstas.

Pero existe una etiqueta que es mal vista incluso por grupos que usualmente batallan por definirse de forma clara ante el público. Es depreciada, usada como peyorativo, y descartada por muchos que se autodenominan escépticos, epistemólogos y humanistas: el cientificismo. Aunque existen defensas del cientificismo dispersas por un lado y por otro, lo cierto es que en español no había una obra que reconociera y se dedicara exclusivamente al concepto como uno digno de estudio y promoción. No había, hasta que la Editorial Laetoli lanzó, hace ya unos años, Elogio del cientificismo (2017), una compilación editada por el filósofo Gabriel Andrade que gira entorno a la reflexión del epistemólogo Mario Bunge sobre el cientificismo, lo que significa ser cientificista y el por qué sentirse orgulloso de serlo. 

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