sábado, 20 de diciembre de 2025

#DíaDelEscepticismo La matriz de Sagan

En los últimos años he notado que son cada vez menos portales que festejan el Día del escepticismo contra el avance de la pseudociencia y la irracionalidad, al mismo tiempo que he notado un aumento de la polarización política dentro de los pocos portales escépticos que aún existen, divididos entre los que critican el movimiento MAGA en su totalidad, mientras otros aplauden parcialmente (unos pocos han sido consumidos completamente y ya no se les debería considerar parte del movimiento escéptico) algunas de sus políticas, como sus ataques directos a los derechos humanos de inmigrantes, personas LGBT+ (especialmente a la comunidad trans) y a otros temas que llaman de forma oscurantista, "woke". No sugiero que una y otra cosa están causalmente relacionadas, pero sí creo que buena parte de muchos de los que defendían el pensamiento crítico, los valores de la Ilustración (que al final se cristalizan en la defensa de los Derechos Humanos), han pasado de largo en las implicaciones de esta defensa.

Pero me niego a abandonar esta tradición que conmemora el legado y aniversario luctuoso del astrónomo y divulgador Carl Sagan, como ejemplo para todos aquellos que aspiramos a ser y a promover una ciudadanía científica y críticamente responsable. Como ya hemos visto en otra ocasión (por aquí también), y contrario a lo que algunos prejuicios academicistas nos puedan decir, los trabajos divulgativos de Sagan son un ejemplo de lo filosófica y socialmente enriquecedora que puede ser la divulgación científica, tanto para los interesados no profesionales como para los especialistas en filosofía de la ciencia. 

Y también, como he buscado mostrar con mi trabajo de tesis, para la aún por nacer filosofía de la pseudociencia. Pero hay un punto que no he tratado aún, una propuesta original del filósofo de la ciencia Lee McIntyre, para quien El mundo y sus demonios (1997) ofrece una idea esencial con implicaciones para aquellas áreas o campos que no son científicas, pero pretenden serlo (o competir con la ciencia), como son las pseudociencias y el negacionismo. McIntyre, en su obra La actitud científica (2020), la llama "la matriz de Sagan" y podría ser bastante útil para diferenciar (aunque no nos dice si demarcar propiamente dicho) entre pseudociencia y negacionismo de la ciencia. Aunque la segunda es una variante de la primera, como bien sabemos, posee algunas características propias que podrían hacerla más atractiva y más peligrosa que pseudociencias "clásicas", como la astrología o la ufología.

 

La idea esencial: el matrimonio entre escepticismo y asombro




En su capítulo dedicado al negacionismo y la pseudociencia, McIntyre cita los dos sencillos principios que, según entiende, Sagan propone para distinguir la ciencia de la pseudociencia y otras artimañas:

El corazón de la ciencia es un equilibrio esencial entre dos actitudes aparentemente contradictorias: una apertura a nuevas ideas, no importa cuán extrañas o contrarias a la intuición, y el más despiadado escrutinio escéptico de todas las ideas, viejas y nuevas.

Este fragmento es la tesis principal del capítulo "Un matrimonio entre escepticismo y asombro" de El mundo y sus demonios, misma que es expuesta a lo largo del libro, a veces de forma implícita o con otras palabras. Por ejemplo:

La manera de pensar científicamente es imaginativa y disciplinada al mismo tiempo. Ésta es la base de su éxito. La ciencia nos invita a aceptar los hechos, aunque no se adapten a nuestras ideas preconcebidas. Nos aconseja tener hipótesis alternativas en la cabeza y ver cuál se adapta mejor a los hechos. Nos insta a un delicado equilibrio entre una apertura sin barreras a las nuevas ideas, por muy heréticas que sean, y el escrutinio escéptico más riguroso: nuevas ideas y sabiduría tradicional. Esta manera de pensar también es una herramienta esencial para una democracia en una era de cambio.

Esta idea, así expuesta puede aún prestarse a confusión. ¿Qué tan abierto a nuevas ideas y qué tan escéptico conviene ser para asegurar que estamos pensando científicamente? La respuesta de Sagan no es otra que "la mezcla juiciosa" de esos dos elementos es lo central. ¿Pero qué significa eso? 

Si uno es sólo escéptico, las nuevas ideas no le llegarán. Nunca aprenderá nada. Se convertirá en un misántropo excéntrico convencido de que el mundo está gobernado por la tontería. (Desde luego, hay muchos datos que avalan esta opinión). Como los grandes descubrimientos en los límites de la ciencia son raros, la experiencia tenderá a confirmar su malhumor. Pero de vez en cuando aparece una nueva idea, válida y maravillosa, que parece dar en el clavo. Si uno es demasiado e implacablemente escéptico, se perderá (o tomará mal) los descubrimientos transformadores de la ciencia y entorpecerá de todos modos la comprensión y el progreso. El mero escepticismo no basta.

Al mismo tiempo, la ciencia requiere el escepticismo más vigoroso e implacable porque la gran mayoría de las ideas son simplemente erróneas, y la única manera de separar el trigo de la paja es a través del experimento y el análisis crítico. Si uno está abierto hasta el punto de la credulidad y no tiene ni un gramo de sentido escéptico dentro, no puede distinguir las ideas prometedoras de las que no tienen valor. Aceptar sin crítica toda noción, idea e hipótesis mediante el escrutinio escéptico podemos decidir entre ellas. Realmente, hay ideas mejores que otras.
La frase original de su correspondencia en alemán con Max Born en 1926 dice: "Si la descripción de la mecánica cuántica es correcta, significa el fin de la física". 

Quizás para los más allegados a la historia y la filosofía de la ciencia, estas palabras les hayan recordado a Albert Einstein, quien suele ser usado de ejemplo en estas disciplinas por haber sido un creador de ideas originales de extraordinario genio, con las teorías especial y general de la relatividad, como de un genio que se volvió gradualmente "conservador" a la hora de confrontar hechos tan insólitos como las conclusiones de la mecánica cuántica y lo que después se volvería su interpretación ortodoxa. Einstein, siendo él mismo uno de los padres fundadores de la mecánica cuántica, no podía creer en cosas como el entrelazamiento, por lo que incluso ideó experimentos mentales junto a otros colegas suyos, siendo la paradoja EPR (siglas de Eisntein, Podolsky y Rosen). Otro ejemplo de esa actitud demasiado escéptica por parte de Einstein fue su reticiencia inicial al encontrarse con que una consecuencia lógica de su teoría general de la relatividad era que el universo tenía que ser dinámico, no estático como solía creerse, consecuencia que acabaría siendo el pilar de la teoría del Big Bang (la resistencia a aceptar esta teoría por parte de otro grande de la ciencia, Fred Hoyle, sería también otro ejemplo de escepticismo cerrado en la ciencia). 

En un inicio, Einstein proponía no solo una teoría para explicar fenómenos particulares que había estado estudiando, sino que además ofrecía una nueva forma de mirar y entender el cosmos. Y aunque este asombro por el mundo cuántico también estaba presente, ciertos principios y restricciones"clásicas" eran innegables para este físico teórico. Una de ellas, la abolición de la "acción a distancia" o la idea de que existen fuerzas omnipresentes que actúan instantáneamente en el universo sin importar las distancias de las que se hable. 

De ahí que el entralazamiento cuántico, así como la llamada interpretación de Copenhague le parecieran completas abominaciones que, además, implicarían una afrenta contra el realismo y el determinismo científicos. Hay que decir, en favor de Einstein y la exactitud, que aunque la interpretación de Copenhague es el principal modelo actual de la mecánica cuántica, no está exenta de críticas legítimas en favor del realismo y el determinismo científicos e incluso, según datos recientes de una encuesta entre físicos, parece ser que tampoco esta interpretación representa el consenso de la cuántica moderna.  Como podemos notar, un historiador o un filósofo profesional de la ciencia miraría "el matrimonio entre escepticismo y asombro" como una forma demasiado simplista de mirar a la ciencia, pues tendríamos que obviar muchas cosas y sobresimplificar controversias tan complejas, como la de la correcta interpretació de la mecánica cuántica.

"¿Cuál es tu interpretación favorita de la mecánica cuántica?" La respuesta de los físicos en esta encuesta parece mostrar que el consenso respecto a esta cuestión de un siglo de antigüedad, sigue siendo inexistente.

Podemos decir que sí notamos lo complicado que resulta cuando no hay un equilibrio entre una nueva idea y el escrutinio riguroso en la historia de la física de principios del siglo XX, pero también hay otros elementos que quizás son relevantes también a la hora de aceptar una nueva teoría o un nuevo descubrimiento. Aún cuando existan propuestas más completas para identificar a la ciencia (porque la física de la relatividad y la cuántica, sin importar las controversias científicas y filosóficas actuales, son justamente considerados campos científicos), es cierto que no existe una propuesta completa que sea capaz de fijar de modo absoluto las fronteras exactas entre ciencia y todo lo demás. Es más, los especialistas en el campo coinciden en que tales fronteras exactas no existen, y que muchas veces los científicos se basan en su experiencia, en su intuición y en ese ojo observador que desarrollan por estas dos, para apoyar o rechazar hipótesis novedosas y campos emergentes de la ciencia, lo que nuevamente se traduce en el desarrollo de esa habilidad de la que habla Sagan. 

McIntyre también reconoce que la propuesta de Sagan puede encontrarse con la objeción de ser demasiado simple, "indudablemente, lo es, pero creo que captura una idea esencial que alienta tras el éxito de la ciencia". Esta idea esencial la encuentra en "el examen de sus implicaciones para aquellas áreas de investigación de no son abiertas o no son escépticas. Cavemos un poco más hondo en el negacionismo y la pseudociencia... ¿En qué se diferencian el negacionismo y la pseudociencia?"

La actitud de la ciencia, la pseudociencia, el negacionismo y la conspiranoia

Siguiendo a Sagan, McIntyre señala una obviedad para quienes estudian y denuncian la pseudociencia y los sistemas de creencias irracionales: sus promotores son crédulos, o sea, podríamos decir que la pseudociencia "cumple" con uno de los requisitos de la idea esencial del pensamiento científico, a saber, la capacidad de tener una "mente abierta" para el asombro. En cambio, McIntyre nota que el negacionismo de la ciencia contrasta con las pseudociencias más clásicas, dado que está cerrado a nuevas ideas (o podríamos decir, ideas contrarias a lo que creen, aunque tengan más de un siglo, como la evolución en el caso de los creacionistas).

Puede que Sagan se adelantara a su tiempo y al campo de los estudios del negacionismo, al ofrecer una noción que apunta al menos a lo que puede estar mal en el negacionismo, como afirma McIntyre:

La actitud científica exige tener en cuenta la evidencia porque puede cambiar nuestra manera de pensar. Pero para los negacionistas no hay evidencia alguna que parezca suficiente para cambiar de opinión. Mediante la adopción de la actitud científica, la ciencia dispone de un mecanismo para recuperarse de sus errores, no así el negacionismo. 

En mi humilde opinión, esto hace del negacionismo como un pozo irredimible de tonterías. Vamos a ver, que el resto de pseudociencias no es como tengan mayores esperanzas, pero al menos en casos partiulares como la criptozoología, las terapias alternativas, el psicoanálisis o la parapsicología, tienen o tuvieron alguna vez algún aporte teórico potencial o alguna posibilidad de generarse algún descubrimiento (aunque por sí solo, un descubrimiento no validaría ningún campo ni teoría pseudocientífica) que pudiera incorporarse al cuerpo de conocimientos científicos. Pero con el negacionismo, esto sencillamente sería imposible, porque el objetivo principal no es vender alguna teoría disparatada, sino negar partes del conocimiento de la ciencia (o sus principios, o algunos de sus productos o la ciencia completa) en pro de algún interés extracientífico que los motiva, sea económico o ideológico (religioso y/o político). 

Pero en ambos casos, pseudociencias y negacionismos comparten la semejanza de poseer al menos uno de los requisitos de la idea esencial, pero llevado a un extremo incompatible un equilibrio real entre asombro y escepticismo; además, carecen del segundo elemento necesario, por lo que quedan lejos ambas de la idea esencial que Sagan consideraba que hace la actitud científica (en términos de McIntyre) el requisito básico para la ciencia.

Como punto de partida para su capítulo, McIntyre se pregunta si además negacionismo y pseudociencia tienen más puntos en común que diferencias, aunque abordar sus diferencias a partir de la idea esencial de Sagan le resulta igual de esclarecedor. Es así que McIntyre expone gráficamente la idea esencial, o como la llama este autor, la matriz de Sagan:


Como puede apreciarse, McIntyre también agrega las teorías de la conspiración, un conjunto de creencias más que campos irracionales de creencia que han ido cobrando relevancia para científicos sociales y filósofos en la última década y media, especialmente por su innegable influencia actual en la política (como lo ejemplifican casos de conspiranoias como los de Q'Anon, el gran reemplazo o la ideología de género). McIntyre nos dice que los defensores de las conspiranoias, además de cerrados a nuevas ideas o alternativas a las propias, son crédulos que no cuestionan ni un momento lo que les vende su teórico de la conspiración preferido. Esto lo podemos ver de una manera risiblemente obvia con los terraplanistas, quienes pueden refutar ellos mismos sus creencias al visitar el Polo Sur (aunque el terraplanista viajero sí que tuvo humildad intelectual aceptando que estaba en un error) y aún así seguir creyendo en la conspiranoia del "terraglobismo". 

Con todo interesante que pueda salir de esta matriz, McIntyre sabe que ésta es una aproximación demasiado parcial y simplista, no solo para con la ciencia, sino también para con la pseudociencia, el negacionismo y la conspiranoia:

Siempre es divertido tratar de establecer distinciones tan rotundas y rápidas como las que aparecen en esta matriz. Diría, no obstante, que hay algo mal -o al meno incompleto- en ella. En la práctica, los negacionistas no son tan escépticos ni los pseudocientíficos tan abiertos. Ambos parecen guiarse por una rigidez ideológica que soslaya la verdadera apertura o esceptcismo, y en cambio, parecen tener mucho más en común con las teorías de la conspiración. Aunque la perspicacia de Sagan es estimulante y puede utilizarse como pantalla, el verdadero problema tanto con el negacionismo como con la pseudociencia es la falta de actitud científica.

El problema más obvio, como vemos que McIntyre reconoce de forma elegante, es que es demasiado artificial y da a entender que estas divisiones son tajantes, dejen ustedes para diferenciar ciencia y las demás, sino para diferenciar la pseudociencia del negacionismo o la conspiranoia. En el mundo real, existen campos y teorías que prácticamente no podemos diferenciar. Pensemos nuevamente en el terraplanismo: al menos la corriente dominante en YouTube no solo niega el total de la ciencia física de los últimos tres milenios, sino que además lo hace a partir de una conspiración global que trasciende el espacio y el tiempo mismo al ser un complot que se ha mantenido oculto durante milenios por toda clase de imperios, reinos y naciones con características sociales, políticas, económicas e ideológicas completamente diferentes; y por si fuera poco, intentan mostrar una "alternativa", una clase de lo que podríamos llamar [pseudo]física amateur donde una planeta Tierra con forma de tortilla tuviera alguna clase de sentido. Esto es una pseudociencia clásica, pero también una forma de negacionismo dogmático con una de las más delirantes teorías de la conspiración como base. 

Pero no hace falta pensar en extremos tan difíciles de concebir para quien no los comparte, como es el terraplanismo. ¿Acaso la homeopatía y otras pseudoterapias no son defendidas apelan a que, si los médicos científicos no las aceptan es porque o son ignorantes o son pagados por Big Pharma? ¿No es cierto que los creacionistas bíblicos niegan la evolución porque creen que un invento satánico, inmoral y materialista? ¿Y no aseguran los ufólogos que si los científicos se burlan de sus momias tridáctilas o sus balones de aluminio es porque hay un complot que maneja a sus críticos desde la sombra para que no se sepa la verdad? La conspiranoia y el negacionismo parecen ser también inherentes a las pseudociencias clásicas, aunque en un menor grado que si habláramos a la inversa. 

Al final, la matriz de Sagan es una herramienta más con la que los escépticos pueden reflexionar sobre la demarcación entre campos y teorías irracionales, pero no deja de ser una herramienta demasiado limitada. De cualquier modo, McIntyre ve en la matriz de Sagan la tesis principal que él defiende en su obra: lo que distingue a la ciencia de otros campos, es su actitud frente a las ideas nuevas al mismo tiempo que no pierde de vista que éstas deben ser sometidas a un duro escrutinio con metodología clara y un trabajo colaborativo, ya que la actitud científica de la que habla McIntyre no es individual, sino colectiva. 

La actitud científica no es (o no solo eso sería) un rasgo de personalidad o parte de la psicología de alguien, sino que sería una propiedad de la ciencia como actividad social o humana que es. No nos ayuda a demarcarla, porque esta actitud puede ser compartida colectivamente en otras actividades humanas (como ocurre en la tecnología, la ingeniería, la filosofía y como idealmente debería ocurrir en la política), pero su ausencia, como muestra la matriz de Sagan, sí es un indicativo de cuando una teoría o un campo sencillamente se ha desviado del camino correcto.

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* La actitud científica, por Lee McIntyre, Cátedra, España, 2020.

* El mundo y sus demonios, por Carl Sagan, Planeta, México, 1997.

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