jueves, 4 de abril de 2013

Pseudociencias "muertas" II



Luego de varios meses de crear la primera parte de pseudociencias “muertas”, por fin me di el tiempo para dar a conocer la segunda parte. ¡Gócenlo! Ok no.

Dejando de lado la carrilla y el cotorreo, y recordando este fenómeno histórico llamado pseudociencia, hay que tener presente que este artículo, junto con su primera parte, es en realidad anacrónico, es decir que desde el punto de vista histórico sería incorrecto llamar a cosas como la demonología o la monadología como pseudociencias, ya que cuando estas disciplinas fueron creadas no existía el término pseudociencia… ni del de ciencia.

Otro punto aclaratorio que hay que tener en cuenta, es que estas pseudociencias “muertas” están muertas entre comillas. Los magufos de la new age y los vendedores de chifladuras devuelven a la vida a cada tontería antes considerada conocimiento serio, que no es imposible que en nuestros días no podamos encontrar uno o dos ejemplos de estas formas de irracionalidad siendo practicadas en algún centro esotérico… o en un centro universitario, ya nadie sabe.

 Con estos puntos aclarados, les presento un top 10 que estoy seguro no se salvará de la controversia al meter conceptos propios de la filosofía y la teología (como la demonología y el marxismo), y tacharlos de charlatanería pseudocientífica pura. Con esto no quiero decir que corrientes o doctrinas filosóficas sean pseudociencias, sino que algunas ideas pueden escapar de la filosofía y venderse falsamente como ciencia, al tratar de interpretar el mundo natural y/o social, y asegurar que dicha interpretación se contrasta con la realidad. Lo mismo pasa con la religión y la teología.

Ahora sí, veamos cuáles eran las magufadas que antes de la segunda mitad del siglo XX se solían vender al público.

10. Demonología. De acuerdo a la Enciclopedia Católica, la demonología se define como “la ciencia o doctrina sobre los demonios”. Siendo esta análoga a la teología o “ciencia o doctrina sobre Dios”. Luego de esta definición tan… “controvertida” (por decir lo menos), la Enciclopedia nos dice que existe una “demonología falsa”, la cual es el estudio místico del diablo y los demonios, que solo busca que el individuo se acerque a las doctrinas de Satanás.

Para nuestra buena suerte, hay una “demonología verdadera”, es decir, una verdadera doctrina católica sobre los demonios y espíritus malignos. Hay que ser francos, y adelantarnos, antes de hacer suposiciones; la Enciclopedia Católica asegura que la teología y la demonología son ciencias, pero también nos dice en qué sentido definen ciencia.

El concepto ciencia con el cual se entiende a la teología y la demonología es el concepto clásico, que nos dice que ciencia es “un seguro y evidente conocimiento obtenido a partir de las manifestaciones.” Esta definición fue dada por el filósofo griego Aristóteles, la cual es complementada con la definición que dio el teólogo Tomás de Aquino, quien aseguraba que la ciencia  es “el conocimiento de las cosas de sus causas”. Todo esto tiene poco o nada que ver con el concepto actual de ciencia.

Si aceptáramos el concepto aristotélico-tomista de ciencia, no solo nos veríamos obligados a aceptar a la teología y la demonología como ciencias legítimas, sino que además cosas como la astrología, la metafísica o las técnicas de artesanías también las consideraríamos ciencias, cosa que evidentemente no son. Para calificar a la demonología de pseudociencia, tenemos que mirarla de forma anacrónica y analizar su cientificidad basados en el concepto actual de ciencia, incluyendo al método científico y al pensamiento crítico para realizar tal juicio.

Si bien, la creencia en demonios y espíritus malignos es tan antigua como la creencia en los dioses, el “estudio” de estos seres no es tan antiguo. La demonología como rama independiente de la teología que especula en base a la doctrina cristiana y el fundamento bíblico sobre el origen, descripción e historia de los demonios, data de principios de la Edad Media.

Uno de los análisis más antiguos de este tema es el de Máximo de Tiro, un filosofo griego que en 180 d.C. calculó que existían 30, 000 demonios. Para este tiempo, la figura del diablo aun no nacía propiamente. La idea de un único espíritu maligno causante de las desgracias humanas no llegaría sino hasta varios siglos adelante. Durante el siglo XVI, el demonólogo alemán Jean Wier afirmó que  el infierno contaba con 72 príncipes y 7, 405, 926 diablos, divididos en 1, 111 legiones con 6, 666 demonios cada una. Los principales demonios, según Wier, eran Malfas, Eurinomo, Leonardo y Ganga Gramma.

En el 447 d.C, en el Concilio de Toledo, 30 sínodos de la Iglesia Católica analizaron, discutieron y determinaron la forma física del diablo: un ser negro, monstruoso, con cuernos en la cabeza, orejas de asno, garras y mirada amenazante, enorme pene y olor a azufre.

La forma física del diablo, el número de demonios que habitan el infierno, los nombres de los demonios, los cultos que adoraban al diablo e incluso las razones por las cuales ocurre una posesión demoniaca, fueron objeto de “estudio” para los demonólogos, que por cierto, nunca vieron un demonio y seguramente no tuvieron alguno en una mesa para analizarlo y determinar características físicas ni nada por el estilo.

Si analizamos la creencia en demonios desde un punto de vista histórico (un punto bastante serio y que sí se basa en la evidencia), encontramos que gran parte de las características descritas por la demonología acerca del diablo y sus secuaces, no son más que la compilación de viejos mitos paganos (como el mito del fauno o los miles de ídolos sumerios que probablemente inspiraron la forma física del diablo, con el único propósito de causar miedo a los fieles), especulación carente de sentido (como el decir la cantidad de habitantes del infierno) y una ignorancia de trastornos mentales como el síndrome de Tourette, la epilepsia y la esquizofrenia (en los casos de posesiones y exorcismos).

Hoy en día, aunque aun podemos encontrar exorcistas y  alguno que otro pseudocientífico asegurando que hay una relación entre las técnicas de exorcismo y la psiquiatría, lo cierto es que las especulaciones airadas de la demonología forman parte de los variados ejemplos en los que filósofos y teólogos medievales que no tenían nada mejor que hacer, realizaban afirmación tras afirmación que en nuestros tiempos no parecen más que un montón de chistes blancos.


9.  Mancias extintas. Una mancia o mántica se define como una técnica o arte de poder adivinar el futuro a través de fuentes sobrenaturales. De este modo, la astrología, lalectura del Tarot y la quiromancia representan las mancias o artes adivinatorias más famosas en la cultura popular. Sin embargo, la necesidad de querer saber lo que ocurrirá antes de que ocurra ha empujado a los seres humanos a crear cientos de técnicas, muchas de ellas, bizarras y ridículas. Aquí les presento algunas:

*Aleuromancia: arte adivinatoria que consiste en adivinar el futuro al leer las formas que se hacen al azar arrojando harina de trigo.

*Amniomancia: predicción fundamentada en el líquido amniótico que se arroja durante el alumbramiento.

*Aruspicina: adivinación a través de la observación de las entrañas de animales sacrificados especialmente.

*Axiomancia: observa e interpreta las formas que produce, en diversas superficies, el golpe de un hacha.

*Bibliomancia: técnica adivinatoria que consiste en hacer una pregunta y abrir al azar la Biblia para encontrar la respuesta.

*Calcomancia: Parte de sonidos que se obtienen al golpear recipientes de diversos metales, como cobre y latón.

*Ceromancia: existen dos variables de este mancia. Por un lado, están los que interpretan la forma de la cera escurrida de una vela, y por el otro, los que interpretan las formas de la cera derretida que cae en el agua.

*Cromniomancia: el arte de adivinar a través de una bola de cristal.

*Dominomancia: interpreta la posición y el valor numérico de las fichas de dominó al ser arrojadas al azar.

*Felidomancia: observa la conducta y aspecto de los gatos, en especial sus ronroneos.

*Hipomancia: registra la forma en que marchan los caballos durante un desfile.

*Nefalomancia: Encuentra mensajes ocultos en la forma que presentan las nubes del firmamento.

*Onfalomancia: Intenta recibir revelaciones a través de la contemplación del propio ombligo.

*Suspiromancia: método adivinatorio que parte de la duración y melodía de los suspiros de un ser amado.

*Traumatomancia: explora la forma que tienen los golpes, heridas y cicatrices para saber el futuro.

*Uromancia: considera que el porvenir está oculto en el color de la orina y la forma de las burbujas que produce.

La lista de mancias  no termina aquí, pero estas son las que me han parecido más chistosas. Existen también técnicas de adivinación mirando estrías, líneas de expresión, huellas digitales de los pies, e incluso líneas y marcas en las nalgas de las personas. Si nos pusiéramos a mirar todas y cada una de estas técnicas tendríamos que hacer un libro entero (y sí los hay).

Por ahora, vayan al baño o escuchen a su gato o mírense el ombligo y averigüen por sí mismos si alguno de estos métodos funciona… claro, luego de que acaben de leer esta cuenta regresiva.


8. Magnetismo Animal Dañino. Si bien, vimos de qué se trataba el mesmerismo y el magnetismo animal en la primera parte de esta serie, el magnetismo animal dañino no tiene mucho que ver, pues es un concepto distinto, creado un rato después de que el mesmerismo se había declarado como fraude. El magnetismo animal dañino se refiere a la acción de manipular "las energías del universo" para causar daño o envenenar una persona.

El concepto, creado a finales del siglo XIX principios del siglo pasado por la legendaria magufa Mary Baker Eddy, fundadora de una extraña religión llamada Ciencia Cristiana, y del curandero magnético Phineas Parkurst Quimby, descansa bajo la idea de que existe un "fluido" en todas las cosas del universo. Este "fluido universal" puede llegar a ser controlado por ciertas personas para causar daño físico.

El magnetismo animal dañino es, la "explicación científica" de cómo los brujos pueden hacer brujería. ¿Cómo es que el vu-dú puede hacer daño? No son demonios, es magnetismo animal dañino. Por supuesto que para ser una hipótesis científica nada más le falta ser verificable, contar con evidencia, explicar un fenómeno auténtico, y tener por lo menos una base teórica bien definida, pero de ahí en más, tiene todas las características de ser una explicación legítimamente científica (sarcasmo).

Tan disparatado como esto pueda sonar, los seguidores de Baker Eddy continúan afirmando hasta nuestros días que el magnetismo animal dañino es parte fundamental de su doctrina .

Como sea, y para no hacerla demasiado larga, en palabras del investigador Robert Todd Carroll, si bien "podría decirse que las ideas de Mesmer representaban la falta de comprensión del efecto placebo, Eddy sería la representante de aquellos que carecen de conocimientos del poderoso efecto nocebo".

Véase más: Malicious Animal Magnetism, entrada del Skeptic's Dictionary.

7. Test de Rorschach. El test psicológico de Rorschach consiste en un conjunto de 10 manchas de tinta distintas sobre hojas de papel, y el objetivo es hacer que el paciente se "proyecte" en dichas manchas. Es decir, se le pide al paciente que interprete, o mejor dicho, que proyecte lo que siente en las manchas. Luego de que el paciente interpreta (o bueno, se proyecta en) las manchas mostradas, debe haber alguien que interprete las interpretaciones (digo, perdón, proyecciones) del paciente, y así "avanzar" con la psicoterapia.

En esta prueba no existen respuestas correctas ni equivocadas (quizás por eso es que se trata de una prueba subjetiva), los intérpretes que interpretan las interpretaciones del paciente sobre las manchas de tinta (o sea, una especie de psicoterapeuta, pues) tienen consigo un conjunto de "respuestas normadas", que es lo mismo que decir "las respuestas más comunes". A partir de este análisis proyectivo, se busca evaluar si el paciente tiene una personalidad "normal" o si padece de alguna enfermedad mental o un transtorno de personalidad.

Ahora, ¿cuál es el problema con este tipo de diagnóstico psiquiátrico? Lo que Herman Rorschach (el creador de este análisis) junto con sus seguidores no pudieron ver en su tiempo, es que la interpretación del psicoterapeuta sobre las interpretaciones que interpretó el paciente sobre las manchas de tinta (demasiado largo, ¿no?) carecen de sustento científico. Dicho de forma simple, este tipo de test no se basa en la evidencia que pueda arrojar el propio test, sino cómo la persona que lo está aplicando interpreta los resultados. De este modo, las interpretaciones que haga el psicoterapeuta no serán más científicas que la lectura del Tarot o el horóscopo del periódico.

Los defensores del Test Rorschach toman como base una falacia, la apelación a la autoridad, pues suponen desde el principio que quien está aplicando el análisis sabe cómo interpretar la personalidad analizada basada en manchas de tinta. Es como decir que confiemos en el astrólogo porque es alguien que sabe interpretar la personalidad de las personas mirando las constelaciones. Los defensores de Rorschach nunca pudieron demostrar la diferencia entre su práctica y la de los adivinadores de circo.

En la actualidad, esta practica es mirada por la mayoría de psicoterapeutas como algo de los libros de historia que ven cuando cursan la carrera. Sin embargo, en tiempos recientes no falta quién siga queriendo interpretar o proyectar las proyecciones que alguien que se proyectó en manchas de tinta. En 2009, por ejemplo, hubo una disputa en la versión inglesa de la Wikipedia sobre si los pacientes podían o no engañar al test, olvidándose por completo de la validez nula de dicho examen.


6. Craneometría. La historia de la antropología forense tiene ciertos baches en su camino hacia su validación como una ciencia. Uno de estos baches que por buen tiempo se miró como un puente para mejorar la circulación, fue la craneometría.

Influenciados por ideologías racistas, los antropólogos del  siglo XIX creían que los rasgos craneales podían determinar la raza, el temperamento, la inteligencia o la posibilidad de ser un criminal de un individuo determinado. De este modo, la craneometría se volvió de vital importancia en estudios de antropología y medicina forense. El supuesto subyacente en esta teoría es que el tamaño y la forma del cráneo de una persona determina aspectos como la capacidad de resolver problemas de racional (inteligencia) o la conducta moral.

Esta idea carece de evidencia alguna, sin embargo, en el siglo XIX nadie pensó que este hecho fuera relevante. Los "estudios" que demostraban que cierto grupo humano (como los británicos, quienes hicieron este tipo de "estudios") era superior racialmente, basados en la craneometría no faltaron en los años 1800s.

Como miembros de una raza superior, no solo los miembros de otros grupos humanos eran inferiores, sino que dentro del grupo de la raza superior también existían "niveles" de superioridad. Por supuesto, el más inferior del grupo que se autoproclamaba la raza superior seguía teniendo más derechos que un individuo de otra raza inferior. A este tipo de disparate se le suele conocer como falacia de la división.

En Francia, el médico y anatomista Paul Broca, llegó afirmar que las mujeres eran inferiores a los hombres, porque el cráneo de las mujeres es más pequeño que el de los hombres. Argumentó que las mujeres no debían recibir educación superior universitaria, porque sus pequeños cerebros no podrían manejar tal demanda de esfuerzo.

A mediados del siglo XIX, el genial arqueólogo August Pitt Rivers inventó el "craneomedidor", con el cuál se podían hacer mediciones más exactas sobre las diferencias raciales en el cráneo de las personas.

Ya en el siglo XX, los nazis, usando craneometría, entre otras pseudociencias, diferenciaban a su población entre arios y todos los demás. Los belgas usaron las mismas teorías para distinguir a hutus y tutsis.

La realidad es que, si bien es posible encontrar ligeras variaciones en los cráneos humanos dependiendo de la zona geográfica de donde se recolecten, lo cierto es que dichas variaciones no demuestran la superioridad de ningún grupo o raza en específico. Esta idea se sustenta en el mito de que, entre más grande tengas la cabeza debes ser más inteligente. La misma falacia se aplica cuando se trata de asegurar que un género es superior a otro. Es cierto que las mujeres, en promedio, tienen un cráneo más pequeño que el de los hombres, pero esto tiene que ver más con la proporción del cuerpo (las mujeres son más bajas, lo que significa que debe de ser un cráneo más pequeño para equilibrar el peso de todo el cuerpo y mantenerlo bien proporcionado) que con la superioridad de uno o de otro.

Hoy en día no es imposible encontrarse a algún craneómetra perdido en la web, pero pasan básicamente desapercibidos. 

Véase más: Craniometry, entrada de The Skeptic’s Dictionary.

5. Rayos N. A principios del siglo XX, la investigación en radiación se popularizó, haciendo de esta área una de las más investigadas y más prolíficas de la época. En 1895 (finales del aun siglo XIX), luego de algunas controversias y estudios dentro de la comunidad de científicos, el físico alemán Wilhelm Conrad Rötngen descubrió los famosos rayos X. Tan solo ocho años después, en Francia un nuevo estudio prometía un nuevo descubrimiento (no me digas).

A principios de 1903, el físico René Blondlot descubrió, luego de ciertos experimentos en la Universidad de Nancy, un tipo de radiación única. Blondlot la bautizó como rayos N (en honor a la universidad y la ciudad en la que hizo el descubrimiento); de acuerdo a esto, los rayos N son un tipo de radiación liberada por cualquier tipo de sustancia, excepto (extrañamente) por la madera y los metales "anestesiados" (empapados con éter o cloroformo). Blondlot nunca supo explicar por qué estas sustancias no irradiaban los rayos N.

Sin importar este punto a los físicos franceses de comienzos del siglo pasado, en poco menos de un año ya existían más de 30 estudios que confirmaban la existencia de los rayos N. Todo iba viento en popa para Blondlot y su gran descubrimiento, hasta que a mediados de 1903 la revista Nature envió al físico Robert Wood a investigar las afirmaciones de Blondlot y sus seguidores.  La principal sospecha era que había una falla en la metodología por la cuál se buscaba corroborar la existencia de los rayos N.

Blondlot utilizaba un espectroscopio con un prisma de aluminio recubierto con hilo en el interior. Los rayos N se refractaban por el prisma hacia afuera en un espectro. La única forma de detectar los invisibles rayos N  era esperar que un hilo tratado (principalmente con sulfuro de calcio) se iluminará luego de que los rayos lo atravesaran; la iluminación del hilo se reportaba entonces como una "detección" positiva de los rayos N. Ya desde hacía un tiempo, diversos laboratorios denunciaban a Blondlot, pues los resultados de sus experimentos eran imposible de replicar de forma controlada. Este hecho pasó desapercibido para los físicos franceses quienes continuaron "experimentando" con los rayos N. Esto cambió luego de la investigación de Wood.

En los laboratorios, cuando las luces se apagaban para comenzar con la detección de los rayos, Wood secretamente quitaba el prisma de aluminio del espectroscopio; se suponía que no era posible "detectar" el fenómeno sin el prisma. A pesar de la pequeña "trampa", los experimentadores aseguraban detectar los rayos N de forma exitosa. Solo podía haber una de dos posibles explicaciones, o los rayos N se podían detectar aún sin instrumentos de detección o simplemente el experimento estaba sesgado.

Wood informó a Nature que los experimentos se encontraban sesgados, los investigadores usaban una metodología muy subjetiva y no se encontró evidencia alguna de la existencia de los rayos N. Luego de la publicación de esta carta titulada The N-Ray publicada en Nature en septiembre de 1903 (y  traducida al francés un mes después en la Revue Scientifique), las investigaciones sobre rayos N decayeron casi al 100%  Luego de esto, solo se volvió a presentar una última confirmación de los rayos N en la Academia Francesa de Ciencia.  El golpe, sin duda alguna fue duro.

Luego de retirarse en 1909, Blondlot continúo buscando, de forma infructuosa, evidencias de los rayos N. Este caso en partícular es recordado por los historiadores y filósofos de la ciencia como un caso que demuestra cómo los prejuicios y sesgos ideológicos (pues los alemanes habían descubierto los rayos X. Francia no podía quedarse atrás) podían llegar a falsear los resultados de la investigación científica. Este fenómeno es conocido como ciencia patológica, en el que el investigador está mas que seguro ante de comenzar los experimentos, de que tendrá resultados positivos. Luego, cualquier anomalía encontrada es supuesta como una confirmación de la teoría ya presupuesta desde antes como verdadera.

Véase más: What Ever Happened to N-Ray? por Terence Hines, con el artículo original de Robert Wood, The N-Ray anexado, en eSKEPTIC.

4. Cosmogonía glacial de Hörbiger. Desde hace un tiempo para acá, se ha venido formando un extenso y complejo debate sobre si la ciencia es mejor que la filosofía para resolver las grandes incógnitas del Cosmos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Si bien, la filosofía ha sido bastante buena en problematizar sobre estos asuntos, lo cierto es que la ciencia ha sabido proporcionar resultados que explican de manera elegante y coherente teorías que explican algunos de estos acertijos mentales.

Sin embargo, la ciencia y la filosofía no han sido las únicas manifestaciones culturales en tratar de explicar el mundo. También han existido cosmologías pseudocientíficas que intentan explicarlo todo (bueno, también la religión ha intentado explicarlo todo, pero por ahora no es el punto). Una de estas visiones universales que no se basaba en nada más que un sueño y una imaginación frondosa, es la cosmogonía glacial de Hans Hörbiger.

¿De qué se trata? Bueno, para no hacerla muy larga, la síntesis que hace Pablo Fernández en Ojo Científico explica bien sus bases:


Esta teoría sostenía que todo el cosmos estaba formado por distintos anillos de hielo y que dicho hielo caía constantemente hacia las estrellas y los planetas, incluyendo al sol y a la Tierra, y era esto lo que permitía nuestra subsistencia biológica ya que, de no ser por este hielo cósmico, la Tierra se habría convertido en un desierto mucho tiempo atrás.
Para Hörbirger, el hielo se encuentra virtualmente en todo el cosmos y cubre tanto los planetas como los cometas y meteoritos. En el espacio se encuentra algo disperso aunque consideró que era fácil percibirlo mediante cálculos matemáticos y la observación de los rayos de luz.
También desarrolló explicaciones a algunos acontecimientos astronómicos mediante la presencia del hielo. Dijo, por ejemplo, que las explosiones en la superficie del sol se producían por el choque de grandes bolas de hielo contra el sol. 
En tiempos en los que la ciencia astronómica no había sido completamente desarrollada, estas teorías resultaron impactantes y el propio Hörbiger se encargó de popularizarlas. Si bien en los ámbitos académicos y científicos fue muy resistida y refutada, Hörbiger las lanzó al ámbito público y fuera de los círculos científicos.
 Los elementos de su teoría que remiten a la eterna lucha del hielo contra el fuego y algunas consideraciones acerca de problemas que no habían sido resueltos, tanto astronómicos y geológicos, como de la ciencia en general y también algunos de tono espiritual, ayudaron a que la teoría cosmogónica glacial se convirtiera en algo importante y discutido por el público general.
Hörbiger era un ingeniero y aficionado a la astronomía. Sus ideas fueron aceptadas por el público ajeno a la ciencia, especialmente fue una cosmovisión promovida por simpatizantes del régimen nazi como una visión del Cosmos que presuponía la superioridad de la raza aria.

Lo cierto es que la validez científica de esta hipótesis siempre estuvo en duda y fue denunciada como pseudociencia por grandes científicos de la época, entre ellos el físico Werner Heisenberg.

Véase más: La cosmogonía glacial de Hans Hörbiger, entrada publicada por Pablo Fernández en Ojo Científico.

3. Eugenesia. No han sido pocos los casos en los que se ha intentado mezclar la ideología imperante de una cierta época con la ciencia de dicho contexto. Así tenemos los intentos del darwinismo social, el lysenkoismo, la antropología nazi  (expuestos en la primera parte de esta serie) o los casos ya expuestos como los de la craneometría o la cosmogonía glacial (y lo que viene todavía), como claros ejemplos de este tipo de tonterías.

Muchos no tardan en decir que la eugenesia es otra más de este tipo de pseudociencias que buscan sustentar una ideología política, en este caso, el liberalismo discriminador, consumista e imperial. En realidad, la eugenesia nace como un auténtico intento científico de investigar el funcionamiento y mejoramiento de la sociedad con fundamento biológico, o por lo menos, ese era el objetivo que planteaba Francis Galton.

Galton, primo del legendario Charles Darwin, y un entusiasta de la teoría de la evolución por selección natural, estaba interesado en los estudios de la herencia y en la "idoneidad" de la especie humana (áreas que Darwin casi no tocó). De este modo, a finales del siglo XIX, Galton pensó que la selección artificial podía ser utilizada en el ser humano, para así mejorar la raza. En 1883 en sus  Investigaciones de la Facultad Humana y su Desarrollo, Galton bautizó a su idea como eugenesia.

Sin embargo, el entusiasmo que despertaba la libre empresa se mezcló de inmediato con otras ideologías imperialistas y eugenésicas en alza. Tal como nos narra la profesora Janet Browne en La Historia del Origen de las Especies, para los pensadores de esa época "la supervivencia de los más aptos apoyaba la creencia en diferencias raciales innatas y parecía justificar en el plano internacional las continuas contiendas violentas por la conquista de territorios y poder político."

Doctrinas como el darwinismo social y prácticas como la eugenesia justificaban la discriminación de clases, el racismo, el imperialismo, el libre mercado, la represión de pueblos conquistados y la superioridad de algunos grupos humanos (por lo regular, europeos de raza blanca). La eugenesia fue apoyada y practicada por gobiernos europeos variados. En los Estados Unidos, por ejemplo, el biólogo Charles Devenport sentó las bases para el establecimiento de programas de eugenesia.

El movimiento progresista defendía abiertamente la eugenesia, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, encontrandose en sus filas destacados personajes como los presidentes estadounidenses Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson, y figuras políticas internacionales como Herbert Hoover y Winston Churchill.

Pero posiblemente la figura histórica con las que más se suele asociar la eugenesia no sea otro más que Adolf Hitler y la ideología nazi. Bajo la idea de crear la raza pura aria, los nazis llevaron acabo un agresivo programa eugenésico consolidado en la Ley para la prevención hereditaria enfermiza, dando como resultado la esterilización forzada de más de 400 mil personas diagnosticadas con discapacidades físicas y/o mentales. No pasó mucho tiempo para que las campañas de esterilización se convirtieran en campañas de exterminio al diagnosticar a las personas con discapacidad como "no aptos para vivir", dando como resultado de estas campañas a más de 200 mil niños y adultos asesinados en instituciones psiquiátricas.

La máxima difusión de esta idea de purificar o perfeccionar una raza sería una justificante "científica" para el aniquilamiento de millones de judíos, negros, homosexuales y todo tipo de humano "indeseable" en los campos de concentración nazi.

Algunos desarrollaron un sentimiento anti-eugenésico por la asociación casi inmediata de esta práctica con el nazismo, pero este sentimiento en sí es falaz pues se sustenta en un argumento ad hitlerum. No se considera que los estudios eugenésicos principales no consideraban en lo más mínimo al nazismo (ciertamente ni Galton, ni Roosevelt o Churchill eran nazis).

Más allá de un prejuicio histórico por apoyar ideologías criminales, la eugenesia carece de sustento científico. "El defecto más evidente con la eugenesia es que combina rasgos fenotípicos con rasgos genotípicos", nos dice la RationalWiki en lo absurdo de la eugenesia

Otro punto importante es que las teorías evolutivas no pueden aplicarse a una sola especie, sino que se aplican a la diversidad biológica en general. El concepto raza no tiene sentido desde el punto de vista genético, pues un hombre negro no es diferente de un latino o de un hombre europeo blanco. Esto mismo se aplica a las razas de otros animales. También es un sinsentido considerar a personas pobres o de clase baja como "inferiores" en un sentido social o biológico. El concepto de "pureza racial" es una concepción dogmática propia de ideologías obsoletas, no de teorías científicas.

Véase más: Eugenics, entrada de la RationalWiki; La Historia del Origen de las Esecies, de Janet Browne, Edit.Debate.

2. Marxismo científico. Por marxismo se entiende al conjunto de teorías, doctrinas y movimientos derivadas (principalmente)  del pensamiento de Karl Marx. Marx, junto a su amigo, el economista Friedrich Engels, inspirados por la dialéctica de Hegel, la crítica filosófica de Feuerbach y las teorías económicas de Adam Smith y David Ricardo, tomaron "lo mejor" de estas filosofías, y sustentándose en el estudio histórico y crítico, refutaron varias nociones en filosofía, economía y política de su época (es decir, refutaron las filosofías y teorías en las que se inspiraron).

El marxismo, junto al darwinismo y el utilitarismo, suele ser visto por los historiadores como una de las grandes revoluciones intelectuales del siglo XIX. El marxismo es la base de la ideología comunista (consolidada por Lennin, Trotsky y Stalin); ciertamente no se puede hablar de filosofía, ideología o historia de la economía si no se habla de marxismo. La crítica al sistema capitalista y la discriminación de clases, la refutación del idealismo hegeliano y la refutación de nociones absurdas de Feuerbach son algunos de los puntos más valiosos que aporta el marxismo para la cultura.

Marx buscaba sinceramente un marco teórico que explicara la historia y predijera el futuro de la humanidad. Esta idea de que la historia no solo nos ayuda a comprender el pasado sino que también puede predecir el futuro (en un sentido teleológico) se le denominó socialismo científico. Este fue el inicio del marxismo como una pseudociencia.

Antes de continuar, hay que dejar en claro que el marxismo es una filosofía y una ideología que en sus inicios (en los estudios de Marx y Engels, antes que existiera la ideología marxista propiamente dicha) trató de ofrecer una teoría histórico-económica (y por tanto científica) que no solo pudiera dar las herramientas para entender la historia, la política y la economía, sino que además, dicha comprensión fuera el punto de arranque para la revolución social que tendería naturalmente hacía el comunismo (aún se discute si Marx realmente pensaba en un comunismo utópico). Por otra parte, la ciencia marxista es una pseudociencia, prácticamente desaparecida, que afirmaba que el materialismo histórico y el socialismo científico son auténticos métodos de investigación que nos dan conocimientos certeros sobre historia, economía y política.

Los críticos tanto del marxismo como de la ciencia marxista no son pocos. Entre los más destacados intelectuales que buscaron refutar estas ideas se encuentran Bertrand Russell, Karl Popper y Mario Bunge. La principal crítica se centra en el socialismo científico, siendo tachado de historicismo sin sentido. En primer lugar, el socialismo científico busca explicar un alto rango de fenómenos con un solo marco teórico, lo que hace que el marco teórico no sea ni científico ni filosófico (ciertamente, una sola teoría científica o filosófica no puede explicarlo todo). El socialismo científico presenta un sesgo de confirmación, pues en vez de buscar refutar y verificar la validez de la teoría, todo lo que busca son resultados que apoyen la teoría que ya se tiene por cierta antes de siquiera investigar.

La idea de que basados en la historia podemos predecir el futuro de la sociedad, como si existiera un patrón progresivo que puede ser detectado en el pasado y extrapolado en el futuro no tienen ningún sustento verificable; más bien, parece una afirmación metafísica fácil de refutar con la problemática social actual. ¿Cómo podría el materialismo histórico ofrecer una refutación a priori de esta posibilidad?

Otra crítica importante es la que se hace a la doctrina marxista económica. Si bien en su momento El Capital (y obras similares) se miró como una revelación en la economía, lo cierto es que mucho de sus fundamentos son obsoletos para el fenómeno económico del siglo XXI. La teoría de valor-trabajo, por ejemplo: "el trabajo  de una mercancía está mal definido en presencia de trabajo heterogéneo o tareas heterogéneas de trabajo. Asumiendo incluso que el concepto podría ser definido, no tiene un papel útil que cumplir. Los precios en equilibrio y la tasa de ganancia pueden determinarse sin mencionar los valores-trabajo", afirma el analista Jon Elster en su ensayo ¿Qué vive y qué está muerto en la filosofía de Marx?

Ante críticas tan serias a un sistema teórico que prometía ser una auténtica revolución tanto
intelectual como social, los verdaderos estudiosos que reconocieron estas refutaciones decidieron continuar con el análisis crítico del marxismo. Así, desterrando la falsa idea de que el marxismo está muerto totalmente como filosofía, nace el marxismo analítico. El marxismo analítico, basado en los principios críticos de la filosofía analítica, busca aclarar o, mejor dicho, disolver pseudoproblemas dentro de la doctrina marxista; lo que se ha encontrado es que, si bien teorías y afirmaciones como la teoría de la alienación, las ideas de explotación y crítica a las clases sociales aunque apenas rescatables, la mayoría de las nociones del marxismo y la ciencia marxista son inválidas, contradictorias y deben morir en el pensamiento marxista actual.

Ejemplos de conceptos y teorías muertas dentro de la filosofía marxista se encuentran los ya destacados materialismo histórico y socialismo científico; el materialismo dialéctico, principios teleológicos en el materialismo histórico, la teoría económica marxista del valor-trabajo, la teoría de fuerzas productivas y las relaciones de producción son también visiones obsoletas que presentan datos oscuros y pseudocientíficos.

El marxismo analítico no busca revivir al antiguo marxismo o validar al pseudocientífico marxismo científico, sino que busca aclarar conceptos para así llegar a un "meta-marxismo" que en verdad tenga algo que aportar a la problemática social y filosófica.

Véase más: "¿Es el marxismo científico? Una crítica científica (no política) al marxismo", artículo monumental de José María Gallardo Chemazdamundi; Seudociencia e Ideología, de Mario Bunge, Editorial Alianza; La Miseria del Historicismo, de Karl Popper, Editorial Alianza; Una Introducción a  Karl Marx, de Jon Elster, Editorial Siglo XXI.

1. Velikovsky y los Mundos en Colisión. Desde estudios sobre diablos y demonios, hasta ideologías que se hacen pasar por ciencia, llegamos al número uno del top. Considerado por mí como el número uno de las visiones pseudocientíficas extintas por ser una de las concepciones más fantásticas que conozco, Immanuel Velikovsky es uno de los autores magufos que mayor influencia tuvo en su tiempo.    


Las ideas catastrofistas delirantes de este psiquiatra ruso tomaron popularidad con la publicación de su libro Mundos en Colisión, en 1950. De acuerdo a él, Venus no existía sino hasta hace apenas 35 mil años; este planeta sería una parte que se desprendió de Júpiter, convirtiéndose en un cometa por un tiempo indefinido, hasta que la gravedad del sol lo estabilizó en la órbita que actualmente posee.

En vez de basar sus afirmaciones en la observación y la evidencia, Velikovsky usó diversos mitos antiguos para justificar (o demostrar según él) dichas afirmaciones. En la mitología griega, por ejemplo, se habla que la diosa Athena salió de la cabeza de Zeus; Velikovsky interpreta que Zeus es el planeta Júpiter, mientras Athena es Venus, y asegura que el relato mítico en realidad es la interpretación de los antiguos griegos del catastrófico evento. También asegura que eventos como los descritos por el Éxodo bíblico en verdad ocurrieron, pero no como resultado de la intervención divina, sino que las influencias de marea gravitacional que Venus causó al acercarse a la Tierra en su camino hacia su órbita estable, causó que le mar rojo se partiera en dos.

De acuerdo a un capítulo de Mundo en Colisión titulado "amnesia colectiva", Velikovsky "explica" que la separación de Venus del planeta Júpiter y su influencia catastrófica, fue tan traumática que la humanidad "reprimió" estos recuerdos en el subconsciente. De modo que la creación de los antiguos mitos no son otra cosa más que una representación neurótica de aquellos recuerdos reprimidos, recordados en los sueños. Si bien los discípulos de Vewlikovsky piensan que este debería ser reconocido por aportar información relevante a las teorías catastrofistas de la física planetaria, lo cierto es que no existe científico que se le respete que pueda ser capaz de asegurar que Velikovsky tiene una relevancia importante en el castrofismo actual.

Desde sus inicios, las ideas de Velikovsky fueron tachadas de pseudociencia por carecer de cualquier prueba razonable. Sin embargo, Velikovsky logró notoriedad gracias a los grupos de lectura de best sellers. El grupo de los "literatos de Nueva York"  reconocía a Velikovsky como un genio de la talla de Darwin, Einstein o Freud.  Por supuesto, los científicos lo calificaban más bien de la talla de genio que era Ron Hubbard o Erick von Daniken. Es pues, como los que aseguran hoy en día que en los libros de Jodorowsky o de Cohelo existe genialidad y veracidad.

Al igual que el creacionismo y la teoría del antiguo astronauta, Velikovsky busca basar todo su sistema en la interpretación de mitos antiguos, lo cuál no es en lo absoluto una fuente muy confiable de hechos, solo sirve para enriquecer nuevos mitos. La verdadera evidencia astronómica no apoya los sinsentidos de Mundo en Colisión, pues la composición físico-química de Venus es totalmente diferente a la de Júpiter, siendo este último una bola gigante de Hidrógeno en su mayoría. Además no existe razón física para que un cometa saliera disparado de Júpiter hace 35 mil años, y obviamente, no existe evidencia de tal suceso. En conclusión, no hay nada que demuestre que las afirmaciones de Velikovsky sean algo más que un bonito y seductor cuento de ciencia-ficción... más ficción que ciencia.
                                                                                                                                                                                                                                                                 Véase más: Immanuel Velikovsky, entrada del Skeptic’s Dictionary; Top ten Reasons Why Velikovsky is Wrong, de Leroy Ellenberger;  La Ciencia, lo Bueno, lo Malo y lo Falso, de Martin Gardner, Editorial Alianza.

Espero en verdad hayan disfrutado este artículo ya que me tomé mi tiempo para que quedara de lo mejor, buscando exponer de forma breve algunas de las pseudociencias que si bien no están totalmente muertas, son las que se encuentran en peligro de extinción. Sin embargo, las pseudociencias pueden ser como zombis, regresando de la tumba para devorar cerebros, así que mantén los ojos abiertos.

También hay que aclarar que la exposición de estas pseudociencias aquí es ridículamente resumida, por lo que te toca investigar más a fondo sobre estas ideas, teorías y concepciones engañosas.

domingo, 17 de marzo de 2013

¿Por qué no me gusta ser "ateo"?


Si les soy sincero, tenía planeado publicar este artículo dentro de una semana más, pero qué mejor momento para dar a la luz una reflexión personal sobre el ateísmo que en la semana atea.

Desde que tenía 15 años (ahora tengo 20) me declaré abiertamente ateo. De hecho, no recuerdo haberme declarado católico en ningún momento; no digo que no creyera en dios antes, sino que no le tomaba importancia a la religión a tal grado que no tengo recuerdos de cuando decía que era católico (eso porque, supongo, no levantaba controversia ni hacían gestos aquellos que me preguntaban). Como sea, lo cierto es que ya tengo un tiempo razonando este asunto de la religión y la existencia (o inexistencia) de un dios personal, y por más que trato de comenzar desde cero, la verdad es que me resulta absurdo  pertenecer a una religión solo porque “me lo inculcaron”.

Sin duda alguna me parece una abominación el fanatismo y el fundamentalismo religioso, me considero un defensor del estado laico, denunciante de tonterías como el creacionismo o la intromisión de instituciones religiosas en la política o la educación, además de estar en contra del adoctrinamiento de niños y la difusión de las creencias religiosas por ser promotoras de la irracionalidad y el dogmatismo.

No creo en ninguna religión, no creo que exista ningún dios, soy intolerante con la intolerancia a la libertad tanto de credo como de pensamiento, me gusta refutar los argumentos a favor de la existencia de dioses, ángeles o demonios, y considero que la ciencia demuestra que la idea de un dios creador o diseñador del universo es simplemente una idea innecesaria. Sí, soy ateo, y un militante. Soy ateo a mucho orgullo, pero no “por gusto”. ¿Por qué? ¿A qué me refiero con que no me gusta ser ateo?

No piensen mal, no estoy renegando de mis “no-creencias” ni mucho menos empezaré a creer en un dios personal indiferente y lógicamente contradictorio. No empezaré a decir, como dirían antiguos ex-ateos como Antony Flew, que “las evidencias me han llevado a Dios”. Seguiré considerándome ateo por no creer en la posibilidad de un dios y por considerar dicha idea contradictoria, irracional e innecesaria.

De lo que reniego es de esa etiqueta social que se conoce como “ateo”. Una etiqueta que en la sociedad se mira casi tan mal como las etiquetas de “materialista”, “comunista”, “anarquista” o “marxista”. Cuando mis amigos me presentan con otras personas, una de las primeras cosas que destacan de mi es que soy ateo, y lo hacen muchas veces con la intención de empezar a debatir.

Otra cosa de la que no me gusta la etiqueta “ateo”, es que incluso aquellos que se autodenominan ateos miran al ateísmo como un movimiento homogéneo, en el que todos somos del mismo pensamiento, compartimos las mismas cosas y los mismos gustos (por ejemplo, muchos piensas que ser metalero ya es sinónimo de ser ateo, o viceversa, siendo que el Metal no es “mi fuerte”).

Bajo la etiqueta “ateo”, los racionalistas críticos extremos piensan que el ateo que crea en ovnis o en medicinas alternativas no es un verdadero ateo, sino un pseudoateo. Para los “ateos” que creen en ovnis o en medicinas alternativas, no creer en ovnis o en medicinas alternativas no es ser un buen ateo.
Bajo la etiqueta “ateo”,  los anticatólicos y anticlericales extremistas piensan que querer quemar una iglesia, usar la Biblia como papel de baño o acusar al papa de pedófilo es ser un buen ateo, a la vez que mientras que los que piensan (pensamos) que quemar iglesias no es más que un acto de vandalismo tonto, que la Biblia es un libro que debe mirarse con una perspectiva tolerante de escepticismo y pensamiento crítico, y que acusar al papa de pedófilo no tiene sustento (pero sí tiene sustento acusar de cómplice y encubrir casos de pederastas) no son “verdaderos ateos”.

Bajo la etiqueta “ateo” se quiere mirar un montón de cosas: el género, la ideología política, la forma de vida, el nivel de conocimientos, lo que debes y lo que no debes atacar, la intolerancia hacia las religiones o hacia los religiosos (esta última es simplemente estúpida).

En fin, esto es por lo que no me gusta ser “ateo”:

No son pocas las imágenes en pro del ateísmo
militante que muestra publicidad falsa, como esta
que muestra algunos agnósticos (Carl Sagan,
Charles Darwin y Benjamin Franklin) e incluso
panteístas (Albert Einstein) como
auténticos ateos.
No me gusta que las personas piensen que soy diferente a ellos, como si tuviera una moral distinta,  o un comportamiento diferente o como si tratara de iniciar la segunda revolución comunista, solo porque saben que soy “ateo”.

No me gusta que algunos que se proclaman, igual que yo, “ateos” piensen que nos gustan las mismas cosas y que pensamos de la misma forma, como si el ateísmo fuera una especie de religión dogmática que nos dice qué pensar y qué no. Muchos de esos otros ateos no comparten los mismos gustos, hábitos, pensamientos o incluso creencias que yo tengo. En más de una ocasión he tenido debates sobre este punto.

No me gusta ser “ateo” porque es una etiqueta social que se mira como un grupo rezagado de la sociedad, cosa que no son las personas que se reclaman ateas (o que por lo menos yo no soy).

Si bien, me considero un  libre pensador, no me gusta que se generalice, porque la generalización es una tontería. Muchos ateos piensan de forma cuadrada y sesgada, y aun así no creen en dioses.

No me gusta sobre todo, que los ateos piensen que por ser ateos son más inteligentes que las demás personas que viven “hundidas” en la ignorancia de la religión, ni que las personas que sí tienen una religión piensen que el ateísmo (o que yo, como ateo) es un sinónimo de arrogancia y mentalidad cerrada. Yo no creo ser de tal manera.

Pero sobre todo, no me gusta ser ateo porque la idea de que no hubo nadie que nos creara con un plan o un propósito, es deprimente. Me encantaría que alguien viniera conmigo y me diera evidencias y razonamientos (no choros y adoctrinamientos) que demostraran sin lugar a dudas que la postura del ateísmo (que por cierto, solo es eso, una postura) está equivocada.

Sería fabuloso que el Universo entero girara alrededor de nosotros, que somos un “algo” aparte de los animales y de cualquier otro tipo de vida en la Tierra. Me encantaría pensar que el mundo está siendo soportado por elefantes que a su vez están encima del caparazón de una tortuga (y cambiamos el tema si se les ocurre preguntarme sobre qué está la tortuga).

Estoy muy seguro que muchos “ateos” que leen esto, también les gustaría que cosas como la trinidad, el plan de salvación o la segunda venida de Cristo son reales (habrá quienes piensen que no, tal como Christopher Hitchens lo mostraba).


Sí, no me gusta no creer, pero qué se le va hacer. Las creencias religiosas carecen de fundamento, son irracionales y promocionan vicios culturales como el dogmatismo, la ignorancia, la discriminación y la intolerancia. Las creencias religiosas han sido utilizadas para manipular grandes masas y cometer los peores crímenes contra la humanidad y contra la naturaleza misma.

Me encantaría creer, pero la ciencia y la lógica nos muestran que debemos dejar de lado lo que “nos gustaría que fuera”  para así empezar a ver lo “que en realidad es”.

No me creo más inteligente, ni superior, ni perteneciente de una elite solo por ser ateo, pero tampoco me considero un tonto, dogmático o fundamentalista intolerante que deja de escuchar cuando lo contradicen (y jamás he dicho que los que son creyentes en alguna religión son así). De hecho, me caen bien las personas que son capaces de defender sus creencias de forma respetuosa y racional.

Así que en resumen, no me gusta ser “ateo”, pero lo soy. ¡Soy ateo, y a mucha honra!

SI TE INTERESA ESTE TEMA

*¿Por qué no soy un verdadero ateo? Ensayo de Robert Todd Carroll.


martes, 12 de marzo de 2013

Mis tonterías favoritas


Parafraseando el libro Mis enigmas favoritos del famoso magufo Juan José Benítez, decidí ponerme a pensar en las afirmaciones paranormales que más gracia me han causado. Dejando de lado las chifladuras 2012 y el asunto del efecto Nostradamus, decidí crear este top 10; debo decir que no fue fácil, ya que existen cientos de tonterías que me resultan bastante cómicas y, siendo sincero, fascinantes.

Si algo bueno tiene la irracionalidad de la pseudociencia y la superstición es que es maravillosa. Pensar que seres de otros mundos nos visitan, que podemos curarnos con cristales, chochitos u oraciones; que existen reptiles marinos nadando en lagos europeos; que existe vida después de la muerte y que podemos contactarnos con los este hipotético más allá; que podemos mirar el futuro o tener contacto directo con el creador del universo. Simplemente es maravilloso pensar en que todo esto fuera verdad.

martes, 12 de febrero de 2013

Día de Darwin: el primer antidarwinista


Primero que nada...
¡FELIZ DÍA DE DARWIN!

Ahora sí..

El debate entre ideas opuestas ha sido parte de la civilización desde sus inicios. Sin embargo, pocas ideas han trascendido tanto en la historia como lo ha hecho la evolución. Y es que no solo revolucionó las ciencias naturales, sino que provocó una sacudida mental a la ética, la filosofía, la política, la religión y a la cultura en general.

Un día como hoy, pero de 1809 nació la mente que causaría esta increíble revolución, tal vez, la más importante del siglo XIX: Charles Robert Darwin. El gran naturalista (reconocido como uno de los grandes genios de la ciencia, comparable con mentes como Galileo, Newton y Einstein), durante su juventud disfrutó de las enseñanzas escritas que había dejado el teólogo William Paley sobre cómo la naturaleza demostraba la existencia de Dios.

Paley bautizó su apología como teología natural. Para Darwin, esta doctrina dejaba muy en claro por qué el mundo natural es bello y complejo, a la vez cómo esta belleza era la obra indiscutible de un creador. El más famoso argumento de Paley es el argumento del relojero; según este, la vida es análoga a una maquina como un reloj. Si uno encontrara un reloj de bolsillo en una pradera, lo último que alguien pensaría sería que éste llegó a existir por casualidad, de forma espontanea y sin ningún relojero que lo creara. Forzosamente tendríamos que concluir que ese reloj es una maquina demasiado compleja como para haber surgido de la nada, y tuvo que haber tenido un creador para existir. Del mismo modo, la vida es demasiado compleja como para haber surgido de la nada y sin ningún creador. Por tanto, la vida tuvo un creador, y ese creador no pudo haber sido otro más que el Dios bíblico. Por tanto, Dios existe.

La teología natural puede verse como el fundamento filosófico
del actual creacionismo del diseño inteligente.
La bella retórica de Paley cautivó al joven Darwin, y muy probablemente influyó en su decisión de volverse naturalista. Sin embargo, Darwin como hombre de ciencia, y a lo largo del tiempo en que formuló su genial idea dentro de su mente, se dio cuenta que la teología natural, aunque bella, estaba equivocada. Comparar la vida con una maquina era solamente una falsa analogía. El proceso por el cual ha pasado la vida durante millones de años es un proceso que prescinde por completo de algún guía o algún diseñador.

Algunas décadas después del viaje en el Beagle, Darwin publicaría su obra magna: Sobre el Origen de las Especies por medio de Selección Natural, o la Lucha por la Existencia. El libro contenía una increíble cantidad de datos sobre naturalismo; una increíble información sobre agricultura, ganadería, entomología, botánica y algo de las entonces nuevas ciencias de la geología y la paleontología. Mostrado con elegancia y coherencia, los datos que mostraba El Origen de las Especies buscaban ser el fundamento de la tesis principal: los organismos vivos actuales, descienden de organismo más antiguos, en su mayoría extintos en la actualidad. Todos los organismos vivos tienen ancestros, y toda la vida tiene un ancestro en común y a lo largo de millones de años la vida se ramificó como un enorme árbol. El mecanismo por el cual todo esto ocurrió (y aun ocurre) lo llamo selección natural.

La selección natural, nos dice, es el mecanismo por el cual se preservan los rasgos favorables de las especies, mientras que los desfavorables o inútiles se eliminan con el paso del tiempo. Así especies adaptadas a ciertos ambientes y ciertas formas de vida pueden sobrevivir con rasgos que favorezcan su existencia o extinguirse si no se adaptan al medio y al cambio.

Darwin sabia que asegurar lo anterior era un asunto tabú, incluso dentro de los círculos académicos. Aunque ya existían posturas evolucionistas (como las ideas de Lamarck o de Erasmus Darwin), y un alto grado de escepticismo sobre el relato bíblico del Génesis, la idea de que existe un mecanismo en la naturaleza que no es guiado por ningún dios y que es el responsable de la existencia de la diversidad biológica, era demasiado escandaloso.

Darwin se aseguró de guardar silencio por años, hasta tener una buena cantidad de información y pruebas que mostrara a la selección natural como una auténtica hipótesis científica. De este modo luego de un largo tiempo de espera y siendo un resumen algo apresurado, se publicó El Origen de las Especies el 24 de noviembre de 1859.

Tal y como Darwin predijo, las críticas no se hicieron esperar. Sin embargo, algo que posiblemente no esperaba el naturalista, es que su teoría trascendiera el dialogo científico y llegara al diálogo político, ético y cultural. La teología natural había quedado atrás, ahora en los círculos científicos se debatía intensamente la teoría de la selección natural.

Un paleontólogo en específico sería el mayor atacante de la selección natural, a tal grado, que sería (hasta donde conozco) el primero en difundir una postura que hasta el día de hoy existe. Aquel paleontólogo no era otro que Richard Owen, y las ideas tan radicales que predicó llevan el nombre de antidarwinismo.
El legendario divulgador científico y escritor de ciencia ficción, Isaac Asimov, nos relata en la introducción de su ensayo Los Lagartos Terribles, que “entre los científicos hay bellacos, como en cualquier otro grupo”.

Richard Owen con un fósil de Moa.
Asimov nos cuenta que su candidato favorito para un puesto eminente en la “bellaquería científica” es Sir Richard Owen. “Fue el último de los ‘filósofos naturales’ de primer orden –nos dice Asimov sobre Owen-, que aceptaban las ideas místicas del naturalista alemán Lorenzo Oken. Creían ellos en el desarrollo evolutivo por vagas fuerzas internas, que guiaban a las criaturas hacia ciertas metas especiales.

Cuando en 1859 Charles Darwin publicó El Origen de las Especies, en que  presentaba pruebas de la evolución por selección natural, Owen quedó horrorizado. La selección natural, tal como la describía Darwin, era una fuerza ciega, que transformaba las especies actuando sobre variaciones casuales de los individuos.

Luego de esto, se desató una polémica, tal y como se desata en ciencia a la hora de poner a prueba una nueva teoría. La teoría, para ser considerada válida debe contar con evidencias que la respalden, sobreviviendo de este modo a las críticas que otros científicos puedan hacer. Y así fue como se trató a la selección natural, buscando sus evidencias extraordinarias ante tal afirmación extraordinaria.

Sin embargo, Owen buscaba destruir por completo las ideas de Darwin. “Owen escogió criticar el libro de Darwin en todos los diferentes artículos que logró publicar –continua narrando Asimov-. Eligió presentar anónimas esas recensiones, citando extensamente sus propios trabajos,  con exaltados elogios, para aparentar que los impugnadores eran muchos. Eligió dar un extracto nada fiel del contenido del libro, ridiculizándolo en vez de aducir objetivamente argumentos adversos. Y, aun peor, incitó a otros a atacar a Darwin, en forma venenosa y anticientífica, ante públicos profanos, proporcionándoles para ello información falsa.”

Darwin, ya sea por sus investigaciones o por su mal estado de salud, no solía enfrascarse en debates públicos. Si acaso, comentaba y respondía a reclamos por correspondencia. Richard Owen y Darwin intercambiaron algunas cartas discutiendo el tema de la evolución, y décadas antes de que se publicara El Origen de las Especies, Owen era uno de los paleontólogos que ayudó a Darwin a identificar los fósiles recolectados tras el viaje del Beagle.

Un dato curioso es que revelaciones posteriores por parte de Owen, demostraría que las criaturas extintas recolectadas por Darwin en su viaje (como armadillos y perezosos gigantes), estaban relacionadas  con las especies actuales de la misma zona, pero no descendían de estas, ni eran parientes de criaturas de similar tamaño en África, tal como Darwin creía.

Lo cierto es que, aunque aceptáramos la acusación que Asimov hace a Owen de ser un “…cobarde, maligno y despreciable”, también tenemos que aceptar (así como el propio Asimov acepta), que Richard Owen fue un gran científico, figura imposible de omitir en la historia de la paleontología.

Otro punto destacable es que, aunque podemos verlo como el primer científico antidarwinista, nunca fue un creacionista. Owen creía que los organismos biológicos surgen como resultado de algún tipo de proceso evolutivo. Para esto, creía que existían seis tipos de mecanismos: el desarrollo de la partenogénesis prolongado, parto prematuro, malformaciones congénitas, atrofia lamarckiana, hipertrofia lamarckiana y transmutación. De estos, la transmutación era el menos probable, según Owen.

Algunos historiadores de la ciencia argumentan que Owen abrazaba el evolucionismo, pero se alejó del asunto cuando en 1844 se publicó de forma anónima Vestigios de la Historia Natural de la Creación (décadas más tarde se sabría que fue obra del periodista y editor Robert Chambers), y con esto se desataría  un militante debate, una polémica sobre evolución y el origen de las especies vivas antes de que se publicara El Origen de las Especies.

Owen había demostrado una secuencia evolutiva del caballo a través de los fósiles  de estos equinos y sus antepasados. En 1852 descubrió las glándulas paratiroideas, al disecar un rinoceronte (no pasó mucho para que también se descubriera en el ser humano).

Pero el mayor éxito de Owen que lo haría saltar a la fama, se la debe a la creación de una palabra. Fue uno de los primeros en estudiar unos extraños fósiles bastante antiguos de lo que parecían ser gigantes monstruos. Fósiles de unos animales inexistentes por varios millones de años, que median hasta cinco veces más que el elefante vivo más grande conocido.

Los enormes esqueletos, reconstruidos por los restos fósiles, eran de una naturaleza netamente reptiliana. Por esta razón, Richard Owen los llamó “lagartos terribles”, “Dinosaurios” por su traducción en griego. Asimov nos dice de forma sarcástica que “realmente esos gigantescos reptiles antiguos tienen más cercano parentesco con los caimanes que con los lagartos; pero yo reconozco de ‘Dinocrocodilia’ hubiese sido un nombre inadmisible.  El nombre arraigó, y hoy yo estoy seguro de que muchos niños saben describir varios dinosaurios, aunque no sepan describir un hipopótamo, ni hayan visto un okapi.”

Los años pasaron; Owen continuó impartiendo tanto conferencias de paleontología como de antidarwinismo. El biólogo, y pupilo de Darwin, T.H. Huxley le haría frente ante los reclamos y debates sobre evolución humana y parentesco con otros primates. Owen, a pesar de ser un evolucionista, pensaba que el ser humano era un “algo aparte” en la naturaleza, es decir, no descendía ni tenía parentesco con los animales.

En sus intentos de desprestigio, Owen trató de manchar el nombre de Huxley por haber sido un defensor de la idea de que “el origen del hombre  es un mono transmutado”. Durante su carrera, Huxley hacia hincapié en que la anatomía comparada del ser humano con primates recién descubiertos como el gorila, demostraba el parentesco entre especies. Evidencia visual de la comparación entre el cerebro humano y el de los gorilas, por ejemplo, demostraba que no existían “estructuras faltantes” (como el hipocampo menor y el cuerno posterior), tal y como Owen aseguraba para probar que los monos no tenían nada que ver con los humanos. Huxley acusaría a Owen de perjurio y charlatanería por mentir en la evidencia.

Tiempo más tarde Owen reconocería que tales estructuras faltantes en realidad sí se encontraban en el cerebro de primates, aunque con menor desarrollo; pero que el tamaño de los cerebros primates (más pequeños que el cerebro humano), era un argumento para diferenciar a los humanos y los primates.
 Las afirmaciones y argumentos de Owen eran cada vez menos escuchadas, mientras que las conferencias de Huxley se volvían un éxito rotundo, dejando de lado al antidarwinismo y al creacionismo; mirando a los seres humanos como una especie de entre miles.

Algo que es interesante observar en el antidarwinismo de Owen es que no solo buscaba criticar la selección natural como teoría científica, sino que le molestaba la idea de que el ser humano, aun con su gran cerebro y su cultura única, fuera un animal. Este es el mismo sentimiento que imperó en el antidarwinismo a través de los años. No es en sí la idea de que la vida evoluciona y se adapta lo que molesta, sino el pensar que un ser tan “perfecto” como el humano haya pasado (y siga pasando) por el mismo mecanismo evolutivo por el cual especies “salvajes” han pasado.

¿Fósil de transición o
solo un "pájaro viejo"?
En enero de 1863 Owen compraría el fósil recién descubierto de Archaeopterix para el Museo Británico. El hallazgo demostraba una de las predicciones de Darwin, un “proto-pajaro” que mostraba características reptilianas (es decir, un fósil de transición), eran ciertas. Owen jamás admitió que el fósil fuera algo más que un pájaro muy antiguo.

Tal vez veamos a Richard Owen como el malo de la historia, pero hay que reconocer que, en gran medida, fueron los debates y críticas que mostró ante la teoría de Darwin lo que impulsó la investigación profunda y la divulgación de esta idea a un público hasta entonces ajeno a la ciencia. Un público que miraba a la ciencia como algo a parte, casi esotérico. Ahora el debate científico se convertía en un debate de interés social.
Darwin, al final de su vida confesaría que “solía ​​tener vergüenza de odiarlo tanto [a Richard Owen], pero ahora cuidadosamente acaricio mi odio y desprecio en los últimos días de mi vida”.

En la actualidad, el antidarwinismo sigue vivo, aunque principalmente avivado por el fundamentalismo del creacionismo y la pseudociencia del diseño inteligente. El antidarwinismo actual, muestra exactamente las mismas características del antidarwinismo de Owen de hace más de 150 años. Una postura dogmática, deshonesta y militante que ignora la evidencia con tal de preservar la creencia o la ideología dominante.
De la historia, estudios y argumentos de Owen tal vez haya que aprender, del antidarwinismo no.

Una vez más...


¡FELIZ DÍA DE DARWIN!


y...


¡Feliz cumpleaños Mamá!

SI TE INTERESA ESTE TEMA

*Historia de El Origen de las Especies de Charles Darwin, de Janet Browne, Editorial Debate, México, 2008.


*El sitio web del Museo de Historia Natural de Londres ofrece una pequeña pero instructiva biografía de Richard Owen.

Para consultar más rápido