El llamado "poeta laureado de la medicina" dejó de existir el día de hoy, dejando un maravilloso legado de escritos sobre uno de los más grandes misterios del universo: el cerebro humano. El 9 de Febrero de este año, Sacks, quien fue profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, dio a conocer públicamente que padecía cáncer en fase terminal con metástasis múltiple en el hígado a causa de un melanoma ocular (el cual le causó la pérdida de visión en un ojo).
Sacks dedicó años de investigación a los problemas mentales, como el autismo, así como fenómenos que fascinan al público, tales como los miembros fantasma y las alucinaciones. Su libro más popular, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (disponible en línea), impactó a su público, tanto aficionados sobre los misterios del cerebro, como a literatos que llevaron a la novela, el teatro y el cine la temática del libro.
Más allá de un currículum científico y literario, Sacks también fue un duro escéptico de lo paranormal, principalmente por encontrarse tan empapado con todo lo que nuestro cerebro puede imaginar, ver e incluso tocar aún cuando no existe nada "ahí afuera" qué percibir. Es de recordar sus críticas a los que aseguran haber visto el más allá, tal como el neurocirujano (y nuevo gurú new age) Eben Alexander, para darse cuenta que Sacks tuvo pocas consideraciones con aquellos que hacen negocio a partir de una alucinación causada por un cerebro moribundo que volvía a estar consciente:
[...]
Negar la posibilidad de cualquier explicación natural para un ECM [encuentro cercano a la muerte], como lo hace el Dr. Alexander, es más que poco científico -es anticientífico. Se opone a la investigación científica de tales estados.
[...]
Las alucinaciones, ya sean reveladoras o banales, no son de origen sobrenatural; son parte de la gama normal de la consciencia humana y la experiencia. Esto no quiere decir que no pueden desempeñar un papel en la vida espiritual, o que no tengan un gran significado para un individuo. Sin embargo, si bien es comprensible que uno pueda atribuirles valor, creencias básicas, o construir narrativas sobre estas, las alucinaciones no pueden proporcionar evidencia de la existencia de seres o lugares metafísicos. Proporcionan evidencia única del poder del cerebro para crearlas.
Consciente de todo esto, para Oliver Sacks, igual que muchos otros grandes humanistas de la historia, era más reconfortante pensar sobre lo maravilloso de esta vida que el abrazar las fantasías delirantes de un "más allá", algo que deja bastante claro en su emotivo escrito "De mi propia vida" mostrándonos el lado más humano de alguien que enfrenta su inminente muerte:
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.El mundo perdió una de las mentes más brillantes que iluminaba a la humanidad. No exento de críticas y controversias, cuestionando incluso su manera de hacer investigación y sus principios éticos biomédicos, de lo que incluso sus críticos concuerdan, es que Oliver Sacks era un hombre de ciencia dispuesto a recibir las dudas que surgían de su pluma.
Este es mi humilde tributo a un autor que reconozco como uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo. Un maestro que puede enseñarnos y maravillarnos mucho. Un merecido homenaje que se le podría hacer es el leer sus escritos (tal vez buscar alguno de sus libros). De mi parte, comparto un video corto y un enlace a una entrevista realizada por la neurocientífica Indre Viskontas en el CSI, esperando disfruten de las reflexiones del hombre que no confundió a su mujer con un sombrero, pero que charló con una araña filósofa que tenía la voz de Bertrand Russell.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
*"Mi tabla periódica", artículo de despedida de Oliver Sacks, traducido en El País.
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