Primero que nada...
¡FELIZ DÍA DE DARWIN!
Ahora sí...
El debate entre ideas opuestas ha sido parte
de la civilización desde sus inicios. Sin embargo, pocas ideas han trascendido tanto
en la historia como lo ha hecho la evolución. Y es que no solo revolucionó las
ciencias naturales, sino que provocó una sacudida mental a la ética, la
filosofía, la política, la religión y a la cultura en general.
Un día como hoy, pero de 1809 nació la mente que causaría esta increíble
revolución, tal vez, la más importante del siglo XIX: Charles Robert Darwin. El
gran naturalista (reconocido como uno de los grandes genios de la ciencia,
comparable con mentes como Galileo, Newton y Einstein), durante su juventud
disfrutó de las enseñanzas escritas que había dejado el teólogo William Paley sobre cómo la naturaleza demostraba
la existencia de Dios.
Paley bautizó su apología como teología natural. Para Darwin, esta doctrina
dejaba muy en claro por qué el mundo natural es bello y complejo, a la vez cómo
esta belleza era la obra indiscutible de un creador. El más famoso argumento de
Paley es el argumento del relojero; según
este, la vida es análoga a una maquina como un reloj. Si uno encontrara un
reloj de bolsillo en una pradera, lo último que alguien pensaría sería que éste
llegó a existir por casualidad, de forma espontanea y sin ningún relojero que
lo creara. Forzosamente tendríamos que concluir que ese reloj es una maquina
demasiado compleja como para haber surgido de la nada, y tuvo que haber tenido
un creador para existir. Del mismo modo, la vida es demasiado compleja como
para haber surgido de la nada y sin ningún creador. Por tanto, la vida tuvo un
creador, y ese creador no pudo haber sido otro más que el Dios bíblico. Por
tanto, Dios existe.
La teología natural puede verse como el fundamento filosófico del actual creacionismo del diseño inteligente. |
La bella retórica de Paley cautivó al joven
Darwin, y muy probablemente influyó en su decisión de volverse naturalista. Sin
embargo, Darwin como hombre de ciencia, y a lo largo del tiempo en que formuló
su genial idea dentro de su mente, se dio cuenta que la teología natural,
aunque bella, estaba equivocada. Comparar la vida con una maquina era solamente
una falsa analogía. El proceso por el cual ha pasado la vida durante millones
de años es un proceso que prescinde por completo de algún guía o algún
diseñador.
Algunas décadas después del viaje en el Beagle, Darwin publicaría su obra
magna: Sobre el Origen de las Especies
por medio de Selección Natural, o la Lucha por la Existencia. El libro
contenía una increíble cantidad de datos sobre naturalismo; una increíble
información sobre agricultura, ganadería, entomología, botánica y algo de las
entonces nuevas ciencias de la geología y la paleontología. Mostrado con
elegancia y coherencia, los datos que mostraba El Origen de las Especies
buscaban ser el fundamento de la tesis principal: los organismos vivos
actuales, descienden de organismo más antiguos, en su mayoría extintos en la
actualidad. Todos los organismos vivos tienen ancestros, y toda la vida tiene
un ancestro en común y a lo largo de millones de años la vida se ramificó como
un enorme árbol. El mecanismo por el cual todo esto ocurrió (y aun ocurre) lo
llamo selección natural.
La selección natural, nos dice, es el
mecanismo por el cual se preservan los rasgos favorables de las especies,
mientras que los desfavorables o inútiles se eliminan con el paso del tiempo.
Así especies adaptadas a ciertos ambientes y ciertas formas de vida pueden
sobrevivir con rasgos que favorezcan su existencia o extinguirse si no se adaptan
al medio y al cambio.
Darwin sabia que asegurar lo anterior era un
asunto tabú, incluso dentro de los círculos académicos. Aunque ya existían
posturas evolucionistas (como las ideas de Lamarck
o de Erasmus Darwin), y un alto grado de
escepticismo sobre el relato bíblico del Génesis, la idea de que existe un
mecanismo en la naturaleza que no es guiado por ningún dios y que es el
responsable de la existencia de la diversidad biológica, era demasiado
escandaloso.
Darwin se aseguró de guardar silencio por
años, hasta tener una buena cantidad de información y pruebas que mostrara a la
selección natural como una auténtica hipótesis científica. De este modo luego
de un largo tiempo de espera y siendo un resumen algo apresurado, se publicó El Origen de las Especies el 24 de
noviembre de 1859.
Tal y como Darwin predijo, las críticas no se
hicieron esperar. Sin embargo, algo que posiblemente no esperaba el
naturalista, es que su teoría trascendiera el dialogo científico y llegara al
diálogo político, ético y cultural. La teología natural había quedado atrás,
ahora en los círculos científicos se debatía intensamente la teoría de la
selección natural.
Un paleontólogo en específico sería el mayor
atacante de la selección natural, a tal grado, que sería (hasta donde conozco)
el primero en difundir una postura que hasta el día de hoy existe. Aquel
paleontólogo no era otro que Richard Owen, y
las ideas tan radicales que predicó llevan el nombre de antidarwinismo.
El legendario divulgador científico y escritor
de ciencia ficción, Isaac Asimov, nos relata
en la introducción de su ensayo Los
Lagartos Terribles, que “entre los
científicos hay bellacos, como en cualquier otro grupo”.
Richard Owen con un fósil de Moa. |
Asimov nos cuenta que su candidato favorito
para un puesto eminente en la “bellaquería
científica” es Sir Richard Owen. “Fue
el último de los ‘filósofos naturales’ de primer orden –nos dice Asimov
sobre Owen-, que aceptaban las ideas
místicas del naturalista alemán Lorenzo Oken. Creían ellos en el desarrollo
evolutivo por vagas fuerzas internas, que guiaban a las criaturas hacia ciertas
metas especiales.
Cuando
en 1859 Charles Darwin publicó El Origen de las Especies, en que presentaba pruebas de la evolución por
selección natural, Owen quedó horrorizado. La selección natural, tal como la
describía Darwin, era una fuerza ciega, que transformaba las especies actuando
sobre variaciones casuales de los individuos.
Luego de esto, se desató una polémica, tal y
como se desata en ciencia a la hora de poner a prueba una nueva teoría. La
teoría, para ser considerada válida debe contar con evidencias que la
respalden, sobreviviendo de este modo a las críticas que otros científicos
puedan hacer. Y así fue como se trató a la selección natural, buscando sus
evidencias extraordinarias ante tal afirmación extraordinaria.
Sin embargo, Owen buscaba destruir por
completo las ideas de Darwin. “Owen
escogió criticar el libro de Darwin en todos los diferentes artículos que logró
publicar –continua narrando Asimov-. Eligió
presentar anónimas esas recensiones, citando extensamente sus propios
trabajos, con exaltados elogios, para
aparentar que los impugnadores eran muchos. Eligió dar un extracto nada fiel
del contenido del libro, ridiculizándolo en vez de aducir objetivamente
argumentos adversos. Y, aun peor, incitó a otros a atacar a Darwin, en forma
venenosa y anticientífica, ante públicos profanos, proporcionándoles para ello
información falsa.”
Darwin, ya sea por sus investigaciones o por
su mal estado de salud, no solía enfrascarse en debates públicos. Si acaso,
comentaba y respondía a reclamos por correspondencia. Richard Owen y Darwin
intercambiaron algunas cartas discutiendo el tema de la evolución, y décadas
antes de que se publicara El Origen de
las Especies, Owen era uno de los paleontólogos que ayudó a Darwin a
identificar los fósiles recolectados tras el viaje del Beagle.
Un dato curioso es que revelaciones
posteriores por parte de Owen, demostraría que las criaturas extintas
recolectadas por Darwin en su viaje (como armadillos y perezosos gigantes),
estaban relacionadas con las especies
actuales de la misma zona, pero no descendían de estas, ni eran parientes de
criaturas de similar tamaño en África, tal como Darwin creía.
Lo cierto es que, aunque aceptáramos la
acusación que Asimov hace a Owen de ser un “…cobarde,
maligno y despreciable”, también tenemos que aceptar (así como el propio
Asimov acepta), que Richard Owen fue un gran científico, figura imposible de
omitir en la historia de la paleontología.
Otro punto destacable es que, aunque podemos
verlo como el primer científico antidarwinista, nunca fue un creacionista. Owen
creía que los organismos biológicos surgen como resultado de algún tipo de proceso
evolutivo. Para esto, creía que existían seis tipos de mecanismos: el desarrollo de la
partenogénesis prolongado, parto prematuro, malformaciones congénitas, atrofia
lamarckiana, hipertrofia lamarckiana y transmutación. De estos, la
transmutación era el menos probable, según Owen.
Algunos historiadores de la ciencia argumentan que Owen abrazaba el
evolucionismo, pero se alejó del asunto cuando en 1844 se publicó de forma
anónima Vestigios de la Historia Natural de la Creación (décadas más tarde se sabría
que fue obra del periodista y editor Robert Chambers), y con esto se
desataría un militante debate, una
polémica sobre evolución y el origen de las especies vivas antes de que se
publicara El Origen de las Especies.
Owen había demostrado una secuencia evolutiva del caballo a través de
los fósiles de estos equinos y sus
antepasados. En 1852 descubrió las glándulas paratiroideas, al disecar un
rinoceronte (no pasó mucho para que también se descubriera en el ser humano).
Pero el mayor éxito de Owen que lo haría saltar a la fama, se la debe a
la creación de una palabra. Fue uno de los primeros en estudiar unos extraños
fósiles bastante antiguos de lo que parecían ser gigantes monstruos. Fósiles de
unos animales inexistentes por varios millones de años, que median hasta cinco
veces más que el elefante vivo más grande conocido.
Los enormes esqueletos, reconstruidos por los restos fósiles, eran de
una naturaleza netamente reptiliana. Por esta razón, Richard Owen los llamó
“lagartos terribles”, “Dinosaurios” por su traducción en griego. Asimov nos
dice de forma sarcástica que “realmente
esos gigantescos reptiles antiguos tienen más cercano parentesco con los
caimanes que con los lagartos; pero yo reconozco de ‘Dinocrocodilia’ hubiese
sido un nombre inadmisible. El nombre
arraigó, y hoy yo estoy seguro de que muchos niños saben describir varios
dinosaurios, aunque no sepan describir un hipopótamo, ni hayan visto un okapi.”
Los años pasaron; Owen continuó impartiendo
tanto conferencias de paleontología como de antidarwinismo. El biólogo, y
pupilo de Darwin, T.H. Huxley le haría
frente ante los reclamos y debates sobre evolución humana y parentesco con
otros primates. Owen, a pesar de ser un evolucionista, pensaba que el ser
humano era un “algo aparte” en la naturaleza, es decir, no descendía ni tenía
parentesco con los animales.
En sus intentos de desprestigio, Owen trató de
manchar el nombre de Huxley por haber sido un defensor de la idea de que “el
origen del hombre es un mono
transmutado”. Durante su carrera, Huxley hacia hincapié en que la anatomía
comparada del ser humano con primates recién descubiertos como el gorila,
demostraba el parentesco entre especies. Evidencia visual de la comparación
entre el cerebro humano y el de los gorilas, por ejemplo, demostraba que no
existían “estructuras faltantes” (como el hipocampo menor y el cuerno
posterior), tal y como Owen aseguraba para probar que los monos no tenían nada
que ver con los humanos. Huxley acusaría a Owen de perjurio y charlatanería por
mentir en la evidencia.
Tiempo más tarde Owen reconocería que tales
estructuras faltantes en realidad sí se encontraban en el cerebro de primates,
aunque con menor desarrollo; pero que el tamaño de los cerebros primates (más
pequeños que el cerebro humano), era un argumento para diferenciar a los humanos
y los primates.
Las
afirmaciones y argumentos de Owen eran cada vez menos escuchadas, mientras que
las conferencias de Huxley se volvían un éxito rotundo, dejando de lado al
antidarwinismo y al creacionismo; mirando a los seres humanos como una especie
de entre miles.
Algo que es interesante observar en el
antidarwinismo de Owen es que no solo buscaba criticar la selección natural
como teoría científica, sino que le molestaba la idea de que el ser humano, aun
con su gran cerebro y su cultura única, fuera un animal. Este es el mismo
sentimiento que imperó en el antidarwinismo a través de los años. No es en sí
la idea de que la vida evoluciona y se adapta lo que molesta, sino el pensar
que un ser tan “perfecto” como el humano haya pasado (y siga pasando) por el
mismo mecanismo evolutivo por el cual especies “salvajes” han pasado.
¿Fósil de transición o solo un "pájaro viejo"? |
En enero de 1863 Owen compraría el fósil recién
descubierto de Archaeopterix para el Museo
Británico. El hallazgo demostraba una de las predicciones de Darwin, un
“proto-pajaro” que mostraba características reptilianas (es decir, un fósil de transición), eran ciertas. Owen jamás
admitió que el fósil fuera algo más que un pájaro muy antiguo.
Tal vez veamos a Richard Owen como el malo de la
historia, pero hay que reconocer que, en gran medida, fueron los debates y
críticas que mostró ante la teoría de Darwin lo que impulsó la investigación
profunda y la divulgación de esta idea a un público hasta entonces ajeno a la
ciencia. Un público que miraba a la ciencia como algo a parte, casi esotérico.
Ahora el debate científico se convertía en un debate de interés social.
Darwin, al final de su vida confesaría que “solía tener vergüenza de odiarlo tanto [a
Richard Owen], pero ahora cuidadosamente acaricio mi odio y desprecio en los
últimos días de mi vida”.
En la
actualidad, el antidarwinismo sigue vivo, aunque principalmente avivado por el
fundamentalismo del creacionismo y la pseudociencia del diseño inteligente. El
antidarwinismo actual, muestra exactamente las mismas características del
antidarwinismo de Owen de hace más de 150 años. Una postura dogmática,
deshonesta y militante que ignora la evidencia con tal de preservar la creencia
o la ideología dominante.
De la
historia, estudios y argumentos de Owen tal vez haya que aprender, del
antidarwinismo no.
Una vez más...
Una vez más...
¡FELIZ DÍA DE DARWIN!
y...
¡Feliz cumpleaños Mamá!
SI TE INTERESA ESTE TEMA
*Historia de El Origen de las Especies de
Charles Darwin, de Janet Browne, Editorial Debate, México, 2008.
*El artículo en Wikipedia, Historia de las objeciones y críticas a la teoría de la Evolución.
*El sitio web del Museo de Historia Natural de Londres ofrece una pequeña pero instructiva biografía de Richard Owen.