miércoles, 24 de abril de 2019

Exponiendo la farsa de la tauromaquia, un triunfo de la compasión

Reseña de A favor de los toros, de Jesús Mosterín


Nunca he sido fan de los deportes, y mucho menos de aquellos que me parecen francamente propios de salvajes. Nunca he podido entender qué tiene de deportivo el box, las (mal llamadas) artes marciales mixtas o las peleas callejeras. Pero al menos reconozco que quienes están ahí enfrentándose, sufriendo golpes y en muchas ocasiones muriendo frente a una multitud de borrachos, deciden dedicarse a ello bajo su propio riesgo, y ganando (en el caso de los espectáculos de talla nacional o internacional) en una noche lo que sus fans no ganarán en toda su vida de trabajo ordinario y medianamente decente. Mucho más repugnante, vil y salvaje me han parecido desde siempre las peleas de animales, donde perros, osos, gallos o toros son sometidos a torturas sangrientas. Quizás el espectáculo de la crueldad más representativo de todos en nuestros días es la tauromaquia, un negocio ruin que sus fans más cínicos se atreven a llamarlo arte. Me resulta difícil entender el nivel de canallismo que se puede tener para defender este circo sangriento, y sin embargo, abundan sus defensores dentro de la política así como en la filosofía y las letras.

Ante tanto acto barbárico suele ser difícil mantener la cordura sin antes lanzar algunas mentadas de madre. Pero si hubo alguien capaz de analizar, denunciar y refutar las canalladas pro-taurinas con la cabeza fría, fue el filósofo español Jesús Mosterín, quien en su obra A favor de los toros (2010) plasmó una erudita defensa de la abolición de la tauromaquia que, en sus propias palabras, no se trata más que de un espectáculo de la crueldad promovido en una cultura de la tortura; una sangrienta anomalía moral en el mundo occidental que se dice heredero de la Ilustración.

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