domingo, 19 de febrero de 2023

El cubrebocas y sus malquerientes (después de la pandemia)

Uno de los portales que más suelo revisar en la semana, es el genial Science-Based Medicine para mantenerme al día con las modas pseudomédicas, las noticias sobre pseudoterapias y los avances en medicina basada en la ciencia (otro que frecuento para lo mismo, es el blog del Dr. Edzard Ernst). Justo hoy me topé con un curioso artículo de Steven Novella (editor fundador del sitio web) abordando el tema del uso de cubrebocas. Digo que me pareció curioso en un inicio porque el tema parecería algo "superado" a estas alturas en que la "nueva normalidad" se ha impuesto, por lo menos de este lado del charco. En "Mask Revisited", publicado el 15 de febrero, el Dr. Novella introduce de la siguiente manera:

"Este es un problema que no desaparecerá: ¿funcionan los cubrebocas y los mandatos de cubrebocas para reducir la propagación de COVID? En realidad, es bueno que se siga investigando la cuestión. En realidad, esta es una pregunta difícil de precisar definitivamente, por lo que más investigación siempre es mejor. Lo lamentable es el grado en que se ha politizado la cuestión. Es menos probable que la respuesta de uno a esta pregunta esté determinada por la ciencia que por su afiliación política."

¡Oh, no! ¡Steven Novella se ha vuelto gatelliano pejezombie! Ok, es un mal chiste que los no-mexicanos tal vez no entenderán, pero sirve para recordar a algunos trolls antipeje que, si no contradecías absolutamente todo lo que el gobierno mexicano recomendaba, es porque seguro eras un fan de éste, alienado ideológicamente por el presidente y su compinche, el subsecretario de salud Hugo López-Gatell.

Ya en serio, parece que el debate sobre el cubrebocas está reviviendo, por lo menos entre los medios en inglés (hasta donde he visto), debido a una nueva revisión Cochrane bastante problemática (metodológicamente hablando) sobre el uso de cubrebocas, que puede ser malinterpretada por periodistas y otros, ya sea por ignorancia o por malicia (o por ambas al mismo tiempo).


¿Cochrane vs los cubrebocas?


La Colaboración Cochrane es un "grupo de académicos que publican revisiones sistemáticas de artículos de investigación médica sobre la efectividad de diversas intervenciones de atención médica, convencionales y no convencionales". Generalmente, Cochrane suele ser reconocido por los defensores de la medicina científica como una buena fuente para informarse y documentarse sobre la evidencia (o falta de ésta) que respalda tratamientos cuestionables, como los que se incluyen entre la llamada medicina alternativa, así como la efectividad de prácticas más comunes, como la vacunación.

Pero que un grupo, una institución o una asociación científica sea generalmente respetable, no equivale a decir que es infalible ni que palabra es ley. Como bien sabemos, la autoridad científica (a diferencia de las "autoridades" del mundo del misterio) no es dogmática y se somete constantemente a revisión y actualización, y no pide ni obediencia ni actitudes acríticas.  Esto, claro está, no impide que muchos usen las conclusiones de estudios y revisiones científicas en favor de alguna convicción personal contraria al propio conocimiento científico. Y esto es justo lo que pasó con la revisión Cochrane, titulada "Physical interventions to interrupt or reduce the spread of respiratory viruses".Titulares y artículos que aseguran que esta revisión demuestra que la "evidencia más reciente y de la más alta calidad no muestra que las máscaras protejan de manera efectiva contra el COVID-19", se están esparciendo en inglés y, estoy muy seguro, no tardarán en ser copiados y pegados por medios y páginas en español con periodistas poco rigurosos y covidiotas anti-mascarillas ansiosos de aprobación científica a su estúpida irresponsabilidad colectiva que contribuyó, en tiempos de pandemia, a que el número de muertes llegara a más de 20 millones de personas en el mundo.

Durante la pandemia también surgió un preocupante fenómeno de desinformación: los médicos "apóstatas" o "contrarios" a las medidas sanitarias para prevenir y/o tratar la COVID-19, algo especialmente lamentable en tiempos en que miles de personas seguramente recurrían a su médico influencer de confianza en busca de consejo. Divulgadores de la salud que, antes del 2020, eran creadores de contenido decente, se pasaron al "lado oscuro" desinformando contra las medidas de cuarentena, la peligrosidad del virus, el origen natural de éste, la efectividad y necesidad de las vacunas, recomendando pseudoterapias (desde homeopatía hasta dióxido de cloro) y, obvio, atacando el uso obligatorio de cubrebocas. (Ya hemos comentado en otra parte algunas posibles razones por las que un médico se "transforma" en charlatán).

Este mismo grupo selecto de promotores de la desinformación son los que ahora abusan de la rivisión de Cochrane. Por ejemplo, el médico especialista en medicina regenaritva, Chris Centeno, en un artículo que hace honor al cherry picking, concluye:
La ciencia ahora muestra claramente, como lo hizo en 2020, que enmascarar a toda una población no ayuda a reducir la propagación de un virus respiratorio ni reduce el riesgo de contraer COVID-19. Así que pongamos una estaca en el corazón de este mito y tiremos las máscaras. Continúe lavándose las manos con frecuencia.

Steven Novella les dice un "no tan rápido" a estos oportunistas:

Los antimascarillas están tratando el estudio como si fuera la última palabra en el debate, pero no lo es. El estudio es una revisión Cochrane, lo que le da cierta seriedad, pero tiene limitaciones importantes, específicamente en el tipo de evidencia que se revisa.

¿Sirven los cubrebocas para prevenir la COVID-19? Una pregunta no tan sencilla de responder

Contrario a lo que las personas con dogmáticas convicciones ideológicas puedan pensar, antes de la pandemia de COVID-19, seguía sin estar del todo claro si el uso de cubrebocas eran realmente efectivos contra las infecciones respiratorias. Con la pandemia y la polarización política que causaron las medidas para combatirla, no quedaba tampoco del todo claro la efectividad de estos dispositivos fáciles de conseguir, pero que se volvieron el símbolo de la lucha ideológica.  El Dr. Novella explica que, parte del problema, es que no se trata de algo sencillo ni de una única pregunta a responder:

Podemos probar si los diferentes tipos de cubrebocas reducen o no la propagación de las gotitas respiratorias, que son el mecanismo principal conocido por el cual se propaga la COVID. La respuesta es sí, para mascarillas quirúrgicas y mascarillas N95, y equívoca para mascarillas de tela. Entonces, los cubrebocas hacen lo que se supone que deben hacer, y los mejores cubrebocas lo hacen mejor.

¿Funcionan en la comunidad cuando la gente los usa? Esta pregunta tiene muchas posibles variables de confusión, y es por eso que hay tantos resultados diferentes de la investigación. Un factor es: cuánto se está propagando la infección que se está estudiando en la comunidad. Los estudios que analizan el uso de cubrebocas durante situaciones de bajo riesgo no encuentran ningún beneficio estadístico (probablemente porque el riesgo de referencia es demasiado bajo), pero durante situaciones de alto riesgo es más probable que encuentren un beneficio y la magnitud y la importancia estadística de ese beneficio serán mayor.

Además, ¿cómo estamos midiendo las infecciones? ¿Simplemente permitimos que las personas se autoinformen, verificamos los registros de salud pública o solo contamos las infecciones confirmadas por laboratorio? Los estudios también pueden centrarse en individuos o en comunidades. Pueden ser controlados u observacionales. También pueden seguir un modelo de intención de tratar, no analizando específicamente si las mascarillas funcionan, sino si funcionan los mandatos de mascarillas u otras intervenciones públicas. Estas son en realidad preguntas diferentes. Los cubrebocas pueden funcionar cuando se usan correctamente, pero las intervenciones con cubrebocas fallan debido al bajo cumplimiento (personas que usan las máscaras incorrectas, o las usan incorrectamente, o no las usan cuando se supone que deben hacerlo). Además, si las personas de la población que se está estudiando ya están tomando precauciones preventivas, esto diluirá el efecto de la intervención. No se puede obligar a las personas a que no usen cubrebocas o se expongan a la infección. Solo puede animarlos a hacerlo o hacerlo más fácil en lugar de no hacer nada.

Vale la pena señalar que todos estos posibles factores de confusión disminuyen el efecto observado de los cubrebocas y las intervenciones con cubrebocas, con una excepción. Como concluye una revisión sistemática, los estudios controlados solo pueden crear un falso negativo para la eficacia del uso de cubrebocas, no un falso positivo, y encuentran que dichos estudios en realidad subestiman el efecto del uso de cubrebocas. Sin embargo, los estudios observacionales pueden sobrestimar la eficacia del uso de mascarillas en un sentido: los usuarios de mascarillas pueden participar en otras actividades de protección, como evitar las multitudes en el interior. Sin embargo, nuevamente esto depende de su pregunta. Si la pregunta es, "¿usar un tipo específico de cubrebocas de una manera específica reduce el riesgo de infección?" los estudios observacionales pueden sobrestimar ese efecto. Pero si su pregunta es, "¿funcionan los mandatos de cubrebocas?" entonces no importa. Si el uso obligatorio de cubrebocas hace que las personas se involucren en otros buenos comportamientos de higiene y protección, y en total reducen la propagación, eso es algo bueno. Y, de hecho, la evidencia es más fuerte para este efecto.

Con estos antecedentes, también es importante tener en cuenta que no existe un estudio perfecto que aborde esta pregunta. Solo hay estudios con diferentes fortalezas y debilidades y diferentes compensaciones. (Enlace del original).

Novella nos invita a mirar la evidencia en conjunto, la cual muestra "resultados contradictorios, pero en general hay una buena señal de que el uso adecuado de cubrebocas es eficaz para reducir el riesgo de infecciones en entornos de riesgo relativamente alto." Tal como ocurre en una pandemia, en la cual "durante las políticas de distanciamiento social y uso de cubrebocas, la tasa de todas las infecciones respiratorias se desplomó. Básicamente, no tuvimos temporada de gripe en los últimos dos años, y ahora que las políticas se han suavizado, la gripe está regresando. Por supuesto, este efecto no es específico de las mascarillas e incluye todas las precauciones. Pero estos datos muestran inequívocamente que juntas estas precauciones funcionan."

¿Qué hay de malo con la nueva revisión Cochrane?

Ya tenemos, entonces, varios puntos para tomar en cuenta a la hora de de obtener información de un estudio como la revisión Cochrane, así como la confianza que podemos depositar en quienes interpretan esta clase de estudios como un punto a favor o en contra de alguna idea preconcebida. Además, debemos tener en cuenta que no todos los que escriben sobre un tema (por ejemplo, yo) son especialistas en esos temas (otra vez, yo), por lo que podemos agregarles o quitarles puntos de confianza si tales fuentes citan además a expertos capaces de interpretar correctamente la información (espero ser un ejemplo de esto último también, por lo menos, la mayoría de las veces). Con esto en mente, ¿qué dice un experto como Novella sobre la revisión Cochrane? Pues que el artículo es sumamente problemático:

Esta es una revisión solo de estudios controlados, el tipo de estudio que probablemente subestime el efecto del uso de los cubrebocas. No incluyeron otros tipos de estudios. No todos los estudios revisados ​​fueron de COVID: incluyeron estudios de otros virus respiratorios (que, por lo tanto, pueden ser diferentes) e incluyeron estudios que no se estaban realizando en medio de una pandemia. Esta es una gran señal de alerta, ya que está bastante claro a partir de los datos existentes que los cubrebocas solo funcionan en situaciones de alto riesgo.

El único estudio que incluyeron de profesionales sanitarios en un entorno de alto riesgo sólo comparó las mascarillas quirúrgicas con las mascarillas N95, que no mostraron diferencias estadísticas, pero no comparó ninguna de las dos con la ausencia de cubrebocas. Además, los profesionales sanitarios son los más propensos a adoptar toda la gama de conductas de protección (distanciamiento, lavado de manos, cubrebocas, guantes y batas). Por ello, no es de extrañar que la diferencia entre una mascarilla quirúrgica y una N95 no fuera estadísticamente significativa.

Novella también nota que los estudios que se llevaron a cabo en un entorno hospitalario incluyeron el uso parcial de cubrebocas (solo cuando el médico o personal de salud se encontraban con pacientes), cuando los datos muestran que la efectividad también depende del uso contínuo del cubrebocas, no solo en la habitación del paciente. También "[c]ombinaron datos de diferentes entornos y con diferentes intervenciones. Tampoco consideraron el efecto de la persona infectada que usa un cubrebocas, solo el efecto sobre el usuario. Pero sabemos que los cubrebocas son más efectivos cuando todos los usan, tanto el que las da como el que las recibe."

Pero hay un problema muy serio, no con la revisión en sí, sino con quienes lo están promoviendo. Y es que, 

el mayor error que veo al informar sobre este estudio es la conclusión de que demuestra que "los mandatos de cubrebocas no funcionan", cuando eso ni siquiera se estudió. Los estudios que analizan específicamente los mandatos de cubrebocas muestran que sí funcionan.

Novella cita "Mask wearing in community settings reduces SARS-CoV-2 transmission", el estudio más reciente y grande sobre el tema:

Nuestras estimaciones implican que el nivel medio observado de uso de cubrebocas corresponde a una disminución del 19 % en el número de reproducción R. También evaluamos la solidez de nuestros resultados en 60 pruebas que abarcan 20 análisis de sensibilidad. A la luz de estos resultados, los formuladores de políticas pueden reducir de manera efectiva la transmisión al intervenir para aumentar el uso de cubrebocas.

Para Novella es claro, pues lo "más que podemos concluir es que necesitamos ensayos controlados mejores y más relevantes sobre el uso de cubrebocas para determinar con mayor precisión su efecto en la propagación de COVID. Pero no muestra que el uso de mascarillas no funcione o que las políticas de cubrebocas no funcionen." Esa es más o menos la conclusión misma de la revisión Cochrane: 

Existe incertidumbre sobre los efectos de las mascarillas faciales. La certeza baja a moderada de las pruebas significa que nuestra confianza en la estimación del efecto es limitada, y que el efecto verdadero puede ser diferente de la estimación observada del efecto.

Y es que, en toda la revisión no se encontrará nada remotamente cercano a algo como "la ciencia ahora muestra claramente, como lo hizo en 2020, que enmascarar a toda una población no ayuda a reducir la propagación de un virus respiratorio ni reduce el riesgo de contraer COVID-19". La revisión ni siquiera toca el asunto, por lo que solo con una enorme maniobra de gimnasia retórica puede servir para defender alguna actitud anticubrebocas.

Steven Novella concluye recordándonos que lo mejor es mirar el panorama completo que nos expone el fondo de conocimiento científico acumulado y bien establecido con el que contamos actualmente. Y resulta que es bastante simple de comprender para cualquiera:

El uso adecuado de cubrebocas en público durante un alto riesgo de propagación reduce el riesgo de propagación de virus respiratorios en general y de COVID en particular.

Durante una pandemia de un virus respiratorio, los mandatos de cubrebocas son una medida de salud pública efectiva.

Es probable que las mascarillas N95 ofrezcan la mejor protección, pero deben usarse sobre la boca y la nariz para que sean efectivas, y deben usarse continuamente en público (no solo en situaciones específicas).

Simple de comprender para cualquiera, pero no tan simple de aceptar para algunos, quizás, quienes seguirán buscando en la tergiversación de estudios el respaldo que jamás encontrarán en las conclusiones (llenas de incertidumbre en muchas ocasiones) de las revisiones científicas.


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Actualización 18/03/2023 



Como yo y otros llegamos a predecir, el meta-análisis de Cochrane ha sido usado por negacionistas y anticubrebocas hasta el hartazgo, como la puñalada final contra el uso de cubrebocas durante toda la pandemia demostrándoles, dicen, que ellos siempre tuvieron la razón y que hasta ahora la ciencia se los confirma. No es sorprendente que a éstos se unieran igualmente libertarados que vieron en los confinamientos y en el uso obligatorio de mascarillas actos autoritarios que iban en contra de su libertad de enfermarse, morir y matar a otros en nombre de la libertad (¿o no era así?). Otro tanto más festejaron los mentados "médicos apóstatas", justo como hace un mes comentaba. Y lo mismo con medios de comunicación que nunca desaprovechan el sensacionalismo y el clickbait para que el público furioso y polarizado entre a sus portales a (mal)informarse. 

No era algo que no se viera venir, una vez que te acostumbras a que la tergiversación de la ciencia y la explotación de la pseudociencia se vuelvan el día a día entre los medios masivos y las redes sociales. Lo que me tomó algo por sorpresa, fue encontrarme con escépticos profesionales (sí, hay quienes sí pueden llamarse así) que pensaron algo similar a lo que presentan los ya mencionados grupos. Un ejemplo fue el abogado y miembro del Círculo Escéptico, Juan José Vázquez Seijas, que aseguraba encontrarse sorprendido por la revisión publicada en Cochrane, pero no veía "razón alguna para sospechar del estudio".



¿No teníamos ya todo un fondo de conocimiento acumulado antes, durante y después de la pandemia que nos hablaba de lo justificada que estaban las medidas sanitarias? ¿No hubo acaso críticas que aparecieron poco después de la publicación de Cochrane, mostrando varios puntos más que cuestionables? Respuesta corta a estas dos preguntas: y (para una respuesta más larga, haga click en cada enlace). De hecho, cuando vi la publicación de Vázquez Seijas en el grupo de Círculo Escéptico, tuve el descaro de aprovechar la oportunidad de autopromocionar el presente artículo, donde lo que hice, más que opinar personalmente, fue resumir las críticas de Steven Novella, que también se encontraban disponibles completas en los enlaces que adjunté. Pero la respuesta de Vázquez Seijas me dio la impresión de que ni siquiera quiso molestarse en pasar por aquí, aunque sea por curiosidad. 





Sobra aclarar (o eso espero) que respeto y admiro las contribuciones Vázquez Seijas al movimiento escéptico de habla hispana, y obras suyas como El Derecho frente a la pseudociencia (2021) me parecen una completa maravilla indispensable para quienes busquen herramientas para luchar contra la pseudociencia y la desinformación. Y es justo por esto que actitudes y respuestas como la que presentó este autor español me dejaron pasmado. No fue el único, y ciertamente no solo algunos escépticos no-médicos se mostraron favorablemente a-críticos a la revisión Cochrane, sino que también hubo algunos médicos que lo promovieron.

Meditando un poco más sobre el asunto, lo pasmado se quita, sobre todo recordando que todos, sin importar lo escépticos que nos creamos, podemos ser engañados por nuestros sesgos y a equivocarnos en nuestras conclusiones. O sea, que sí, somos escépticos selectivos, y eso significa que no siempre trataremos con la misma rigurosidad una fuente que consideramos como generalmente confiable. Este es justo el problema que encontramos cuando hablamos de presuntas fuentes confiables, como puede ser la Colaboración Cochrane o el médico influencer con el que nos informamos. Esto puede ser especialmente crítico en tiempos como los que pasamos con la pandemia de COVID-19.

Tanto las controversias científicas legítimas como los estudios mal realizados o tergiversados (a veces por sus propios autores, como es este caso), son algo que no desaparecerá de la investigación científica, algo que siempre deben tener en cuenta tanto periodistas como divulgadores científicos, así como todos aquellos que pretendemos usar los últimos descubrimientos científicos en algún debate de facebook. Debemos empezar por la propia honestidad intelectual que manejan las presuntas fuentes confiables. En el caso de la Colaboración Cochrane, esa honestidad intelectual está demostrada, tomando en cuenta que la organización lanzó una declaración para aclarar la ola de desinformación que usa como base su meta-análisis (negritas son mías): 

Muchos comentaristas han afirmado que una revisión Cochrane recientemente actualizada demuestra que "las mascarillas no funcionan", lo que constituye una interpretación inexacta y engañosa.

Sería correcto decir que la revisión examinó si las intervenciones para promover el uso de mascarillas ayudan a disminuir la propagación de los virus respiratorios, y que los resultados no fueron concluyentes. Dadas las limitaciones en las pruebas primarias, la revisión no puede abordar la cuestión de si el uso del cubrebocas en sí reduce el riesgo de las personas de contraer o propagar los virus respiratorios.

Los autores de la revisión son claros sobre las limitaciones en el resumen: "El alto riesgo de sesgo en los ensayos, la variación en la medición de los resultados y el cumplimiento relativamente bajo de las intervenciones durante los estudios dificultan la extracción de conclusiones firmes". La adherencia en este contexto se refiere al número de personas que realmente usaron las mascarillas proporcionadas cuando se les animó a hacerlo como parte de la intervención. Por ejemplo, en el ensayo de mayor peso sobre intervenciones para promover el uso de mascarillas en la comunidad, el 42,3% de las personas en el grupo de intervención llevaban mascarillas en comparación con el 13,3% de las del grupo de control.

El Resumen en Lenguaje Sencillo original de esta revisión afirmaba que "No estamos seguros de que el uso de mascarillas o respiradores N95/P2 ayude a reducir la propagación de los virus respiratorios, según los estudios evaluados". Esta redacción se prestaba a interpretaciones erróneas, por lo que pedimos disculpas. Aunque las pruebas científicas nunca son inmunes a las interpretaciones erróneas, asumimos la responsabilidad por no haber aclarado la redacción desde el principio. Estamos trabajando con los autores de la revisión con el objetivo de actualizar el Resumen en Lenguaje Sencillo y el abstract para aclarar que la revisión analizó si las intervenciones para promover el uso de cubrebocas ayudan a disminuir la propagación de los virus respiratorios.

Esta no es toda la historia, aunque Cochrane parece terminarla aquí, aplicando la navaja de Hanlon, seguramente para no generar más confusión ni comenzar ninguna disputa virtual. Esa es mi sospecha, dado que no es poca cosa omitir quién es el autor principal de la revisión y el posible conflicto de interés que ha demostrado al autopromocionar su revisión, asegurando que "Simplemente no hay evidencia de que [los cubrebocas] hagan alguna diferencia. Punto final. Mi trabajo, nuestro trabajo como equipo de revisión, era mirar la evidencia, lo hemos hecho." 

Ese autor es Tom Jefferson, profesor en la Universidad de Oxford y colaborador del grupo antivacunas Brownstone Institute. El Dr. David Gorski, en su artículo "The Cochrane mask fiasco: How the evidence-based medicine paradigm can produce misleading results", nos cuenta sobre los sospechosos caminos que Jefferson ha seguido en su carrera, lo que a su vez nos da un panorama más amplio que ayuda a entender por qué autopromociona su trabajo con afirmaciones extraordinarias que no están sustentadas por evidencias en ese trabajo. Jefferson parece un académico que se ve forzado a moderarse en sus artículos en colaboración para publicaciones indexadas, pero que, una vez publicados, gusta de expresar sus verdaderas creencias en medios informales, como en entrevistas, tal como hizo en esta última ocasión (enlaces del original):

[D]urante la última pandemia, la influenza H1N1 en 2009, casi salió y dijo: "La vacuna contra la gripe no funciona.” Es su schtick, aparentemente. Jefferson es mucho menos definitivo en sus conclusiones Cochrane e incluye las limitaciones y advertencias necesarias, probablemente porque los revisores insisten en ello en los artículos académicos, pero luego dice lo que realmente piensa en las entrevistas, donde no hay revisión por pares. A veces, incluso ha aparecido con charlatanes como Gary Null para afirmar falsamente que las vacunas contra la gripe no son seguras durante el embarazo y que las estatinas no funcionan.

"Para sus revisiones, tiene que ceñirse a la evidencia y los revisores deben quedar satisfechos. Cuando está hablando con los periodistas, puede dejar que su bandera anormal ondee más alto", recuerda Gorski. Pero Gorski no ve el caso de Jefferson como algo aislado. Como activo crítico de la pseudomedicina, se pasó la pandemia entera denunciando charlatanerías y sinsentidos sobre la COVID-19 y las medidas sanitarias, incluyendo la de los médicos apóstatas. Y sobre estos últimos, observa un patrón: todos son partidarios de lo que él llama "el paradigma la medicina basada en la evidencia (MBE)":

Básicamente, lo que Jefferson exhibió en su afirmación casi improvisada de que se deberían haber realizado un ensayo controlado aleatorizado [ECA] masivo de cubrebocas mientras un virus respiratorio mortal inundaba los hospitales del Reino Unido fue algo que nos gusta llamar "metodolatría", o la adoración obscena de la ECA como el único método de investigación clínica. Durante mucho tiempo he señalado cómo la metodolatría hace que el paradigma de la MBE sea demasiado abierto a la medicina alternativa, pero resulta que también podría conducir al negacionismo de la COVID. 

Gorski, como Novella, son partidarios de la medicina basada en la ciencia (MBC), llevando estos autores algo así como 15 años de esfuerzos por diferenciar la MBC de la MBE. El portal Science-Based Medicine, en el que ambos son editores, hace explícita la diferencia:

Dentro de la práctica de la medicina ya existe un reconocimiento de la necesidad de elevar los estándares de evidencia y la disponibilidad de la mejor evidencia para el médico y el consumidor, formalizado en el movimiento conocido como medicina basada en evidencia (MBE ) . La MBE es una influencia vital y positiva en la práctica de la medicina, pero tiene sus limitaciones. Lo más relevante para este blog es el enfoque en los resultados de los ensayos clínicos con exclusión de la plausibilidad científica. El enfoque en los resultados de los ensayos (que, en el léxico de la MBE , es lo que se entiende por “evidencia”) tiene su utilidad, pero no aborda adecuadamente las modalidades médicas que se encuentran fuera del paradigma científico, o para las cuales la plausibilidad científica varía de muy poco a inexistente.

Si bien, esta actualización bien podría derivar fácilmente en un nuevo artículo de iatrofilosofía, mirando la controversia MBC vs MBE, las preocupantes flaquezas de la MBE frente a las pseudoterapias (en especial con la homeopatía) o la MBE como metodolatría, regresemos a la tesis más particular de Gorski. Su diagnóstico es sencillo:

De hecho, la alegre sugerencia de Jefferson de "¿Por qué no se limitan a hacer ECA de máscaras?" cuando una pandemia se estrelló en dos países importantes demuestra cómo la metodolatría ignora la practicidad. (¡Qué fácil!) Ignora los gastos, como hizo Jefferson cuando sugirió ese ECA. Ignora la ética, como hizo Jefferson cuando sugirió un ECA de mascarillas para un virus respiratorio al principio de una pandemia que estaba inundando los hospitales de Italia y el Reino Unido con pacientes muy enfermos y moribundos, desbordando los recursos sanitarios de los dos países.

Gorski incluso sospecha que Jefferson ni siquiera tuvo que estar en un hospital atendiendo gente real, dadas sus afirmaciones durante y después de la pandemia, en las que no parece tener en cuenta las situaciones de un hospital durante una pandemia.

Y ojo, que contrario a lo que uno pueda asumir, Gorski no está refutando el enfoque de la MBE ni lo descarta, sencillamente expone cuán limitado es:

No me malinterpreten aquí. El paradigma MBE no está equivocado. Más bien, está seriamente limitado por, sí, la metodolatría. Todo su marco asume que los ECA se encuentran en la forma más sólida de evidencia clínica, lo que coloca a las agregaciones de ECA (p. ej., metanálisis, revisiones sistemáticas Cochrane y otras formas de revisiones sistemáticas) en la parte superior de la pirámide de la MBE. No hay duda de que la MBE tiene razón en que, en general, la mejor manera de determinar la eficacia de un fármaco o una vacuna es un ECA bien diseñado. ¡Lejos de mi intención insinuar lo contrario! Además, me he hecho eco de los llamados a un mayor rigor científico en la aprobación de medicamentos, en particular los ECA utilizados para respaldar la aprobación de medicamentos.

Hay advertencias, por supuesto. Todo el modelo de MBE asume que hay plausibilidad científica. (Recuerde que ese era uno de los problemas de la MBE que solíamos señalar todo el tiempo con respecto a los ensayos clínicos de homeopatía que podían llevar a resultados engañosos). Además, asume que tal ensayo sería ético. Si uno quisiera rebatir mi crítica aquí, podría argumentar que los fundamentalistas de la MBE como Jefferson ignoran el requisito absoluto de que un ensayo clínico sea ético y el requisito relativo de que sea factible en favor de su culto al ECA como el único método válido de investigación clínica que puede producir resultados definitivos.

Todo esto, para los no-médicos puede sonarnos a un debate metodológico y bioético demasiado técnico y alejado de nuestro tema. Pero no es así. Por supuesto, los vendedores del miedo y mercaderes de la duda siempre omitirán estos detalles porque, bueno, la rigurosidad trata justo de eso, de analizar en detalle cómo sabemos que sabemos algo. Gorski parece consciente de esto, pues nos ofrece ejemplos sencillos en los que podemos comprender por qué los límites del enfoque de la MBE importan en un debate como el de la efectividad de los cubrebocas:

[N]ingún partidario de la MBE tiene serias dudas de que fumar y el tabaco pueden causar cáncer de pulmón, enfermedades cardíacas y una serie de otras enfermedades, a pesar de que no hay y nunca habrá un ECA que pruebe si fumar causa estas condiciones. Porque tal estudio sería profundamente poco ético. La epidemiología es suficiente para llegar a una conclusión concluyente de que fumar causa cáncer de pulmón, por ejemplo. De manera similar, aunque hay ECA que se citan como evidencia de que las vacunas no causan autismo, en realidad es casi toda la epidemiología la que lleva a la conclusión de que las vacunas no aumentan el riesgo de autismo. No se requieren ECA para llegar a estas conclusiones de manera científicamente rigurosa, como es el caso de un gran número de otras preguntas médicas.

 Teniendo esto en cuenta, es un poco más sencillo comprender por qué lanzar afirmaciones tan simplistas sobre un meta-análisis, como las hechas por Jefferson y otros en redes y medios masivos de comunicación, no tiene cabida en un debate científico auténtico:

Los metaanálisis Cochrane son muy difíciles de realizar. En primer lugar, hay que decidir cuál es la pregunta. Luego hay que decidir qué estudios abordan la cuestión. Luego, en el caso de algo como las mascarillas, hay que darse cuenta de que, cuando se revisa la bibliografía y se les aplican las normas de la MBE, buscando los ECA de mayor calidad, sólo se estará examinando una parte pequeña y muy selecta de la bibliografía. Si bien esto está bien para los nuevos fármacos y preguntar si son eficaces, para una cuestión multifactorial como si las máscaras frenan la propagación de COVID-19 a nivel de la población, una gran cantidad de pruebas científicas convincentes y de alta calidad bien podría ser excluida porque el paradigma MBE así lo exige. 

Gorski se mantiene escéptico incluso con sus propias observaciones ya que, a pesar de varias citas y ejemplos más de la metodolatría, el autor  no cree "que el mal uso ideológico del paradigma MBE sea la explicación" a todo esto. Y tal vez, en efecto, la metodolatría no sea toda la historia:

Es indudablemente cierto que algunos de estos fundamentalistas de la MBE hacen exactamente eso, exigiendo ECAs imposiblemente rigurosos para intervenciones que no apoyan mientras aceptan pruebas de calidad mucho menor para hacer alarmismo sobre las complicaciones de baja probabilidad de esas intervenciones. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si hay algo en el paradigma de la MBE que atrae a los negacionistas o facilita que los predispuestos al negacionismo caigan aún más en él. Sin duda, la MBE hace hincapié en la incertidumbre de las pruebas y las conclusiones, lo cual es positivo para los escépticos cuando la cuestión es un nuevo fármaco. Sin embargo, este escepticismo puede volverse malsano y engañoso cuando va unido a la actitud: "Si no es un ECA, es basura" o "Todo lo que no sea evidencia ECA es basura". Los partidarios de la MBE negarán enérgicamente que piensen eso, pero las conclusiones que salen de Cochrane y que pregonan sus partidarios más fervientes sugieren lo contrario.

Las críticas a la MBE podrían hacer eco, algún día, entre sus principales partidarios, y tal vez entonces se adopten nuevos enfoques, como la MBC, incluso en bastiones de la MBE como es la Colaboración Cochrane. Por el bien de la correcta difusión de las controversias y el conocimiento científico, y especialmente por nuestro bien, espero que así sea.

Mientras tanto, debemos mirar a la revisión Cochrane y similares, como lo que es, tal como señala Gorski en general sobre la MBE: "Básicamente, cada vez más la MBE parece tener una sola herramienta, y ya se sabe lo que dicen de tener una sola herramienta y que esa herramienta sea un martillo. El resultado fue el fiasco del cubrebocas de Cochrane."

SI TE INTERESA ESTE TEMA

 * "Physical interventions to interrupt or reduce the spread of respiratory viruses", por Tom Jefferson y colaboradores, en Cochrane Database of Systematic ReviewsCochrane Library.

* "Statement on 'Physical interventions to interrupt or reduce the spread of respiratory viruses' review", por Karla Soares-Weiser, en Cochrane Library.

* "Mask Revisited", por Steven Novella, en Science-Based Medicine.

* "One More Time - Maks Work", por Steven Novella, en Science-Based Medicine

* "The Cochrane mask fiasco: How the evidence-based medicine paradigm can produce misleading results", por David Gorski, en Science-Based Medicine.

* "Methodolatry and COVID", por Jonathan Howard, en Science-Based Medicine.

* "Yes, masks reduce the risk of spreading COVID, despite a review saying they don’t", por C. Raina MacIntyre y colaboradores, en The Conversation.

* "Por qué los negacionistas interpretan mal el estudio Cochrane sobre las mascarillas", por Amina Jover, en Quo

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