Reseña del libro El Higgs,
el universo líquido y el Gran Colisionador de Hadrones, de Gerardo Herrera Corral
“Cuando la historia mire el
siglo XX, verá la ciencia y la tecnología como su tema; encontrará en los
momentos de gran ciencia símbolos de nuestro tiempo de la misma manera como
seguramente encuentra en Notre Dame un símbolo de la Edad Media.”
Alvin Weinberg.
Alvin Weinberg.
Cuando uno habla sobre
física cuántica, experimentos con partículas subatómicas, teoría de cuerdas o
colisionadores gigantes de partículas, tal vez lo último que nos viene a la
mente sean las bellas palabras de un poeta. Pero para el físico mexicano
Gerardo Herrera Corral, hablar de poesía y hablar de física de partículas es
hablar de las mismas cosas, pero de distinta manera.
En su bello libro titulado El Higgs, el universo líquido y el Gran Colisionador de Hadrones (FCE, 2012), Herrera Corral nos introduce en los temas de actualidad
que se estudian en lo que hoy se conoce como la Gran ciencia, concepto que a primera vista parece pedante, pero que
hace referencia a los esfuerzos monumentales que se han hecho en las últimas
décadas para hacer ciencia pura, investigaciones con el único fin de responder
a preguntas trascendentes tales como ¿por qué hay algo en vez de nada? ¿Por qué
el universo se comporta tal como lo hace? O ¿de qué está hecho todo lo que
existe?
Herrera Corral, con una
fluidez literaria pocas veces reconocida a un científico, nos dice que la
respuesta a estas (y otras) preguntas, se han venido dando de la mano de la
gran ciencia, principalmente de la investigación en física de partículas,
cosmología y física teórica. No prosigue sin antes aclarar que hablar de la
naturaleza del universo usando la ciencia, es similar a recitar poesía. Con
gran admiración por literatos como José Emilio Pacheco, Herrara Corral afirma
que:
Los poetas tienen las palabras difuminadas para decir lo que los físicos delinean con precisión en ecuaciones y símbolos.
[…]
A diferencia de la poesía, la exposición científica es pensamiento puro que recurre a signos para describir el mundo. Con todo y esto, detrás de las ecuaciones espera siempre una exclamación. Para quienes nos hemos acostumbrado a evocar ideas con jeroglíficos, llegar a la exclamación sin pasar por las ecuaciones no es cosa fácil.
El autor, quien además es investigador en el
Cinvestav-IPN y tras haber coordinado el grupo de trabajo en física difractiva
del experimento ALICE en el CERN, me recuerda a la frase del genial divulgador científico Richard
Dawkins: “La ciencia es la poesía de la
realidad.”
Nuestro autor, convertido en un poeta de la
realidad, nos ofrece un recorrido a través de los orígenes de la física moderna:
la problemática de las ecuaciones de Maxwell y la “catástrofe ultravioleta”, así como la resolución del
problema con la ecuación de los quantum (conocida
como ley de Planck) y la constante dePlanck, dando origen a la física cuántica (lo que llama la primera
revolución); seguido de la problemática
desatada por el éter, la refutación de su existencia por medio de losexperimentos Michelson-Morley, dando las bases para la formulación de la teoría
de la relatividad de Einstein (la segunda revolución). A partir de aquí, la
física y la cosmología no volverían a ser las mismas.
La relatividad y la física
cuántica forman los dos grandes bloques teóricos para comprender el Cosmos. Por
un lado, la relatividad nos brinda las mejores explicaciones sobre cómo funciona
el universo a gran escala (macrocosmos), mientras que la física cuántica nos
ayuda a poner orden al caótico mundo de las partículas subatómicas
(microcosmos). Pero los físicos han luchado por décadas con un problema
fundamental: hasta el día de hoy no existe una teoría que unifique la
explicación de la relatividad y las teorías cuánticas de la gravedad. Esta
elusiva teoría es mundialmente conocida como la teoría del todo. Una
explicación completa de las fuerzas del universo desde la física cuántica,
unificando a ésta con la relatividad.
Así es como comienza el
terreno de la especulación científica a darnos lo que para muchos físicos
actuales podría ser la elusiva teoría del todo: la teoría de cuerdas. De acuerdo a
ésta elegante hipótesis matemática, los quarks y los electrones poseen ciertas
propiedades físicas porque estas partículas están hechas de “cuerdas” que
vibran para obtener sus propiedades. Es decir, las cuerdas serían una escala
menor en la estructura que observamos actualmente; de hecho sería la escala más
pequeña que existe. La teoría de cuerdas también
contempla la existencia de las “branas” en las que las cuerdas pueden unirse,
deslizarse e interactuar de distintas maneras. Esta teoría también necesita de
la existencia de más dimensiones de las que suponemos que existen.
Otro aporte valioso del libro de Herrera Corral es su bella explicación de la historia y funcionamiento del LHC. Historia que cualquiera puede consultar en el sitio web del CERN. |
Usualmente
estamos acostumbrados a pensar que vivimos en un mundo de cuatro dimensiones:
largo, alto, ancho (tres dimensiones espaciales) y tiempo (una dimensión
temporal). Pero la teoría de cuerdas predice que existen por lo menos once
dimensiones. La física básicamente nos dice que muy probablemente no solo lo
que observamos existe.
Si usted no ha quedado lo
suficientemente fascinado (y aturdido) por todo esto, respire hondo y prepárese
para seguir en el campo especulativo de la física teórica: variantes de la
teoría de cuerdas predicen que en realidad vivimos en una clase de holograma,
un universo holográfico. Algunos físicos teóricos comenzaron a pensar en que
tal vez las dimensiones en la naturaleza se comportan como un holograma, es
decir, uno podría ver el universo como un gran holograma en el que una de las
dimensiones es solo una ilusión. Tan descabellado como pueda parecer, los
modelos del universo holográfico son hoy en día un área de intensa
investigación en la física teórica, principalmente por sus repercusiones a cómo
entendemos el universo entero.
Los físicos estudian
arduamente estas conjeturas ya que brindan la posibilidad de encontrar la teoría
del todo, en la que una teoría cuántica de la gravedad sea equivalente a una
teoría cuántica de partículas elementales más o menos tradicional que vive en
el borde de este espacio. O sea, una teoría de campos. Estas ideas son algunas
de las que se estudian en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC por sus siglas en
inglés) del CERN, buscando indicios que hagan pensar que las teorías en
cuestión se encuentran en lo correcto.
Como bien nos recuerda
Herrera Corral, todo este gigantesco asunto de cuerdas, branas, universos
holográficos y gravedad cuántica sigue siendo un área altamente especulativa,
de la que desconocemos si es un modelo que se corresponde con la realidad o no.
Para eso, es necesario seguir investigando, cosa que hacen bastante bien en el CERN y en lugares
similares.
Tabla de los elementos con las tres familias en arreglo vertical cada una de ellas. En la cuarta columna se muestran las partículas que median las interacciones. |
Las preguntas, a pesar de
todo, no dejan de surgir (algo que dota a la ciencia de su atractivo
inigualable): los físicos se siguen cuestionando por qué las partículas son tan
distintas en varios aspectos. Tomen de ejemplo la masa. Partículas como el
fotón y el electrón casi no poseen masa, de modo que son las partículas más
ligeras; por otro lado, algunos leptones
como el muon (una partícula hermana del electrón) son increíblemente pesados.
¿Por qué?
Herrera nos cuenta que la respuesta
está en lo que se denomina campo de Higgs. De acuerdo al modelo estándar, la
materia adquiere masa a través de éste campo, cuyo componente elemental es el
famoso bosón de Higgs. La idea básica es que el espacio entero (aún el vacío
mismo) está ocupado por un campo similar al gravitacional o al
electromagnético. Este campo es una especie de “éter” que todo llena, y sin
embargo, como bien aclara este poeta de la realidad, no es éter. Algo que muy
pocos saben es que esta idea fue planteada en los años 60s por varios físicos
de manera simultánea: Francois Englert y Robert Brout en Bélgica; Gerald
Guralnik con Carl Richard Hagen y T. Kibble en EEUU, y Peter Higgs en
Inglaterra.
El ganador fue el físico
David J. Miller quien le propuso una explicación al ministro más o menos de la
siguiente manera: imagine una fiesta de gala de algún partido político en el
que los invitados se encuentran uniformemente dispersados. En la fiesta, entra
uno de los líderes del partido y conforme éste trata de pasar cada vez más
personas se le acercan a su alrededor, impidiendo que avance más rápido o con
la misma velocidad a la que entró. Esto es el campo de Higgs. Un campo en el
que las partículas subatómicas encuentran resistencia al movimiento; dicha
resistencia (diferente según la partícula) es lo que dota de masa a las partículas.
Ahora considere un rumor que
se extiende por la sala de invitados uniformemente distribuidos. Los más
cercanos a la puerta de entrada lo escuchan primero y se agrupan para escuchar
los detalles. Luego se mueven a sus vecinos más próximos, quienes quieren saber
de qué se trata el rumor. Una onda de agrupamientos corre por la sala para
alcanzar todos los rincones o puede formar sólo un paquete compacto que lleva
las novedades a lo largo de la línea de invitados hasta el otro extremo donde
está un dignatario. Esto es el bosón de Higgs. Ya que la información es llevada
por el agrupamiento de invitados y, dado que el agrupamiento es lo que dio masa
a las partículas, el agrupamiento que lleva el rumor mismo tiene masa. El bosón
de Higgs es este agrupamiento dentro del campo de Higgs.
Los esfuerzos por lograr
detectar aquello que había sido indetectable, por mejorar los instrumentos de
medición a niveles inimaginables hace unas cuantas décadas, y a teorizar con
rigurosidad y elegancia matemática, son solo algunas de las cosas que el ser
humano hace por saber, por el mero placer de saber. México no se queda atrás en
esta búsqueda de respuestas elementales, tal como atestigua Herrara, al
recordarnos la participación de los físicos e ingenieros mexicanos en la
construcción del LHC. Fue en México que se encargó la creación de uno de los
dos dispositivos que en conjunto constituyen lo que se conoce como detector V0 (el sistema de disparo del
experimento ALICE). El V0 es una parte esencial para el experimento, pues
es el sistema encargado de decidir, con un límite de 25 nanosegundos, si se
debe registrar o no una interacción dentro del experimento ALICE.
Son los científicos
mexicanos quienes actualmente operan el detector V0, poniendo a nuestro país en
donde se hace gran ciencia. En donde los descubrimientos y las nuevas preguntas
sobre el Cosmos siguen surgiendo. Además de ser testigos de cómo las
tecnologías aplicadas al estudio de las preguntas por los orígenes de todo
llegan a tener utilidad en su nación para diversas áreas, desde la extracción
de petróleo hasta la posibilidad de aplicar las técnicas aprendidas a la
obtención de imágenes médicas.
El futuro pues, apunta hacia
la fascinación y el descubrimiento. Si la humanidad no termina por destruirse a
sí misma primero, la investigación científica promete sorprendernos con más y
más respuestas a las preguntas planteadas a través de los siglos por los
humanistas. Al fin y al cabo, tal vez no existe humanismo más refinado y
coherente que el que nos provee el mirar las estrellas y dejar que éstas nos
cuenten nuestra historia. Un libro como el de Herrera Corral es un excelente
comienzo para que esta historia se cuente. Una historia imposible de resumir en
unas pocas cuartillas. Una historia que merece ser conocida y analizada con
paciencia.
La historia de ese polvo de
estrellas ordenado de cierta manera que fue capaz de obtener consciencia de sí
mismo y de conocer las estrellas para conocerse. Somos, tal como
alguna vez diría Carl Sagan, polvo de estrellas que se pregunta por las estrellas…
y más allá. El polvo de estrellas que se pregunta por este universo encerrado en una gota de agua, tal como Emilio Pacheco lo expresaría en su tiempo.
*Esta fue una reseña que presenté este semestre en un curso en la universidad a manera de trabajo final. Aquí la reproduzco tal como la mostré con enlaces para evitar las notas a pie de página.
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