"No hay nada aburrido en una vida sin hadas, conejitos de pascua, demonios, fantasmas, cristales mágicos, etc., la vida sólo es aburrida para gente aburrida." R. T. Carroll.
Iniciamos este mes con malas noticias para el mundo del pensamiento crítico. Hace unos días hablábamos de Luis González de Alba quien eligió quitarse la vida el 2 de octubre pasado. Ahora, el blog De Avanzada nos mostraba ayer la triste noticia de que Robert Todd Carroll, ex profesor de filosofía y pensamiento crítico, y autor de la bella obra The Skeptic's Dictionary había muerto desde el 25 de agosto de este año, según informó Doubtful News.
Carroll creó uno de los primeros sitios enciclopédicos sobre el movimiento escéptico, The Skeptic's Dictionary. Siendo en un principio un sitio web con más artículos sobre falacias y sesgos que de cualquier otra cosa, el diccionario de Carroll alcanzó las más de 700 entradas de distintos términos, conceptos y personajes de la ciencia, la pseudociencia y el pensamiento crítico. Aunque han existido otras obras enciclopédicas (por ejemplo la Enciclopedia de James Randi), ninguna posee el rigor y la claridad de la de Carroll, convirtiendo su obra en una referencia obligada para cualquiera que se muestre interesado en el movimiento escéptico, las pseudociencias y lo irracional en general.
Desde entradas sobre pie grande o Nostradamus, hasta las teorías de la conspiración del 11-S o los peligros del curanderismo sobre el cáncer, los escritos de Carroll siempre nos muestran una calidad de información invaluable, siempre con referencias a libros, artículos y sitios web para profundizar en cada tema. Carroll además nos mantenía actualizado con "Skeptic's Dictionary Newsletter", donde nos mostraba algunas de las novedades del mundo escéptico o los más recientes disparates de los promotores de las pseudociencias. En 2010 fue elegido miembro del Comité para la Investigación Escéptica, reconociendo su trabajo divulgativo. Además de esto, Carroll fue un filósofo y un profesor de pensamiento crítico por tres décadas en el Sacramento City College.
Basta de currículum. No creo que honrar la memoria de alguien consista en mostrar las credenciales que tuvo en vida. Mejor manera de recordarlo es mostrando por qué esa persona fue importante. La importancia y el valor de las personas se puede medir en relación a cuánto influyeron a otras personas. Para mí, Bob Carroll fue muy influyente; su diccionario fue el primer sitio en internet de escepticismo que recuerdo haber consultado en mi vida. Fue gracias a él que comencé a comprender de qué iba eso que se llama escepticismo científico y las diferencias de este con el escepticismo filosófico y el escepticismo teológico. Carroll también fue el autor que me ayudó a replantearme muchas cosas, como la historia tan atractiva de la investigación psíquica, los límites de la ciencia (y la necesidad de la filosofía y la lógica) sobre la cuestión de Dios, la belleza de la ciencia que se encuentra en la obra de figuras como Charles Darwin o qué diablo quiero decir yo cuando aseguro que soy un escéptico o un ateo.
Hace dos años fue diagnosticado con cáncer pancreático etapa IV neuroendocrino con metástasis en el hígado, un raro tipo de cáncer, padecido también por Steve Jobs. Carroll, hasta donde entiendo, de acuerdo a la información en su boletín, el sitio skepdic.com seguirá funcionando como fuente de consulta para las millones de personas interesadas en el pensamiento crítico. Carroll tampoco perdía el tiempo a la hora de criticar las metidas de pata de sus colegas escépticos, como hizo con Michael Shermer y Sam Harris. Luego de ser diagnosticado, el empeño de Carroll se centró en brindar información científica sobre la investigación sobre el cáncer, y los peligros del curanderismo y la pseudomedicina cuando las personas con este padecimiento dejan sus tratamientos basados en la ciencia por promesas vacías.
Por todo esto, me pareció realmente extraño que la muerte de Carroll no fuera lamentada en los sitios web escépticos en tiempo y forma, no justo ahora, a casi dos meses de su fallecimiento. Tal vez se trató de una decisión familiar de no hacer público el fallecimiento de este hombre. Autor prolífico (una verdadera lástima que no exista uno solo de sus libros en español), hombre de razonamiento, padre, esposo, ejemplo de trabajador apasionado por la razón y la ciencia, Carroll sin duda alguna tiene un lugar bien merecido en el panteón de los grandes intelectuales con preocupación social.
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