sábado, 13 de diciembre de 2025

AMLO y los sacrificios humanos o la pseudohistoria como arma de doble filo

Me acabo de dar cuenta que ya tengo más de medio año sin escribir nada original en este espacio. He dejado pasar muchos temas, tendencias y noticias de los que me hubiera gustado hablar, pero por falta de tiempo y de ganas no lo hice. Sí, admito que he pasado por un bloqueo de escritor y he descuidado tanto este blog como aquellos grupos de facebook que había dedicado para estudio e intercambio de fuentes sobre pseudociencias, ateísmo y criptozoología. Aún me he mantenido activo por facebook, aunque cada día que pasa se hace más evidente que esta red social ya no es suficiente para llegar a más personas.

Pero nada como una de esas polémicas con obvias motivaciones políticas en donde la pseudociencia o, siendo más precisos, la pseudohistoria, se vuelven parte del discurso del demagógo del momento en México (el mismo, por lo menos y siendo muy amables con él, desde 2018). Me refiero al expresidente Andrés Manuel López Obrador. Y es que AMLO, como sus panas y antipanas (?) lo llaman, ha publicado Grandeza (2025), su más reciente obra, donde busca "demostrar que los mejores principios éticos y la bondad que poseemos como pueblo y nación provienen de aquello que heredamos de las grandes civilizaciones del México prehispánico". 

Hay por lo menos un punto más que cuestionable en esa sola oración: que los principios éticos sean algo exclusivo de una nación, especialmente una que no solo contó con varias culturas prehispánicas con costumbres y principios diversos, sino que además fue conquistada, colonizada, independizada, vuelta a conquistar y vuelta a independizar, para después pasar a formar parte de un proceso de globalización que ha durado los dos siglos de su existencia y que desde hace décadas se encuentra bajo la influencia de cierta hegemonía política, económica y cultural. Todo eso acarrea no solo un lado oscuro de tragedias, guerra y mucha sangre, sino también de diversidad cultural y una influencia innegable de culturas internas, sí, pero también externas al territorio y el contexto nacional. 

Lo cierto, y es importante aclararlo de una vez antes que los amlovers decidan ya no leer más, es que no he leído el nuevo libro de AMLO. [De hecho, no he leído ninguno de sus libros, aunque sí tengo uno, Fobaproa, expediente abierto (1999) y me interesa conseguir tanto el de La mafia nos robó la Presidencia (2007) y Neoporfirismo (2014), por si alguna alma caritativa me quiere dar un regalo de navidad, ahora ya conoce dos opciones]. Siendo muy sincero, no creo que lo vaya a leer, a menos que el asunto que voy a tratar crezca de tal modo, que Grandeza se vuelva una de esas obras magufas de referencia al estilo Mundos en colisión, El retorno de los brujos o Cañitas, o sea, referencia para libros que no se les puede dar credibilidad ni por el título.

Parece que AMLO, para sorpresa de ningún mexicano según yo, ha decidido ignorar a historiadores y arqueólogos nacionales, algunos que incluso han dedicado sus carreras enteras a estudiar un fenómeno que el expresidente ha negado en su libro, pero también durante su presidencia en una curiosa manera de minar la legitimidad del indigenismo que pregona: los sacrificios humanos y la antropofagia en las culturas prehispánicas. 


Negar los sacrificios prehispánicos, el negacionismo presidencial de ayer y hoy

Es curioso, hace unas semanas, entre esos ratos de ocio de media noche me vi envuelto en un "debate" por facebook, de esos que antes tenía todos los días con perfectos extraños que en mi vida conoceré en persona. El tema era si España debía pedir perdón o no a México por las injusticias cometidas durante la Conquista y la Colonia. Aunque me presenté como alguien que no estaba interesado en responder a esa pregunta (pues me parece irrelevante tanto para fines prácticos como intelectuales, aunque acepto que tendría una enorme carga simbólica), fui acusado varias veces de estar defendiendo la "leyenda negra" española y de buscar justificar que desde el gobierno mexicano se exija esa disculpa con el país. 

Entre las varias afirmaciones sin fundamento que dos o tres hispanistas que me contestaban, se encontraba el curioso razonamiento de que, gracias a España, avanzó el proceso de civilización en Mesoamérica. Donde antes cometían atroces sacrificios humanos (y como buenos hispanistas, repetían sin verificar cuentas desproporcionadas de estos actos en el imperio mexica), ahora le rezaban a la virgencita de Guadalupe y sin comerse a nadie más que en forma de hostia. Estos hispanistas incluso parecían asumir que yo iba a negar la existencia de sacrificios humanos y canibalismo entre los pueblos indígenas del nuevo mundo, a lo que les contesté que estos fenómenos culturales en realidad son de conocimiento popular de este lado del charco, contando con especialistas en arqueología y antropología que dedican su vida a estudiar y difundir su conocimiento sobre el tema. 

Imagino que con la noticia de la presentación de Grandeza, esos hispanistas se están acordando de mí y deben estar diciendo algo como: "¡Ja! Yo se lo dije a ese tío, pero él tontamente insistía en que los mejicanos no niegan los sacrificios humanos antes de la conquista, vaya gilipollas". O quizás ni se acordaron del asunto, y yo lo recuerdo ahora porque justo esperaba contar una anécdota más.  

Para ser más precisos, según Sin Embargo (un conocido medio simpatizante del gobierno de AMLO y del actual con Claudia Sheinbaum), lo que asegura López Obrador en su nuevo libro es lo siguiente:

“Los sacrificios humanos y el canibalismo no existieron en el México prehispánico”, sostiene, “su invención correspondió más al ­ fanatismo y a la perversa estrategia de justificar con ello la esclavitud y la crueldad en aras de la avaricia, y el despojo de bienes y riquezas a los pueblos originarios”.

“Las grandes civilizaciones mesoamericanas se elevaron con imaginación y talento, y casi siempre optaron por la no violencia. La propaganda sobre los sacrificios humanos y el canibalismo fueron inventos del conquistador Hernán Cortés y sus huestes, propalados por la nobleza y el alto clero, leyendas elaboradas por frailes y burócratas, difundidas de manera ininterrumpida por cronistas y escritores de pensamiento racista y conservador”, afirma.

Aunque varios medios, incluido este, reportan estos pasajes (o dan a entender) como noticia de último momento, casi como si fuera una opinión nueva de López Obrador o una tesis original que el expresidente seguro que fundamenta en Grandeza ya que, según Sin Embargo, el libro de AMLO se apoya "en el trabajo de antropólogos, sociólogos, historiadores, arqueólogos y otros científicos sociales, además de expertos en biología, física y astronomía. También recurrió a especialistas en la interpretación de códices y traducción de jeroglíficos, y al estudio de tradiciones y costumbres."


Pero lo cierto es que el revisionismo histórico de AMLO tiene su kilometraje dentro de sus discursos, asegurando que los sacrificios y la antropofagia prehispánica (principalmente de los mexicas) es un mito de la Conquista. Por ejemplo, en su "Discurso presidencial en los 500 años de resistencia indígena", pronunciado en 2021 durante su mandato, podemos leer lo siguiente (el subrayado es mío):

Son pocas las fuentes primarias y aunque existen códices y relatos de los pueblos originarios, posteriores a los iniciales acontecimientos, predominan las crónicas y escritos de soldados, historiadores y evangelizadores que tienden a justificar la invasión en nombre de la libertad, la fe, la superioridad racial o de la civilización, como ha sucedido siempre en hechos históricos de ésta naturaleza en cualquier lugar del mundo.

Es por eso que considero hasta ofensivo y ocioso, en estos tiempos, volver a la vieja polémica de que los originarios de Mesoamérica y, en particular, los mexicas eran bárbaros porque, entre otras cosas, comían carne humana...

[...]

Es demostrable, también, que los pueblos sometidos al dominio mexica tenían que pagar tributo o impuestos al poder central, pero la versión de que se los comían, es más bien una típica inventiva de cualquier colonizador, una vulgaridad por lo general nunca comprobada.

[...]

La esclavitud, como tal, es la que explica y narra el mismo Cortés, quien, en sus Cartas de Relación al rey Carlos V de España, después de su primera derrota en Tacuba, en la célebre batalla de la noche triste o de la huida, sostiene que en venganza por la muerte de españoles y ante la rebeldía de los indígenas, que, además, cito textualmente: “comen todos carne humana”, empezó a convertirlos en esclavos. En Tepeaca, Tecamachalco, Izúcar, Huaquechula y otros lugares del valle de Puebla, aplicó la estrategia de respetar a los que se sometían y arrasar y esclavizar a los que resistían.

Como vemos, para AMLO la idea de que los españoles fueron quienes inventaron atrocidades sobre los mexicas y otros pueblos conquistados, no es nueva. Y es verdad hasta cierto punto; como es costumbre en toda guerra e invasión, generalmente la propaganda y la satanización juegan siempre su papel para deshumanizar al bando contrario. Durante y después de la Conquista, se hablaba de cifras irreales y de actos escalofriantes cometidos como rutina cotidiana en Tenochtitlan, afirmaciones exageradas que no se basan en prueba alguna. Pero de aquí a negar las prácticas de sacrificios y antropofagia hay un abismo al que AMLO solo decide ignorar.

Puede que para escribir su libro haya consultado primero con "antropólogos, sociólogos, historiadores, arqueólogos y otros científicos sociales" y demás especialistas, pero no parece haberles prestado mucha atención o solo decidió seleccionar aquellas partes de lo que le contaron, para favorecer sus tesis sobre los llamados pueblos originarios. Así como es innegable para arqueólogos e historiadores que la Conquista marca el fin del imperio mexica y representa un período donde muchos indígenas murieron por las guerras, el sometimiento y las epidemias traídas al continente, también es innegable que los sacrificios humanos y lo que hoy llamamos canibalismo, fueron prácticas realizadas no solo por los mexicas, sino por varias civilizaciones mesoamericanas. 

Sacrificios humanos y canibalismo en Mesoamérica, breve repaso de la evidencia


Lo que sabemos sobre los sacrificios humanos en Mesoamérica queda resumido por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en su libro Mentiras y verdades de la arqueología mexicana (2018):

[E]n Mesoamérica tenemos información de estas prácticas y algunos de los motivos que las provocaron. Es así como vemos dos tipos de sacrificios: los que se efectuaban en determinadas fechas fijas de acuerdo con el calendario ritual y los que se hacían eventualmente por motivos diversos como la ascención al trono de un gobernante; la construcción de un templo o palacio; las exequias de un dignatario, etc. Cualquiera de estas variantes se acompañaba de los rituales correspondientes y se practicaban en los espacios destinados para tal fin y por personas revestidas por ciertos atributos. Las más conocidas prácticas sacrificiales fueron: extracción del corazón; decapitación; ahogamiento; degollamiento; quemados; flechados; extracción de entrañas o despeñados y aventados.

Matos Moctezuma también comenta que el modo en que era sacrificada una persona depende bastante de si se trataba de un ritual religioso, un prisionero de guerra, criminales condenados a muerte, e incluso se cuenta con registro de casos de sacrificios al estilo circo romano (es decir, para entretener) y de suicidios colectivos. El sacrificio ritual, quizás el que a todos se les viene a la mente cuando se habla de este tema, guardaba "estrecha relación con la divinidad y reviste características diversas... La muerte del hombre por el hombre es una manera de ofrendar lo más preciado: la vida misma. Una de las explicaciones de este fenómeno, pues hay muchas, es que en el tiempo mítico los dioses se sacrificaron y murieron para salvar o dar vida a la humanidad. Ahora el hombre retribuye a los dioses de la misma manera", explica este mismo autor.

¿Desde cuándo se practicaban los sacrificios humanos en esta región? Matos Moctezuma escribe que el sacrificio ceremonial o ritual está documentado y "fue común en Mesoamérica  desde el periodo Pre-clásico hasta el momento de la llegada de los españoles". Esto coincide con el registro de canibalismo o antropofagia en los mismos tiempos, como nos dicen las bioarqueólogas Vera Tiesler, Judith Ruíz González y Ximena Chávez Balderas en su artículo "Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano", en la revista Arqueología mexicana:

Según el estado de conocimiento actual, las primeras evidencias contundentes de depósitos canibalizados mesoamericanos se remontan al Preclásico Tardío (Tlatelcomila, Ciudad de México), siguen durante el Clásico (Teotihuacan, Cantona, Electra [San Luis Potosí]) y aumentan hacia el Posclásico.

Los sacrificios rituales y el canibalismo también se encontraban arraigados en las culturas occidentales, como las que habitaron lo que hoy es Jalisco. El historiador y miembro fundador de Xalixco A.C. y la revista Callicanto, Erick González Rizo, escribe en Dioses del Jalisco antiguo (2021):

En la Mesoamérica del Posclásico, predominaron las sociedades militaristas, y la relación con los dioses como interventores en el mundo terrenal y las batallas era visto como algo natural. Dentro de este contexto, la guerra no era un simple acontecimiento profano, sino que estaba revestida de un aura sacralizada, ya que la víctima sacrificial obtenida en combate era la más preciada ofrenda que se podía presentar en los altares. Con tantas fronteras militarmente activas al momento del contacto, el sacrificio y la guerra eran elementos cotidianos. 

Los sacrificios en el Jalisco antiguo, según explica González Rizo, eran rituales donde los presos convertidos en ofrendas pasaban 40 o 50 días encerrados. Luego de algunos días de ayuno y de abstención sexual, los guerreros que victoriosos apresaban a sus ofrendas agradecían a sus dioses y rogaban por futuras victorias donde traerían también futuros sacrificios. Terminado el encierro ritual, se traía a los sacrificios al adoratorio o templo con cinco gradas donde se encontraba una piedra redonda y tallada finamente. Los presos, entonces, eran colocados de espaldas y un varón joven y virgen era el encargado de abrirles el pecho y sacarles el corazón. Los corazones recién extraídos se transportaban en una caja del dios, mientras que los cuerpos sacrificados se repartían entre los "barrios" para realizar un "Mitote" o festín acompañado de danzas y procesiones.

Esto significa que tanto los sacrificios humanos como el canibalismo fueron fenómenos omniprescentes en distintos periodos y distintas culturas prehispánicas. 

Sin embargo, quizás un amlover o incluso el propio López Obrador podría cuestionar a los citados especialistas (muy seguramente con el tono característicamente despectivo con el que trató a los científicos y demás intelectuales durante su mandato): ¿cómo saben que todo esto en realidad ocurrió y no es solo un invento de especialistas conservadores? Después de todo, tanto en su presentación como dentro de Grandeza, AMLO asegura que quienes, como Cortés, buscaron justificar el genocidio, la conquista y el supremacismo, siempre fueron apoyados por "intelectuales y científicos vinculados y dependientes de los regímenes de opresión".

Este cuestionamiento (que tiene una parte de verdad, pues no hay dictadura o imperio alguno que no tuviera inteligentes apologistas académicos) tomaría por sorpresa a quienes ignoran el hecho que no solo contamos con los relatos y obras de conquistadores españoles e indígenas de la Colonia, sino también tenemos registros documentales, físicos (en monumentos) y bioantropológicos con precisión forense, que demuestran cuán extendidas estaban las prácticas de sacrificios rituales y antropofagia en distintas culturas mesoamericanas. 

En el artículo de Tiesler y colaboradoras, por ejemplo, se expone la interpretación de marcas culturales en restos humanos, tras exámenes minuciosos de características visibles en la alteración en estado fresco (recién fallecido), calidad orgánica y elástica del hueso al destazarse. También registran despellejamiento de musculatura y tendones, indicios de cocción e ingesta de partes blandas, huesos esponjosos aplastados o perforados que desvelan la extracción del tuétano, segmentos fracturados culturalmente y marcas de masticado atribuibles a dentición humana. De hecho, explican estas especialistas, los restos óseos previamente consumidos suelen presentar un estado de conservación excelente, debido al acortamiento de la putrefacción bacteriana y al deterioro óseo por haberse despojado de partes blandas, etc. 

La evidencia documental y en monumentos es, quizá, el tipo de evidencia mejor conocida en cuanto a sacrificios humanos se refiere, como la mostrada en el Códice Borgia del Posclásico Tardío (aprox. 900 - 1521 d.n.e.), o el Códice Dresde (aprox. del 1200 - 1250 d.n.e). "Una de las más conocidas representaciones  de la decapitación la vemos en el Juego de Pelota de Chichen Itzá, donde hay siete contendientes por bando y los que que encabezan al grupo son, precisamente, el jugador que decapita al contendiente", escribe Matos Moctezuma. Algunos edificios desde donde se aventaban a personas también cuentan su propia historia. 

Como con tantas otras partes del conocimiento científico negado por intereses ideológicos o económicos, no solo tenemos evidencia sólida que la respalda y contradice las posturas negacionistas, sino que observamos la convergencia de evidencia obtenida por distintas disciplinas científicas (arqueología, antropología biológica, antropología forense, historia, tafonomía) la cual sostiene un marco teórico consistente además con otros conocimientos bien establecidos (como los de antropología de la religión y la religión comparada), haciendo de los sacrificios humanos y del canibalismo una parte de este fondo de conocimientos, dejando las posturas revisionistas o abiertamente negacionistas como irracionales. No es solo que lo digan ciertos autores o académicos con sus particulares ideologías y posturas políticas. Es que negar la existencia de los sacrificios humanos en Mesoamérica es ir en contra de lo que sabemos de Mesoamérica.

¿Por qué AMLO cree en tonterías sobre los pueblos mesoamericanos (y quién gana con eso)?

Contrario a las afirmaciones de AMLO, los sacrificios humanos y prácticas antropófagas en los "pueblos originarios" no fueron un invento de los conquistadores para justificar la esclavitud y otras atrocidades cometidas después del descubrimiento de América. Todo lo que sabemos de las distintas culturas mesoamericanas, incluyendo a las culturas olmeca, totonaca, teotihuacana, mexica y maya, a través de sus propios escritos, religiones, edificios y restos, nos dice que estas prácticas fueron parte de sus civilizaciones, es decir, de su forma de ver, comprender y de actuar en el mundo en el que existieron. 

Aún más importante, estas afirmaciones abiertamente negacionistas contradicen lo que los estudiosos mexicanos han compartido con el país y que las instituciones de difusión cultural, como el INAH, se han esforzado de aclarar ante aquellos que ven en las culturas antiguas solo como tribus bárbaras que tenían que ser "civilizadas". Ejemplos de esfuerzo lo podemos mirar desde tesis de maestría, como la de la citada bioarqueóloga Ximena Chávez Balderas; antologías, como El sacrificio humano en la tradición mesoamericana (2010) compilada por Leonardo López Luján y Guilhem Olivier; o presentaciones de libros especializados del propio INAH:


Con todo esto en mente, podemos preguntarnos ¿por qué AMLO dice y cree en tonterías sobre los pueblos mesoamericanos? Hay que entender, primero que nada, que aunque objeto de titulares, las posturas de AMLO sobre los sacrificios humanos y el canibalismo prehispánicos no representan a ninguna de sus tesis principales defendidas en discursos y, presumiblemente, en su nuevo libro. Esto, sin embargo, no significa que no sea un reflejo de tales tesis, algunas difíciles de sostener desde el punto de vista histórico, antropológico e incluso filosófico.

Esto me hace pensar que su negacionismo histórico no es distinto en su base del negacionismo climático o el movimiento antivacunas. Se trata, al final de buscar sostener una visión del mundo donde la realidad no puede interferir, porque el objetivo no es conocer la realidad, sino hacer que se adopte la visión de la realidad que sostiene desde el principio. Así, podemos decir algo que es obvio tanto para amlovers y antipejes por igual: que Grandeza no es un libro de historia, ni López Obrador es historiador. Pero, y aquí viene una obviedad que tal vez no comparten muchos amlovers, eso no le da derecho al expresidente de tergiversar y negar aquellas partes de la historia que no le gustan. 

Su libro no es de historia sino de política, sí, pero de política que tergiversa los hechos históricos y trata de pintar aún así una imagen sobre la historia que es contraria a lo que sabemos de historia. Y aquellas posturas, teorías y visiones que se venden como "análisis" de la historia sin serlo realmente, tienen un nombre: pseudohistoria

Entiendo que la visión de López Obrador consiste en encontrar una raíz cultural que haría de los mexicanos un pueblo esencialmente bueno en términos morales (y por tanto también en términos políticos), que buscaría esencialmente su propio bienestar, aunque a veces puede acabar siendo engañado o invadido por los conquistadores, los corruptos o los conservadores (y muchas veces son sinónimos tal como los usa AMLO). El pueblo esencialmente bueno busca su bienestar, y eso es lo que lo caracteriza, a diferencia de los conservadores. Y eso, al parecer a sus ojos, era igual cuando comenzó la Conquista (que trajo, según él, la corrupción y otros males al continente) como cuando ganó la 4T en 2018 y en 2024. La imagen mítica de los pueblos originarios de AMLO es, hasta donde puedo entender, una parte más de la identidad ideológica que ha construido con los años para sus seguidores, materializada en el gobierno de la 4T y en su partido político, Morena. 

No termina de quedarme claro por qué AMLO piensa que necesita mitificar la historia antigua para fundamentar esa visión e identidad morenista. Puede que el pueblo sea esencialmente bueno (una afirmación, al fin y al cabo, infalsable), y aún así aceptar un pasado (tanto antiguo como reciente) donde se cometían atrocidades, donde no se vivía todo lo bien que se podía vivir, o donde no se pensaba que primero debía de verse por los pobres. Puede ser también por la forma en la que el sacrificio humano y el canibalismo es entendido desde la cultura popular y desde ideologías rivales, como el hispanismo, donde pintan a los mexicas y culturas similares como pueblos salvajes, eternamente hambrientos y deseosos de carne humana. Esta visión no solo es compartida por los actuales hispanistas, sino que también era la cristiana visión de conquistadores y colonialistas.

Tal como el arqueólogo Stan Declercq aclaraba justo cuando criticó a los negacionistas hace un par de años:
Hasta el día de hoy, temas como sacrificio y cosmofagia se mantienen capturados en el inconsciente colectivo, asociados al “pecado” y al “mal comportamiento”. Pero ¿qué es la devoración? Es establecer una relación, es incorporar, transformar, multiplicar y regenerar. Es humano y no humano. Es de los animales, de los dioses, de los muertos y de los objetos. Todos consumían y todos consumimos. 

Es cierto que tanto los viejos colonialistas como los actuales hispanistas no ven el sacrificio humano mesoamericano en su amplio contexto religioso y político, pero negar su existencia solo es otra forma no verlo y, en ese sentido, López Obrador termina haciendo el mismo flaco favor ideológico a la comprensión de la historia y la identidad mexicana. 

De hecho, AMLO no puede negar toda la historia antigua. Por ejemplo, en el citado discurso del 2021, López Obrador reconoce que, si bien es posible que podamos hablar de una imposición a la fuerza del imperio mexica por encima de otros, también comenta acertadamente que esto no reduce su importancia histórica y cultural. ¿Por qué no hacer lo mismo con el asunto de los sacrificios y el canibalismo? 

Sospecho que es justo su empeño en "hacer política" (como muchas veces ha llamado a sus decisiones cuestionables) lo que lo lleva a este terreno, donde termina confrontado hasta por sus simpatizantes (porque sí, me consta que muchos historiadores como de otras carreras en ciencias sociales y humanidades, simpatizan con AMLO). Aquella postura que buscaría crear unidad termina generando una nueva división, aunque todo indica que es una división que López Obrador está dispuesto a aceptar: por un lado, un grupo minoritario compuesto tanto por especialistas como de ciudadanos simpatizantes que además sabe o tiene al menos noticia de los conocimientos básicos de historia; y por el otro, un mar de simpatizantes dispuestos a negar junto a su líder todo aquello que niegue, así como simpatizantes que saben que su líder se equivoca, pero prefieren eludir el tema e incluso menospreciar a quienes (como yo, en este artículo) pierden su tiempo exponiendo el por qué está equivocado y qué sabemos realmente sobre esta cuestión. Para estos últimos simpatizantes, como para AMLO mismo seguramente, aceptar el error es lógicamente equivalente a darle la razón a esa abstracción que llaman "oposición", donde meten igual a la ultraderecha más rancia y neofascista, y a los prianistas clásicos, pero también a socialdemócratas, liberales, marxistas, feministas, intelectuales, defensores de los derechos humanos y otros tipos de izquierdistas y demás personas no conservadores ni derechistas, pero que igual "pierden su tiempo" corrigiendo al líder o cuestionando las decisiones del actual gobierno.


Pero hay, además de la parte más dogmática de la 4T, otro ganador entre los que se aprovechan del negacionismo de López Obrador: la ultraderecha. Como platicaba casi al inicio, en mi "debate" con los hispanistas al corregirles partes secundarias de su escrito, creían a pies juntillas que por hacer eso debía de ser un defensor férreo de la propuesta para que España le pida disculpas a México. Estaban convencidos de mi postura, aún cuando no me conocían, ya había negado que yo estuviera defendiendo esa tesis y que mis cuestionamientos no dependieran de ella. Si en realidad fuese un convencido de que España le debe disculpas a México, ya no habría importado si mis cuestionamientos y críticas eran válidos, sino que mi voz solo les aportaba otro granito de arena para reafirmar su rancia ideología nacionalista.

Pues bien, para este tipo de grupos, el debate artificial de AMLO sobre Mesoamérica solo representa más leña para su fuego, es decir, para crecer bajo la tesis de que AMLO, como el gobierno de la 4T, mienten y tergiversan con tal de ganar aceptación o ser validados públicamente. Si la 4T es capaz de defender un falso palpable tan obvio, como el negacionismo del sacrificio humano prehispánico, ¿no será obvio también que nos mienten en temas más relevantes? Así, López Obrador solo alimenta esta pelea ideológica que amenaza con fortalecer algún día tanto a la derecha (incluyendo la más rancia y fascistoide) facilitándoles el camino de la crítica y la descalificación. El negacionismo histórico alimentado por las motivaciones ideológicas en busca de una presunta identidad compartida y esencialista se vuelve un arma de doble filo. 

Es posible que esta respuesta (que en buena medida es especulativa, dado que no es posible conocer las verdaderas intenciones de AMLO) esté incompleta, pero considerando su carrera política, su largo tiempo como candidato a la presidencia, su etapa como presidente, sus discursos a lo largo de este tiempo y lo que hasta ahora ha promovido con su regreso a la opinión pública, no creo que pueda estar demasiado alejado en el verdadero por qué es que López Obrador cree en tonterías sobre el mundo prehispánico, por qué muchos simpatizantes lo acompañan en esa creencia y por qué tantos otros deciden mirar a otra parte. Lo que sí deseo, es estar completamente equivocado en que la ultraderecha en México vea en esto un paso más en su fortalecimiento y en su búsqueda de llegar al poder político en México. 

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* Mentiras y verdades de la arqueología mexicana, por Eduardo Matos Moctezuma, Secretaría de Cultura-INAH-Editorial Raíces, México, 2018.

*El sacrificio humano en la tradición mesoamericana (2010) coordinado por Leonardo López Luján y Guilhem Olivier, INAH-UNAM, México, 2010.

* "Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano", por Vera TieslerJudith Ruíz González Ximena Chávez Balderas, Arqueología mexicana, vol. 180, julio 2023.

* "Ofrenda de vida, sacrificio humano y animal en Tenochtitlán || Dra. Ximena Chávez B.", canal Planetario Cozumel:


* "Presentación del libro “Evidencias del sacrifico humano y canibalismo en restos óseos”", canal INAH TV:


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