Ya se tranquilizó el mar de comentarios y reseñas que generó la nueva película de Netflix No Miren Arriba (Don't Look Up), donde estrellas de Hollywood, como Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, nos invitan a reflexionar sobre la indiferencia, el mercadeo de la duda, la conspiranoia y el negacionismo más apático de una catástrofe inminente en la que los científicos hacen sus mejores esfuerzos por advertir a la humanidad y asesorar a los políticos con pocos resultados favorables. Así que es el momento perfecto para compartir mis reflexiones personales. En la película se reflejan una serie de variables de enorme importancia en las controversias sociales del mundo real: la influencia de las redes sociales, el populismo del que se alimentan políticos de todo el espectro ideológico (aunque en la película se concentran en una evidente parodia muy realista de la alt-rigth), el papel de la posverdad en el manejo de los discursos (¿por qué quieres sonar a que todos morirán con una catástrofe inminente confirmada fuera de toda duda científicamente razonable? Eso no vende ni ayuda en campaña electoral), y claro, los pequeños triunfos de la razón (el lado de nuestros protagonistas) que al final sirven para nada y para lo mismo.Debo admitir que no había publicado tanto sobre una película, primero porque no soy un conocedor del cine y segundo porque me gusta disfrutar la ficción más entre cercanos que uniéndome al mame de la opinología del momento. Pero esta película me ha hecho pensar en tantos asuntos de relevancia sobre filosofía, divulgación científica, política y crítica social.
Es a todas luces una brillante sátira de nuestra situación actual con el calentamiento global. Aunque éste tiene una serie de diferencias con un impacto de meteorito, podríamos decir que se trata de un problema aún peor en cierto sentido. Como ya dije, hay unas cuantas cosas sobre esta película que me han hecho pensar (y quiero creer que no soy el único), y las principales son tres: primero, la forma en que ha sido acogida por los científicos (especialmente por climatólogos), que podríamos decir, incluso, que la han adoptado como un homenaje a sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático; segundo, aunque es asombrosamente fácil retratar el panorama social actual en una sátira (desde la manera en que los activistas que exclaman que escuchemos a los científicos terminan ridiculizados, hasta lo aborrecibles que son los políticos y los ideólogos detrás de ellos que se empeñan en negar la realidad), aún existen muchas personas que no lo han comprendido, razón por la que creo a más de uno se le hizo aburrida la película; y tercero, aunque no creo que esto haya sido un objetivo de sus creadores, el futuro escalofriante que podría aguardar a la humanidad con el triunfo de los negacionistas climáticos: la destrucción del mundo como lo conocemos, tal vez no con la velocidad con la que lo haría un impacto de meteorito, pero sí de un modo fulminante e irreversible si no actuamos. Es una noticia aterradora, y tenemos derecho (y toda la razón) para aterrarse, y por lo mismo debemos actuar si no queremos que la realidad termine igual que una sátira hollywoodense.
Una terapia de gritos para científicos y activistas
"Esta película ha sido mi principal terapia de gritos durante los últimos dos años"
Boslough, que nos comparte la anécdota en un artículo reciente para Skeptical Inquirer, continúa citando a Mainzer:
"Trabajé en todos los aspectos de la película, especialmente en el diálogo. Leo [DiCaprio] y yo recibimos docenas de llamadas sobre su discurso principal a solas. Durante dos años, tuve muchas, muchas discusiones con Adam [McKay], Leo y el resto del elenco sobre las motivaciones de los científicos, la tensión entre ellos sobre cómo manejar la situación y la importancia del proceso de revisión científica por pares para resolver desafíos globales. Y, por supuesto, tuvimos muchas discusiones sobre la minería de asteroides y el papel, a menudo tóxico, de los multimillonarios que sienten que saben más que todos los demás.
La tensión fundamental entre si es mejor protestar contra los sistemas de los poderosos o tratar de influir desde adentro es una gran parte de la historia. Mi punto para Adam y Leo fue que, como científicos, con frecuencia no tenemos el poder de efectuar los cambios que sabemos que se deben hacer desde un punto de vista técnico para arreglar una situación. Entonces, ¿es mejor para nosotros protestar o tratar de ser el adulto en la sala con un grupo de personas con las que puede estar profundamente en desacuerdo? Lo peor que podemos hacer es rendirnos. El futuro depende de nosotros. Eso es lo mejor de la ciencia ficción: puede permitirnos ver un futuro posible y elegir un camino diferente."
Una terapia de gritos es la mejor descripción que he podido encontrar sobre No miren arriba. Puedo entender la terapia de gritos de los científicos que asesoraron la película, pero también se convierte en lo mismo para todos esos científicos y activistas climáticos que no participaron en su realización, pero que sí llevan años advirtiendo como locos de la catástrofe climática sin que se realicen acciones contundentes para paliarlas. Porque eso es lo que ha pasado. Tal vez tenemos voces encantadoras, sensatas y que se asumen defensores de la razón, como Steven Pinker o Bill Gates, anunciándonos que se ha hecho más por combatir el cambio climático hoy que en cualquier otra época, y que es posible soñar con nuevas tecnologías que solucionarán el problema. Pero la realidad es que seguimos con incrementos críticos de gases de efecto invernadero, con récords de desastres climáticos cada año directamente relacionados con el aumento de las temperaturas globales, y con enormes industrias responsables de casi todo el CO2 producido en el planeta (más del 70%) que continúan enriqueciéndose con pocos obstáculos en su camino. Es de dementes llevar una campaña que produzca efectos reales, no solo en la política, sino en la cultura a nivel internacional con todo esto en contra.
Nunca he sido fan del mensaje que transmiten la mayoría de películas sobre la ciencia, primero porque a menudo lo hacen mal (y lo nota cualquier interesado en tener conocimiento básico en el tema) y en segundo lugar, porque a menudo el mensaje es el típico aterrador poder de la ciencia y la tecnología para crear monstruos, o destrucción y supervillanos con superintelectos psicopáticos que no son capaces de ver el daño que hacen, por lo deshumanizados que están a causa de su conocimiento y/o su ambición. La tecnología y el conocimiento científico se volvieron sustitutos de la magia y la brujería, para crear los males más impensables, y esto desde hace unos dos siglos, por lo menos. No miren arriba reivindica a la ciencia y nos grita "¡Ey, no son los científicos! Son los tecnócratas, los populistas y los pseudocientíficos los malos de la historia. ¡Siempre lo han sido!"
Me parece un muy interesante análisis de la película y del contexto científico-político de la actualidad. Hay un problema ecuestre: que la ciencia logre una comunicación eficaz con las masas. El mundo de la posverdad es un mundo de oscurantismo, con todos los riesgos que implica. ¡Gracias por su texto!
ResponderEliminar