viernes, 4 de febrero de 2022

"No miren arriba" y el triunfo del negacionismo climático

 

Ya se tranquilizó el mar de comentarios y reseñas que generó la nueva película  de Netflix No Miren Arriba (Don't Look Up), donde estrellas de Hollywood, como Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, nos invitan a reflexionar sobre la indiferencia, el mercadeo de la duda, la conspiranoia y el negacionismo más apático de una catástrofe inminente en la que los científicos hacen sus mejores esfuerzos por advertir a la humanidad y asesorar a los políticos con pocos resultados favorables. Así que es el momento perfecto para compartir mis reflexiones personales. En la película se reflejan una serie de variables de enorme importancia en las controversias sociales del mundo real: la influencia de las redes sociales, el populismo del que se alimentan políticos de todo el espectro ideológico (aunque en la película se concentran en una evidente parodia muy realista de la alt-rigth), el papel de la posverdad en el manejo de los discursos (¿por qué quieres sonar a que todos morirán con una catástrofe inminente confirmada fuera de toda duda científicamente razonable? Eso no vende ni ayuda en campaña electoral), y claro, los pequeños triunfos de la razón (el lado de nuestros protagonistas) que al final sirven para nada y para lo mismo.

Debo admitir que no había publicado tanto sobre una película, primero porque no soy un conocedor del cine y segundo porque me gusta disfrutar la ficción más entre cercanos que uniéndome al mame de la opinología del momento. Pero esta película me ha hecho pensar en tantos asuntos de relevancia sobre filosofía, divulgación científica, política y crítica social.

Es a todas luces una brillante sátira de nuestra situación actual con el calentamiento global. Aunque éste tiene una serie de diferencias con un impacto de meteorito, podríamos decir que se trata de un problema aún peor en cierto sentido. Como ya dije, hay unas cuantas cosas sobre esta película que me han hecho pensar (y quiero creer que no soy el único), y las principales son tres: primero, la forma en que ha sido acogida por los científicos (especialmente por climatólogos), que podríamos decir, incluso, que la han adoptado como un homenaje a sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático; segundo, aunque es asombrosamente fácil retratar el panorama social actual en una sátira (desde la manera en que los activistas que exclaman que escuchemos a los científicos terminan ridiculizados, hasta lo aborrecibles que son los políticos y los ideólogos detrás de ellos que se empeñan en negar la realidad), aún existen muchas personas que no lo han comprendido, razón por la que creo a más de uno se le hizo aburrida la película; y tercero, aunque no creo que esto haya sido un objetivo de sus creadores, el futuro escalofriante que podría aguardar a la humanidad con el triunfo de los negacionistas climáticos: la destrucción del mundo como lo conocemos, tal vez no con la velocidad con la que lo haría un impacto de meteorito, pero sí de un modo fulminante e irreversible si no actuamos. Es una noticia aterradora, y tenemos derecho (y toda la razón) para aterrarse, y por lo mismo debemos actuar si no queremos que la realidad termine igual que una sátira hollywoodense.

Una terapia de gritos para científicos y activistas


Amy Mainzer, asesora técnica en astronomía para la película Don't Look Up, le comentaba a su amigo, el físico Mark Boslough, sobre la película que ayudó a realizar:

"Esta película ha sido mi principal terapia de gritos durante los últimos dos años"

Boslough, que nos comparte la anécdota en un artículo reciente para Skeptical Inquirer, continúa citando a Mainzer: 

"Trabajé en todos los aspectos de la película, especialmente en el diálogo. Leo [DiCaprio] y yo recibimos docenas de llamadas sobre su discurso principal a solas. Durante dos años, tuve muchas, muchas discusiones con Adam [McKay], Leo y el resto del elenco sobre las motivaciones de los científicos, la tensión entre ellos sobre cómo manejar la situación y la importancia del proceso de revisión científica por pares para resolver desafíos globales. Y, por supuesto, tuvimos muchas discusiones sobre la minería de asteroides y el papel, a menudo tóxico, de los multimillonarios que sienten que saben más que todos los demás.

La tensión fundamental entre si es mejor protestar contra los sistemas de los poderosos o tratar de influir desde adentro es una gran parte de la historia. Mi punto para Adam y Leo fue que, como científicos, con frecuencia no tenemos el poder de efectuar los cambios que sabemos que se deben hacer desde un punto de vista técnico para arreglar una situación. Entonces, ¿es mejor para nosotros protestar o tratar de ser el adulto en la sala con un grupo de personas con las que puede estar profundamente en desacuerdo? Lo peor que podemos hacer es rendirnos. El futuro depende de nosotros. Eso es lo mejor de la ciencia ficción: puede permitirnos ver un futuro posible y elegir un camino diferente."

Una terapia de gritos es la mejor descripción que he podido encontrar sobre No miren arriba. Puedo entender la terapia de gritos de los científicos que asesoraron la película, pero también se convierte en lo mismo para todos esos científicos y activistas climáticos que no participaron en su realización, pero que sí llevan años advirtiendo como locos de la catástrofe climática sin que se realicen acciones contundentes para paliarlas. Porque eso es lo que ha pasado. Tal vez tenemos voces encantadoras, sensatas y que se asumen defensores de la razón, como Steven Pinker o Bill Gates, anunciándonos que se ha hecho más por combatir el cambio climático hoy que en cualquier otra época, y que es posible soñar con nuevas tecnologías que solucionarán el problema. Pero la realidad es que seguimos con incrementos críticos de gases de efecto invernadero, con récords de desastres climáticos cada año directamente relacionados con el aumento de las temperaturas globales, y con enormes industrias responsables de casi todo el CO2 producido en el planeta (más del 70%) que continúan enriqueciéndose con pocos obstáculos en su camino. Es de dementes llevar una campaña que produzca efectos reales, no solo en la política, sino en la cultura a nivel internacional con todo esto en contra.

Nunca he sido fan del mensaje que transmiten la mayoría de películas sobre la ciencia, primero porque a menudo lo hacen mal (y lo nota cualquier interesado en tener conocimiento básico en el tema) y en segundo lugar, porque a menudo el mensaje es el típico aterrador poder de la ciencia y la tecnología para crear monstruos, o destrucción y supervillanos con superintelectos psicopáticos que no son capaces de ver el daño que hacen, por lo deshumanizados que están a causa de su conocimiento y/o su ambición. La tecnología y el conocimiento científico se volvieron sustitutos de la magia y la brujería, para crear los males más impensables, y esto desde hace unos dos siglos, por lo menos. No miren arriba reivindica a la ciencia y nos grita "¡Ey, no son los científicos! Son los tecnócratas, los populistas y los pseudocientíficos los malos de la historia. ¡Siempre lo han sido!"

Correctamente científico y políticamente incorrecto (aunque no lo quieran creer)


Esta película no solo busca ser científicamente correcta, sino que es a su vez una denuncia sobre cómo la sociedad no presta atención a sus científicos, porque sí, por más frikis antisociales que sean, y por más que odien el contacto con otras personas, los científicos se preocupan por el futuro de la sociedad, y muchos trabajan con el ideal de mejorarla o aportar lo suyo para esa causa. Por eso es que en nuestros tiempos, los científicos climáticos son los primeros en aplaudir que voces como la de Greta Thunberg sean escuchadas y compartidas en distintos medios, aún cuando su mensaje suene ingenuo y no tenga ningún conocimiento novedoso, pues los científicos llevan décadas (¡¡¡décadas!!!) diciendo lo mismo. Por eso es que ahora son los primeros en aplaudir una película como esta, que por fin les representa, no solo por sus descubrimientos, sino por el mensaje de alarma que nos han gritado por tanto tiempo y que nadie parece escucharlo (o no, por lo menos, aquellos que realmente podrían hacer la diferencia).

Y esto último es un punto que otros (por ejemplo, aquí) han hecho notar: mientras que podemos sentir empatía y desesperación porque nadie parece tomarse en serio las desgarradoras advertencias de la Dra. Dibiaski en la película, en el mundo real, tenemos a personas como Greta Thunberg que han logrado que millones en el mundo hablen sobre el cambio climático, siendo ridiculizada y menospreciada por muchos de aquellos que se sienten identificados con la película. Así es como la realidad iguala (y hasta supera) a la ficción, de modo lamentable.

Por otro lado, está ese problema de cuán fácil es que hoy el conocimiento científico y las acciones para prevenir aquellos desastres que resultarán de ignorarlo, se vuelvan asuntos que polaricen ideológicamente a las personas. Están aquellos que siguen creyendo que la ciencia debería ser apolítica  y que, por tanto, mezclar la ciencia con el activismo político o con la ideología política es un error. Tal vez esto es muy, muy ingenuo (pues no solo necesitamos conocimiento y debate científico, también hacen falta acciones concretas, viables y que se guíen por el bienestar general, más que por las ganancias, la popularidad electoral o el protagonismo heroico), pero tienen razón en un punto: que señalar estos hechos solo contribuyen a que, quienes rechacen la ciencia, la sigan rechazando por convicciones políticas, mientras que aceptarla se vuelve a su vez en una convicción política opuesta.

Es lo mismo que actualmente pasa en materia de salud con el cubrebocas, las vacunas y las medidas preventivas contra el Covid-19. No solo se trata de las mejores herramientas tecnológicas y médicas contra la pandemia, sino que rechazarlos se ha vuelto parte de la identidad reaccionaria de cierto sector de la derecha y, al parecer, apoyarlas es algo propio de progres (o eso piensa ese sector reaccionario de la derecha). Claro que, quienes salen ganando en este ambiente polarizado son los políticos populistas y los charlatanes traficantes de milagros.

¿Ya ganó el negacionismo?


Son estos últimos que ganan, aunque debemos hacer énfasis en que ese "triunfo" es temporal. Como hemos constatado con los covidiotas antivacunas y negacionistas de la pandemia que están muriendo como moscas por sus ideas (el último famoso, según parece, fue el cantante Diego Verdaguer), el daño que causan no es solo para la población en general sino también para ellos mismos. En Don't Look Up, los negacionistas tuvieron que enfrentar la existencia del cometa solo con mirar arriba. Así de simple. Aún así, como se ve en la misma, no faltaron ordaz de reaccionarios que hacían caso omiso de las advertencias y del evidente peligro. Esto es también una obvia representación de nuestra situación en el mundo real con el cambio climático. Basta con mirar la evidencia aplastante (después de todo, el calentamiento global es nada menos que una de las teorías científicas mejor confirmadas de nuestro tiempo) obtenida de décadas de investigación en distintos campos. 

De acuerdo, tal vez para las personas comunes que solo saben de oídas y anuncios comerciales sobre el calentamiento global, la emergencia no es tan evidente como un cometa acercándose y completamente visible en el cielo nocturno. De hecho, en mi experiencia, parece que las personas que están alejadas tanto de la ciencia climática, como de las disputas públicas (no científicas) sobre su legitimidad, no les ha llamado tanto la película. La he visto con amigos, también con familiares, y la he comentado con otros amigos más (en persona y en redes sociales), y solo los que entendieron la sátira sobre el calentamiento global parece que les gustó, mientras los demás incluso la encontraron aburrida. Es, al fin y al cabo, la dificultad de transmitir un mensaje complejo y científico a un público generalmente alejado de las referencias científicas en su día a día y en la cultura popular.

Esa es la misma dificultad a la que nuestros protagonistas se enfrentan: el aburrimiento, la desconfianza y el nulo entendimiento de su mensaje, que termina siendo ninguneado... hasta que es demasiado tarde. Y otra vez, los ganadores en esto, son los populistas y los negacionistas, pero solo temporalmente. 

Ese mensaje que es ninguneado en la película, es el mismo que los científicos del mundo real nos han estado haciendo durante décadas: tenemos delante de nosotros un escenario catastrófico que se volverá realidad en poco tiempo si no hacemos nada. Esto es aterrador y sí, es una alerta sobre un desastre en el que morirán muchas personas. Deberíamos sentirnos aterrorizados con justas razones, pero también deberíamos actuar lo más pronto posible. No podemos seguir postergándolo, pero nuestros gobiernos, muchas veces seducidos por el tráfico de la duda y la negación que han hecho empresas y colectivos económica e ideológicamente comprometidos con el libre mercado, lo han postergado. Hemos formado parte del problema, aportando al consumismo, ridiculizando activistas y formando parte de la polarización que solo entorpece las acciones colectivas.

Si seguimos así, el triunfo del negacionismo será inminente. Hoy, parece casi obvio, como en la película, pero a diferencia de la ficción, nosotros aún tenemos tiempo para reaccionar. Si no lo hacemos, los negacionistas habrán ganado, solo para perder completamente.

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "Hollywood Finally Listened to Scientists", por Mark Boslough, publicado en el CSI-Skeptical Inquirer.


* "We Need Big Government to Save Us From the Pandemic", por Naomi Oreskes, en el portal de la revista Time.

1 comentario:

  1. Me parece un muy interesante análisis de la película y del contexto científico-político de la actualidad. Hay un problema ecuestre: que la ciencia logre una comunicación eficaz con las masas. El mundo de la posverdad es un mundo de oscurantismo, con todos los riesgos que implica. ¡Gracias por su texto!

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