lunes, 7 de marzo de 2022

¿Qué pueden ofrecer los escépticos sobre el conflicto Rusia-Ucrania?

Tradicionalmente, el movimiento escéptico suele relacionarse con aquellos temas extraños que quedan fuera de la opinión pública "oficial" (por decirle de alguna manera) o que generan debates en la frontera de lo controvertido. La existencia de los fantasmas, las casas embrujadas, los poderes psíquicos, los milagros, los ovnis, los duendes o el chupacabras; la efectividad de la homeopatía, la acupuntura, la oración o el exorcismo; los "misterios sin resolver" resueltos varias veces, como la Atlántida, el triángulo de las Bermudas, los círculos de cultivo, el sudario de Turín, las profecías apocalípticas o los antiguos astronautas; pseudociencias como la parapsicología, el creacionismo, la fusión fría, el psicoanálisis o la grafología; o las conspiranoias mundiales, como las de los reptilianos, los Iluminati o el Nuevo Orden Mundial. (Habría que añadir que, en el mundo hispanoparlante al menos, el escepticismo se ha mezclado con el ateísmo militante, casi desde sus inicios, siendo populares los nombres del nuevo ateísmo como una bandera más del escepticismo). Es solo de un tiempo para acá (un par de décadas, más o menos), que el escepticismo científico parece abordar, de manera prioritaria, problemáticas más cercanas a los problemas sociales, económicos y políticos que cualquier universidad, programa de televisión o libro de ciencias sociales aborda: la salud pública, la desigualdad económica, las instituciones, la industria, el progreso tecnológico... y la guerra.

Aunque ha habido llamados de atención a los escépticos por continuar en problemas que merecen poca investigación y no significan un reto intelectual, como las creencias paranormales y pseudocientíficas, o que causan daños menores en comparación con las decisiones cuestionables en política y economía, lo cierto es que el movimiento escéptico tiene el potencial de aportar mucha claridad sobre problemas importantes, como el que representa el actual conflicto por la invasión de Rusia a Ucrania

Escepticismo y guerra

Históricamente hablando, no se puede afirmar que el movimiento escéptico haya tenido un papel relevante en conflictos armados de gran importancia. Ciertamente, algunos héroes del escepticismo y la ciencia, como Albert Einstein, Bertrand Russell o Carl Sagan, tienen aportes valiosos en la crítica de las guerras, pero estos trabajos suelen ser escasos en cualquier portal de escepticismo científico. Temas relacionados, como las implicaciones globales de un invierno nuclear provocado por una guerra nuclear, conspiraciones entorno al ataque del 11/S, el síndrome de la Guerra del Golfo, el síndrome de la Habana, o armas ficticias como los chemtrails y el proyecto HAARP, son en su mayoría temas que entran dentro del canon escéptico como conspiranoias que no necesariamente se relacionan con conflictos reales o temas que apenas hacen referencia a la guerra. La guerra como tema central es, en el mejor de los casos, escaso en la literatura escéptica, y en el peor resulta nulo. No significa (como cualquier anti-escéptico magufo podría decir) que los escépticos piensen que la guerra es un tema irrelevante, o peor, que es buena de algún modo (aunque sí hay algunos creyentes en la "guerra justa"). Esto parece responder más al límite que el movimiento escéptico se ha autoimpuesto a lo largo del tiempo: afrontar las afirmaciones extraordinarias, sí, pero solo aquellas que estén dentro del "canon", de lo paranormal a la conspiranoia, de la religión a la pseudociencia. Cuando se habla de política, es para hablar de aquellos temas que implican la educación y la cultura científica (como la lucha contra los creacionistas, los antivacunas o los negacionistas climáticos).

En una conferencia (convertida en artículo para Scientific American) del 2016, el controvertido periodista científico John Horgan hablaba de la "ilusión de la ciencia" en la que caen muchos escépticos, y lo común que es que solo aborden objetivos blandos en lugar de problemas difíciles (enlaces y cursivas del original):

“La ilusión de la ciencia” es común entre los escépticos de Capital-S. No aplican su escepticismo por igual. Son extremadamente crítico con la creencia en Dios, los fantasmas, el cielo, la percepción extrasensorial, la astrología, la homeopatía y el Bigfoot. También atacan la incredulidad ante el calentamiento global, las vacunas y los alimentos genéticamente modificados.

Estas creencias e incredulidades merecen críticas, pero son lo que yo llamo “objetivos blandos”. Eso es porque, en su mayor parte, están atacando a la gente fuera de tu tribu, que te ignora. Terminan predicando a los convertidos.

Mientras tanto, descuidan lo que yo llamo objetivos difíciles. Estas son afirmaciones dudosas e incluso dañinas promovidas por importantes científicos e instituciones.

Horgan llamaba la atención con ejemplos de esos "objetivos difíciles", temas que los escépticos a menudo no cuestionamos (o que incluso, creemos en ellos): las teorías de cuerdas, el multiverso y la singularidad informática, las prioridades de la industria farmacéutica, el daño de las pruebas de diagnóstico temprano (como las mamografías y la prueba PSA), la sobremedicación en psiquiatría, la genética del comportamiento y la psicología evolucionista detrás de la guerra (lo que llama "teoría de las raíces profundas"). Pero el objetivo más difícil, es la guerra (enlaces del original):

La mayoría de las personas, probablemente la mayoría de ustedes, descartan la paz mundial como una quimera. Tal vez creen en la teoría de las raíces profundas. Si la guerra es antigua e innata, también debe ser inevitable, ¿no?

También podrían pensar que el fanatismo religioso, y especialmente el fanatismo musulmán, es la mayor amenaza para la paz. Esa es la afirmación de los que critican la religión como Dawkins, Krauss, Sam Harris , Jerry Coyne y el difunto gran belicista Christopher Hitchens.

Estados Unidos, afirmo, es la mayor amenaza para la paz. Desde el 11 de septiembre, las guerras estadounidenses en Afganistán, Irak y Pakistán han matado a 370.000 personas . Eso incluye a más de 210.000 civiles, muchos de ellos niños. Estas son estimaciones conservadoras.

La conferencia de Horgan fue duramente criticada por más de un escéptico (como aquí, aquíaquí, aquí, aquí y especialmente aquí), y la respuesta a sus críticos no satisfizo a nadie en aquel entonces. La ya referenciada respuesta de Daniel Loxton dejó claro el punto principal de todas las críticas de importancia a Horgan (enlace del original):

Es un rascador de cabeza, sinceramente. “Tienes experiencia especializada en X, pero creo que X es trivial. ¿Por qué no te especializas en Y, porque creo que Y es importante? Nadie les dice esto a los eruditos de Shakespeare, a los médicos o a los plomeros. (“Queridos 'bomberos', ¿apaguen menos incendios y resuelvan más asesinatos?”). Aparentemente todo el mundo se lo dice a los escépticos.

Incluso se ha inventado un término para expresar esta visión desdeñosa: el escepticismo científico tradicional a veces se descarta como "Bigfoot skepticism" para resaltar la trivialidad argumentada de los temas paranormales.

[...] 

Mira, lo entendemos: Bigfoot es un problema menos urgente que la guerra. Cada tema que estudian los escépticos es menos apremiante que poner fin a la guerra. Eso es obvio hasta el punto de la tontería. Casi todo lo que casi todo el mundo hace es menos importante que eso. Ciertamente, la escritura escéptica como la que hago yo o la escritura científica como la que hace Horgan son papas bastante pequeñas en comparación con la búsqueda de la paz mundial.

Entonces, ¿deberían los escépticos “golpear menos la homeopatía y al Bigfoot”? En aras del argumento, permítanme conceder por un momento que Bigfoot es uno de los temas menos importantes que estudian los escépticos. Es un tema cercano a mi corazón: escribí un libro sobre Bigfoot y otros críptidos con el blogger de INSIGHT Donald Prothero, pero creer en Bigfoot es en su mayor parte bastante inofensivo. Mi trabajo sobre el Bigfoot no va a curar el cáncer.

Lo que me lleva a preguntar: "¿Y qué?"

Tal vez el argumento principal de Horgan era equivocado (cada cierto tiempo aparece algún otro crítico con tesis similares, como aquí y acá. Aunque también han recibido refutaciones, como esta, lo cierto es que lo dicho por Loxton se sostiene a la perfección igualmente), pero hay que reconocer que estaba ofreciendo un punto importante al señalar a la guerra (entre otros) como el problema más difícil que tratar (más aún que el calentamiento global, la pobreza y la desigualdad, ya que la guerra tiende a empeorar en variados niveles a éstos), y que prácticamente no es un tema popular en la literatura escéptica. Uno podría seguir el razonamiento de Loxton y responder "es que los escépticos se han ocupado de otros temas que los especialistas en tratar la guerra ignoran por completo." Y recuerden que ya le dimos la razón a Loxton: la guerra es un tema importante, y prácticamente cualquier otro tema al que dediques tu tiempo seguramente será menos relevante, pero eso para nada es una razón para menospreciar el trabajo de otros. Muy bien, pero esto tampoco es una respuesta satisfactoria a por qué los escépticos no se habían ocupado de la guerra como un problema importante. ¿No sería posible (y deseable) que, además del centésimo ensayo sobre homeopatía o falacias lógicas, los problemas políticos como la guerra ocupen también el tiempo y el espacio del movimiento escéptico? Con todos los peros que podamos ponerle a Horgan y cualquier otro que pensara en argumentar algo similar a él, sigue siendo verdad que la guerra no es un tema muy común a tratar entre los escépticos.

Y así fue con muchos otros temas que, poco a poco, han sido cada vez más abordados por el movimiento escéptico, al punto que varios de ellos se volvieron ya "temas canon": el calentamiento global, los fundamentos de la moral, la religión, el feminismo, la justicia social, la filosofía y la economía. Varios de estos temas siguen siendo apenas presentados (y muchas veces se presentan mal) en los eventos escépticos, pero cuando aparecen, brillan con luz propia, con debates fecundos e incluso re-estructuraciones notables en lo que se toma como "afirmaciones extraordinarias" dignas de investigar, a ver si cuentan con "evidencia extraordinaria". La guerra (y la geopolítica en general), poco a poco, ha seguido el mismo curso, acelerándose al parecer, con el actual conflicto entre Rusia y Ucrania.

El número del 2003, en donde
la revista Free Inquiry publicó varios
artículos de humanistas con
opiniones dispares sobre la guerra
de Irak... y ni siquiera apareció
el tema en la portada.
También valdría especular por qué estos temas han tardado tanto en ser puestos bajo la lupa de los escépticos: un primer factor puede ser la tradición, tan arraigada en los temas paranormales, pseudocientíficos y del misterio. Aunque su estudio (y denuncia) es más complejo de lo que cualquier Horgan puedan pensar, puede ser abordado desde distintas áreas, como en efecto se mira en el movimiento escéptico (lógica, psicología, historia, medicina, física, filosofía, periodismo y un largo etc.), mientras que los problemas político-económicos, como la guerra, generalmente exigen una mayor rigurosidad, al punto de especializarse en ellos (y aún así, esto no significa una garantía de proveer respuestas a todas las dudas que puedan surgir con relación a una guerra); un segundo factor, es precisamente que no hay tantos especialistas en estos temas, como en general no hay tantos científicos sociales en el movimiento escéptico. Este vacío en ocasiones es llenado por otros tipos de especialistas que, aunque terminan siendo profundamente admirados en el movimiento escéptico (como los sociobiólogos y los psicólogos evolucionistas), en realidad representan casos fronterizos ampliamente controvertidos en ciencias sociales; conectado a este último, está el hecho que, en cuanto a problemas sociales se refiere, no existe un consenso tan marcado o evidente, por lo que es más fácil dar por buena una opinión no especializada que suena razonable o crítica, aún cuando pueda presentar muchas dudas a un especialista. Veamos, por ejemplo, las controversias recientes sobre el feminismo y sobre la identidad de las personas LGBT+, que se han dado en algunos portales y grupos escépticos de redes sociales, o en las múltiples controversias sobre ideologías políticas, como el marxismo y el neoliberalismo; otro factor importante, que muchas veces se nos olvida, es que el movimiento escéptico no es una religión ni una ideología política que englobe dogmas o principios para establecer opiniones sobre todo lo que se nos pueda ocurrir. Es cierto que el movimiento nace hermanado del humanismo secular, el cual busca que busca defender el Estado laico, los derechos humanos y la razón como pilares de toda organización ciudadana, pero incluso entre los humanistas seculares, la guerra ha sido un tema controvertido, con puntos de vistas tan variables, desde los que condenan la guerra como contraria al humanismo secular (como lo hiciera Richard Dawkins), pasando por los que pensaban que debía existir el disenso en la comunidad (Paul Kurtz parece haber tenido una opinión cercana a esto) porque el objetivo del humanismo es "establecer una sociedad en la que las creencias sobrenaturales no tomen parte en la composición de la política pública" solamente (así que la guerra sería un tema del que podría haber opiniones diversas), hasta los que apoyaron la guerra explícitamente (como lo hizo Christopher Hitchens). Los estudios sobre psicología y sociología del movimiento escéptico y el humanismo secular nos urgen para establecer qué factores se nos escapan o corregir a quienes nos limitamos a reflexionar sobre estos temas.


Política y religión, hacia el movimiento escéptico extendido

Como dije unos párrafos arriba, la guerra ha sido de esos temas que poco a poco ha ocupado la atención del movimiento escéptico. Hay que ser claros con esto: existen autores identificados con el movimiento escéptico que, desde siempre, han insistido en la urgencia de aplicar el pensamiento crítico como algo básico en la política. Desde los ya citados Sagan o Russell hasta el argentino Mario Bunge (Horgan hablaba de Noam Chomsky como un crítico solitario del imperialismo estadounidense). De hecho, si miramos los perfiles de twitter de varios ateos y escépticos populares en estos días, nos daremos cuenta que varios permanecen atentos al conflicto Rusia-Ucrania, compartiendo enlaces, columnas de opinión, videos e incluso desmintiendo fake news propagadas desde bandos pro y antirrusos por igual. Los escépticos, antes que escépticos, son personas que, como todos los demás, miran con preocupación el desarrollo de la invasión rusa, así como alertan del papel que la desinformación y la represión están jugando en el lavado de cerebro del gobierno ruso

Por diversas razones, incluso lumbreras del escepticismo científico (desde Paul Kurtz a James Randi) han preferido que la política sea un tema tratado solo cuando está involucrada la educación científica o la influencia de pseudociencias claramente identificadas, como el creacionismo o el movimiento antivacunas antes mencionados. Esto no ha dejado de ser impedimento para que los escépticos incursionen en político y otros temas poco abordados en el movimiento escéptico, pero sí ha influenciado para que fueran vistos de forma diferente e independiente a su trabajo como escépticos científicos. Autores con gustos por la historia y la "teoría" del movimiento escéptico, como el ya también citado Daniel Loxton, afirman que es perfectamente posible (y más sano) que coexistan distintos movimientos sociales claramente delimitados, en los que una persona puede participar, pero que la actividad en uno no necesariamente influenciará la actividad en otros activismos. El ejemplo de Loxton (que pueda extrapolarse fácilmente con la geopolítica y la guerra) es el activismo ateo, muchas veces mezclado con el escéptico. 

Soy ateo y humanista secular, pero para mí está claro que el ateísmo es un albatros para el movimiento escéptico. Nos divide, nos distrae y nos margina. Francamente, [los escépticos] no podemos permitirnos eso. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.

Hacia 2003, cuando la invasión de EEUU a Irak hacía que los humanistas seculares no se pusieran de acuerdo sobre  la guerra y otros temas que los polarizaban, Paul Kurtz afirmó que

No existe una respuesta humanista única para cada problema social o público complejo que pueda surgir. Ideológicamente, los humanistas seculares pueden ser defensores laissez-faire del libre mercado o socialistas democráticos; pueden creer en la economía mixta o en un gobierno mundial federal. Y seguramente pueden diferir en políticas fiscales, vales para escuelas públicas, acción afirmativa, matrimonio entre personas del mismo sexo, legalización de la prostitución, inmigración, política exterior, gastos de defensa, guerra y paz, y un sinnúmero de cuestiones secundarias.
Kurtz también defendía que, siempre que alguna problemática política vulnerara los valores éticos de la comunidad humanista secular, era obligación de sus miembros opinar y actuar en consecuencia. Al parecer, Kurtz no comprendió que opiniones políticas como aquellas que son contrarias a la acción afirmativa, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la legalización de la prostitución, la inmigración o la paz, son éticamente contrarias al objetivos del humanismo secular, porque vulneran los derechos humanos que deberían contar como las garantías mínimas en las cuales basarse. Quiero recalcar ese "al parecer", porque los artículos que seguirían siendo publicados en Free Inquiry y otras revistas humanistas ofrecen algunas de las mejores defensas que hoy pueden encontrarse precisamente de estos asuntos. 

Lo que Kurtz, Loxton y otros hacían con su argumentación, era la búsqueda infructuosa de no dividir el movimiento por causas que el movimiento mismo no tocaba tradicionalmente, a saber, la religión y la política. Esperaban que escépticos y humanistas de todo el espectro ideológico se siguieran uniendo para incrementar el movimiento escéptico y/o el humanismo secular, pero sin que hubiera confrontación por los principios y el modelo de sociedad que buscaban crear a pesar de ese presunto pluralismo o multiculturalismo. Dicho de otro modo, estos autores pretendían reflejar los valores de la Ilustración (el pensamiento crítico, la centralidad del ser humano como único defensor del ser humano, la búsqueda de garantías y libertades que procuraran la justicia y la felicidad) pero sin tomar el compromiso de la acción para evitar las represalias o el descontento, o peor, que el movimiento fuera identificado con peyorativos como los de "ateos", "herejes", "comunistas" o similares. No imagino cómo habría sido el mundo si los ilustrados hubieran hecho lo mismo que los escépticos a principios del actual milenio. Supongo que nombres como los de Holbach, Diderot, Voltaire, Benjamin o Paine, habrían sido olvidados hace muchísimo. 

Tales objetivos fueron posibles mientras el movimiento escéptico seguía siendo pequeño, pero a medida que creció (aunque sigue siendo socialmente marginal, por desgracia, ha habido progresos), también lo hizo en la diversidad de temas directamente abordados, que cada vez más involucraban confrontaciones ideológicas profundas. Las luchas contra el negacionismo del Holocausto, las defensas humanistas del aborto, el matrimonio y la adopción igualitarias, la denuncia de las corporaciones que durante décadas han obstruido las acciones climáticas, o los múltiples estudios de movimientos conspiranoicos-populistas-cuasirreligiosos (desde el 11/S hasta Q'Anon)... y no olvidemos que hoy, el ateísmo militante se ha vuelto uno con el movimiento escéptico (lo que no deja de tener puntos criticables, aunque sigue siendo un hecho), solo han contribuido para aclarar lo que ya no debería generar ninguna duda: el movimiento escéptico es dinámico, se extiende y aborda temas variados. Desde el supermercado hasta las universidad, desde la carpa de la adivinadora de turno hasta la carpa del populista que culpa a los inmigrantes de todos los males, desde las boticas naturistas hasta los hospitales, desde las casas encantadas a los laboratorios de avanzada, está claro que es posible aplicar el pensamiento crítico y los valores humanistas a prácticamente cualquiera que argumente y enuncie afirmaciones lo bastante extraordinarias como para merecer una investigación en busca de evidencia extraordinaria. Y eso incluye también los discursos de autócratas y dictadores en el campo de batalla.

El conflicto Rusia-Ucrania-OTAN y lo que los escépticos no podemos dejar escapar


Entonces, resumiendo, hemos visto que la guerra (y otros temas de geopolítica) ha sido un asunto marginal entre el marginal movimiento escéptico, pero esto ha ido cambiando con el paso de los años, al igual que cada vez más temas relacionados con política y religión se han visto desde el escepticismo científico. También hemos visto que no han faltado las quejas (internas y externas) sobre por qué los escépticos le dedican tanto a la homeopatía o los fantasmas, en lugar de criticar Big Pharma o los gobiernos belicistas; y que este tipo de críticas, aunque no tienen razón pues podría aplicarse la misma a prácticamente cualquier otra ocupación no relacionada con política, tienen el mérito de llamar la atención de los escépticos para extender el tipo de asuntos que puedan ser tratados desde sus organizaciones, publicaciones y eventos, sin menospreciar el trabajo en investigación y denuncia de las creencias paranormales y pseudocientíficas.

Estando de acuerdo en todo esto, ¿qué tienen que aportar los escépticos al actual conflicto de Rusia contra Ucrania? Para responder a esta pregunta, doy por supuesto que ya tenemos claro que por "escépticos" entendemos dos grupos principales de personas. El primero, sería el conjunto de todo el mundo, pues tal como lo explicaba Sagan en "La carga del escepticismo", todos somos escépticos en algún grado, en ciertos momentos y por variados motivos dependiendo la situación, y existe un buen motivo, pues "si posees una credulidad absolutamente destrabada, probablemente tendrás que pagar un precio tarde o temprano". De modo que todos hemos sido escépticos con las afirmaciones de los líderes implicados, dependiendo nuestras posturas, filias y fobias sobre todo, sea que cuestionemos a Putin, a Biden, a Zelensky, a la OTAN, a la UE o a todos a la vez. Este tipo de escepticismo "vulgar" tiene la desventaja de ser altamente selectivo o altamente negativo, sin un fundamento adecuado. Puede que una persona cuestione duramente las afirmaciones de EEUU-OTAN-UE porque posee una ideología contraria al imperialismo occidental, a la vez que no cuestionará tan duramente a las afirmaciones del gobierno de Rusia porque, al fin y al cabo, el gobierno de Rusia coincide con su ideología y desconoce (o descarta) hechos importantes sobre el gobierno ruso, como su autoritarismo y su expansionismo imperialista, tan criticable como el occidental.

El otro tipo de escépticos al que nos referimos, es al conjunto de los escépticos que forman parte del movimiento escéptico como tal, y que (en teoría) han dedicado sus vidas en examinar los sesgos y falacias contenidos en enunciados, creencias y teorías contrarias a un fondo de conocimientos bien establecidos. En el caso de un conflicto geopolítico tal vez es más difícil establecer qué contaría como "fondo de conocimientos bien establecidos" para tomar en cuenta; no es tan sencillo, como lo podría ser en astrofísica o en biología evolutiva, aunque podríamos contar al conocimiento histórico que se tiene de todos los bandos como fondo de conocimiento con el que puede contrastarse las promesas y otras afirmaciones que se generan para justificar, continuar o frenar el conflicto.

Suena fácil, pero no lo es, pues, como ya dijimos, hay realmente pocos historiadores (y científicos sociales en general) en el movimiento escéptico, y mucho menos especialistas en historia moderna de la geopolítica con los cuales consultar como fuentes confiables. Esto hará que los escépticos, como individuos, recurran a fuentes afines a sus respectivos compromisos ideológicos. Ocurrió así en 2003 y en otras ocasiones igual, y hoy ocurre también.

Por ejemplo, el editor de la revista Skeptic, Michael Shermer, como liberal (en realidad libertariano) que también es, ha escrito un esclarecedor ensayo con tintes completamente liberales, defendiendo la posible efectividad de las sanciones económicas a Rusia para frenar la guerra. Shermer, basándose en el trabajo de los profesores de derecho Oona Hathaway y Scott Shapiro, hace primero un repaso sobre cuánto se ha progresado para que las guerras sean ilegales, aisladas y combatidas ya no con armas, sino que se reprende a los belicistas con sanciones económicas y políticas (puntos interesantes para la historia militar y el derecho internacional, pero francamente irrelevantes para la gente que sigue sufriendo los horrores de la guerra en carne propia), logros gradualmente obtenidos desde los inicios de la Ilustración hasta nuestros días. Hathaway y Shapiro, en otro escrito compartido por Shermer, explican que: 
El derecho internacional ahora prevé otras formas para que los estados respondan a las violaciones, incluso mediante el uso de sanciones económicas. Y al igual que con los sistemas legales nacionales, estos mecanismos no siempre previenen los abusos, y no siempre castigan adecuadamente los abusos.

Todo esto significa que los comentaristas no solo deben mirar la decisión de Putin de infringir la ley, sino también la respuesta de otros estados a ella. Y aquí tenemos motivos para pensar que la ley es mucho más sólida de lo que sugerirían las declaraciones de su desaparición. Los estados han respondido a la invasión de Ucrania por parte de Putin y su decisión a principios de esta semana de reconocer formalmente la independencia de dos regiones separatistas de Ucrania no solo con condena sino con una acción generalizada y enérgica. El lunes, después de que Moscú reconociera las dos regiones separatistas de Ucrania y autorizara el despliegue de tropas rusas en ellas, el Consejo de Seguridad de la ONU celebró una reunión de emergencia en la que Estados Unidos y las naciones aliadas condenaron las acciones como una clara violación del derecho internacional.

Las endebles justificaciones legales de Rusia, y claramente sin mérito, fueron correctamente descartadas en la reunión de emergencia. Los estados han afirmado que, en ausencia de la autorización del Consejo de Seguridad, un cambio en las fronteras de un estado o el reconocimiento de la independencia de parte de un estado soberano existente requiere el consentimiento libremente dado por ese estado, algo que claramente no está presente aquí. Del mismo modo, la afirmación del Kremlin de que los líderes rebeldes han pedido ayuda militar rusa para defenderse de la "agresión" ucraniana se ha tratado legítimamente como infundada. Incluso si fuera cierto, tal solicitud no otorgaría a las fuerzas rusas la autoridad legal para invadir otro estado y tratar de derrocar a su gobierno. (Enlaces del original).

Esto tal vez parezca poco, pues las sanciones no siempre tienen el efecto esperado (y ciertamente, hasta ahora, Rusia  no se ha detenido en Ucrania), pero Shermer enfatiza que el hecho que "la prohibición de la guerra no haya eliminado la guerra no es más razón para renunciar a la proscripción que el hecho de que deberíamos eliminar las leyes contra el asesinato solo porque las tasas de asesinato no han tocado fondo en cero." Este escéptico, como otros liberales, también comenta que las tasas de homicidio, así como la frecuencia y letalidad de las guerras (civiles, interestatales e internacionales) se han reducido a nivel global a lo largo de los siglos, "por lo que el sistema funciona, aunque sea de manera imperfecta. Por qué funciona requiere una comprensión de lo que lleva a los países a volverse más o menos beligerantes."

Este "por qué", nuestro autor escéptico lo encuentra en la hipótesis del triángulo de la paz, creada por los politólogos Bruce Russett y John Oneal en su obra Traingulating Peace (2001): 1) un nivel alto de democracia, 2) una economía independiente (de mercado) y comercio internacional, y 3) pertenecer a la comunidad internacional a través de Organizaciones Gubernamentales Internacionales (OGI). Para elaborar el triángulo, Russett y Oneal utilizaron un modelo de regresión logística múltiple con datos de Correlates of War Project, con 2300 conflictos armados de 1816 a 2001, encontrándose que, entre más democráticas las naciones, con mercados independientes y en alianzas transparentes de organismos internacionales, se volvía menos probable que se encontraran en conflicto. La improbabilidad del conflicto aumenta cuando al menos una de las naciones en disputa posee un gobierno con bajo puntaje en democracia o cuando definitivamente se trata de un estado autocrático; Russett y Oneal, expone Shermer, también encontraron que "para cada par de naciones en riesgo, cuando ingresaron la cantidad de comercio (como proporción del PIB) encontraron que los países que dependían más del comercio en un año determinado tenían menos probabilidades de tener una disputa militarizada en el año siguiente, controlando por democracia, relación de poder, estatus de gran poder y crecimiento económico." Esto es interpretado por Shermer (de forma predecible) como una prueba que "el comercio era incluso más importante que la democracia", ya que era posible encontrar una disminución en la probabilidad del conflicto, incluso si solo uno de los dos estados analizados poseía libre comercio. Realmente, el triángulo de la paz maneja sus tres variables como íntimamente relacionadas, por lo que los comentarios de Shermer sobre la importancia de una u otra tienen poco peso, pero revela el compromiso ideológico de este escéptico en particular.

Los compromisos ideológicos son uno de los puntos que los escépticos no podemos darnos el lujo de pasar por alto. No significa que, por tener una postura o ideología política se deba arrojar a la basura todo el análisis, pues, si así lo hiciéramos, nos quedaríamos sin análisis que nos ayuden a comprender los conflictos. Lo que importa es si tal o cual análisis ayuda a comprender, de forma parcial, alguna variable de relevancia dentro del conflicto, mucho más que el solo defender la ideología que se tiene como presupuesto. El análisis de Shermer brinda datos importantes que ayudan a comprender mejor por qué las naciones occidentales han optado por duras sanciones económicas en lugar de intervenir militarmente en suelo ucraniano, confrontando a las tropas rusas: porque un acto así llevaría a la peor catástrofe, la Tercera Guerra Mundial. Esto a su vez explica por qué Rusia no ha declarado la guerra a ninguna de las naciones que lo sancionan: porque una nueva guerra mundial significaría un costo enorme en recursos y vidas. Pero Shermer no habla nada sobre las causas específicas del actual conflicto, más allá de llamara a Putin "es un tirano fuera de tiempo, un potentado del siglo XIX en un mundo del siglo XXI que, con suerte, no tolerará sus aspiraciones revanchistas", y por tanto "Putin es un hombre malo cuyo poder absoluto sobre Rusia lo ha corrompido absolutamente." Nadie comprará como explicación "Putin es un hombre malo", pero tampoco es falso que estamos hablando de un tirano que comanda un imperio con intereses expansionistas que ha vuelto explícitos una y otra vez, desde hace dos décadas. Y esto a su vez no nos dice nada sobre la situación de "nuestro lado del charco", como los duros cuestionamientos a la OTAN por su progresiva expansión hacia las fronteras con Rusia aunque prometieran no hacerlo (y dicho sea de paso, esta variable serviría para entender tanto la presión externa a Rusia, como el resentimiento que Putin generó desde que regresó de Alemania reunificada a una URSS en decadencia, en 1989), puntos importantes para comprender el contexto geopolítico en el que se da este conflicto (pero para nada serviría como una justificación para la guerra, a menos que crea en la tontera de la "guerra justa"). 

Podríamos hablar sobre lo mucho que el movimiento escéptico puede ayudar en la identificación de fake news, en la identificación de sesgos en los variados discursos que se puede encontrar en medios masivos como en redes sociales, o el tipo de falacias en el que incurren los victimizan a Rusia o los que ruegan porque EEUU-OTAN interfieran militarmente. Pero todos estos puntos sabemos que los realizan, así como debería ser trabajo de todo ciudadano interesado en mantenerse informado, el contar con las herramientas básicas de búsqueda de información e identificación de fuentes fiables (aunque este "debería ser", sabemos, es bastante idealista), mientras que la identificación adecuada de los compromisos ideológicos puede representar una dificultad, especialmente porque es difícil identificar nuestros propios supuestos ideológicos que influyen en nuestra opinión sobre la guerra y sobre la política en general. Para esto último no existe un kit de detección ni una teoría  sencilla que nos ayude a no caer ante la ideología (que es inevitable, sin importar cuánta objetividad aleguen algunos), pero sí existen herramientas que nos ayudarán en muchos casos: la búsqueda libre de información entre las mejores fuentes disponibles (desde especialistas e institutos académicos a periodistas de investigación que se encuentran en la zona del conflicto), el debate racional y tolerante, el conocimiento histórico que es de fácil acceso en general, la humildad epistémica para aceptar que tal vez no conocemos o comprendemos lo suficiente para expresar una opinión sólida, y el pensamiento crítico aplicado. Estas herramientas, usadas en consonancia con los supuestos éticos del humanismo secular, el Estado de bienestar y los derechos humanos, contribuirían a debates no polarizantes ni demasiado sesgados por las filias y fobias que se puedan tener contra los estados (y las ideologías) que se encuentran implicados en el conflicto. La crítica interna y el debate bien fundamentado son esenciales para evitar que los aportes escépticos terminen "perdiendo el Norte".  

Es muy probable que, como en otros medios, los portales y grupos escépticos se colmen de tesis falsas, sesgadas o selectivas, aunque el hecho que éstos comenten y debatan sobre este tema sería un indicio de la (relativamente) buena salud del movimiento escéptico, pero será un mejor indicio aún que, a pesar de todo, prevalezca con el tiempo el pensamiento crítico sin favoritismos por uno u otro bando, en pro de los derechos humanos.


SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "When Should We Speak Out?", por Paul Kurtz, en Free Inquiry, vol. 23.3, 2003.

* "Putin's Problem", por Michael Shermer, en su blog Skeptic.

* "Dear "Skeptics," Bash Homeopathy and Bigfoot Less, Mammograms and War More", por John Horgan, en su blog Cross-Check, de Scientific American.

* "Bigfoot Versus the Quest for World Peace?", por Daniel Loxton, en Insight.

* "RUSIA Vs. UCRANIA/OTAN = LA IZQUIERDA HIPÓCRITA" por Roxana Kreimer:



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