miércoles, 14 de marzo de 2018

Los mitos cristianos sobre Einstein

“Por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla. [...] No creo en la inmortalidad del individuo, y considero que la ética es de interés exclusivamente humano, sin ninguna autoridad sobrehumana sobre él.” Albert Einstein.

"¿Cómo es posible que casi ninguna religión importante haya analizado la ciencia y concluido: <<¡Esto es mucho mejor de lo que habíamos pensado! El Universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más grandioso, más sutil, más elegante>>? En lugar de eso, exclaman <<¡No, no y no! Mi dios es un dios pequeño y deseo que siga siéndolo!>>. Una religión, antigua o nueva, que subrayara la magnificencia del Universo tal como la ha revelado la ciencia moderna, debería ser capaz de generar enormes provisiones de reverencia y sobrecogimiento que los credos convencionales apenas han explotado." Carl Sagan.


Un día como hoy pero de 1879 nacía el hombre que todo mundo recuerda cuando hablamos de un genio, aunque casi nadie sepa exactamente el por qué: Albert Einstein. Aunque sus aportes revolucionaron la física, las contribuciones de Einstein, como la de aquellos grandes que le precedieron, no se limitan al campo de la ciencia. Einstein fue el creador de las teorías general y especial de la relatividad, teorías que no solo contribuyeron a una mayor comprensión del cosmos, sino también a una re-evaluación de los supuestos mismos que se daban dentro de la ciencia. También se le considera uno de los padres de la física cuántica, con valiosas teorías que ayudaron a crear el camino de la investigación en este campo. Sus contribuciones a la crítica política, el humanismo y la filosofía de la ciencia son también dignos de destacar, manteniendo siempre el cosmopolitanismo, criticando ferozmente el nacionalismo y los males que se engendraban de éste, firme crítico de las armas nucleares y un valioso filósofo de la ciencia que haría que términos como causa, espacio, tiempo, verdad y realidad fueran reexaminados. Sería difícil (por no decir imposible) resumir en un párrafo pequeño las contribuciones de Einstein a  la civilización, y más difícil aún dejar en claro en el mismo espacio por qué es una de las figuras más importantes de la historia.

Pero, al menos en esta ocasión, el punto de esta entrada no es la de profundizar en la teoría de la relatividad y otras revoluciones en ciencia, ni tampoco sobre filosofía y fundamentos de la física. Tampoco será lugar para discutir sobre causalidad y realismo en física cuántica, y sin duda algún día tendremos que abordar las ideas de un gobierno mundial (cosmopolita) que afrontaría los problemas mundiales, tal como Einstein pensaba. Por el momento, recordaremos al célebre genio no por aquello que ha dicho o hecho, sino por aquello que jamás dijo, pero que se ha repetido hasta el cansancio como si de verdad fueran las palabras de Einstein. Al ser una de las figuras fundamentales de nuestra civilización, Einstein se encuentra rodeado de mitos, rumores y chismes sobre sus puntos de vista y su vida personal. Para darnos una idea, puede consultar las múltiples entradas del sitio Quote Investigator sobre frases de Einstein, una página especializada en validar o descartar las frases atribuidas a personajes famosos; o podría consultar The Ultimate Quotable Einstein, de Alice Calaprise publicado por Princeton University Press, libro donde muestra las frases más importantes de este científico sobre más de una decena de temas, con un capítulo exclusivo a las frases falsas o probablemente no afirmadas por Einstein. Pero tal vez no haya frases más escandalosamente falsas que aquellas que se supone dijo Einstein en favor de la existencia de Dios o la necesidad de la religión para la sociedad. 

De nada sirvió que Einstein aclarara una y otra vez en cartas, conferencias y libros que él no creía en dios personal alguno y que lo sobrenatural sencillamente era un conjunto de creencias infantiles. Grupos y sitios web de  misioneros y fundamentalistas religiosos siguen repitiendo viejas leyendas, como que Einstein era un cristiano devoto, aprovechando de pasada una buena apelación a la autoridad: si Einstein, que era un genio, creía en nuestro dios, tú que eres un simple  mortal, deberías hacernos caso y creer en nuestro dios. Pero la realidad es muy distinta, tal como el propio Einstein lo mostró incontables veces.

El joven Einstein sobre el mal como ausencia de Dios 


Tal vez no haya leyenda urbana cristiana más difundida en estos días, que el siguiente video donde se afirma que el niño que "refuta" a un profesor ateo era nada más y nada menos que el propio Einstein:



Contando con distintas versiones (incluyendo una donde se habla de una demostración de la existencia de dios demostrando la existencia de barberos), se busca demostrar que el tan infame problema del mal que esgrimen los ateos en contra de la existencia de un dios que cumpla las características del dios cristiano. Pero hay dos problemas con esta leyenda: el primero, Einstein nunca sostuvo nada similar a eso; y segundo, es un mal argumento para descartar el problema del mal.

Albert Einstein nunca fue cristiano. Nació en una familia judía, y aunque en tiempos de posguerra fue un sionista militante, nunca fue una persona religiosa, entendiendo la religiosidad tal como usualmente la entienden las personas. De hecho, Einstein bien podría calificarse de ateo, aunque él prefería usar el término "agnóstico" o "no creyente". Algunos suelen asegurar que el padre de la teoría de la relatividad era panteísta, ya que también era común que asegurara creer en "el Dios de Spinoza". Baruch Spinoza, un filósofo racionalista pre-ilustrado, aseguraba que un dios personal a la manera del presentado en las religiones abrahámicas no tenía sentido. Spinoza apostaba por el panteísmo, donde dios es identificado como sinónimo de naturaleza (después de todo, la naturaleza es omnipresente, omnipotente y omnisapiente, ¿no?). Este era el mismo sentido de espiritualidad que adoptaba Einstein, tema que veremos más adelante.

Basta con tener en claro estas palabras de Einstein, que ya mencionaba al inicio de esta entrada:
"No creo en un Dios personal y nunca he negado esto, sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda llamarse religioso es la ilimitada admiración de la estructura del mundo en la medida en que la puede revelar nuestra ciencia".
En cuanto al problema del mal, aún cuando este razonamiento hubiera sido presentado por Einstein estaría equivocado. Lo único a lo que apela es a la supuesta autoridad incuestionable que a final de cuentas tendría un genio como Einstein. El problema del mal no se limita a los males causados por la humanidad (cuando se supone actúa "en ausencia de Dios") con sus actos, sino a los males en general: el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, las calamidades naturales, y las injusticias causadas por guerras, dictaduras y demás, no tienen nada qué ver con las acciones individuales de las personas. No se trata de la ausencia de Dios, se trata de la impunidad de la injusticia y la miseria en un mundo creado por un supuesto ser omnipotente, omnisapiente e infinitamente bueno.

Véase más: "Albert Einstein humiliates professor", artículo de David Mikkelson en Snopes.

El amor como fuerza universal


Otro mito común en redes sociales que asocia el nombre de Einstein con la religiosidad y la autoayuda. Supuestamente, Einstein escribiría una carta a su hija Lieserl donde habla de la fuerza más poderosa en el universo. Lieserl Einstein donaría más de 1400 cartas a la Universidad Hebrea, y entre una de esas cartas, su padre escribía lo siguiente:
"Hay una fuerza extremadamente poderosa que, hasta ahora, la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todos
nosotros, e incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y
aún no ha sido identificada por nosotros. 
Esta fuerza universal es el AMOR. 
Cuando los científicos buscaron una teoría unificada del universo, olvidé la fuerza invisible más poderosa. 
El amor es luz, que ilumina a quienes lo dan y lo reciben.
El amor es la gravedad, porque hace que algunas personas se sientan atraídas por
otros. 
[...] 
Por amor, vivimos y morimos. 
El amor es Dios y Dios es amor."
Al igual que con el anterior mito, tenemos dos problemas: primero, Lieserl Einstein no pudo haber donado nunca 1400 cartas a la Universidad Hebrea en donde pudiera venir una carta con estas palabras, porque todo parece indicar que Lieserl murió en 1903, probablemente de fiebre escarlatina, con unos meses de nacida. Segundo, no existe registro de una carta donde siquiera se insinúe un mensaje similar.

De hecho, para cualquiera que haya leído los pensamientos sociales y morales de Einstein, puede darse cuenta que un escrito como éste, que parece salido de alguna columna de superación personal, tiene poco o nada que ver con el estilo de escritura de este gran humanista.

Tal como concluye David Mikkelson, editor del sitio destructor de mitos urbanos, Snopes, "este parece ser otro caso en el que alguien intenta que los lectores presten atención a las palabras atribuyéndolas a una figura conocida y respetada a quien el público considera conocedor del tema en cuestión. ¿Y quién podría saber más acerca de Dios y el amor y otras "fuerzas universales" que el genio científico más famoso de nuestro tiempo?"

Véase más: "A Universal forse", artículo de David Mikkelson en Snopes.

Dios no juega a los dados


Los mitos religiosos creados alrededor de Einstein son sin duda un interesante objeto de estudio para la sociología de las creencias. Cómo y por qué se aceptan de manera acrítica por las masas, son dos preguntas capaces de iniciar sesudas líneas de investigación. Una hipótesis inicial podría ser que las personas tienden a buscar confirmar aquellas creencias de las que están ya de por sí convencidas de su veracidad, y si tal confirmación llega de una figura respetable, no solo por su mismo círculo de creyentes, sino respetada por la comunidad en general, será aún mejor. La apelación a la autoridad entonces se convierte en una prueba de que lo que uno cree es correcto. Si lo creyó una eminencia intelectual como Albert Einstein, ¿quién podría decir que está equivocado?

Así, por ejemplo, los apologistas del destino o del plan divino pueden sentirse muy cómodos con frases de Einstein estilo "las coincidencias son la manera en que Dios permanece anónimo", o tal vez prefieran usar la vieja confiable: "Dios no juega a los dados con el universo." Este tipo de personas ven realizado su sueño de tener razón al darse cuenta que Einstein pensaba exactamente lo mismo. ¿O no es así? La realidad es que no. Estas personas, de manera inconsciente o no, no hacen otra cosa más que sacar de contexto ciertas frases de un autor, acción falaz conocida como minería de citas.


De hecho, ubicada en su contexto, la frase de "Dios no juega a los dados" (la primer frase auténtica de Einstein que analizamos ahora, y atribuida de manera descontextualizada), resulta ser una metáfora elegante y burlona a la vez, que refleja el compromiso realista de Einstein. Como es bien sabido por los historiadores de la ciencia, a Einstein le resultaba chocante la que hoy en día es conocida como la interpretación de Copenhague de la física cuántica, donde el observador es una variable más para considerar el resultado de una observación. De acuerdo a ésta, la interpretación estándar de la física cuántica, la causalidad es entendida de manera distinta a como se entiende en el resto de la física, lo cual tiene importantes repercusiones en nociones filosóficas inherentes a la ciencia, tales como las de objetividad, ley y verdad. En los tiempos en que se estaba desarrollando este modelo, físicos como Einstein aseguraban que algo tenía que estar mal con este modo de entender el mundo cuántico. Es así que una carta enviada a su amigo, el también físico cuántico Max Born, Einstein escribe:
"La mecánica cuántica es realmente imponente. Pero una voz interior me dice que aún no es la buena. La teoría dice mucho, pero no nos aproxima realmente al secreto del 'viejo'. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que Él no tira dados".
La metáfora de "el viejo" o Dios jugando a los dados seguiría siendo usada por Einstein con el paso de los años, para fastidio de los defensores de la interpretación de Copenhague. Niels Bohr, uno de los padres fundadores de la física cuántica, le respondería al ya viejo Einstein: "¡Deja de decirle a Dios cómo usar sus dados!" No cabe duda que como metáfora, resulta elegantemente sarcástica. Algunos físicos famosos, como el recientemente fallecido Stephen Hawking, también suelen emplear metáforas relacionadas con Dios, aunque nunca hablen de la divinidad en ninguna ecuación.

Una vez ubicado en el contexto sobre el debate de la física cuántica, es fácil darse cuenta que Einstein no estaba hablando de un plan divino, del destino, ni de Dios como una entidad. Sino que se refiere al universo y a cómo se comporta éste.

Véase más: "Dios no juega a los dados y otras ideas científicas malinterpretadas", de S. Ferrer, en el diario El Confidencial.

"La ciencia sin la religión está coja; la religión sin la ciencia es ciega"


Tal vez Einstein no era cristiano, y ni siquiera creía en un dios personal. Pero aún así pudo haber sido un defensor de la religión, ¿o no? A la manera de un caso de alguien que "cree en la creencia", tal como lo dice el filósofo Daniel Dennett. Es decir, tal vez Einstein consideraba que la religión, aunque falsa, era buena para las personas y por tanto tenía que promoverse. Más aún, él parece afirmar que sin la religión la ciencia no tiene sentido o queda incompleta. Eso parece expresar en una frase legendaria que reza: "la ciencia sin la religión está coja; la religión sin la ciencia es ciega."

Tal vez lo primero que podríamos hacer es cuestionar la autenticidad de esta frase. Por sí sola, no pareciera ser algo que afirmaría un "no creyente" como Einstein. Pero sabemos que es auténtica y que Einstein sí afirmó esto; sin embargo, como es usual con un autor que recurre a metáforas en sus discursos, esta frase sacada de su contexto tiene un significado totalmente distinto. La cita aparece en su discurso en Science, Philosophy and Religion (1941), simposio publicado por la Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life. El ensayo, que puede encontrarse en varias antologías de Einstein, como en Mis ideas y opiniones (1954), es la parte dos de "Ciencia y religión", escrito donde asegura que no debería haber conflicto entre ciencia y religión, aunque claro, se ocupa de matizar y aclarar a qué se refiere. No habla de religión como una institución basada en el miedo y la ignorancia, manteniendo el dogma de un dios personal, sino que define este tipo de religión "auténtica", como aquella que es liberadora del hombre "de las ataduras de los temores, deseos y anhelos egocéntricos"; una religión así, afirma, es compatible con la ciencia. Y es en ese contexto donde afirma lo siguiente:
"Ahora bien, aunque los campos de la religión y de la ciencia están en sí mismos claramente diferenciados, existen entre ambos relaciones y dependencias mutuas. Aunque la religión pueda ser la que determine el objetivo, sabe, sin embargo, por la ciencia, en el sentido más amplio, qué medios contribuirán al logro de los objetivos marcados. Pero la ciencia sólo puede crearla los que están profundamente imbuidos de un deseo profundo de alcanzar la verdad y de comprender las cosas. Y este sentimiento brota, precisamente de la esfera de la religión. También pertenece a ella la fe en la posibilidad de que las normas válidas para el mundo de la existencia sean racionales, es decir, comprensibles por medio de la razón. No puedo imaginar que haya un verdadero científico sin esta fe profunda. La situación puede expresarse con una imagen: la ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia, ciega."
Nuevamente resulta evidente que a lo que se refiere Einstein con religión es algo tan alejado del cristianismo (y otras religiones "clásicas"), que, supongo, no hacen falta más explicaciones, ¿o sí?

Véase más: Sobre la teoría de la relatividad, de Albert Einstein, Sarpe, Colección "Los grandes pensadores", España, 1983.

Un no creyente profundamente religioso


Albert Einstein es probablemente una de las figuras más fascinantes de la historia moderna. Al igual que otras grandes celebridades de la ciencia de su respectivo tiempo, como René Descartes, Isaac Newton o Charles Darwin, no solo era conocido por sus contribuciones a la ciencia en una comunidad de intelectuales vistos como alejados del resto de la sociedad, sino que era un humanista brillante con opiniones y críticas a la sociedad de su tiempo. El público en general reconocía el brillo de Einstein, y lo más usual es que tal brillo "encandile" a más de uno, buscando que los prejuicios y creencias personales se vieran reflejadas y defendidas por un genio como Einstein.

También puede ser que el fenómeno de mirar a Einstein como religioso sea consecuencia de la ambigüedad con la que usualmente son usados conceptos como "religión", "espiritualidad" o "Dios", una hipótesis señala por el físico Steven Weinberg, quien nos dice que "algunas personas personas tienen una idea de Dios tan amplia y flexible que resulta inevitable que se topen con él dondequiera que miren. Uno ha escuchado que 'Dios es lo definitivo' o que 'Dios es nuestra mejor naturaleza' o que 'Dios es el Universo'. Por supuesto, como ocurre con cualquier otra palabra, podemos darle a la palabra 'Dios' cuantos significados queramos. Si usted quiere decir que 'Dios es energía', entonces lo podrá encontrar en un trozo de carbón."

Sin importar cómo nos expliquemos este curioso fenómeno de apelar a las autoridades para justificar prejuicios personales, y sin importar cuántas veces dichos mitos sean refutados, parece que es un fenómeno que llegó para quedarse. Las leyendas sobre la religiosidad de Einstein existen desde los tiempos en que el propio Einstein vivía, siendo él mismo quien aclararía una y otra y otra vez que no era creyente y que no creía en dios personal alguno. Pero lo que siempre afirmó, no solo con palabras, sino con sus propias acciones, era su religiosidad a pesar de ser un no creyente:

"Soy un no creyente profundamente religioso. De una suerte de nueva religión. 
Nunca le he imputado a la naturaleza un propósito u objetivo, ni nada que pudiera entenderse como antropomórfico. Lo que veo en la naturaleza es una estructura portentosa que solo podemos comprender muy imperfectamente, y eso debería imbuir a cualquier individuo pensante de un sentimiento de un sentimiento de humildad. Ese es un sentimiento religioso genuino que no tiene nada que ver con el misticismo. 
La idea de un Dios personal me resulta bastante ajena e incluso naif." 
Este tipo de religiosidad puede identificarse a lo largo del tiempo en figuras como Spinoza y Einstein, pero también en otros grandes nombres de la historia del pensamiento. Tal vez sorprenda a muchos, a primera vista, encontrarse con que una religiosidad de este tipo es compartida por figuras del pensamiento crítico y la ciencia tales como Charles DarwinCarl Sagan, Stephen Hawking, Steven Weinberg e incluso Richard Dawkins. Este último, en su obra El espejismo de Dios (2006), define a este tipo de "culto" al sentimiento asombro ante lo maravilloso del conocimiento sobre el universo como la religión einsteniana. Este tipo de religión, a la que Dawkins se confiesa como seguidor, es precisamente este sentimiento de asombro y humildad que causa el conocimiento acerca del conjunto de leyes físicas que rigen el universo. Siendo así, Einstein fue sin duda alguien más religioso que incluso muchos de aquellos que están bautizados.

La "religiosidad no religiosa" es hoy una tendencia también, sobre todo entre aquellos que siguen versiones occidentalizadas del budismo. Pero la religiosidad no religiosa basada en un profundo respeto por los hechos y la razón, sigue siendo algo extraño de ver, aunque cada vez más estudiado incluso por filósofos interesados en una religiosidad libre de Dios; entre tales autores se cuentan Sam Harris, Ronald Dworkin, Susan Blackmore, André Comte-Sponville y Alain de Botton. Pero tal vez el tema no sea tan complejo en realidad. Tal vez basta con concluir con una reflexión sencilla de Einstein que podría resumir toda la cuestión:

"No trato de imaginar a un Dios personal; me basta con contemplar con reverencia la estructura del Universo, en la medida en que nuestros pobres sentidos nos permiten apreciarla."
SI TE INTERESA ESTE TEMA

* De mi vida y mi pensamiento, de Albert Einstein, Editorial Dante, México, 1985.

* Sobre la teoría de la relatividad, de Albert Einstein, Sarpe, Colección "Los grandes pensadores", España, 1984.

* El espejismo de Dios, de Richard Dawkins, Booket, España, 2006.

* The Ultimate Quotable Einstein, de Alice Calaprise, Princeton University Press, EEUU, 2011.

* "Religious and philosophical views of Albert Einstein", artículo de la Wikipedia en inglés.

* La categoría "Albert Einstein" en el sitio web Quote Investigator.

3 comentarios:

  1. Cierta vez escuché a un pastor que dijo algo así como que Einstein pensaba que detrás de cada puerta que abre la ciencia el hombre se encuentra con Dios. No sé si será verdadera pero es bastante conocida.

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que es todo lo contrario, cada puerta que la ciencia habre deja al dios personal fuera de onda. XD

    ResponderEliminar

No se permiten ataques personales, ofensas, enlaces a páginas inseguras o no deseadas, ni ningún tipo de trolleo en general. Si planeabas publicar alguna de las anteriores, ahórrame el tiempo de rechazar tu comentario y vete a otro lado.

Para consultar más rápido