jueves, 13 de diciembre de 2018

De médicos a charlatanes. ¿Por qué un profesional de la salud se convierte en curandero?

En estos días hemos sido testigos de interesantes noticias internacionales, como el reciente "Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias", creado por el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universadides, de España, donde por fin somos testigos de cómo un gobierno tomará cartas en el asunto de los fraudes pseudocientíficos contra la salud, algo que muchos magufos y practicantes de pseudoterapias han visto como un ataque opresivo, sin leerse el documento, alegando censura, opresión y autoritarismo, y claro, influencias oscuras detrás de estas medidas contra la pseudociencia por parte de la diabólica Industria farmacéutica (desde aquí, la "Farmafia") y sus tontos útiles, los pseudoescépticos de las asociaciones de pensamiento crítico que por medio de la divulgación han logrado hacer que gobierno, universidades y medios de comunicación donde antes se patrocinaba la primer tontería que sonara kawai y natural, ahora muestran el escepticismo que debían mostrar ante la pseudociencia.

Que los magufos y los estafadores de la salud, como homeópatas, terapeutas tradicionales chinos, psicoanalistas, practicantes de reiki, quiroprácticos o curanderos de la nueva medicina germánica, lloren, tergiversen y calumnien, es una cosa. Algo de lo que muchos nos podemos entretener y divertir, jugando al reto de cuántas falacias se puede encontrar en el primer párrafo de cualquiera de sus escritos victimistas. Pero, ¿qué sucede cuando médicos profesionales, con años de estudio y experiencia, apoyan la pseudomedicina, o peor, la practican abiertamente? Aquí hemos contados algunos casos de médicos que se vuelven curanderos, como los médicos homeópatas, los defensores de la terapia antineoplastos o directores de campus universitarios con diplomados en charlatanería.



Autoridades heréticas


Andrew Wakefield,
ex-gastroenterólogo promotor
principal de las campañas
antivacunas.
Los seres humanos, al igual que otros animales sociales, crecemos con la idea de jerarquía, un orden social donde existen miembros del grupo que consideramos autoridad en uno o varios campos. Así es como tenemos por autoridades a nuestros padres, maestros, jueces, gobernantes, sacerdotes... y también médicos y científicos. La autoridad de un especialista del conocimiento es generalmente explotada para vender o legitimar alguna idea, doctrina u opinión, usualmente con títulos explícitos de autoridad como "Está científicamente comprobado que...", "El doctor x, especialista en y durante z años, dice que...", o "El remedio x sirve para curar el padecimiento y, y es recomendado por el doctor z, ganador de un premio Nobel...". Ante la crítica o el cuestionamiento, la respuesta usual es encontrarse con reclamos del tipo "¿acaso crees que sabes más que x autoridad?", ignorando cualquier argumento debatible que pueda exponerse, y reduciéndolo todo a un simple (falaz) caso de apelación a la autoridad.

La autoridad entonces, no solo se vuelve una guía especializada en cierto campo, sino una figura incuestionable de la que se explota su imagen para legitimar una práctica o un producto. Esta es una táctica usual de la pseudociencia que se ha visto en práctica miles de veces. En sus años dorados, el psíquico y doblador de cucharas, Uri Geller, contaba no solo con la fama y la admiración que los presentadores de televisión le daban, sino con la legitimación de el equipo científico del Stanford Research Institute, quienes aseguraban que Geller era un psíquico talentoso, inventando incluso el término de "efecto Geller", para describir sus habilidades paranormales. Como todo mundo sabe, Geller era un fraude y había embaucado a científicos entrenados (en ciencia, no en prestidigitación) quienes se convirtieron en sus principales defensores ante las críticas. En un caso más indignante y nocivo, se tiene a los médicos que han falseado datos para sostener que las vacunas causan daños irreversibles, y qué mejor ejemplo de esto que el Dr. Andrew Wakefield.

Wakefield, un gastroenterólogo, junto a sus colaboradores, publicó un estudio en la revista The Lancet en 1998, donde aseguraba la conexión entra la vacuna triple vírica, el autismo y la enfermedad intestinal en niños. El artículo de Wakefield fue retirado, desenmascarado como un cínico fraude causado con el propósito de afectar la confianza en las vacunas a costa de altas sumas de dinero que este charlatán recibió. El daño ya estaba hecho, 10 años después del fraude de Wakefield, la vcunación en Inglaterra había decaído, del 92% al  85%, provocando la reaparición de enfermedades graves como el sarampión, registrando en la misma década 1,348 casos de esta enfermedad (comparado con la cifra de la década anterior, de 58 casos en todo el país, resulta evidencia notar la influencia del miedo a causa de un fraude médico).

Jacques Benveniste,
inmunólogo,
héroe de los homeópatas,
científico sesgado
según la comunidad científica.
Wakefield se enfrascó en una serie de batallas legales contra medios que lo acusaban de ser un fraude, y en 2010 por fin le fue retirada su licencia médica. Los científicos que legitimaron a Geller como el médico que alimentó la histeria moderna de la antivacunación son dos casos donde estos especialistas cayeron en dos "pecados" distintos respectivamente: el Stanford Research Institute fue víctima del sesgo de confirmación, mientras que Wakefield fue el protagonista de un fraude científico más que demostrado. Sin embargo, en ambos casos los defensores de estas creencias aseguran que se trata de científicos herejes que van contra la corriente ortodoxa, al más puro estilo de Galileo. Es el mismo caso para otros investigadores cuyas investigaciones han sido más que cuestionables, como las del difunto inmunólogo Jacques Benveniste (quien defendió la existencia de la memoria del agua en un artículo sesgado), el biólogo molecular Gilles Séralini (que asegura que los transgénicos y el glifosato causan cáncer) o el ganador del Premio Nobel de Medicina, Luc Montagnier (que se ha sumado a las filas de los homeópatas y los antivacunas, asegurando también la existencia de la memoria del agua y del daño causado por las vacunas a los niños con autismo).

Aunque existen fraudes científicos e investigaciones sesgadas en muchas otras áreas de la ciencia, es en aquellas relacionadas con la salud y la alimentación donde el daño potencial a la sociedad puede agravarse, tal como lo demuestran la reaparición de distintas enfermedades eliminadas hace varios años, emergiendo en nuestro tiempo en gran medida por las campañas de antivacunación, inspirada en el fraude de Wakefield. Hoy en día, Wakefield sigue siendo un activista visto como un héroe por muchos tecnófobos que continúan tomando su artículo del 98 como una auténtica prueba científica del mal que causan las vacunas.

Luc Montagnier, premio
Nobel que promociona
la homeopatía y la
antivacunación.
Pero no todos los promotores de la pseudociencia son investigadores deshonestos y descarados como Wakefield. Algunos están firmemente convencidos de estar siendo atacados por poderes más allá de la ciencia misma; otros tal vez sean una mezcla de cínicos con persona bien intencionada, aunque en la mayoría de los casos no tenemos forma de saber cuándo estamos ante uno ante otro. Y esto tampoco les importa a quienes se ven beneficiados por el apoyo de una supuesta autoridad científica a la hora de vender su producto.

Existen varios problemas con tomar por verdadero este tipo de apelaciones a la autoridad: 1) hay un claro problema con el correcto funcionamiento de la ciencia, pues en ciencia la creencia o comentario de un individuo o de un grupo de investigación, no cuentan para sostener que algo es verdad. Es a través de un tortuoso proceso de replicación y contrastación de los resultados (que en veces, puede tardar años) que se logra establecer un consenso en la ciencia, aceptándose ciertos conocimientos, métodos o principios que quedan demostrados ampliamente; 2) apelar a lo que dice una supuesta autoridad, aunque suele ser un argumento que por costumbre se acepta en la vida cotidiana, resulta falaz y especialmente delicado para cuestiones de salud; 3) aunque en algunas situaciones podría contarse como una razón para, al menos, considerar una afirmación como factible, apelar a la autoridad no puede ser en ningún caso el argumento decisivo para asegurar la verdad de nada. Ni siquiera en la ciencia se hace tal cosa, pues no se dice "los científicos así lo creen, así x tiene que ser", sino "los científicos, mediante investigación, han averiguado que así son las cosas, por eso es que sostienen que así es como x tiene que ser".

Científicos locos y charlatanes descarados


La autoridad representa un importante problema cuando pensamos en los fundamentos de la ética, las instituciones sociales, el derecho, la religión y la ciencia. Hablando específicamente en la ciencia, las reflexiones de científicos y filósofos de la ciencia por igual han variado, aunque concuerdan en algunos puntos. Es famosa la frase del astrónomo Carl Sagan cuando, en el capítulo final de Cosmos, explicaba que no hay nada que no pueda ser investigado científicamente, pues "en ciencia no existen las verdades sagradas". En El mundo y sus demonios (1996), Sagan volvía a insistir en este punto, asegurándonos que en ciencia se cuenta, a lo mucho, con especialistas más no con autoridades. En ciencia se debe buscar el equilibrio perfecto entre la capacidad de asombro (lo que algunos llaman "tener la mente abierta") y el escepticismo (o no tener tan abierta la mente como para que se nos caiga el cerebro).

Si bien, la primera afirmación de la ausencia de autoridades en ciencia es epistemológicamente cuestionable (Sagan parece estar mostrando más el cómo veía la ciencia antes que describirla como en realidad es), la segunda busca mostrar la "fórmula básica" de la búsqueda honesta  de la verdad, aún a pesar de contar con autoridades. Es cierto que en ciencia las autoridades, a diferencia de la política o la religión, no son incuestionables. Pero pocos dudarían en pensar que este campo no posee sus  "vacas sagradas". Y lo mismo pasa con la medicina. Aunque dentro de la comunidad científica puede ser más fácil (por el conocimiento especializado) cuestionar a las autoridades, no resulta tan fácil hacer lo mismo para el público en general que, sumado a que suele estar ajeno a la ciencia, también llega a estar influenciado por supersticiones y desinformación dentro de la cultura. Confiar o no en una autoridad científica puede ser complicado para el lego, tal como explica el filósofo Daniel Dennett en su artículo "Authority and Skepticism:
<<¿Cómo debemos defender nuestra aceptación de las autoridades cuando nos enfrentamos a los murmullos de desaprobación, que a veces se elevan a un rugido, de vox populi? Cuidadosamente. Tenemos que caminar por la cuerda floja entre la impaciencia apropiada con la ignorancia de auto-felicitación, por una parte, y por otra, con una mentalidad abierta tan tolerante que al disparate se le concede el "respeto" que es, en cualquier caso, un simple gesto. [...] No todos los puntos de vista son igualmente "válidos". Una táctica efectiva es señalar que estos hiperlegalistas [policorrectistas] saben que no deben confiar sus cirugías a los aficionados o incluso a los profesionales novatos, y se indignan cuando descubren que alguien ha cometido cometido un error al diseñar su automóvil o aconsejarles sobre cómo realizar sus declaraciones de impuestos. Se conforman con nada menos que la experiencia cuando se trata de los arreglos que afectan su salud, seguridad y comodidad. Deben tener la consistencia para honrar la experiencia en otras áreas también.>> (Cursivas del original).
Podríamos seguir indagando con el problema de la autoridad, pero al menos en esta ocasión, el artículo no pretende ser de corte filosófico (lo siento, pero fue imposible no filosofar de cualquier modo). Tal vez lo que hasta aquí se ha dicho puede ayudarnos a entender los problemas con los que el público se enfrenta a la hora aceptar lo que una supuesta figura de autoridad asegura en cuestiones de salud, pero, ¿y qué pasa con los profesionales auténticos de salud que recomiendan o creen en falsedades? Si los médicos también caen en la deshonestidad, la charalatanería y el curanderismo, ¿cómo podemos identificarlos? ¿Qué fue lo que orilló a estos especialistas a practicar o promover el curanderismo? Piense en los casos de los premios Nobel Linus Pauling (protagonista de la química del siglo XX y promotor de los suplementos de vitamina C para curar el cáncer y otras enfermedades) o Louis Ignarro (farmacobiólogo miembro del equipo de Herbalife); o en los médicos Russell Blaylock (neurocirujano promotor antivacunas), Max Gerson (creador de la terapia Gerson para curar el cáncer), Robert Lanza (médico regenerativo y gurú del biocentrismo), Raymond Moody (psiquiatra y principal defensor de la reencarnación),  Mathias Rath (cardiólogo, gurú de su propia terapia con vitaminas para curar el SIDA y otras enfermedades), Eben Alexander (neurocirujano defensor de las experiencias cercanas a la muerte como pruebas del más allá), Isaac Goiz Duran (médico cirujano creador del par biomagnético), Juan Gérvas (médico de cabecera, escepticofóbico y conspiranoico anti-"farmafia") o Peter Duesberg (virólogo negador del VIH-SIDA). ¿Qué orilló a estos profesionales de la salud a la defensa de la pseudociencia?

"Es especialmente decepcionante cuando un individuo capacitado en ciencias de la salud se dedica a promover la charlatanería. Los amigos y colegas a menudo se preguntan cómo puede suceder esto."
Escribía el difunto profesor de medicina preventiva y colaborador del portal Quackwatch, William T. Jarvis, respondiendo precisamente esta última pregunta. Jarvis, basándose en estudios sobre conducta deshonesta y otras referencias, elaboró una lista de 10 razones por las que un médico se convierte en curandero:


  1. AburrimientoLa práctica diaria puede volverse monótona. Las ideas pseudocientíficas pueden ser emocionantes. Jarvis nos recuerda una frase de Carl Sagan sobre este punto: "Hago una distinción entre los que perpetúan y promueven los sistemas de creencias límite y los que los aceptan. Estos últimos a menudo son tomados por la novedad de los sistemas y el sentimiento de perspicacia y grandeza que brindan." Para muchos es fascinante hablar de tratamientos de frontera, y creer que se pueden lograr mejores resultados con estas "alternativas" que con la medicina ortodoxa.
  2. Bajo estima profesional. Los no físicos que no creen que sus profesiones sean lo suficientemente apreciadas a veces compensan haciendo afirmaciones extravagantes. Los renegados dentales han dicho que "todas las enfermedades se pueden ver en la boca de un paciente". Los podólogos pueden afirmar que pueden juzgar la salud por completo al examinar los pies. Los iridólogos apuntan al ojo, los quiroprácticos a la columna vertebral, los auricoterapeutas al oído, a las enfermeras registradas como a un supuesto "campo de energía humana", y así sucesivamente. Incluso los médicos no son inmunes a elevar su estado personal por pretensión. Imagine a un médico renegado asegurando haber encontrado la cura definitiva contra el cáncer, algo que nadie ha logrado antes. Los psicólogos, médicos, actores u otros que se convierten en gurús de la salud a menudo se convierten en los favoritos de la prensa popular.
  3. Tendencias paranormales. Muchos sistemas de salud son en realidad religiones higiénicas con creencias profunda y emocionalmente significativas sobre la naturaleza de la realidad, la salvación y los estilos de vida adecuados. El vegetarianismo, la quiropráctica, la naturopatía, la homeopatía, la medicina energética, el toque terapéutico, la sanación con cristales y muchos más están arraigados en el vitalismo, que se ha definido como "una doctrina para la que las funciones de un organismo vivo se deben a un principio vital (fuerza vital) distinta de las fuerzas fisicoquímicas" y "la teoría de que las actividades biológicas están dirigidas por una fuerza sobrenatural."
  4. Estado mental paranoicoAlgunas personas son propensas a ver conspiraciones en todas partes. Estas personas pueden creer fácilmente que la fluoración es una conspiración para envenenar a todos, que el SIDA se inventó y se propagó para destruir a los africanos u homosexuales, y que la medicina organizada está impidiendo la cura del cáncer. Mientras que los individuos que se quejan de conspiraciones dirigidas a sí mismos pueden ser considerados como enfermos mentales, aquellos que los perciben como dirigidos contra una nación, cultura o forma de vida pueden parecer más racionales. Percibir sus pasiones políticas es desinteresado y patriótico, lo intensifica sus sentimientos de rectitud e indignación moral. Jarvis señala que este tipo de personas suelen tener también una agenda fascista o con tendencias claras de posturas políticas más que controvertidas. No es extraño encontrar negadores del Holocausto, anti-semitas, rebeldes fiscales o extremistas antigobierno que apoyan terapias alternativas o aseguran la cura para enfermedades incurables a la vez.
  5. Shock por la realidadTodo el mundo es vulnerable a la ansiedad de la muerte. El personal de salud que trata regularmente con pacientes terminales debe realizarse ajustes psicológicos. Algunos simplemente no están a la altura. La investigación de clínicas fraudulentas de cáncer ha encontrado médicos, enfermeras y otros que se desilusionaron con la atención estándar debido a las duras realidades de los efectos secundarios o las limitaciones reconocidas de las terapias probadas.
  6. Creencias invasivas. La ciencia se limita a tratar con fenómenos observables, medibles y repetibles. Las creencias que trascienden la ciencia suelen caer en los ámbitos de la magia y la religión. Algunas personas permiten que tales creencias invadan sus prácticas. Si bien uno puede ejercer valores religiosos o filosóficos de compasión, generosidad, misericordia e integridad (que es el fundamento de la búsqueda del método científico de la verdad objetiva), no es apropiado que un profesional de la salud permita que las nociones metafísicas (sobrenaturales) se desplacen o distorsionen procedimientos de diagnóstico científico, prescriptivos o terapéuticos. Las personas que deseen trabajar en el área de las creencias religiosas deberían seguir una carrera diferente.
  7. El lucro. La charlatanería puede ser extremadamente lucrativa. Afirmar que tienes una "mejor trampa para ratones" podría abrirte algunas puertas. La codicia puede motivar a los profesionales emprendedores a dejar de lado los principios éticos.
  8. El perfil de profetaAl igual que los profetas del Antiguo Testamento exigían la conversión y el arrepentimiento, los médicos deben "convertir" a los pacientes para que dejen de fumar, o tomen medidas que les desagrada con respecto de la obesidad, el estrés, el alcohol y otras indulgencias. Como pronosticadores, los médicos predicen lo que ocurrirá si los pacientes no cambian su estilo de vida. El rol de profeta proporciona poder sobre las personas. Algunos doctores lo evitan conscientemente. Alientan a los pacientes a ser autosuficientes en lugar de dependientes, pero al hacerlo pueden no satisfacer sus necesidades emocionales importantes. Los curanderos, por otro lado, se deleitan, alientan y explotan este poder. La egomanía se encuentra comúnmente entre los curanderos. Disfrutan de la adulación y el discipulado que evoca la pretensión de superioridad.
  9. Tendencias psicopáticas. Los estudios de la personalidad psicopática proporcionan información sobre la psicodinámica de la charlatanería. Jarvis cita al Dr. Robert Hare, que investigó durante más de veinte años el tema, afirmando que: "Usted encuentra a los psicópatas en todas las profesiones... el abogado tímido, el médico siempre a punto de perder su licencia, el empresario con una serie de tratos donde sus socios siempre perdido." Hare describe a los psicópatas como si carecieran de la capacidad de sentir compasión o dolores de conciencia, y que exhibieran destreza, encanto superficial, grandiosidad, mentiras patológicas, comportamiento de manipulación, falta de culpa, propensión al aburrimiento, falta de empatía y otros. Rasgos a menudo vistos en curanderos. En lo personal, esta es la mejor explicación para casos como el de Wakefield (combinado con el motivo número 7).
  10. El fenómeno de conversión. El "lavado de cerebro" que los norcoreanos usaron en los prisioneros de guerra estadounidenses implicó estrés hasta el punto de que produjo una inhibición protectora y una disfunción. En algunos casos, el condicionamiento positivo hace que la víctima ame lo que había odiado anteriormente, y viceversa; y en otros casos, el cerebro deja de computar críticamente las impresiones recibidas. Muchas personas que se convierten en curanderos sufren una crisis de la mediana edad, un divorcio doloroso, una enfermedad que amenaza la vida u otra experiencia muy estresante. La teoría de la conversión está respaldada por un estudio de por qué los médicos habían adoptado prácticas "holísticas". Por mucho, la mayor razón dada (51.7%) fue por "experiencias espirituales o religiosas". 

Como se puede notar, estas causas para que un profesional de la salud acepte creencias pseudocientíficas no es distinto de un listado por el que las personas comunes creen en pseudociencias. Los médicos, enfermeras y demás especialistas de la salud son, antes que nada, seres humanos, un punto de vital importancia para tener en mente a la hora de vernos tentados en aceptar la palabra de cualquier autoridad. El estudio de por qué una persona entrenada en ciencia o tecnología abraza la charlatanería sigue siendo un campo abierto de investigación, sin duda fascinante para psicólogos y sociólogos de la ciencia (y la pseudociencia).

Igualmente fascinantes (y esperanzadores) resultan los casos opuestos, donde terapeutas alternativos y curanderos llegan a renegar de sus campos para denunciarlos como charlatanerías. Así le pasó a Ray Hyman, un quiromántico convencido de su habilidad para "ver" el futuro de las personas en las palmas de sus manos, y hoy profesor emérito de psicología de la Universidad de Oregon y una de las figuras principales del movimiento escéptico; así también le sucedió a Natalie Grams, una homeópata que hoy día es una de las principales voces críticas contra las pseudoterapias en Alemania; y lo mismo para Britt Hermes, una naturópata hasta que se dio cuenta que su profesión no estaba basada en evidencia alguna. 

Pero de ellos ya hablaremos en otra ocasión.

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "Why Health Professionals Become Quacks", artículo de William T. Jarvis en Quackwatch.

* "Authority and Skepticism", artículo de Daniel Dennett, publicado en Skeptical Inquirer, septiembre/octubre, 2016.

1 comentario:

  1. Es excelente que hayas tocado los factores psicológicos que fomentan que cualquiera de nosotros lleguemos a abrazar teorías y prácticas pseudocientíficas Daniel. Ahora estaría bueno que los psicólogos nos pusieramos las pilas para hacer estudios explicativos sobre este tema, con el fin de saber que tanta carga explicativa tiene cada uno de esos factores en la adherencioa a pseudociencias, porque vaya es cierto que el dinero y el respaldo institucional son factores muy importantes, pero que por si mismos no alcanzan a explicar todo este fenómeno. Buen artículo y buenas noches.

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