Mario Bunge murió hace solo unas horas, durante la noche del 24 de febrero. Como muchos por aquí sabrán, Bunge es, en mi humilde opinión (la cual he visto que comparten otros tantos) el filósofo más importante en la segunda mitad del siglo XX y de las primeras décadas del XXI, no solo por su capacidad de abordar un abanico de temas de la ciencia, la filosofía y la política, sino por ser el creador de todo un sistema filosófico original y fértil sobre el que se han basado el trabajo de numerosos académicos alrededor del mundo. Justo anoche estaba repasando el "Epílogo" de la versión actualizada de su bella obra, La investigación científica (2000).
Mi opinión también tiene un componente personal: Bunge fue el escéptico que más me ayudó en mi formación contra las pseudociencias, al ofrecer explicaciones sistemáticas de este fenómeno, y esclarecer los motivos por los cuales es importante denunciarlas; pero no solamente deben ser denunciadas pseudociencias como el psicoanálisis, la parapsicología o la homeopatía, blancos relativamente simples, sino también las pseudociencias sociales, aquellas que infectan universidades, instituciones públicas y gobiernos enteros, matando a la gente de hambre, tal como hacen el marxismo y la economía escolástica conocida como modelo neoclásico.