Mario Bunge murió hace solo unas horas, durante la noche del 24 de febrero. Como muchos por aquí sabrán, Bunge es, en mi humilde opinión (la cual he visto que comparten otros tantos) el filósofo más importante en la segunda mitad del siglo XX y de las primeras décadas del XXI, no solo por su capacidad de abordar un abanico de temas de la ciencia, la filosofía y la política, sino por ser el creador de todo un sistema filosófico original y fértil sobre el que se han basado el trabajo de numerosos académicos alrededor del mundo. Justo anoche estaba repasando el "Epílogo" de la versión actualizada de su bella obra, La investigación científica (2000).
Mi opinión también tiene un componente personal: Bunge fue el escéptico que más me ayudó en mi formación contra las pseudociencias, al ofrecer explicaciones sistemáticas de este fenómeno, y esclarecer los motivos por los cuales es importante denunciarlas; pero no solamente deben ser denunciadas pseudociencias como el psicoanálisis, la parapsicología o la homeopatía, blancos relativamente simples, sino también las pseudociencias sociales, aquellas que infectan universidades, instituciones públicas y gobiernos enteros, matando a la gente de hambre, tal como hacen el marxismo y la economía escolástica conocida como modelo neoclásico.
Si tuviera que describir a Bunge en una sola palabra, diría: grande. Elegiría esta palabra aludiendo a la Gran filosofía a la que pertenecía, que Jesús Mosterín definía como "la filosofía que se parece a lo que hacían Aristóteles, Descartes, Leibniz, Kant o Russell"; es decir, aquella filosofía que brindaba luz sobre un número nada despreciable de problemas, gracias a un sistema en donde las interrogantes de la ontología, la semántica o la epistemología se relacionan a su vez con la ética, la lógica, la metodología y la axiología. La solución a problemas éticos, así, se ve incompleta si no se encuentra sustentada por supuestos de tipo semánticos, ontológicos y axiológicos también. Este es precisamente el error que muchos filósofos parecen cometer a la hora de ofrecer una propuesta aislada dentro de un campo, y no se diga de aquellos que solo acaban haciendo una nota muy larga al pie de página de algún autor de siglos pasados.
Para Bunge, la filosofía consistía en buscar soluciones a problemas reales, complicados y fascinantes, emprendiendo el mismo objetivo de la ciencia básica, a saber, la búsqueda desinteresada de la verdad. Aunque hoy día sigue habiendo filósofos vivos interesantes (Dennett, Searle, Kitcher, Pigliucci, Ruse, entre otros), ninguno parece presentar el mismo enfoque, ninguno ofrece el nivel de sistematicidad que ofrecía Bunge, como en algún momento lo hicieron otros grandes filósofos ya mencionados. Y al igual que para otros grandes filósofos, la filosofía no era un asunto de intelectuales aburridos y sin mucho que opinar sobre el mundo real. La filosofía era una herramienta con doble uso: uno teórico y otro práctico. La filosofía ayuda a esclarecer conceptos, proponer ideas originales y rigurosas, descartar pseudoproblemas y denunciar la charlatanería ahí donde se la encuentre, incluso dentro de la academia. Pero también puede ser una guía útil en el quehacer profesional y personal, al ofrecer las herramientas necesarias para evitar caer en el oscurantismo, y concentrarse en aquellos problemas que son un reto al cerebro humano, cuyas soluciones terminan aportando algo nuevo al conocimiento o a la mejora de la civilización.
Leer la obra de Bunge no solo resulta en una inspiradora experiencia, sino también es formativa, como él mismo admitía en varios de sus libros, que bien pueden ser usados a modos de manual autodidacta o de libro para cursos universitarios completos, con un enfoque cientificista del que siempre sintió orgullo. Bunge aconsejaba a cualquiera que decidiera dedicarse al malquerido campo de la filosofía de la ciencia. Sus más brillantes consejos, inmortalizados como el último capítulo de su Epistemología (2006), siguen siendo la base para ser un buen estudiante, pero también para exigir una buena formación:
1. Cerciórese de que es capaz de realizar trabajo intelectual productivo, y ello de la única manera posible: intentándolo.
2. Asista a buenas escuelas y rodéese de gentes inteligentes y productivas, con intereses amplios, así como de profesiones y edades diversas.
3. Estudie a fondo una ciencia o tecnología.
4. No se contente con leer y asistir a algunos cursos: siga estudios formales intensivos, sométase a exámenes y, en general, cumpla los requisitos para obtener un grado de licenciado en una ciencia pura o aplicada.
5. Especialícese en una ciencia o tecnología determinada sin descuidar las demás disciplinas científicas.
6. Estudie filosofía por su cuenta al mismo tiempo que estudia ciencia o tecnología.
7. Introdúzcase a la filosofía por vía histórica o por la puerta de la lógica, según su disposición actual, pero no descuide ninguno de los dos polos.
8. No se limite a estudiar libros: consulte revistas y escriba, escriba incansablemente, desde meras fichas de datos hasta ensayos de diversa longitud.
9. Busque y ejerza la crítica pero no se deje aplastar por ella ni la ejerza por mero placer. Ejérzala con moderación y con ánimo de contribuir al avance de los conocimientos más que para sobresalir o para vengarse.
10. Comience por abordar problemas modestos pero apunte a problemas ambiciosos. La modestia inicial es necesaria por la escasez de conocimientos, pero no es cosa de pasarse la vida en el jardín de infantes. No es lo mismo modestia que impotencia.
Al final, sus consejos en el camino de volverse un filósofo de la ciencia con todas sus letras, se resumían en uno: "Escoja el camino largo, no sólo porque es el único que lleva a donde usted quiere llegar, y no sólo por que es el único honesto, sino también porque es el único interesante."
Un intelectual que tuvo intercambios personales con grandes de la ciencia y la filosofía, como Popper, Born, Sabato, Kuhn, Quine, Rescher, Mayr, Hebb, Kurtz. Un escéptico que reformó el movimiento escéptico, exigiendo siempre el no conformarse con platillos voladores y cucharas dobladas, que criticaba abiertamente que los pensadores críticos, en pleno siglo XXI, pensaran que el regreso de pie grande importaba más que las injusticias del neoliberalismo. Un ateo que nunca se cansó de repetir "el ateísmo no basta", pues no se construyen alternativas humanistas solo de negaciones. Un filósofo que, más de una vez, ha sido malinterpretado o vilmente ignorado por el nivel de rigurosidad que mostraba, y por su desprecio a los posmodernos y otros charlatanes de la academia. Un socialista que desde su juventud, velaba por aportar algo a la lucha por la justicia y la disminución de la desigualdad, desde la fundación de una universidad obrera (cerrada por la dictadura) hasta la crítica y la propuesta de un socialismo auténtico, cooperativista, siempre defendiendo el ideal de su padre, el médico y político socialista Augusto Bunge, quien vestía de traje y defendía que los socialistas luchaban porque un día toda persona tendrá lo justo y lo necesario para vivir tan bien, que todos podrán lucir de traje porque todos tendrán para comprarlo.
No tuve el honor de conocer en persona a Mario Bunge (apenas si logré intercambiar un par de correos cortos con él), pues hacía décadas que Bunge no se presentaba en México, y hasta donde sé, nunca se interesó por conocer Jalisco. Aún así, Bunge se convirtió también en mi maestro, mi maestro de filosofía de la ciencia, filosofía de la tecnología, filosofía política, ética, ontología, y también en pensamiento crítico. Algunos contactos escépticos acusaban a Bunge de haberse perdido por sus ácidos hombres de paja contra divulgadores como Dawkins y Pinker, o por presentar ciertas vaguedades y errores en alguna entrevista publicada en internet, así como ideas más que discutibles en campos tan diversos como la economía, la biología, la psicología y la física cuántica. Más que creer que Bunge pudiera ser un ídolo que sabría todas las respuestas, y que todas sus respuestas fueran correctas, era un intelectual honesto, que presentaba sus ideas, sus críticas y sus propuestas con claridad, quizás con demasiada para muchos. Podía estar equivocado en más de una, pero resulta innegable sus aportes al estudio metacientífico de cualquiera de las disciplinas mencionadas.
La obra de Mario Bunge sigue viva. Su sistema filosófico, aunque aún bastante inexplorado por los filósofos profesionales, continúa siendo una base original y fértil sobre la cual construir la filosofía científica, proyecto que podemos rastrear hasta los ilustrados radicales, como el Barón d'Holbach, pero que, por una u otra razón, no se ha logrado concretar. La diferencia del sistema de Bunge con los sistemas de Aristóteles, Kant o Marx, es precisamente que sigue siendo dinámico, que puede complementarse, corregirse y aumentarse, mientras que los sistemas de los grandes filósofos del pasado se oxidaron, en gran medida por culpa de sus pupilos quienes se limitaron a hacer escolástica en vez de seguir los pasos del maestro en hacer filosofía. Solo el tiempo dirá si el de Bunge será un sistema que siga innovando y contribuyendo a la búsqueda de la verdad. Yo planeo contribuir, aunque sea, con un grano de arena para crear ese camino, y creo que ese es el mejor homenaje que cualquiera puede hacer a la memoria del filósofo, del humanista, del maestro Mario Bunge.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* Memorias. Entre dos mundos, la autobiografía de Mario Bunge, Editorial Gedisa, Argentina, 2014.
* "El último humanista", entrevista a Mario Bunge realizada por su amigo, el astrofísico argentino Gustavo Esteban Romero, para el blog Filosofía en la Red.
martes, 25 de febrero de 2020
Mario Bunge (1919 - 2020)
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Estupendo artículo y homenaje.
ResponderEliminar¿Cuál, o cuáles libros recomendarías para iniciarnos en Bunge?
ResponderEliminarPara filosofía de la ciencia: La ciencia. Su método y su filosofía.
EliminarPara su vida: Memorias. Entre dos mundos.
Para ciencias sociales: Las ciencias sociales en discusión.
Perdona, pero hasta hoy me di cuenta de tu mensaje.