domingo, 29 de noviembre de 2020
Qué responder cuando te piden "demostrar que Dios no existe"
martes, 3 de noviembre de 2020
Filosofar cientificistamente y encarar el cientificismo filosóficamente
Reseña de Elogio del cientificismo, compilado por Gabriel Andrade
Como cualquiera metido al mundillo escéptico lo sabe, las etiquetas que la gente usa para describir a otros usualmente sirven para confundir más que para precisar el pensamiento o la postura individual. Dependiendo de la persona que lo usa, adjetivos como "escéptico", "racionalista", "ateo", "hereje", "socialista" o "evolucionista", pueden significar actitudes negativas y rechazadas por el común de la sociedad, como ser cuadrado, de mente cerrada, o contrario a todos. Pocas veces se entenderá que una persona con tales etiquetas tal vez quiere decir que se trata de alguien que se guía por la razón, la ciencia o el pensamiento crítico. Así es como también pasó con otras palabras, que hoy ya no son tan mal vistas, como "homosexual" o "lesbiana", que en otro tiempo (y hoy en día, entre grupos minoritarios de fundamentalistas religiosos... por lo menos "de este lado del charco") eran sinónimos de pervertido, inmoral, o persona condenada a morir por su naturaleza pecaminosa y despreciable.Sin embargo, muchos de estos adjetivos evolucionaron (culturalmente hablando) para volverse descripciones más o menos claras de la identidad de ciertos grupos, siendo adoptados por éstos. Aunque aún existen personas que no tienen ni idea qué es ser escéptico, ateo u homosexual, es fácil observar que los colectivos que se identifican con tales palabras hoy las portan con orgullo, divulgado definiciones precisas que demuestra que, lo que a ellos los identifica en ciertas circunstancias, está lejos de ser algo malo, incorrecto o falso. Existe abundante bibliografía sobre el estudio detrás de estas palabras, sus distintos significados, la construcción de la identidad individual y colectiva, así como los logros en materia social y educativa de los colectivos que se identifican con éstas.
Pero existe una etiqueta que es mal vista incluso por grupos que usualmente batallan por definirse de forma clara ante el público. Es depreciada, usada como peyorativo, y descartada por muchos que se autodenominan escépticos, epistemólogos y humanistas: el cientificismo. Aunque existen defensas del cientificismo dispersas por un lado y por otro, lo cierto es que en español no había una obra que reconociera y se dedicara exclusivamente al concepto como uno digno de estudio y promoción. No había, hasta que la Editorial Laetoli lanzó, hace ya unos años, Elogio del cientificismo (2017), una compilación editada por el filósofo Gabriel Andrade que gira entorno a la reflexión del epistemólogo Mario Bunge sobre el cientificismo, lo que significa ser cientificista y el por qué sentirse orgulloso de serlo.