Estamos en el
Día Internacional de la Mujer, un día más que importante pero que, por desgracia para muchas, muchísimas mujeres en el mundo (sí, incluido nuestro lado del globo), está lejos de ser un día de festejo por los logros en materia de derechos humanos que se han logrado después de tortuosas luchas contra una cultura que desde siempre las ha visto como inferiores. Han sido muchos los logros, sí, pero siguen faltando más, por lo que el 8 de marzo no solo conmemora las luchas pasadas, sino que es un fuerte recordatorio para todos sobre las luchas que faltan por ganar.
Desde la perspectiva que interesa a este blog, la del movimiento escéptico y el humanismo secular, también sigue habiendo mucho por trabajar, por más que estos movimientos (completamente compatibles con el feminista, entre otros) se diga estandartes de la razón y la ciencia, no se escapan de su contexto, de ser al fin y al cabo, parte del
zeitgeist o espíritu de la época. Como es bien sabido, existe un debatido problema sobre la aún existente
brecha de género en las disciplinas STEM (siglas en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Algunos menos, tristemente, también han señalado la enorme
diferencia entre escépticos y escépticas (entre
otros tipos de desigualdades), y la poca visibilidad de las mujeres en el activismo humanista y la divulgación científica, que sí, en nuestros tiempos tales problemas (por el hecho de ser visibles y denunciables) se han intentado paliar.
Aunque aún falta mucho por recorrer en esta problemática, lo cierto es que poco a poco van surgiendo nuevos modelos a seguir entre las mujeres para la defensa de la razón, la ciencia y los derechos humanos. Y tal vez las mejores embajadores de estas causas sociales (al fin y al cabo, causas por la igualdad como tantas otras) sean las niñas. No bromeo. En las últimas décadas hemos sido testigos de cómo jóvenes mujeres son capaces de ponerse de frente a poderosos adversarios y alzar su voz. Desde los lobbys de las pseudociencias, hasta las gigantes industrias de los combustibles fósiles o los criminales del Estado Islámico y demás grupos de fundamentalistas, las niñas han representado una luz de esperanza en contra de la barbarie, la tiranía y la irracionalidad.
Ejemplos de ello sobran, en ocasiones realizando mejor el trabajo que un científico profesional o una embajada. Aquí me limito solo a cinco chicas, mujeres que he seguido y que personalmente admiro profundamente.